Aristoteles

Felicidad.  

Toda acción persigue un fin  y cuando se alcanza obtenemos un bien. Existen muchos fines y muchos bienes ¿Existe un bien supremo? La felicidad es, para Aristóteles, el bien supremo, perfecto y suficiente. ¿Qué es la felicidad? Cada ser es feliz realizando la actividad que le es propia y natural (teleología). Puesto que todo ser natural tiende a realizar determinadas actividades, realizándolas alcanzará la perfección y la felicidad. El ser humano tiene funciones en común con seres de alma vegetativa (nutrición y reproducción) y con seres de alma sensitiva (locomoción, sensación, apetito). Pero la actividad más propia del ser humano es la actividad intelectual. Por tanto, la forma más perfecta de felicidad ha de ser la actividad de comprender la realidad y vivir acorde a la razón.

Aristóteles distingue entre las virtudes intelectuales, que perfeccionan el conocimiento, y las morales, que perfeccionan el carácter.  Entre las virtudes intelectuales Aristóteles da mucha importancia a la prudencia, que implica saber qué es lo correcto en la vida práctica. Las virtudes morales son “hábitos” para elegir en cada caso lo más  conveniente. Ahora bien,  lo conveniente consiste siempre en un término medio entre actitudes extremas; de ahí la importancia de la prudencia: es ella la que determina dónde se halla el término medio razonable para cada caso particular. Así, por ejemplo, ser valiente es algo intermedio entre ser temerario y ser cobarde.

Junto a la prudencia, Aristóteles concede un lugar destacado a la justicia. La justicia es la virtud integral del hombre que posee todas las virtudes. Esta justicia general  consiste en el cumplimiento de las leyes. En efecto, el conjunto de las leyes determina prudentemente los modos virtuosos de comportarse.


Causa. 

Aristóteles considera causas a todos los factores que son necesarios para explicar un proceso o movimiento. Ningún proceso quedaría  explicado a no ser que se especificara el sustrato o materia afectada, la forma que ésta adquiere en el proceso, el agente que  lo produce  y el fin a que tal proceso se dirige. Aristóteles distingue, por tanto, cuatro causas: dos intrínsecas (causa material y causa formal) y dos extrínsecas (causa eficiente y final). Tomando como ejemplo una estatua de mármol: la causa material es el mármol, la causa formal es la figura humana, la causa eficiente es el escultor y la final es decorar una plaza. Puesto que en la generación de las sustancias naturales la materia última adquiere una forma determinada, aquéllas son siempre compuestos de materia y forma (hilemorfismo).

La forma es la esencia (lo que cada sustancia es, lo que hace que la materia, indeterminada de suyo, sea precisamente esta sustancia y no cualquier otra) y es también la naturaleza de las sustancias, es decir, aquello que determina sus actividades específicas y propias.

En los procesos naturales la causa eficiente, la forma y el fin coinciden, son la misma causa. Tomemos el caso típico de la generación de los vivientes. El ser vivo lleva implícito en su forma la finalidad de crear otros seres semejantes a él. El ser vivo (causa eficiente) tiene en su naturaleza (causa formal) la finalidad (causa final) de crear seres con la misma forma que él. Así se perpetúa la especie. En los procesos naturales, por tanto, el fin no es otro que la actualización de las formas en las sustancias. Con ello se muestra con claridad que el modelo aristotélico es teleológico y que esta teleología es inmanente.


Potencia-

Acto

Los conceptos potencia
Acto están relacionados con la explicación aristotélica del movimiento. Hay  dos maneras de no ser algo: un no-ser absoluto (ni se es ni se puede ser) y un no-ser relativo (no se es, pero se puede llegar a ser). Y como, según la terminología de Aristóteles, lo que no es, pero puede ser, se halla en potencia (la semilla es árbol en potencia) y aquello que es actualmente se halla en acto (el árbol es árbol en acto, actualmente), Aristóteles explica y define el movimiento como paso de la potencia al acto.

Aristóteles distingue dos tipos de cambio: cambio substancial (generación y destrucción de la substancia) y cambio accidental (cualitativo, cuantitativo y local). En todo cambio hay algo que aparece, algo que desaparece y algo que permanece. En el cambio accidental  aparecen y desaparecen caracteres accidentales, no esenciales, y permanece la substancia. En el cambio substancial aparecen y desaparecen substancias, permaneciendo la materia primera que no es en acto ningún ser en particular pero puede ser (es en potencia) cualquier sustancia natural.

Materia-forma y potencia-acto son pares de conceptos muy relacionados. Así, la materia siempre está en potencia de una determinada forma, no existe la materia indiferente a la forma: o ya tiene una forma en acto o está persiguiendo una forma concreta.

Aristóteles afirma la primacía del acto sobre la potencia y de la forma sobre la materia, yendo más allá del ámbito de la física (estudio de seres con movimiento) y entrando así en el ámbito de la metafísica (estudio de seres sin movimiento: Dios). Aristóteles afirma que existe acto sin potencia, un ser totalmente actualizado, realizado; un ser que es pura forma sin materia; ese ser sería Dios: primer motor que mueve sin ser movido.


ARISTÓTELES-Hobbes

Para Aristóteles el hombre es un ser político que no puede vivir fuera de la ciudad, del estado; convive con los demás, con los ciudadanos y esto es natural; la sociedad evoluciona para Aristóteles naturalmente: se forman las familias por naturaleza, las familias se unen para formar aldeas y las aldeas se unen para formar estados, todo ello para cumplir las funciones naturales de los individuos y alcanzar el desarrollo de su potencialidad y su felicidad. La política debe por tanto buscar el bien común de esas  comunidades o asociaciones de los humanos. La teoría política de Hobbes es totalmente opuesta a la de Aristóteles. Según Hobbes, en estado de naturaleza, los hombres son malos, enemigos entre sí; mientras Aristóteles piensa en el hombre como un “animal político” por naturaleza, Hobbes piensa que “el hombre es un lobo para el hombre” y que en estado natural hay una situación de guerra de todos contra todos. Por eso, para huir de esa situación de miedo y caos constante, el ser humano utiliza su inteligencia para crear un estado con un poder muy fuerte, que se sitúa por encima de la sociedad y que tiene el monopolio de la fuerza para mantener la disciplina y el orden en la sociedad. Así, mientras para Aristóteles el estado tiene un origen natural, para Hobbes se trataría de un pacto para huir de una situación natural de peligro de guerra constante. Mientras para Aristóteles la uníón política surge por naturaleza y por el uso de la palabra para entendernos en lo que es justo, para Hobbes la uníón política en el estado surge  para buscar protección por miedo de unos individuos hacia otros.


Naturaleza. 

La naturaleza es para Aristóteles un “principio que rige el movimiento de la cosa en que ella reside, inmediatamente, por esencia y no por accidente”. Efectivamente, el ser que tiene naturaleza, es decir: el ser natural, tiene dentro de sí algo que le hace cambiar como cambia y comportarse como se comporta. Los seres artificiales no tienen su principio de desarrollo dentro de sí; así, el principio de desarrollo de una mesa de madera está en el carpintero; las mesas no se hacen a sí mismas. No está en la naturaleza de la madera convertirse en mesa. Convertirse en mesa es un accidente que sufre la madera; no forma parte de la esencia de la madera convertirse en mesa. Ahora bien, sí está en la naturaleza de la semilla convertirse en planta. Convertirse en planta es algo que pertenece a la esencia de la semilla.

Aristóteles, por su parte, estaba firmemente convencido de que todos los seres naturales tienden a alcanzar la perfección que les es propia: así, por ejemplo, un embrión realiza un proceso complejo de operaciones vitales (nutrición, desarrollo) encaminadas a conseguir la forma y perfección carácterísticas del adulto de su especie. Esta convicción fundamental de que los seres naturales tienden a alcanzar su propio estado de perfección surgíó y fue elaborado por Aristóteles bajo la influencia de sus estudios biológicos. Aristóteles se dedicó ampliamente a la biología y no cabe dudar de que los procesos biológicos son los más difíciles de interpretar de un modo puramente mecanicista. En efecto, los procesos biológicos parecen presididos por un plan, por una finalidad interna que los orienta y dirige. El modelo aristotélico de la naturaleza –basado en la biología- es, pues, un modelo teleológico.


Aristóteles-Platón

Aristóteles recuperó el interés de los presocráticos por investigar la naturaleza, interés que Platón había abandonado. Aristóteles defendíó una concepción teleológica de la realidad, al igual que Platón, separándose ambos del mecanicismo de Demócrito. Para Demócrito no existe finalidad, existe azar o casualidad; mientras que para Platón y Aristóteles, todo persigue un propósito, un fin. Ahora bien, para Platón la finalidad que persiguen las cosas está en otro mundo (teleología trascendental)  mientras que para Aristóteles la finalidad que persiguen las cosas está dentro de ellas mismas, su propia naturaleza (teleología inmanente).

Aristóteles criticó la teoría platónica de los dos mundos. Según Platón, las Ideas son las causas formales que explican lo que una cosa es (su esencia) y lo que hace que cambie como cambia (su naturaleza). Aristóteles considera, al contrario, que es imposible que la esencia y naturaleza de un ser esté fuera de dicho ser: sólo existe un mundo, y Platón complicó las cosas al separar  la causa formal de la material.

La contradicción entre Parménides (el ser es inmutable) y Heráclito (nada permanece), la resolvíó Platón con su teoría de los dos mundos: un mundo para lo permanente y otro para lo cambiante. Aristóteles ofrece otra solución. Supera a Parménides diferenciando entre no ser absoluto y no ser relativo, y supera a Heráclito defendiendo que hay algo que permanece, al menos durante un tiempo, la substancia. No obstante, después de Parménides fue imposible no reconocer que algo debe permanecer después del cambio: para Platón permanecen las Ideas y para Aristóteles la materia primera.

Para Platón el alma es un principio de conocimiento, nos permite elevarnos  hacia las esencias. Para Aristóteles, el alma es un principio de vida y movimiento. Platón cree en la inmortalidad del alma una vez que se separa del cuerpo. Para Aristóteles, el ser humano es mortal; cada ser humano es una substancia primera, uníón de materia y forma; no existe forma sin materia, por lo que cuando se separa materia de forma la substancia primera desaparece.

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