René Descartes: Los Fundamentos de su Filosofía y el Camino al Conocimiento
René Descartes decide asentar los fundamentos de su filosofía apoyándose exclusivamente en su propia razón, e intenta crear un sistema unitario fundamentado en principios de los que se derivarían los demás conocimientos. En concordancia con el pensamiento de la Edad Moderna, Descartes consideraba que las matemáticas eran la clave del progreso y que todas las ciencias recurrían a ellas, lo que le llevó a la conclusión de que la ciencia está unificada, a diferencia de lo que pensaba Aristóteles.
El filósofo francés representa las ciencias mediante un árbol. Las raíces corresponden a la metafísica, puesto que Dios es la base de todo; el tronco sería la física, y la copa del árbol, las ciencias aplicadas. La manera para alcanzar el conocimiento que propone la expone en su obra cumbre, el Discurso del Método.
El Método Cartesiano: Intuición y Deducción
En el Discurso del Método, Descartes sostiene que la razón opera mediante dos procesos fundamentales: la intuición y la deducción. La intuición es el conocimiento inmediato de un objeto, y la deducción consiste en derivar otras verdades de lo ya conocido.
El método se conforma por las cuatro reglas para emplear correctamente estas operaciones mentales, que aparecen en la segunda parte del Discurso. Estas reglas son, por orden, las siguientes:
- Evidencia: Admitir solo lo que se presenta de forma clara, distinta e inmediata, sin lugar a duda.
- Análisis: Descomponer un problema complejo en sus partes mínimas y más simples para facilitar su comprensión y hallar la solución.
- Síntesis: Reconstruir el conocimiento, yendo de lo más simple a lo más complejo, para llegar a una comprensión global.
- Enumeración y Revisión: Realizar recuentos completos y revisiones generales para asegurarse de no haber omitido nada y de que la cadena de razonamiento es correcta.
Con estas cuatro reglas se pretende alcanzar la Verdad. Anteriormente, Descartes estableció veintiuna reglas en su obra Reglas para la dirección del ingenio, pero, dado que el Discurso está dirigido a un público más amplio, las resume en cuatro. En la segunda parte del Discurso plantea su método, y en la cuarta lo aplica.
La Duda Metódica y el Cogito Ergo Sum
En la cuarta parte del Discurso, Descartes busca encontrar una primera Verdad indubitable mediante la duda metódica, que no es una duda escéptica, sino universal, con el fin de alcanzar el conocimiento cierto. Por tanto, Descartes duda de todo aquello de lo que se puede dudar:
- Duda de los sentidos, porque si alguna vez nos han engañado, podrían hacerlo siempre.
- Duda de la razón, puesto que cometemos errores al razonar.
- También duda de que todo podría ser un sueño y que lo que estamos viviendo no es real.
- Y, por último, duda de la existencia de un genio maligno que nos engaña (esta idea, sin embargo, se desarrolla más extensamente en las Meditaciones metafísicas).
Tras dudar de todo, Descartes llega a la primera Verdad indubitable: de lo único que no puede dudar es de que está dudando, y dudar equivale a pensar (cogito). Según él, para pensar necesariamente tenemos que existir, de ahí la célebre frase: «Pienso, luego existo» (Cogito ergo sum, en latín).
La idea del cogito cartesiano se asemeja a la idea de San Agustín «Si fallor sum», aunque su filosofía difiere de la cartesiana porque San Agustín se centra en Dios y Descartes en el sujeto y su interioridad. Pascal, por su parte, critica la afirmación de Descartes porque considera que no solo somos razón, sino que también poseemos sentimientos.
Las Ideas y la Demostración de la Existencia de Dios
Una vez obtiene la primera verdad indubitable, Descartes se dedica a estudiar las ideas, a las que clasifica en tres tipos:
- Las ideas innatas: Son las que tenemos en nuestro interior desde que nacemos (ej. la idea de Dios, la idea de perfección, la idea de infinito).
- Las ideas adventicias: Son las que proceden del exterior, ya que las captamos por los sentidos (ej. la idea de un árbol, de un sonido).
- Las ideas facticias (o ficticias): Son las que inventa nuestra imaginación, combinando otras ideas (ej. la idea de un centauro, de una sirena).
Descartes se centra en las ideas innatas, puesto que son claras, distintas y comunes a todos, y estudia la idea del infinito y la perfección, con las que consigue demostrar la existencia de Dios. Tres son los argumentos que utiliza para demostrar esta existencia:
- Argumento de la Causalidad de la Idea de Dios: Sostiene que admitir que lo más perfecto procede de lo menos perfecto sería absurdo. La causa de nuestra idea de perfección no puede ser otra que el mismo Ser perfecto (Dios) que ha puesto esta idea en nosotros.
- Argumento de la Imperfección Humana: Afirma que no somos perfectos, puesto que dudamos, pero poseemos la idea de perfección. Por consiguiente, la perfección que poseemos no proviene de nosotros, pues si fuésemos capaces de darnos una perfección, nos habríamos dado todas las perfecciones que concebimos. Dependemos, pues, de una causa que por sí misma posee todas las perfecciones, y esa causa es Dios.
- Argumento Ontológico: Es la prueba que Kant denomina el Argumento ontológico. Si tomamos como punto de partida la idea de Ser perfecto, descubrimos que su existencia se encuentra necesariamente contenida en esa idea, pues si le faltara la existencia, ya no sería la idea de Ser perfecto.
Una vez probada la existencia de un Dios infinito y perfecto, ya no puede existir un genio maligno que nos engañe, lo que garantiza la fiabilidad de nuestro conocimiento claro y distinto.
Las Sustancias Cartesianas y el Dualismo Antropológico
A partir de esta conclusión, Descartes establece tres tipos de sustancias:
- La res cogitans: El «yo» como sustancia pensante, inmaterial e indivisible.
- La res extensa: El mundo exterior, la materia, caracterizada por la extensión, divisible y mecánica.
- La res infinita: Dios, la sustancia perfecta, infinita y creadora, que garantiza la existencia de las otras dos.
El ser humano es peculiar, pues tiene alma (res cogitans) y cuerpo (res extensa); por tanto, Descartes establece un **dualismo antropológico**. Según el filósofo francés, el alma y el cuerpo están unidos a través de la glándula pineal, localizada en el cerebro.
Descartes descubre primero la res cogitans, y a partir de ahí llega a la res infinita y, luego, a la res extensa; pero en orden de importancia, la res infinita es la primera porque todo gira en torno a Dios, después va la res cogitans y, por último, la res extensa.