Principales Corrientes Éticas
Utilitarismo
Con este nombre se conoce al **hedonismo moderno** defendido por **Jeremy Bentham** (1748-1832) y **John Stuart Mill** (1806-1873). El **utilitarismo** defiende la existencia en los seres humanos de unos **sentimientos sociales** (la compasión, la vergüenza, la indignación) que nos llevan a preocuparnos por el bienestar de los demás. Estos sentimientos tienen su origen en nuestra capacidad de **empatía**, que es el fundamento de nuestra **moralidad**. Por tanto, concluyen que, si bien es cierto que lo que todos buscamos es la **felicidad**, entendida como el **placer**, este ha de concebirse como el **mayor placer para el mayor número posible de seres vivos** capaces de sentir dolor y placer (incluyendo a los animales).
Lo esencial es aprender a **calcular las consecuencias** de nuestras decisiones, teniendo como meta el **mayor placer del mayor número**. Este **cálculo de placeres** es uno de los mayores problemas de esta teoría ética, planteando interrogantes como: ¿Todos los placeres tienen el mismo valor?, ¿Cómo medir su intensidad, duración, seguridad de conseguirlo…?
Es importante señalar que esta teoría ética tiene claras **implicaciones sociales**. Hablar de la **felicidad del mayor número** significa tener en cuenta el **bienestar social**. De hecho, el pensamiento utilitarista contribuyó significativamente a las **reformas sociales, políticas y económicas** desarrolladas inicialmente en el mundo anglosajón y que posteriormente se extendieron a otros países.
Éticas de la Justicia
Estas éticas proponen como eje central de la moral la **dignidad humana** y el **respeto** que se le debe. Se centran en establecer unos **principios morales abstractos** (sin contenido concreto) y **universales** (válidos para todos los seres humanos). Se las califica como **éticas formales** porque no establecen normas concretas (a diferencia de las anteriores, a las que Kant llama éticas de contenidos), sino que se limitan a fijar las **condiciones formales** que se han de dar para que los principios morales tengan validez universal.
Ética Formal Kantiana
El filósofo ilustrado alemán **Immanuel Kant** (1724-1804) parte de la consideración de que la **moralidad de una acción** no radica en lo que se haga, sino en la **intención** con la que se haga (por ejemplo, ayudar a alguien para recibir después ayuda no es una acción moral, sino interesada). La moralidad radica en que uno obre por **propia voluntad**, porque considera que es así como debe obrar, porque lo reconoce como su **deber** y no porque espere obtener alguna recompensa.
Según esto, la ética no debe decirnos qué tenemos que hacer (no nos debe dictar normas de conducta o contenidos), sino cómo debemos obrar (nos ha de aclarar qué **forma** deben tener nuestras acciones para ser calificadas como morales).
En relación con lo anterior, Kant argumenta que la moralidad de nuestras acciones depende de que sea nuestra propia **razón** la que nos guíe (es decir, que seamos **autónomos**) y que esta se ajuste al siguiente principio o **imperativo categórico**:
“Obra de tal manera que puedas querer que la máxima de tu acción se convierta en ley universal”
(Es decir, actúa de manera que tu acción pueda convertirse en norma de una legislación universal).
Este imperativo categórico se puede formular también del modo siguiente:
“Obra de tal modo que trates a la humanidad, en tu persona y en la de cualquier otro, no solo como un medio sino al mismo tiempo como un fin”
Ética Discursiva de Habermas
El filósofo alemán **Jürgen Habermas** (1929), perteneciente a la **Escuela de Frankfurt**, propone continuar la tradición kantiana, pero superándola. Al igual que Kant, Habermas considera que la ética no debe establecer normas concretas, sino el **procedimiento** para reconocer las acciones morales; la tarea de la ética consiste en decir qué **forma** deben tener las acciones para ser consideradas morales.
Sin embargo, Habermas se separa de Kant en el punto que se refiere a cómo establecer la forma de conducta. Para Habermas, es necesario que **dialoguemos** con las demás personas, pues solo son morales las normas aceptadas por **consenso** en una **situación ideal de diálogo**. Saber comportarse moralmente significa **dialogar en serio** a la hora de decidir normas, teniendo en cuenta que cualquier afectado por ellas es un **interlocutor válido** y hay que tratarlo como tal.
En este sentido, Habermas establece las condiciones de lo que llama la **situación ideal de diálogo**. Algunas de las condiciones más importantes son las siguientes:
- Todos los afectados por una norma deben participar en su discusión.
- Todos los participantes del diálogo deben tener los mismos derechos y las mismas oportunidades de argumentar y defender su postura.
- No puede existir **coacción** de ningún tipo.
- Todos los participantes deben intervenir en el diálogo teniendo como finalidad el **entendimiento**. Esto implica que no se puede excluir a nadie ni se pueden marcar “líneas rojas” cuando se dialoga.
Esta **ética discursiva** (también llamada ética dialógica y ética comunicativa), que tiene hoy en día seguidores en todo el mundo, defiende la necesidad de un **diálogo continuado** en el seno de la sociedad para que ningún grupo étnico, religioso o de otro tipo pueda sentirse marginado. Lo más significativo es que la ausencia de este **diálogo social** podría invalidar moralmente las normas aprobadas por los gobiernos democráticamente elegidos (especialmente si estas se aprueban por mayoría, pero sin atender a todos los implicados).