Concepción del ser humano en Aristóteles, Descartes y Santo Tomás

Aristóteles: La concepción del ser humano

La concepción aristotélica del ser humano es dualista en cuanto que el ser humano es un compuesto de material (cuerpo) y forma (alma). Pero a diferencia del dualismo platónico, estos dos elementos no se oponen, sino que colaboran. El alma es forma del cuerpo, informa al cuerpo y anima la materia, es principio de vida, pues actualiza las potencialidades del ser vivo. Aristóteles establece que en el hombre hay tres principios de vida o almas: el alma nutritiva que comparte con plantas y animales, supone capacidad de nutrición y crecimiento; el alma apetitiva y motora, que comparte con los animales pero no con las plantas, y que supone capacidad de percibir y desear aquello que se percibe y moverse hacia ello; y el alma intelectiva, que es específica del ser humano y que supone capacidad de pensamiento y razonamiento. A partir de los sentidos extraigo lo universal, conocemos unidos al cuerpo. Esta última es lo específico nuestro, y también dice Aristóteles, lo divino en nosotros, aquello a lo que debemos aspirar como lo que nos es más propio y esencial.



Dios en Aristóteles

Las sustancias naturales no son autárquicas, esto es, no se bastan a sí mismas para mantenerse en el ser. Precisan de otro ente que sí se basta a sí mismo para ser y que las mueva y actualice, que las mantenga en la existencia: Dios. Dios es ese ser autárquico que no necesita de otro para ser actualizado. Dios se basta a sí mismo para existir, es autárquico porque es acto puro, todo lo que puede ser lo es, en el nada está en potencia. Es el ser máximamente perfecto, pues no tiene carencias. En su física, Aristóteles prueba a Dios como causa primera de la siguiente manera: todo lo que mueve, es movido por otro. No puede haber una serie infinita de causas, luego debe haber algo que mueva sin ser movido a su vez: un primer motor o motor inmóvil, Dios. Dios es el primer motor y motor inmóvil, Dios mueve como el objeto de amor mueve al amante, Dios, en cuanto lo más perfecto, es forma pura sustancia sin materia y es nous de sí mismo.



Política en Santo Tomás

Como para Aristóteles, el fin del Estado es la virtud, la vida buena. Solo en sociedad podemos ser virtuosos y llevar una vida buena. Por ello, la ley civil debe ser conforme a la ley natural por la que el hombre realiza sus fines específicos. La ley civil debe además concretar la ley natural, para adecuarla a las circunstancias particulares, pues la ley natural es demasiado general. Los fines naturales conciernen al Estado, y los sobrenaturales a la iglesia. El Estado debe promover las buenas acciones y favorecer la vida religiosa para ayudar a los ciudadanos a obtener la felicidad futura, más allá de esta vida, que es el bien supremo. Por esta razón, el poder temporal del Estado debe estar sometido al poder de la iglesia. El poder de la iglesia sobre el Estado no es un poder directo, ya que es el Estado y no la iglesia al que le corresponde administrar la economía y preservar la paz, pero el Estado debe atender estos asuntos con la mirada puesta en el fin sobrenatural del hombre, razón por la cual debe estar subordinado a la iglesia. Santo Tomás concibe que el mejor gobierno es una monarquía orientada al bien común del pueblo, y moderada por elementos aristocráticos y democráticos, el peor régimen es una tiranía.



El ser humano en Descartes

La concepción del ser humano en Descartes es dualista. El ser humano en Descartes es cuerpo y pensamiento. El hombre como Res cogitans no está sujeto al mecanicismo físico, propio de la res extensa, es libre. El yo como sustancia pensante consiste en dos facultades o modos de pensamiento: el entendimiento y la voluntad. La voluntad es libre y la libertad no consiste en la mera indiferencia entre varias opciones, sino en elegir lo que es propuesto como bueno y verdadero por el entendimiento. El dualismo plantea el problema de la relación entre la mente y el cuerpo: Descartes propuso la existencia de un punto en el cerebro humano (la glándula pineal) donde se establecería esta comunicación. Descartes denomina pasiones a las percepciones o sentimientos que afectan al alma sin tener su origen en ella. Su origen se halla en las fuerzas que actúan en el cuerpo. Las pasiones tienen un carácter involuntario, puesto que no se originan en el alma. La tarea del alma en relación con las pasiones consiste en someterlas y ordenarlas conforme al dictamen de la razón.



La moral en Descartes

Según Descartes, todo el sistema de conocimiento es como un árbol cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física, y las ramas que salen de este tronco son las otras ciencias, que se reducen a tres principales: la medicina, la mecánica y la moral. Descartes define la moral como el último grado de sabiduría, al presuponer el conocimiento completo de las otras ciencias. Pero dado que el sistema del conocimiento no está completo, debe adoptarse una moral por provisión, a fin de desenvolverse en el mundo. Estas pocas máximas se exponen en el discurso del método y son: respetar las leyes y las costumbres del país donde se vive, permanecer firme en las resoluciones adoptadas una vez que se han tomado, aunque carezcan de certeza, tratar de vencerse a uno mismo, vencer las propias pasiones antes que al mundo (regla del origen estoico), y dedicar y orientar la vida al fin más excelente, el cultivo de la ciencia y de la razón, al que dirige todas estas reglas.

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