El Dualismo Cartesiano: Alma y Cuerpo en la Filosofía de Descartes
René Descartes es uno de los padres de la filosofía moderna y el principal defensor del racionalismo. Su aportación resulta notable a un doble nivel: metodológico, porque inicia un nuevo método de pensamiento que clarifica y racionaliza el saber filosófico; y metafísico, porque lleva a cabo una redefinición de conceptos fundamentales como sustancia, atributo y verdad.
El dualismo antropológico propone una de las cuestiones fundamentales de la filosofía cartesiana: la cuestión sobre el ser humano y aquello que nos diferencia de los demás seres: la libertad. Por lo tanto, el propósito de este escrito es explorar la teoría de las dos sustancias, la distinción entre el alma y el cuerpo, y sus implicaciones. Así, se basa en el dualismo antropológico y, en consecuencia, en la teoría de las dos sustancias a partir de las cuales podemos afrontar el problema de la distinción entre pensamiento y materia.
La Concepción Dualista del Ser Humano
Descartes elabora una teoría antropológica dualista, es decir, una concepción del ser humano como un compuesto de dos sustancias: el pensamiento (o alma) y la materia extensa (o cuerpo), concebidas como sustancias independientes e irreductibles entre sí, aunque estrechamente vinculadas. Además, identifica el alma con el pensamiento y considera que es una sustancia completamente diferente e independiente del cuerpo, que es materia extensa y que, a pesar de su estrecha unión, puede existir sin él. Llega incluso a afirmar, fiel a su racionalismo, que la existencia del alma es mucho más evidente que la del cuerpo, cuya existencia debe demostrarse.
En esta teoría, Descartes concibe la naturaleza como una máquina, como un todo cuyos movimientos son resultados automáticos de otros movimientos. Así, según la concepción cartesiana del universo, Dios ha creado el universo de la materia extensa y le ha dotado de movimiento, y no vuelve a intervenir desde el momento de su creación. Nuestro cuerpo, como un elemento material más, está sujeto, por lo tanto, a las mismas leyes de la materia, por lo que no tiene libertad. Si queremos salvar la libertad humana, entonces esta debe residir en algo que por naturaleza está fuera de las leyes necesarias, y esto solo puede ser el alma, el yo como sustancia pensante.
El Problema de la Interacción entre Sustancias
La relación entre las dos sustancias es un problema complejo para Descartes. En primer lugar, porque la separación que establece es radical al imaginarlas como dos sustancias diferentes que poseen atributos distintos: pensamiento y extensión. En segundo lugar, porque es plenamente consciente de la estrecha relación entre ambas. Están tan unidas que es como si formaran la misma cosa. Inicialmente, el entendimiento concibe mi cuerpo como algo ajeno; son los sentimientos de dolor, sed, hambre, etc., los que me permiten entender que este cuerpo es mi cuerpo.
Descartes explica que, en el centro, en la parte inferior del cerebro, hay una glándula llamada pineal, que es donde se produciría la interacción cuerpo-alma. Sin embargo, la relación entre el alma y el cuerpo se asemeja a una lucha entre el deseo o las pasiones, y la razón.
Pasiones, Razón y la Lucha por el Control
Según Descartes, el origen de las pasiones reside en el cuerpo, y se caracterizan por ser involuntarias porque no dependen del alma racional, sino que se imponen y, por tanto, no siempre están en consonancia con los dictados de la razón. Por lo tanto, la fuerza del alma consiste en tratar de controlar y dirigir las pasiones. Descartes asigna a la razón la tarea de proporcionar conocimientos y juicios para que la voluntad pueda impulsar adecuadamente las acciones.
En esto, Descartes sigue las enseñanzas de los estoicos, según las cuales se debía estar por encima de la violencia de las pasiones para lograr el equilibrio interior. En esta lucha por controlar y canalizar las pasiones es donde interviene la libertad.
La Libertad y la Voluntad en Descartes
En este sentido, Descartes define la libertad como la capacidad de elegir entre varias opciones que se nos presentan. Sin embargo, la libertad no consiste en la indiferencia. La indiferencia se debe a la ignorancia del entendimiento. Solo cuando el entendimiento tiene ideas claras y distintas sobre lo que es el bien, la verdad y la falsedad, la voluntad puede elegir con total libertad. Porque la libertad reside precisamente en la elección de la voluntad. La libertad, entonces, consiste en la sujeción de la voluntad al entendimiento.
Por lo tanto, para Descartes la libertad solo puede residir en el alma, porque, al no ser una sustancia extensa, no está sujeta al dictado de las leyes necesarias de la mecánica, es decir, no se rige por las leyes universales y el movimiento necesario. El alma es, por lo tanto, el reino de la libertad y Descartes le atribuye dos facultades: entendimiento y voluntad. El entendimiento es la capacidad de pensar, de tener intuiciones de verdades claras y distintas. La voluntad es el poder de afirmar o negar, y Descartes la identifica con la libertad.
La voluntad, siendo el poder de afirmar o negar, a veces afirma con precipitación la realidad y la verdad de alguna idea del entendimiento cuando no es clara, mientras que otras veces, por cautela, niega una idea clara y distinta. El tema central con respecto a la voluntad es la libertad, porque incluso la posibilidad de error se deriva de la libertad.
Descartes sostiene que la existencia de la libertad es algo obvia y es también la perfección máxima del hombre. La libertad es, por lo tanto, la característica esencial de la voluntad y es ella la que puede llevarnos a la verdad o al error, al bien o al mal, dependiendo de cómo la usemos.
Conclusión: La Relevancia del Dualismo Cartesiano
En conclusión, Descartes defiende una concepción dualista del ser humano. Es decir, una concepción del ser humano como un compuesto de dos sustancias: el pensamiento y la materia extensa, como sustancias independientes e irreductibles. Esta independencia, irreductibilidad y diferencia entre cuerpo y alma adquiere, como hemos visto, una importancia de primer orden en la antropología de Descartes al permitirle salvar la libertad del ser humano dentro de su interpretación de un universo mecanicista, una interpretación que afectará a todo el universo e, incluso, el cuerpo del ser humano, que es considerado una máquina que se rige por las leyes universales y necesarias del movimiento.