Dualismo Epistemológico, Ontológico y Antropológico

Dualismo epistemológico

Es la teoría que explica el conocimiento dividiéndolo en dos. Platón incurre en dualismo como modo de explicación tanto a nivel de conocimiento, como se verá, como también en los otros niveles: cosmológico, ontológico y antropológico. Su teoría de las ideas puede explicarse, con las debidas especificaciones, en cualquiera de esos niveles. Lo primero que hay que señalar es que el conocimiento, tal y como Platón lo entiende, se divide en dos: conocimiento propiamente dicho y opinión. Se conocen las ideas y se opina sobre las cosas sensibles. Y esto es así porque las ideas, el mundo de las ideas es el mismo siempre y solo se puede acceder a él mediante la inteligencia. El conocimiento, para ser verdadero conocimiento, debe ser universal y necesario, es decir, válido para todo el género y que no pueda ser de otra manera. Eso solo es posible en el mundo de las ideas, que son siempre las mismas, no cambian y son también origen de todas las cosas del mundo sensible que sí están sujetas al cambio, al devenir. Así pues, con la inteligencia se pueden conocer las ideas, pero las cosas del mundo sensible solo son objeto de opinión. Y la razón de esto último es muy clara: de las cosas cambiantes solo se puede tener una opinión que va cambiando con las cosas mismas. Por ejemplo, del Real Madrid solo podemos opinar que en tal o cual partido estuvo mejor o peor y eso además dependerá seguramente de los partidarios de uno u otro equipo.

Como puede saberse algo del mundo de las ideas sin alguna familiaridad con ella? A esto responde Platón con la teoría de la reminiscencia, que significa «recuerdo». El alma humana, con motivo de la percepción sensible, con ocasión de ella, recuerda una estancia anterior en el mundo de las ideas.

Dualismo ontológico

Teoría de las ideas. La idea de bien. Se trata de mostrar aquí las distintas calidades de «ser» pero el anterior esquema sigue siendo válido. Ahora el ser se localiza en las ideas que «son» las únicas que son verdaderamente. Más abajo, en su condición de ser, son menos los entes matemáticos puesto que su realidad es meramente hipotética. Eso significa que su realidad es la de ser, solo eso, hipótesis. Y descendiendo en la calidad de ser, se sitúan los entes materiales físicos, cambiantes como todo lo que encontramos en el mundo sensible. Y por último, los entes imaginarios que no son nada propiamente sino meros fantasmas en la imaginación de los hombres y sujetos a la enorme variabilidad de ellos y sus vaivenes. Sin embargo, Platón advierte además que existe una dependencia ontológica de lo sensible respecto de lo inteligible. Esto quiere decir que, en el orden del ser, las cosas del mundo sensible son porque han sido hechas copiando el mundo de las ideas. Platón no requiere de un dios creador al modo cristiano, pues le basta un demiurgo, un constructor del mundo sensible que copiará (mal) a partir del mundo de las ideas de tal modo que cada cosa del mundo sensible es una copia del mundo de las ideas. Pero las cosas sensibles son muchas y las ideas, en cantidad, porque la cantidad es precisamente una cualidad tardía del mundo sensible. El original del mundo de las ideas «permite» muchas copias degeneradas en el mundo sensible. Parece que es eso lo que Platón está muy interesado en mantener: la poca o nula calidad de las cosas sensibles respecto de sus originales (ideas) en el mundo inteligible. Por eso, la sensibilidad queda minusvalorada respecto de la inteligencia.

Hay que destacar por encima de todo el ser de la idea de bien que es lo máximo ser, lo que está por encima de todo. Incluso, de alguna manera, Platón piensa que es lo que otorga ser a todo lo demás, que está iluminado por ella. Todo lo que tiene ser, lo tiene por participación del ser máximo de la idea de bien. De este modo, se puede afirmar que todo es bueno porque participa en algún grado de la idea de bien. Pero la idea de bien solo es alcanzable mediante la inteligencia, pues es meramente inteligible, lo cual significa el valor que da Platón a lo espiritual por encima de toda la materia y a la inteligencia por encima de la sensibilidad.

Dualismo antropológico

Teoría de la reminiscencia. Dualismo significa dos; antropológico es un término que hace referencia al hombre. Así que, dualismo antropológico significará que el hombre está constituido por dos tipos claramente distintos de sustancias. El Hombre es una síntesis de los dos mundos platónicos: tiene un cuerpo que pertenece al mundo sensible (que, por lo tanto, es material y mortal) y tiene un alma que pertenece al mundo inteligible (que, por lo tanto, es inmaterial y eterna). Eso sí, como el mundo de las Ideas tiene prioridad absoluta sobre el mundo de las cosas, también el alma tendrá prioridad sobre el cuerpo. De ahí que, para Platón, el Hombre sea, fundamentalmente, alma. La unión del alma racional con el cuerpo no es una unión necesaria, sino una unión accidental (como la del piloto con su nave o la del jinete con su caballo). La relación del cuerpo con el alma la expresa Platón con dos palabras: soma / sema: el cuerpo es la tumba del alma. Y es que, según Platón, el alma se encuentra en el cuerpo, como en una prisión, cumpliendo un castigo por una «falta» que cometió en el mundo inteligible, siendo su aspiración última purificarse para lograr la liberación del cuerpo y retornar al mundo inteligible al que por naturaleza pertenece. Dicha purificación será alcanzada a través del conocimiento (recuerdo) de las Ideas, olvidadas al unirse con el cuerpo. Si el alma no logra purificarse, una vez muerto el cuerpo, `vagará´ extraviada; reencarnándose en otros cuerpos, y así sucesivamente en múltiples ocasiones (Teoría de la `metempsicosis´ o transmigración). El principal argumento a favor de la inmortalidad del alma racional lo aporta la Teoría de la reminiscencia: la existencia de conocimientos innatos en el alma es una prueba de que el alma ha tenido una existencia anterior a su unión con el cuerpo; esto significa que puede existir sin el soporte material del cuerpo y que, por lo tanto, no tiene por qué desaparecer tras la muerte de éste.

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