La Verdad, la Historia y la Vida Humana en Ortega y Gasset
1ª Cuestión: El Problema Filosófico Central
En este texto, Ortega y Gasset reflexiona sobre el problema de la verdad en relación con la historia y la vida humana. El filósofo contrapone dos grandes posturas filosóficas que han intentado abordar este problema: el relativismo y el racionalismo, ambas consideradas por Ortega insuficientes y parciales.
El problema filosófico fundamental del texto gira en torno a la posibilidad de una verdad objetiva y universal en un contexto humano e histórico cambiante. Ortega plantea una tensión entre la unicidad e inmutabilidad de la verdad —ideal de la tradición filosófica occidental— y la pluralidad cambiante de las opiniones humanas a lo largo de la historia. ¿Cómo puede haber una verdad absoluta si nuestras creencias y valores han variado tanto según la época, la cultura o el individuo?
La primera postura analizada es el relativismo, que sostiene que no existe una verdad universal, sino múltiples verdades relativas a cada sujeto o momento histórico. Ortega rechaza esta postura por su carácter autodestructivo: si todo es relativo, también lo es el relativismo mismo. Además, afirma que el ser humano, incluso cuando duda, no puede vivir sin alguna forma de creencia o verdad, aunque esta sea provisional.
Frente a este enfoque, el texto presenta el racionalismo, especialmente en su versión cartesiana, que defiende la existencia de una razón universal, abstracta e inmutable, capaz de alcanzar verdades absolutas. No obstante, Ortega también critica esta postura por su carácter antihistórico y antivital: para salvar la verdad, el racionalismo sacrifica la vida concreta, que es cambiante y personal.
En resumen, el texto denuncia el fracaso tanto del relativismo como del racionalismo para conciliar la verdad con la vida humana. El problema filosófico central es, por tanto, cómo pensar la verdad desde una perspectiva histórica y vital, sin caer ni en el escepticismo ni en el dogmatismo racionalista.
2ª Cuestión: Relación con la Filosofía del Autor
El texto refleja de forma clara y profunda el núcleo del pensamiento de José Ortega y Gasset, especialmente su concepto de “razón vital e histórica”, que surge como superación de las dos posturas criticadas: el relativismo y el racionalismo.
Para Ortega, el ser humano no es una conciencia abstracta ni un sujeto aislado, sino un ser-en-situación, una realidad compuesta por su yo y sus circunstancias. Esta idea se resume en su famosa fórmula: “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”. De ahí que su filosofía busque siempre integrar la vida concreta, histórica y personal del individuo en el ejercicio del pensamiento.
En contraposición al relativismo, Ortega afirma que la vida humana necesita verdad: no podemos vivir sin certezas, aunque estas no sean absolutas. Sin embargo, también critica el racionalismo tradicional, que desconecta la razón de la vida, tratando de fundar la verdad en un sujeto puramente lógico y desarraigado. Según Ortega, esa razón abstracta no puede dar cuenta del dinamismo y la complejidad de la experiencia humana.
Por eso, Ortega propone una nueva forma de racionalidad: la razón vital, que no elimina la vida ni la reduce a conceptos universales, sino que la asume como fundamento. Esta razón vital es también histórica, porque el ser humano vive en el tiempo, en un proceso de evolución constante. La verdad, para Ortega, no es una posesión definitiva, sino una tarea, algo que se va conquistando en diálogo con la realidad y desde una circunstancia concreta.
Este texto, por tanto, es una crítica de las posturas filosóficas dominantes en el siglo XIX y una defensa del proyecto orteguiano de renovar la filosofía desde una perspectiva histórica, vital y personal.
3ª Cuestión: Comparación con René Descartes
El problema de la verdad y su relación con la subjetividad humana fue abordado de forma paradigmática por René Descartes, filósofo racionalista del siglo XVII. En su obra, especialmente en las Meditaciones Metafísicas, Descartes busca un fundamento indudable para el conocimiento. Lo encuentra en el famoso “Cogito, ergo sum” (pienso, luego existo), que le permite afirmar la existencia de un sujeto pensante, independiente de cualquier circunstancia externa.
Desde ahí, Descartes desarrolla una concepción de la razón como facultad universal, común a todos los seres humanos, que permite alcanzar verdades absolutas, claras y distintas. La historia, para él, no tiene valor epistemológico: el error se debe al mal uso de la voluntad, no a límites estructurales del conocimiento. Como dice Ortega en el texto, desde esta perspectiva la historia no es más que la crónica de los errores humanos, resultado de la debilidad moral, no de una condición estructural del saber.
Esta concepción contrasta profundamente con la visión orteguiana. Para Ortega, la verdad no puede desligarse de la vida concreta e histórica del sujeto. No existe una razón abstracta fuera del tiempo, sino una razón encarnada en la biografía individual y en la historia colectiva. El conocimiento es siempre perspectivista y provisional, no absoluto ni definitivo.
Mientras Descartes confía en una razón eterna e inmutable que puede deducir verdades desde un punto de partida lógico, Ortega propone una filosofía en la que la verdad debe construirse desde la experiencia humana, reconociendo su carácter cambiante, situado y narrativo. Por eso, frente al racionalismo ahistórico de Descartes, Ortega defiende una filosofía de la historia como forma privilegiada de acceso a la verdad humana.
En conclusión, el pensamiento de Ortega supone una crítica profunda al racionalismo cartesiano, al que acusa de ser abstracto, antihistórico y desconectado de la vida, y propone como alternativa una razón vital e histórica, más ajustada a la condición real del ser humano.