David Hume
Teoría del Conocimiento
El objetivo de la filosofía de Hume fue establecer el origen y los límites del conocimiento humano. Para este filósofo, todo conocimiento debe fundamentarse en la experiencia si no quiere caer en el error. En el análisis que hace del conocimiento, Hume llama percepciones a todos los contenidos de la mente. Las percepciones pueden ser de dos tipos:
- Impresiones: Son los datos de los sentidos, sensaciones y emociones. Las impresiones se caracterizan por ser inmediatas, vivaces e intensas.
- Ideas: Son las representaciones mentales de las impresiones; son, por tanto, mediatas, débiles y poco vivaces. Las ideas pueden ser simples y complejas. Las simples corresponden a impresiones; las complejas se forman por asociación de otras ideas debido a la memoria y la imaginación.
Las combinaciones que el entendimiento humano lleva a cabo para formar ideas complejas a partir de ideas simples no son arbitrarias, sino que obedecen a unas leyes de asociación en virtud de las cuales unas ideas nos hacen pensar inmediatamente en otras. Esas leyes son:
- Ley de semejanza: Tendemos a asociar ideas semejantes en algún aspecto.
- Ley de contigüidad espacio-temporal: Tendemos a asociar ideas contiguas en el espacio o en el tiempo.
- Ley de causalidad: Tendemos a establecer una relación causa-efecto entre ideas contiguas espacio-temporalmente.
Según lo que acabamos de decir, todo conocimiento es una impresión o es la representación mental de una impresión. Esto significa también que el criterio de verdad para saber si una idea es o no verdadera consiste en averiguar si en el origen de esa idea hay o no alguna impresión que la origine. Con el criterio de verdad que acabamos de describir, Hume hace una dura crítica a las cuatro ideas básicas de la filosofía racionalista y de la ciencia, siguiendo siempre la misma estrategia: preguntar qué impresión está en el origen de la idea en cuestión; si no hay ninguna, podemos pensar que tal idea es una ficción de la mente.
Crítica a las Ideas Racionalistas
- A) Crítica a la idea de sustancia extensa o materia: Si buscamos la impresión concreta de la que deriva la idea de sustancia material, no la encontraremos; lo único que encontraremos será un conjunto de impresiones, pero no ese sustrato que llamamos materia, cuya existencia es imposible demostrar.
- B) Crítica a la idea de sustancia pensante o yo: Si buscamos la impresión concreta de la que procede la idea del «yo», no la encontraremos. Todo lo que captamos empíricamente de nosotros mismos es una sucesión de estados psíquicos que se suceden unos a otros. La idea del «yo» surge al asociar con la imaginación y la memoria todo ese flujo de estados psíquicos, unificándolos en un supuesto sustrato al que llamamos «yo», pero que exista realmente el «yo» no es demostrable, y mucho menos puede fundamentarse todo el conocimiento humano en una idea semejante como hizo Descartes.
- C) Crítica a la idea de sustancia infinita o Dios: Puesto que no puede señalarse la impresión de la que deriva esta idea, hemos de concluir que la existencia de Dios no es demostrable racionalmente.
- D) Crítica al concepto de causa: La causa es un concepto clave en la historia de la filosofía y de la ciencia, pues las leyes científicas establecen una conexión causal necesaria, que se cumple siempre y en todos los casos, entre fenómenos. Hume busca la impresión de la que procede nuestra idea de conexión necesaria y nos dice que si nos atenemos exclusivamente a los datos empíricos, lo único que podemos decir es que dos fenómenos se han sucedido hasta hoy. Pero dado que es solo una suposición, debemos concluir que las leyes causales son solo probables y que, por tanto, las leyes científicas tienen un valor hipotético, siempre están sujetas a revisión y la ciencia debe asumir una actitud de permanente investigación.
Al mismo tiempo, vemos cómo el pensamiento de Hume desemboca en el escepticismo, que niega la posibilidad de un conocimiento objetivo y seguro de la realidad. Hume distingue dos tipos de conocimiento que puede alcanzar el entendimiento humano:
- El conocimiento de relaciones entre ideas.
- El conocimiento sobre cuestiones de hecho.
Las relaciones de ideas corresponden a lo que llamamos ciencias formales (matemáticas y lógica), que operan sobre contenidos ideales expresados mediante símbolos sin hacer referencia a cosas materiales que existan realmente. Son llamadas ciencias exactas porque proporcionan un conocimiento cierto basado en la intuición y la deducción. En las cuestiones de hecho, ya no cabe un conocimiento puramente racional, basado en la intuición y la deducción, sino que debemos basarnos en la experiencia. En este tipo de ciencias no podemos alcanzar el grado de certeza que en las anteriores.
Ética
Hume afirma que nuestras ideas morales, como el resto de ideas, tienen su fundamento en la experiencia; por tanto, los seres humanos no poseemos ideas innatas acerca del bien y el mal. Con esto, Hume se opone a toda la tradición filosófica para la que los principios morales están inscritos en la propia naturaleza humana.
Por otro lado, Hume sostiene un emotivismo moral, oponiéndose al intelectualismo moral que basa la ética en la razón. Para el filósofo, nuestra conducta moral no puede estar determinada racionalmente porque la razón es incapaz de mover al ser humano. Lo que nos impulsa a actuar, y es el fundamento de nuestras decisiones morales, es la emoción, el sentimiento y el deseo. En primer lugar, Hume afirma que las cuestiones morales no son relaciones de ideas, ya que un juicio moral no se deduce como un teorema matemático. En segundo lugar, tampoco es una cuestión de hecho, pues la moralidad no es un hecho particular y concreto que esté presente en nuestra conducta. Los seres inanimados pueden estar entre sí en la misma relación en la que estamos los humanos y no por ello son juzgados como morales o inmorales.
La bondad y la maldad no son cualidades de las acciones humanas mismas, sino que surgen cuando esas acciones son analizadas por un ser que posee sensibilidad moral. Con esto ha quedado eliminada la posibilidad de que nuestros juicios morales dependan de categorías racionales, objetivas y universales. Esto nos abocaría al relativismo moral y a la falta de acuerdo, pero Hume sostiene, en este punto, un utilitarismo moral al afirmar que los seres humanos sentimos que es bueno aquello que resulta útil para la sociedad. Y consideramos bueno lo que beneficia a la sociedad porque nos damos cuenta de que nuestros intereses privados están mejor protegidos cuando se encuadran en el bien colectivo.
René Descartes
Teoría del Conocimiento
Con Descartes entramos, desde la escuela neoplatónica y lo que guarda relación con ella, en una filosofía propia e independiente, que sabe que procede sustantivamente de la razón y que la conciencia de sí es un momento esencial de la verdad. Esta filosofía, erigida sobre bases propias, abandona totalmente el terreno de la teología filosofante, por lo menos en cuanto al principio, para situarse del otro lado. Con Descartes comienza, verdaderamente, la cultura de los tiempos modernos, el pensamiento de la moderna filosofía, después de haber marchado durante largo tiempo por los caminos anteriores.
Descartes afirma en Principios de la Filosofía: «Toda la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física, y las ramas son las demás ciencias». ¿Qué se entiende por metafísica? La metafísica tendrá por misión, según Descartes, ser una propedéutica de todo conocimiento cierto, es decir, de la certeza.
Descartes cree que hay un determinado modo de proceder de la razón que hasta ahora solo ha sido empleado por las matemáticas, lo que les ha permitido alcanzar un mayor grado de certeza. Descartes quiere descubrir este modo de proceder para aplicarlo a todas las ciencias y unificarlas en una sola, a la que llamará mathesis universalis o «ciencia general del orden y la medida». Esta mathesis universalis ha de tener un método universal, único y válido para todas las ciencias. Las reglas de este método son:
- Regla de la evidencia: Consiste en no aceptar nunca ninguna cosa verdadera si no se va a reconocer como tal, es decir, evitar la precipitación y no aceptar en los juicios nada más que lo que se presente al entendimiento de manera tan clara y distinta que no haya ocasión de ponerlo en duda. El acto por el que el alma llega a la verdadera intuición. La claridad y distinción son los caracteres fundamentales para que una idea sea tomada como verdadera. Las dos características de la evidencia son:
- Claridad: Presencia y manifestación de la idea a la mente que la considera.
- Distinción: Es la separación de todas las otras ideas, de modo que la idea que estamos considerando no contenga nada que pertenezca a las demás.
- Regla del análisis: Consiste en dividir el problema complejo en sus partes más simples para considerarlas separadamente.
- Regla de la síntesis: Aquí Descartes propone la deducción, que es un proceso por el cual, a partir de elementos simples, se va elaborando un saber más complejo.
- Regla de la enumeración: Se trata de hacer enumeraciones completas y revisiones tan generales como sea posible hasta que estemos seguros de no olvidar nada.
Una vez descubierto el método, Descartes lo aplicó a la matemática y con él, desarrolló la geometría analítica. Para ello, aplicó la primera regla buscando una verdad absolutamente evidente a partir de la cual deducir el resto de nuestros conocimientos. El procedimiento que Descartes utiliza para obtener esa primera verdad evidente es la duda metódica. Esta consiste en dudar de todo para ver si al final queda un resto indubitable y absolutamente cierto que nos sirva como punto de partida. La duda en Descartes no es escéptica, sino que es una duda metódica, en tanto que provisional y radical, y que se diferencia de la duda escéptica en que esta sería real, permanente y moderada. La duda se aplica siguiendo los siguientes niveles:
- 1º Nivel de duda: Dudamos del conocimiento sensible. No podemos estar seguros de que los sentidos no nos engañen porque lo hacen en muchas ocasiones. Los sentidos no son, por tanto, una fuente fiable de conocimientos ciertos y evidentes. Pero tampoco podemos estar seguros sobre nuestro estado de conciencia.
- 2º Nivel de duda: Dudamos de la verdad de nuestros razonamientos. No podemos estar seguros de los razonamientos lógicos y matemáticos. Podríamos pensar que la matemática, ciencia que no depende de la experiencia, escapa al primer nivel de duda, pero para Descartes no. Descartes plantea este segundo nivel de duda con su famosa hipótesis del «genio maligno».
Una vez atravesados los niveles de duda, que nos han dejado sin certeza alguna, Descartes descubre la primera certeza que estaba buscando: mientras pienso que dudo, puedo dudar de lo que pienso, pero no de que pienso. Estoy seguro de que estoy dudando, pensando, y por tanto existiendo, al menos como un ser que piensa. Esta verdad indubitable, intuida inmediatamente, se convierte en el primer principio de la filosofía, el punto de partida desde el que se reconstruye el edificio del conocimiento. Así pues, el gran descubrimiento cartesiano es el primer principio «pienso, luego existo», «yo» o «cogito» es la primera verdad que buscaba Descartes. El principio de la filosofía no podía ser otro que el sujeto pensante, el yo, la primera certeza que sirva de fundamento a cualquier conocimiento, del tipo que sea, y no hay otra certeza que se presente tan clara y distinta como esta, se admitirá como evidente y fuera de toda duda. Podemos decir que está encerrado en su propia subjetividad. Es lo que se conoce como el problema del solipsismo.
El Problema del Solipsismo y la Existencia de Dios
La superación de este problema la va a realizar Descartes demostrando la existencia de Dios a partir del análisis de las ideas de su propia mente. Al realizar tal análisis, descubre tres tipos de ideas:
- Ideas adventicias: Aquellas que supuestamente representan objetos o cualidades físicas. La idea de Dios no es una idea de este tipo.
- Ideas ficticias: Producidas por la propia mente a partir de otras ideas. La idea de Dios no es una idea de este tipo.
- Ideas innatas: Claras y distintas. Poseídas por el entendimiento en sí mismo. Entre estas ideas encontramos la idea innata de un ser perfecto e infinito, es decir, Dios.
A partir de esta idea, Descartes demuestra la existencia de Dios, superando así su propia soledad y encontrando una garantía para determinar la verdad del conocimiento. Una vez Descartes descubre que Dios es una idea innata de la que no puede dudar, y que le descubre que la realidad es tal como la percibe, nos explica que la realidad está constituida por tres tipos de sustancias, cada una de las cuales posee un atributo que la define. En su metafísica, hay tres clases de sustancias:
- La sustancia pensante o mente: Su atributo es el pensamiento.
- La sustancia infinita o Dios: Su atributo es la infinitud.
- La sustancia extensa o materia: Su atributo es la extensión.
La metafísica cartesiana es dualista: por un lado, hay res cogitans (espíritu) y por otro lado está la res extensa (el mundo). Mentes y cuerpos conforman la totalidad de lo real. Pero la metafísica cartesiana incluye una distinción entre sustancias, atributos y modos de esta manera:
- Sustancia: «Lo que no necesita de nada más que de sí misma para existir». Así, podemos distinguir dos tipos:
- Sustancia infinita: Dios, la única que puede ser llamada propiamente sustancia.
- Sustancias finitas: Almas y cuerpos, necesitan para existir a Dios, pero no a ninguna otra sustancia.
Descartes define la sustancia como aquello que existe y no necesita de ninguna otra cosa para existir. Pero como las otras dos sustancias son independientes entre sí y solo dependen de Dios para existir, se las llama también sustancias. Con esto, Descartes busca salvaguardar la autonomía de la mente respecto de la materia y así poder afirmar la existencia de la libertad en el ser humano frente al mecanicismo determinista de la ciencia.
Santo Tomás de Aquino
Las Relaciones entre Fe y Razón
En cuanto a las relaciones entre razón y fe como fuentes de conocimiento, Santo Tomás afirma que tanto la fe como la razón son fuentes de conocimiento y dan lugar a dos ciencias: la Teología Revelada y la Filosofía. Durante los primeros siglos de la Edad Media, la fe y la teología tenían una primacía absoluta sobre la razón y la filosofía, pues se consideraba que estas últimas, por sí solas, no eran capaces de proporcionarnos un verdadero y completo conocimiento de la realidad, algo que solo se alcanza a través de la fe, siendo la razón el instrumento que nos ayuda a profundizar en las afirmaciones de la fe. Santo Tomás, en el siglo XIII, armoniza la razón y la fe manteniendo una posición que afirma:
- La autonomía de la razón frente a la fe: La razón y la fe son dos fuentes de conocimiento distintas y autónomas.
- Aunque sean autónomas, cuando sus objetos de investigación coinciden, no pueden contradecirse, ya que la verdad es solo una.
Si Dios es el que habla a través de la Revelación y Dios es el creador de la razón humana, es lógico pensar que lo que nos dice directamente desde la revelación es lo mismo que lo que nos dice indirectamente a través de la razón. Su posición conciliadora se manifiesta también en su defensa de la colaboración entre la razón y la fe; ambas ciencias deben prestarse ayuda mutuamente.
Preámbulos de la Fe y Artículos de Fe
En Tomás existe un conjunto de verdades que son comunes a la razón y a la fe, es decir, se conocen por fe, pero también pueden demostrarse racionalmente. Se llaman preámbulos de la fe (verdades teológicas que se pueden demostrar a través de la razón, como «Dios existe») y artículos de fe (verdades teológicas a las que solo accedemos mediante la fe, como la doctrina de la Trinidad). Tomás justifica la existencia de tales verdades alegando dos tipos de razones:
- Circunstanciales: Es conveniente que ciertas verdades sean también reveladas, ya que muchos hombres no podrían alcanzarlas de otro modo.
- Estructurales: Dada la posibilidad de error que amenaza al hombre, conviene que estas verdades lleguen a los hombres por la vía de la revelación para garantizar su conocimiento.
Epistemología
Santo Tomás sostiene una teoría del conocimiento empirista que sostiene que nuestro conocimiento parte siempre de los sentidos. Por lo tanto, en el tema del conocimiento, Santo Tomás sigue a Aristóteles y se opone a Platón, cuya teoría del conocimiento es racionalista, ya que desprecia el conocimiento sensible y considera que ha de ser la razón por sí misma la que alcance el verdadero conocimiento.
Tomás sostiene que el origen de todos nuestros conocimientos está en la experiencia, en el conocimiento sensible. Sin embargo, no se queda ahí, ya que a partir del conocimiento sensible de los seres particulares y concretos, el entendimiento humano tiene la capacidad de ir más allá para obtener un conocimiento intelectual de las esencias universales, a través del proceso de abstracción.
La disputa de los universales es una contienda de la escolástica medieval donde se discute si la esencia está en cada uno de los particulares o individuos o fuera de ellos. Aquí tenemos dos posturas:
- Realismo exagerado: Sostenido por Platón, que resolvió el problema desde un planteamiento ontológico, afirmando que las ideas sí son reales y existen en el hiperuranio.
- Realismo moderado: Sostenido por Santo Tomás, que resolvió el problema epistemológicamente, afirmando que las esencias solo son entidades mentales, solo existen en la mente, no fuera de ella.
El Proceso de Abstracción
- A través de los órganos de los sentidos captamos la realidad sensible, los objetos singulares, particulares y concretos. Obtenemos así una imagen particular que se almacena en la imaginación o memoria.
- Sobre esa imagen actúa el entendimiento agente (entendimiento dinámico), despojándose de sus elementos individuales y elaborando una representación general, es decir, abstrayendo el elemento universal o esencia.
- Esta representación general pasa al entendimiento paciente (entendimiento pasivo), que la recibe reproduciendo el concepto. La función del entendimiento paciente es reconocer el universal abstraído por el entendimiento agente.
Esta concepción empirista del conocimiento marca unos límites al conocimiento de los que carecía la teoría platónica, que a su vez inspiró a San Agustín. Para Tomás, que sigue a Aristóteles, el conocimiento se origina a partir de la experiencia y tiene unos límites que marca la propia experiencia. Este último punto será de gran importancia cuando se plantee el problema de las relaciones entre razón y fe.
Metafísica
La forma cómo Santo Tomás concibe la realidad está basada, por una parte, en la revelación y, por otra, en la de Aristóteles, de quien toma, entre otras, la Teoría Hilemórfica, según la cual todas las sustancias, salvo Dios, son un compuesto de dos elementos: la materia y la forma o esencia, y la teoría de la Potencia y Acto, según la cual todas las sustancias, salvo Dios, son un compuesto de acto y potencia. Por supuesto, Santo Tomás tiene que negar todas aquellas ideas de Aristóteles que contradicen el dogma cristiano, entre ellas, la eternidad del mundo. Mientras que todos los demás seres son contingentes, existen, pero podrían no existir si Dios así lo decidiera. Para ello, Tomás añade a las distinciones que Aristóteles había establecido en los seres (materia-forma, acto-potencia) una distinción más: la distinción entre esencia (aquello que un ser es) y la existencia (el acto de existir en el mundo). En todos los seres, salvo Dios, se distingue la esencia de la existencia. Ese algo es Dios, el único ser necesario y simple cuya esencia coincide con su existencia. Dios es libre de dar o no dar la existencia a las criaturas. Santo Tomás, al demostrar que Dios es causa de todo cuanto existe, ha demostrado que Dios ha creado el mundo a partir de la nada; ni siquiera la materia es eterna. Ese acto de creación ha sido un acto totalmente libre, pues lo contrario sería minimizar la perfección divina.
El Problema de Dios
Santo Tomás sabe que Dios existe, pero él pretende demostrar la existencia de Dios utilizando la razón, aplicándola sobre la base de la experiencia. Su método racional-empírico pretendió derribar la demostración a priori de la existencia de Dios de San Anselmo de Canterbury, y que podemos sintetizar así:
- Dios es aquella entidad tal que nada mayor pueda existir.
- El concepto de Dios existe en el entendimiento humano.
- Dios existe en la mente de uno mismo, pero no en la realidad.
- Si Dios existiera en la realidad, sería algo mucho más grandioso que la existencia de Dios en la mente propia.
- Con base en (1), se sigue de (4) que Dios realmente debe existir.
Santo Tomás dirá que Dios no es evidente ni demostrable a priori, sino que su existencia únicamente puede ser probada a partir de la observación y por vía racional, no solo por la vía eidética que había diseñado San Anselmo. Entonces, para Santo Tomás, demostrar que Dios existe es necesario, ya que no es una verdad evidente ni tampoco una idea innata; prueba de ello es que existen ateos. También es posible porque, partiendo del conocimiento de las cosas sensibles, podemos encontrar una vía para demostrar la existencia de Dios.
Las Cinco Vías para Demostrar la Existencia de Dios
- Vía del movimiento: Nos consta por los sentidos que hay seres de este mundo que se mueven; pero todo lo que se mueve es movido por otro, y como una serie infinita de causas es imposible, debemos admitir la existencia de un primer motor no movido por otro. Y ese primer motor inmóvil es Dios.
- Vía de la causalidad eficiente: Nos consta la existencia de causas eficientes que no pueden ser causa de sí mismas, ya que para ello tendrían que haber existido antes de existir, lo cual es imposible. Además, tampoco podemos admitir una serie infinita de causas eficientes, por lo que tiene que existir una primera causa eficiente incausada. Y esa causa incausada es Dios.
- Vía de la contingencia: Hay seres que comienzan a existir y que perecen, es decir, que no son necesarios; si todos los seres fueran contingentes, no existiría ninguno, pero existen, por lo que deben tener su causa, pues, en un primer ser necesario, ya que una serie causal infinita de seres contingentes es imposible. Y este ser necesario es Dios.
- Vía de los grados de perfección: Observamos distintos grados de perfección en los seres de este mundo. Y ello implica la existencia de un modelo con respecto al cual establecemos la comparación, un ser óptimo, máximamente verdadero, un ser supremo. Y ese ser supremo es Dios.
- Vía del ser sumamente inteligente y ordenador: Observamos que seres inorgánicos actúan con un fin; pero al carecer de conocimiento e inteligencia, solo pueden tender a un fin si son dirigidos por un ser inteligente. Luego debe haber un ser sumamente inteligente que ordena todas las cosas naturales dirigiéndolas a su fin. Y ese ser inteligente es Dios.
La Esencia de Dios: Vía de la Negación y Vía de la Eminencia
- Vía de la negación: Consiste en negar de Dios todos aquellos atributos imperfectos que observamos en las criaturas. Así sabemos que Dios es inmutable, simplicísimo, infinito, omnisciente, etc.
- Vía de la eminencia: Consiste en predicar de Dios todos aquellos atributos positivos que predicamos de las criaturas, pero en grado sumo o eminente. Así sabemos que Dios es la suma perfección, la suma bondad, el sumo bien, etc.
El Ser Humano
La psicología de Santo Tomás está basada en la de Aristóteles con las salvedades que exige la fe cristiana. El ser humano, tal como estableció Aristóteles, es una sustancia compuesta de materia y forma. El alma es la forma y es principio de vida. En el alma humana racional, se integran las capacidades del alma vegetativa (propia de las plantas) y del alma sensitiva (propia de los animales).
Sin embargo, Tomás tiene que afirmar la inmortalidad del alma que Aristóteles había negado. Esto significa que, aunque el alma realiza la plenitud de sus capacidades unida al cuerpo y posee una inclinación natural a unirse a este, puede subsistir separadamente. Pero entonces algunas capacidades humanas se anulan.
Ética
La ética de Santo Tomás utiliza la ética de Aristóteles, pero la adapta a la teología cristiana. La ética aristotélica establecía que la finalidad del ser humano es la felicidad y que esta consistía primordialmente en la contemplación o actividad intelectual. Nuestros actos son buenos o malos, según sirvan para lograr o no dicho fin. Por tanto, aunque la felicidad plena no puede alcanzarse en esta vida mortal, cada uno debe dirigir a ese fin todos sus actos. La ley natural se deriva de las inclinaciones naturales del ser humano:
- De la tendencia natural, que compartimos con todos los seres, a conservar nuestra vida, se deriva que es bueno todo lo que conserva la vida y malo lo que la acaba.
- De la tendencia, que compartimos con los animales, a procrear y cuidar de la prole, se deriva el precepto de hacer lo propio con nuestros hijos.
- De la tendencia, exclusivamente humana, al conocimiento, se deriva el precepto de buscar la verdad y especialmente la suma verdad que es Dios.
Política y Sociedad
Inspirada en Aristóteles, establece que el ser humano es sociable por naturaleza y que solo en sociedad alcanza a desarrollarse plenamente como ser humano. Santo Tomás también coincide con Aristóteles en su análisis de las formas de gobierno y en su preferencia por la monarquía y la aristocracia. Para ello, el buen gobierno, que busca el bien común, dicta la Ley positiva. Esta debe basarse en la Ley Natural y no puede nunca entrar en contradicción con ella. Por lo tanto, el planteamiento tomista de las relaciones entre la ley natural y positiva excluye el laicismo como forma de organizar la vida social.
Platón
Teoría del Conocimiento
Platón divide la realidad en un mundo sensible, el mundo de las cosas múltiples al que accedemos por los sentidos, y un mundo inteligible o mundo de las Ideas, al que accedemos mediante la razón. Esta doctrina recibe el nombre de dualismo ontológico: la verdadera realidad sería propiamente el mundo inteligible, mientras que el mundo sensible sería una mera copia defectuosa de aquel. Las Ideas son las esencias de todas las cosas; son entidades inmateriales, únicas, eternas e inmutables.
La jerarquía de las Ideas es la siguiente:
- Por encima de todas estaría la Idea de Bien.
- En segundo lugar, las de Ser, Uno, Belleza y Justicia.
- En tercer lugar, las Ideas matemáticas, como Igualdad, Desigualdad, Unidad, etc.
- En último término, las Ideas correspondientes a entidades sensibles.
El mundo sensible es el mundo inmediato que nos es dado a través de los sentidos. Para Platón, el orden no puede ser el resultado azaroso del desorden; el orden solo puede provenir de una inteligencia ordenadora, el Demiurgo. Para los griegos, el mundo es eterno, así como la materia; esto significa que el Demiurgo no crea el mundo, sino que lo ordena. Esto explicaría el orden aparente del mundo que solo es reflejo del mundo de las Ideas. ¿Cómo es posible conocer las Ideas si pertenecen a «otro» mundo, el mundo inteligible, distinto del mundo sensible en el que nos movemos? Para responder a esta pregunta, Platón describe el conocimiento como anamnesis.
El Conocimiento como Reminiscencia: «Conocer es Recordar»
Para Platón, conocer es recordar, es reminiscencia, reconocimiento. El alma, antes de venir a este mundo, contempló las Ideas. Al encarnarse en el cuerpo, el alma olvida su pertenencia al mundo de las Ideas y lo que vio y conoció allí, pero una vez encarnada en un cuerpo, dispone de sentidos para percibir las cosas sensibles y, como estas son una copia de las Ideas, es decir, imitan a las Ideas, al verlas el alma «recuerda» los originales. Las cosas sirven como estímulo para recordar aquello que se conoce, pero que estaba olvidado. Hay un desnivel entre los datos de los sentidos y las nociones que poseemos; si dichas nociones no han podido proceder de lo sensible, que solo nos proporciona un conocimiento imperfecto, estas nociones han debido estar en nuestro interior, no son nuevas, las recordamos. El contacto con las cosas despierta el recuerdo de las Ideas contempladas por el alma anteriormente. Podemos considerar la teoría de la reminiscencia como una respuesta mítica que pretende explicar cómo es posible conocer nociones para las cuales no existe ninguna experiencia sensorial particular, teoría basada en la preexistencia del alma y su afinidad con las Ideas.
Grados del Conocimiento: Dualismo Epistemológico
Platón distingue cuatro grados de conocimiento. Según el “símil de la línea”, los grados de conocimiento son dos principales: doxa (opinión) y episteme (ciencia o conocimiento verdadero):
- A) Conocimiento de los objetos sensibles (Doxa): Es un conocimiento de segundo orden, solo produce mero parecer, mera opinión; no es, por lo tanto, un auténtico conocimiento. Se pueden establecer dentro de él dos grados:
- 1. Imaginación: Es el conocimiento de las imágenes, sombras y reflejos de las cosas sensibles, así como los personajes de la mitología, las invenciones de los poetas, las ficciones en general.
- 2. Creencia (Fe): Es el conocimiento de las cosas sensibles directamente perceptibles, tales como los objetos de la naturaleza y el arte, y constituyen copias defectuosas de las Ideas.
- B) Conocimiento mediante la razón (Episteme): También consta de dos grados:
- 3. Pensamiento (Dianoia): Su objeto son las entidades matemáticas y su método el axiomático-deductivo.
- 4. Inteligencia (Noesis): Es propiamente el conocimiento de Ideas. El filósofo va relacionando Ideas para llegar a un principio no hipotético que estaría representado por la Idea de Bien. Estas ideas, cada vez más abstractas, se conocen directamente, sin ayuda de los sentidos, mediante la intuición. Pero al mantener las Ideas una relación jerárquica entre sí, constituyendo una unidad, se necesita una ciencia especial: la dialéctica.
La Dialéctica
La dialéctica es la ciencia del conocimiento de Ideas o la verdadera filosofía, y la heredó de su maestro Sócrates. Platón desarrollará una nueva concepción de la dialéctica, lo que se llama dialéctica descendente, mediante división o diáiresis. Por la primera se trata de ir de la multiplicidad a la unidad, por la segunda se trata de ir de la unidad a la multiplicidad.
En el mito de la caverna se representa no solo la concepción ontológica de Platón, sino también su epistemología.