filosofia

1. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO


El objetivo de la filosofía de Hume fue establecer el origen y los límites del conocimiento humano.
Para este filósofo todo conocimiento debe fundamentarse en la experiencia si no quiere caer en el error. En el análisis que hace del conocimiento, Hume llama percepciones a todos los contenidos de la mente. Tales objetos de la mente pueden ser de dos tipos: Impresiones: son los datos de los sentidos, sensaciones (visuales, auditivas, olfativas…) y emociones (ira, miedo alegría, hastío…). Las impresiones se caracterizan por ser inmediatas, vivaces e intensas. Ideas: son las representaciones mentales de las impresiones, son, por tanto, mediatas, débiles y poco vivaces. Las impresiones y las ideas pueden ser simples (no se pueden descomponer en otras más simples) y complejas (son el resultado de la combinación mental entre las simples), las ideas complejas se forman por asociación de otras ideas debido a la memoria y la imaginación. Las combinaciones que el entendimiento humano lleva a cabo para formar ideas complejas a partir de ideas simples, no son arbitrarias sino que obedecen a unas leyes de la mente en virtud de las cuales unas ideas nos hacen pensar inmediatamente en otras, las ideas se conectan en la mente por el principio de asociación. Esas leyes explican, por tanto, el modo como el ser humano organiza sus ideas y debe quedar claro que esa organización procede de nuestra propia estructura mental y no de la realidad. Esas las leyes son: – Ley de la semejanza : tendemos a unir ideas semejantes procediendo de objetos diferentes aunque con cierto parecido. – Ley de contigüidad: tendemos a asociar ideas contiguas en el espacio o en el tiempo. – Ley de causalidad: tendemos a establecer una relación causa-efecto entre ideas contiguas espaciotemporalmente. Crítica al concepto de causa. Concepto clave en la historia de la filosofía y de la ciencia, pues las leyes científicas establecen una conexión causal necesaria, que se cumple siempre y en todos los casos, entre fenómenos (dado el fenómeno A al que llamamos causa, necesariamente le seguirá el fenómeno B al que llamamos efecto). Hume busca la impresión de la que procede nuestra idea de conexión necesaria y nos dice que si nos atenemos exclusivamente a los datos empíricos lo único que podemos decir es que dos fenómenos se han sucedido hasta hoy. Somos nosotros los que llevados por la costumbre de ver en sucesión espaciotemporal esos dos  fenómenos terminamos por creer y suponer que en el futuro se seguirán sucediendo. Pero dado que es sólo una suposición debemos concluir que las leyes causales son sólo probables y que por tanto, las leyes científicas tienen un valor hipotético, siempre están sujetas a revisión y la ciencia debe asumir una actitud de permanente investigación.Según lo que acabamos de decir, todo conocimiento es una impresión (un dato de la experiencia) o es la representación mental de una impresión (una idea). Esto significa que el origen último de todos nuestros conocimientos está en la experiencia y, por tanto, no existen ideas innatas. Esto significa también que el criterio de verdad para saber si una idea es o no verdadera consiste en averiguar si en el origen de esa idea hay o no alguna impresión de la que proceda, denominado por Hume principio de copia. Si no la hay, habrá que concluir que estamos ante una ficción de la mente que el entendimiento ha producido merced a su capacidad de formar ideas nuevas por asociación de otras. Con el criterio de verdad que acabamos de describir Hume hace una dura crítica a algunos de las ideas básicas  


 de la filosofía racionalista y de la ciencia siguiendo siempre la misma estrategia: preguntar qué impresión está en el origen de la idea en cuestión, si no hay ninguna podemos pensar que tal idea es una ficción de la mente. Una vez establecidos los elementos del conocimiento, Hume distingue dos tipos de conocimiento que puede alcanzar el entendimiento humano: el conocimiento de relaciones entre ideas y el conocimiento sobre cuestiones de hecho. Las relaciones de ideas corresponden a lo que llamamos ciencias formales, matemáticas y lógica, que operan sobre contenidos ideales expresados mediante símbolos sin hacer referencia a cosas materiales que existan realmente. La validez de una proposición matemática depende de su coherencia con respecto al resto de proposiciones matemáticas pero no de la experiencia, puesto que en ella no se afirman hechos sino relaciones entre entidades ideales. Son llamadas ciencias exactas porque proporcionan un conocimiento cierto basado en la intuición y la deducción. Las proposiciones que utilizan las ciencias formales son las proposiciones analíticas, el predicado está incluido en el sujeto y no aportan nuevos conocimientos, es decir, no son extensivas. Las cuestiones de hecho corresponden con lo que llamamos ciencias empíricas (física, química, biología, medicina, sociología…), ciencias cuya verdad depende de la experiencia. Aquí ya no cabe un conocimiento puramente racional, basado en la intuición y la deducción sino que debemos basarnos en la experiencia. En este tipo de ciencias no podemos alcanzar el grado de certeza que en las anteriores. Las proposciones que utiliza las ciencias empíricas son sintéticas, aportan nuevos conocimientoss, es decir son extensivas, pero necesitan la experiencia para demostrarlas. Tienen que fundamentarse en hechos empíricos.

2. PROBLEMA DE LA REALIDAD

Hume se plantea la existencia de una realidad al margen de mis impresiones ¿Existen la sustancia, el yo, el mundo, Dios? Realiza en primer lugar un crítica a la idea de sustancia, se considera la sustancia como aquello que une a una serie de ideas simples, aquello que permanece a los cambios y accidentes. Si buscamos la impresión concreta de la que deriva la idea de sustancia material no la encontraremos, lo único que encontraremos será un conjunto de impresiones pero no ese sustrato que llamamos sustancia cuya existencia es imposible de demostrar. La sustancia es una colección de ideas simples a las que damos un nombre para agruparlas, es la imaginación la que une las ideas simples. Hume concluye que no tiene sentido preguntarse por la existencia de los cuerpos, el hecho de concebir que los cuerpos existen es una especie de impulso natural.  Critica a la idea de sustancia pensante o yo: Si buscamos la impresión concreta de la que procede la idea del «yo» no la encontraremos. Todo lo que captamos empíricamente de nosotros mismos es una sucesión de estados psíquicos (sensaciones, emociones, sentimientos, deseos, estados de ánimo…) que se suceden unos a otros. La idea del «yo» surge al asociar con la imaginación y la memoria todo ese flujo de estados psíquicos unificándolos  en un supuesto substrato, al que llamamos «yo”, pero que exista realmente el «yo» no es demostrable, y mucho menos puede fundamentarse todo el conocimiento humano en una idea semejante como hizo Descartes. Critica a la idea de sustancia infinita o Dios: Puesto que no puede señalarse la impresión de la que deriva esta idea, hemos de concluir que la existencia de Dios no es demostrable racionalmente. Para


concluir digamos que las ideas de materia, yo, Dios y causa son meras creencias, pero creencias fundamentales para los seres humanos sin las cuales no podríamos desarrollar nuestras actividades cotidianas. Al tiempo vemos cómo el pensamiento de Hume desemboca en el escepticismo que niega la posibilidad de un conocimiento objetivo y seguro de la realidad.

3. Ética (MORAL):

Hume afirma que nuestras ideas morales, como el resto de ideas, tienen su fundamento en la experiencia, por tanto los seres humanos no poseemos ideas innatas acerca del bien y el mal. Con esto Hume se opone a toda la tradición filosófica para la que los principios morales están inscritos en la propia naturaleza humana (SantoTomás). Por otro lado, Hume sostiene un emotivismo moral oponiéndose al intelectualismo moral que basa la ética en la razón (Platón y Aristóteles). Para el filósofo, nuestra conducta moral no puede estar determinada racionalmente porque la razón es incapaz de mover al ser humano. Lo que nos impulsa a actuar, y es el fundamento de nuestras decisiones morales es la emoción, el sentimiento y el deseo. Hume razona del siguiente modo: la razón sólo es capaz de dos tipos de conocimientos, los que se refieren a relaciones de ideas y los que se refieren a cuestiones de hecho y las cuestiones morales no son ni lo uno ni lo otro así que no proceden de la razón sino del sentimiento. En primer lugar, Hume afirma que las cuestiones morales no son relaciones de ideas ya que un juicio moral no se deduce como un teorema matemático. En segundo lugar, la moralidad no es un hecho particular y concreto que esté presente en nuestra conducta. Esto podemos verlo con un ejemplo: el hecho físico de matar es el mismo en un asesinato, un homicidio involuntario y en una ejecución que cumpla con una sentencia judicial. Sin embargo estos tres hechos reciben valoraciones morales muy diferentes. Y es que no es la razón la que establece nuestras valoraciones morales sino el sentimiento: llamamos virtud a aquello que nos produce un sentimiento placentero de aprobación y vicio a lo contrario. La bondad y la maldad no son cualidades de las acciones humanas mismas sino que surgen cuando esas acciones son analizadas por un ser que posee sensibilidad moral. Con esto ha quedado eliminada la posibilidad de que nuestros juicios morales dependan de categorías racionales, objetivas y universales. Esto nos abocaría al relativismo moral y a la falta de acuerdo, pero Hume sostiene, en este punto, un utilitarismo moral al afirmar que los seres humanos sentimos que es bueno aquello que resulta útil para la sociedad.
Y consideramos bueno lo que beneficia a la sociedad porque nos damos  cuenta de que nuestros intereses privados están mejor protegidos cuando se encuadran en el bien colectivo. Este filósofo nos dice que en el ser humano hay un cierto sentimiento se simpatía hacia la humanidad que le hace desear la felicidad de los demás pero que en el fondo no es más que el deseo egoísta de su propia felicidad.

4. POLÍTICA: SOCIEDAD Y ESTADO

Según Hume el Estado, las leyes y las instituciones políticas derivan su legitimidad de la utilidad que reportan a la sociedad. El hecho de que las obedezcamos y nos sometamos a la autoridad del gobernante se debe a que somos conscientes de que nuestros intereses privados se satisfacen mejor pactando con los otros seres humanos.  Por tanto, la autoridad del gobernante, las leyes e instituciones no expresan valores eternos e inamovibles, por el contrario, deben adaptarse constantemente a las nuevas situaciones históricas y cesa la obligación de obediencia 


cuando desaparezca el beneficio que reportan. Hume basa sus propuestas políticas en la experiencia y se aleja de consideraciones descriptivas acerca de lo que debe ser la sociedad ideal (del tipo de las realizadas por Platón y San Agustín), así como de toda consideración basada en «principios» eternos y abstractos. Si Hume reflexiona sobre lo que podría mejorar esta o aquella forma de organización social, lo hace exclusivamente desde el análisis de las ventajas y la utilidad concreta que podrían reportar determinadas medidas.

5. EL PROBLEMA DE Dios

Hume ha mostrado que la idea de sustancia infinita o Dios no se ha originado a partir de ninguna impresión previa, por tanto, la demostración de la existencia de Dios es racionalmente imposible. No obstante, es inevitable que los seres humanos sigamos creyendo en él, pero lo que sí podemos evitar, una vez asumida la imposibilidad de aquella prueba, es el fanatismo y la intolerancia. Se muestra muy crítico con la religión porque considera que los clérigos se aprovechan de sus seguidores. No hay fundamento racional para creer, aunque no es malo hacerlo, es mejor mantenerse en el escepticismo.

ROSSEAU: 1 PROBLEMA DEL SER HUMANO

En su análisis del ser humano, parte de la hipótesis de un estado de naturaleza (Buen Salvaje) mediante el que pretende despojar al individuo de los prejuicios socio-culturales, para quedarse con la base natural real del ser humano. Así, establece una diferencia entre el ser humano en estado de naturaleza, en sus orígenes, y el ser humano tal como es en la sociedad. En estado de naturaleza es un ser  feliz y libre, que vive en armónía con la naturaleza; alude a la hipótesis del comunismo originario, que desaparecíó tras el desarrollo de la agricultura, la industria y la metalurgia, es decir, con el desarrollo de las ciencias y la técnica; esto fue lo que ocasiónó las desigualdades fruto de la infelicidad de los hombres. En estado natural el ser humano tiene dos tendencias naturales: el amor a sí mismo que conduce al instinto de instinto de supervivencia, y la compasión, sentimiento que lleva al ser humano a evitar el sufrimiento innecesario de los demás. En este estado el hombre es bueno, pacífico, feliz y libre; con un egoísmo sano que le lleva a amarse a sí mismo, pero sin buscar el mal de los otros. Todos vivían en igualdad, independientes y libres. El estado de naturaleza es un estado de paz, porque no hay posesiones o pasiones por las que enfrentarse, las únicas diferencias que se observan entre ellos son las derivadas de la propia naturaleza: la edad, la fuerza, la salud… Las desigualdades derivadas de la riqueza o el poder no existen en esta situación primigenia. ¿Por qué tuvo que organizarse el ser humano para vivir en sociedad? Según Rousseau, el ser humano tuvo que asociarse para protegerse de los peligros que le acechan en la vida natural. La formación de la sociedad surge como una necesidad; sin embargo, la civilización ha convertido en malo al ser humano. El Estado ha creado desigualdades, ha transformado el amor a sí mismo, que es un sentimiento positivo, en egoísmo malsano y ha eliminado sus sentimientos de compasión hacia los demás. Por este motivo, es necesario reformar la sociedad actual y asentarla sobre una nueva base, hay que llevar a cabo un nuevo contrato social mediante el cual el ser humano pueda vivir en libertad conforme a su auténticas naturaleza.

2. PROBLEMA DE LA SOCIEDAD (POLÍTICA)

Así, Rousseau afirma que el ser humano es bueno por naturaleza y la sociedad (la civilización) lo ha corrompido. La civilización sólo ha contribuido a fomentar la desigualdad y la 


degeneración moral. Las causas de esta degeneración son: – La propiedad privada, causante de las desigualdades económicas que existen en la sociedad. Así afirmó: “El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurríó decir “esto es mío” y halló gentes lo bastante simples para creerlo fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Nadie les dijo “los frutos son de todos y la tierra no es de nadie” – El poder arbitrario y despótico, que es ilegítimo y conduce a que una parte de la población carezca de libertad y esté sometida. El estado natural lo presenta Rousseau como una hipótesis y no como una realidad que se haya dado en la historia. El estado social que sí es real, el hombre no es feliz, ni libre, ni bueno; sino que es llevado por un egoísmo malsano que le lleva a buscar su propio interés en perjuicio de los demás. El amor por sí mismo que posee el ser humano en estado de naturaleza se transforma en egoísmo en la sociedad. El progreso de las ciencias ha hecho al ser humano más desigual y más infeliz. Llamó la atención sobre el desarrollo de las fuerzas productivas que posibilitan la explotación. Comienza a tratar el problema de la enajenación y la propiedad privada como causa de la desigualdad y critica al Estado como instrumento de poder y legitimación. Concluye que la sociedad es esencialmente mala y que la estructuración actual de la sociedad es deficiente e injusta. Para Rousseau el origen del mal en la sociedad es la desigualdad. Esta, a su vez, es fruto de la propiedad privada que al surgir produjo que los hombres acabaran siendo socialmente desiguales pues unos empezaron a atesorar recursos, bienes y privilegios, frente a otros que quedaron reducidos a una situación de dependencia económica. La nueva situación de desigualdad entre los hombres dio lugar a un estado permanente de desconfianza y enfrentamiento social donde lo que prima es el egoísmo y no la cooperación, pues el deseo de cada hombre es poseer más que los demás. Ese es el origen de nuestra sociedad, una sociedad que impide la realización plena de los seres humanos y no les lleva a la felicidad, ya que, por estar basada en la propiedad individual, la desigualdad y la injusticia ha corrompido la naturaleza original de hombre, arrebatándole su inocencia. Viviendo en sociedad el hombre se vuelve menos feliz, menos libre y menos bueno. Para salir de esta situación Rousseau, consciente de que no se trata de volver a un estado primitivo, que ni siquiera se puede demostrar que existíó, afirma que hay que reformar esta sociedad, que produce esa infelicidad y ese egoísmo en el ser humano. Para reformarla, Rousseau propone un nuevo Contrato Social. Un pacto social justo, donde se pueda armonizar libertad, igualdad y poder político y en el que el pueblo sea el soberano. El contrato social es un contrato de libertad, se trata de cambiar la libertad natural por libertad cívica. Con ese nuevo pacto social los hombres deciden someterse a la voluntad general o “yo común”, única autoridad legítima. Al obedecer la ley el individuo se obedece a sí mismo, porque su voluntades la voluntad general. La voluntad general emana directamente del pueblo, no debe confundirse con una mera suma aritmética de los miembros de la comunidad; la voluntad general se identifica exclusivamente con el bien común. Rousseau establece una distinción entre voluntad general y voluntad de todos; el pueblo, aunque siempre quiere el bien, a veces está ofuscado y no lo ve, lo confunde con lo que no es, por lo que necesita un legislador cuya función consiste en ilustrar al pueblo para que sepa ver en cada momento en qué consiste el 


interés general. Ya que por naturaleza todos somos iguales y ningún hombre tiene autoridad sobre otro, sólo puede ser legítima aquella autoridad que surja de un acuerdo entre los hombres, ese acuerdo debe garantizar tanto la seguridad del individuo frente a los demás como su libertad (el poder de un déspota no es legítimo porque tiene su origen en el miedo y no en la voluntad libre de un pueblo). El nuevo pacto social consiste en que todos los individuos acepten renunciar a sus intereses personales y sigan los dictados de la voluntad general. Cada individuo participa libremente, a través del voto, para definir qué es lo que quiere la voluntad general, a la vez que se somete a ella porque así se obedece a sí mismo que la ha definido. La voluntad general se caracteriza por mirar siempre el interés común, mientras que las voluntades particulares están siempre dirigidas a un interés privado. Además, el pacto garantiza la igualdad para todos: todos por igual han aceptado someterse a la voluntad general, y por tanto rige sobre todos por igual. Así, el individuo renuncia a sus egoísmos personales para someterse por consentimiento libre a las leyes que se emanan de la voluntad general. Cada uno renuncia no a la libertad, pues el Estado debe respetar siempre los derechos de los individuos, sino a la libertad de obrar de acuerdo al egoísmo propio y en contra de la comunidad. La voluntad general es infalible porque está encaminada al bien común. La voluntad general es la norma de la comunidad, está por encima de los individuos que le han dado forma y en tanto que es descubierta a través del ejercicio libre del voto, obliga tanto a la mayoría que la ha descubierto como a la minoría que votó en su contra. De esta forma, y según Rousseau, los hombres pueden entrar en un nuevo estado que no es ni el social anterior donde primaba el egoísmo individual ni tampoco el natural. Este nuevo estado consiste en una sociedad racional y libre donde se erradicará el mal moral, la desigualdad y la injusticia y permitirá que cada uno de los seres humanos pueda alcanzar la felicidad y la plena realización. Rousseau distingue dentro del Estado la fuerza o poder ejecutivo y la voluntad o poder legislativo. El poder legislativo pertenece al pueblo soberano. El legislador sería la persona que elaboraría la ley y la redactaría, pero sólo se haría ley cuando el pueblo la apruebe tras un sufragio libre. El legislador nunca será el que ejerza el poder ejecutivo para evitar la corrupción. Tampoco le corresponde al pueblo el poder ejecutivo, sino que es necesario un agente que ejerza la fuerza pública de acuerdo con los mandatos de la voluntad general. Respecto de cuál sea la mejor forma de gobierno, Rousseau mantiene una postura cauta; la democracia ideal será aquella en la que la voluntad general y la voluntad de todos coincidan, esta puede funcionar en sociedades pequeñas, pero en aquellas más complejas puede presentar complicaciones. Ocupa un papel relevante en la sociedad el papel de la educación, valora la concepción de la educación en la República de Platón, fundamento para el buen funcionamiento de la sociedad. Basa el proceso educativo en la evolución psicológica del niño, el hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que lo corrompe, por lo que propone un modelo de educación autodidacta, en el que el niño atiende estrictamente al proceso de su propia naturaleza, se evitan los prejuicios formados por la sociedad y el criterio de autoridad. Debe aprender por sí mismo en contacto directo con las cosas. Se trata de exaltar el sentimiento y la intuición como forma de conocimiento en contra del Racionalismo imperante en el Siglo XVIII  


Se trata de la formación de un hombre racional que base su intuición en el sentimiento. Al educarse para ser un buen ciudadano, educa para una nueva sociedad. Para Rousseau el Estado debe ser laico, no debe fundamentarse sobre ninguna religión. No debe existir religión nacional exclusiva, tolerándose todas aquellas que toleren a las demás y que en sus dogmas no contengan nada contrario a los deberes del ciudadano o que atenten contra su libertad. El Estado no debe intervenir en las creencias religiosas de los ciudadanos, sino que debe ocuparse de procurar su bienestar y preservar su libertad. Rousseau defendíó una “religión natural” sencilla, sin dogmas ni tesis teológicas, opuesta tanto al agnosticismo y al ateísmo como al fanatismo y a la superstición propios de la religión tradicional.

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