Tomás de Aquino: Contexto Filosófico, Ética de la Ley Natural y Legado

1. Contexto Filosófico-Cultural de Tomás de Aquino

El texto se enmarca en el último tercio del siglo XIII, correspondiente a la Plena Edad Media. Este periodo vio el surgimiento de la economía mercantil y profundos cambios sociales. La sociedad europea experimentó una transformación respecto a la situación del primer feudalismo.

Como resultado, se disolvieron gradualmente los antiguos vínculos feudales que ataban a los seres humanos a la tierra en condición de siervos de los señores. Los antiguos derechos señoriales sobre el pueblo dieron paso a una nueva realidad social originada en los ‘burgos‘, centros dedicados a actividades artesanales, comerciales y financieras. Al desarrollo cultural contribuyeron las escuelas catedralicias y las universidades, que eran nuevos centros de saber y desarrollo cultural. El saber tuvo un protagonismo creciente en la transformación de las sociedades que perseguían un mayor bienestar. Se reforzó el poder de la monarquía, que apoyó a los gremios de artesanos y comerciantes y recibió la ayuda financiera de los banqueros. La nobleza feudal, en cambio, veía disminuir su poder relativo, aunque mantenía el apoyo de ciertos sectores de la Iglesia.

Una imagen muy representativa de la época la constituyen las catedrales góticas. Los gremios se unieron a los poderes real y eclesiástico para simbolizar el auge de la ciudad en el templo, que constituía la muestra religiosa y civil del poder de las nuevas ciudades que se iban consolidando.

Las enseñanzas universitarias, fundamentales en la época de Tomás de Aquino, se estructuraban a menudo en dos bloques:

  • El Trivium: comprendía la Gramática (el uso correcto de la lengua), la Dialéctica (el arte de pensar con rigor argumental) y la Retórica (el arte de expresarse con precisión). Estas eran las bases de la educación humanística, fundadas para comunicar, persuadir y convencer por medio de argumentos.
  • El Quadrivium: comprendía Aritmética, Geometría, Astronomía y Música, disciplinas que hoy podríamos considerar de carácter más científico. Se iban convirtiendo en los primeros rudimentos de las aplicaciones prácticas del saber.

Las artes y las destrezas manuales eran adquiridas por los aprendices en los talleres de los artesanos. Esto marcó el origen de la manufactura y, eventualmente, contribuyó al nacimiento del capitalismo.

La cultura de la época estuvo marcada por la recuperación de los textos de la Antigüedad. La Escuela de Traductores de Toledo, en particular, se encargó de dar a conocer gran parte de la sabiduría de los autores griegos (especialmente Aristóteles) y latinos, a menudo a través de versiones y comentarios árabes y judíos.

Este nuevo ambiente cultural fue fruto de una forma de convivencia en algunos aspectos más dinámica, aunque persistían tensiones y conflictos, en parte fomentados por sectores que incitaban al odio contra aquellos que profesaban una fe diferente a la oficial.

La difusión de los textos de la Antigüedad, sobre todo de Aristóteles, dio origen a un renacimiento filosófico. Comentarios de filósofos árabes (como Averroes) y judíos (como Maimónides) sobre Aristóteles, en algunos casos, sostenían doctrinas que planteaban tensiones entre fe y razón (como la teoría de la ‘doble verdad’). Frente a esto, la filosofía escolástica, especialmente con figuras como Tomás de Aquino, se esforzó por ser un pensamiento conciliador e integrador, buscando un modelo universal que permitiera la concordancia entre fe y razón, mostrando que la religión no estaba necesariamente reñida con el saber filosófico y científico. Aunque a veces se la tilda de monolítica y dogmática, la filosofía cristiana que se enseñaba en las escuelas y universidades de este periodo fue también un escenario de intenso debate intelectual donde se discutían diversas posturas filosóficas.

La Polémica de los Universales

Otro rasgo importante del contexto filosófico fue la polémica en torno al problema de los universales. Su origen se remonta a Porfirio, quien se preguntó si los géneros y las especies (como ‘hombre’ o ‘animal’) eran meras concepciones mentales o si tenían existencia real independiente de la mente (una cuestión derivada del debate entre Platón y Aristóteles sobre las Ideas/Formas).

A partir de finales del siglo XI, surgieron posturas enfrentadas:

  • Los realistas exagerados sostenían que los universales existían como realidades separadas de las cosas individuales (ante rem).
  • Los nominalistas argumentaban que los universales eran solo palabras (flatus vocis) o conceptos mentales sin correspondencia real fuera de la mente (post rem), con capacidad expresiva pero sin referir a esencias reales.

Tomás de Aquino adoptó una postura de realismo moderado: los universales existen, pero no separados de las cosas individuales. Son ‘predicables’ (se dicen de las cosas) porque existen in re (en la cosa) como la esencia o forma compartida por muchos individuos, y son abstraídos por la mente post rem (después de la cosa) como conceptos universales.

2. Ideas Fundamentales de la Ética Tomista en el Texto

Según la filosofía de Tomás de Aquino (T.A.), estamos naturalmente inclinados al bien, que es lo primero que aprehende la razón práctica, del mismo modo que tenemos aversión natural al mal. Ser racionales implica perseguir el bien al que estamos naturalmente inclinados. Esto supone que en nosotros actúa una finalidad (teleología) que encamina nuestras acciones hacia la felicidad (beatitudo), cuyo medio fundamental es practicar el bien y evitar el mal.

Por otra parte, el ser humano, como ser racional, posee una ley moral natural que, en cierto modo, es innata (inscrita por Dios en su naturaleza como participación de la Ley Eterna) y lo guía mediante el principio supremo que debe dominar toda su vida: ‘hacer el bien y evitar el mal‘.

Esta ley natural se manifiesta en tres órdenes de inclinaciones:

  1. Como todo ser vivo, tendemos a conservar nuestro propio ser y la vida, y a evitar su destrucción.
  2. Compartimos con los animales inclinaciones como la unión sexual, el cuidado de los hijos y la conservación de la especie. Si bien estas son tendencias naturales, en el ser humano implican una dimensión racional en su ejecución (por ejemplo, en la institución del matrimonio). La ley natural obliga a desarrollar estos preceptos de manera racional.
  3. Es fundamental considerar la tendencia natural humana, eminentemente racional, a vivir en sociedad y buscar la verdad (especialmente sobre Dios). De este modo, el bien debe realizarse tanto a nivel individual como colectivo y social, promoviendo un orden justo.

La distinción entre el bien y el mal nos obliga moralmente y nos hace responsables de nuestros actos; nadie queda exento de cumplir la ley natural. Es deber humano respetar, cumplir y, en la medida de lo posible, dar a conocer la ley natural, así como defenderla frente a quienes la niegan.

En conclusión, la ley natural según Tomás de Aquino nos inclina a seguir estos tres órdenes de tendencias naturales: autoconservación, conservación de la especie y la búsqueda de la verdad y la vida en sociedad justa.

3. Relación de las Ideas del Texto con la Filosofía General de Tomás de Aquino

El texto expone el núcleo del pensamiento tomista sobre la razón práctica y la ley natural. La naturaleza y el carácter de esta se comprenden en paralelo a la razón especulativa o teórica. Tomás sostiene con firmeza que toda criatura humana tiene un conocimiento natural (aunque no siempre explícito o perfecto) de los principios básicos de la ley natural, que orienta nuestra conducta.

Prosiguiendo y profundizando en el pensamiento de Aristóteles, Tomás de Aquino concede una importancia suprema al principio de finalidad (teleología). El fin (la meta) es lo primero en la intención, aunque sea lo último en la ejecución, y es decisivo en el orden de la acción. La humanidad siempre se propone metas y finalidades porque en ello consiste básicamente su naturaleza racional.

Tomar en consideración la finalidad es consustancial a pensar la razón humana (con sus usos teórico y práctico) como una facultad que siempre se orienta a alcanzar determinados fines. Para conocer en concreto qué es el bien y cómo alcanzar la felicidad (beatitudo), es preciso conocer el origen de todo lo creado, Dios, porque Él es también el fin último al que todo tiende. Principio y fin de todas las cosas son la misma realidad divina.

Por esto, Dios ocupa un puesto central en el sistema filosófico tomista: de Él depende nuestra existencia (como Causa Primera y Creador), y su voluntad nos ha creado para conocerle y practicar el bien, alcanzando así nuestro fin último. El origen de la ley natural es Dios, que la ha inscrito en nuestra razón (como participación de la Ley Eterna) con la finalidad de que alcancemos la felicidad natural y, en última instancia, la sobrenatural (la visión de Dios).

Si Dios es el origen de la ley natural y toda la creación sigue las leyes inscritas en su naturaleza, es porque Él es el origen y la meta (Alfa y Omega) de toda la realidad. En consecuencia, conocer a Dios y obrar de acuerdo con su voluntad, expresada en la ley natural (y complementada por la ley divina revelada), es la guía fundamental para la vida humana, especialmente desde la perspectiva cristiana.

La ley natural, presente en la razón humana por obra de Dios, es el motor que orienta la realización de todo proyecto humano hacia su fin adecuado. Tanto la ley natural como la predisposición al bien y la tendencia a orientar nuestras acciones hacia el bien común son capacidades inherentes a nuestra naturaleza, pero requieren el ejercicio de la libertad y la voluntad para actualizarse. Al seguirlas, el ser humano actúa conforme a su naturaleza racional y reconoce, implícita o explícitamente, el origen divino de esta ley.

4. Comparación entre Tomás de Aquino y Karl Marx

Existen profundas diferencias entre el pensamiento de Tomás de Aquino y Karl Marx, entre las que destacamos:

Diferencias

  • Religión y Sociedad: Tomás de Aquino sostiene que el ‘bien común’ temporal debe ordenarse al bien sobrenatural, y las leyes positivas del Estado deben subordinarse a la ley natural (y no contradecir la ley divina). La Iglesia tiene autoridad en lo espiritual. Marx, en cambio, considera la religión como un instrumento de opresión al servicio de la clase dominante, el ‘opio del pueblo‘ que adormece la conciencia revolucionaria y justifica la explotación.
  • Fundamento Filosófico e Histórico: Tomás de Aquino parte de una metafísica y teología cristianas, integrando la filosofía aristotélica. Marx funda el materialismo histórico, que explica el curso de la historia y las formas sociales en función de las condiciones materiales de producción (la estructura económica).
  • Fin Último del Ser Humano: Para Tomás de Aquino, el fin último del ser humano es la beatitud sobrenatural, la contemplación de Dios. Para Marx, esta aspiración es una forma de alienación religiosa que desvía la atención de la necesidad de transformar las condiciones materiales y sociales injustas para lograr la emancipación humana en este mundo.
  • Política: Tomás de Aquino considera la monarquía (moderada) como el régimen de gobierno potencialmente más estable y eficaz para lograr el bien común, aunque admite otros regímenes justos. Su objetivo es promover una sociedad ordenada según la ley natural. Marx propugna una revolución proletaria que instaure la ‘dictadura del proletariado’ como fase transitoria hacia una sociedad comunista sin clases y sin Estado, regida por el principio: ‘de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad’.

Coincidencias

A pesar de las enormes diferencias, se pueden señalar algunos puntos de contacto o analogía formal:

  • Sociabilidad Humana: Ambos consideran al ser humano como un ser social por naturaleza (‘animal político’ en la tradición aristotélica que sigue Aquino). Marx afirma que la esencia humana es el conjunto de las relaciones sociales y que “toda riqueza tiene origen social”. Ambos, desde perspectivas opuestas, enfatizan la dimensión comunitaria sobre el individualismo. Mientras Tomás de Aquino ve la sociabilidad orientada también a fines superiores como la contemplación y el conocimiento de la verdad, Marx centra la sociabilidad en las relaciones de producción como base de toda la estructura social.
  • Revalorización de lo Material/Natural: Ambos revalorizan, aunque desde perspectivas muy diferentes, el mundo sensible y material. Tomás de Aquino, influido por Aristóteles, se aleja del platonismo agustiniano más dualista, dando gran importancia al conocimiento a través de los sentidos y a la unidad sustancial de cuerpo y alma. Los fenómenos naturales constituyen el punto de partida para el conocimiento humano. Marx, con su materialismo histórico, se centra en las condiciones materiales y la praxis humana como motor de la historia, afirmando que ‘la historia es la verdadera historia natural del hombre’.

5. Vigencia del Planteamiento de Tomás de Aquino sobre la Ley Natural

Muchos filósofos y juristas contemporáneos siguen apelando, de diversas formas, a la idea de una ley natural (o principios éticos universales y objetivos) como fundamento o criterio crítico para el orden legal positivo (las leyes escritas), el orden constitucional y la convivencia cívica basada en la justicia como valor supremo.

Un argumento central es que el ordenamiento jurídico no solo establece derechos y deberes, sino que también refleja (o debería reflejar) principios éticos fundamentales sobre la dignidad humana y la sociedad justa. Esto conecta con la idea de la perfectibilidad de la ley positiva a la luz de principios morales superiores.

Se pueden señalar al menos dos ámbitos donde la idea de una ‘ley natural’ o principios morales fundamentales sigue vigente:

  1. En debates dentro de las neurociencias y la biología evolutiva, donde se investiga una posible base biológica o predisposición innata hacia ciertos comportamientos morales (altruismo, cooperación, sentido de la justicia) como factor de supervivencia individual y de la especie. Se busca encontrar una posible base natural para la moralidad humana.
  2. En la fundamentación de los Derechos Humanos. Teóricos y defensores de estos derechos a menudo apelan a principios universales inherentes a la dignidad humana (que pueden verse como una versión secularizada o filosófica de la ley natural) para justificar su preeminencia sobre cualquier legislación positiva estatal.

Al sostener que los derechos humanos son universales, inalienables y que prevalecen sobre las leyes particulares de los Estados, se apela implícitamente a un ‘constitutivo humano’ universal que fundamenta la igualdad y la justicia, más allá y por encima de las diferencias culturales o legales existentes.

Por tanto, aunque reformulado en lenguajes contemporáneos y desvinculado a menudo de su fundamento teológico original, el planteamiento de Tomás de Aquino sobre una ley moral objetiva y universal basada en la naturaleza humana sigue resonando en debates éticos, jurídicos y políticos actuales.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *