La Filosofía Trascendental de Kant: Metafísica y Conocimiento
El pensamiento de Immanuel Kant resume el material que proporciona el entendimiento y elabora ideas trascendentales: Dios, alma y mundo. Lo relaciona con la metafísica. Relaciona el conjunto de los fenómenos de la experiencia externa con la idea del mundo; las de la experiencia interna, con la idea del alma; y ambas ideas las reduce a la idea de Dios como causa suprema. Sin embargo, no obtenemos ningún tipo de conocimiento de estas, ya que son conceptos puros que no se refieren a la experiencia. Solo sirven para unificar los conocimientos. Por lo tanto, la metafísica no es posible como ciencia. En conclusión, para Kant, nuestros conocimientos comienzan por los sentidos, pasan por el entendimiento y terminan en la razón. Las formas a priori para conocer son: el espacio y el tiempo, y las categorías. Conocemos las cosas como fenómenos.
La Ética Formal de Kant: El Deber y la Razón Práctica
La actitud racional del ser humano se basa en el conocimiento de los hechos u objetos y en responder a la pregunta: ¿Qué debo hacer? La función teórica y la práctica no son dos razones diferentes, sino dos funciones diferenciadas de una misma y única facultad racional:
- Teórica: Ciencia → Ser → Juicios
- Práctica: Ética → Debe ser → Imperativos
Hasta Kant, todas las éticas habían sido materiales; la de Kant es formal. Las éticas materiales son aquellas en las cuales la bondad o maldad de la conducta humana depende de algo que se considera el bien supremo para el hombre.
Características de las Éticas Materiales
Existen siempre dos elementos:
- Bienes, y se busca el mayor de ellos para el fin último.
- Cuando se identifica este bien, se establecen unas normas para alcanzarlo.
Una ética material tiene contenido.
Críticas de Kant a las Éticas Materiales
Kant critica y rechaza las éticas materiales por una serie de imperfecciones:
- Son empíricas, a posteriori: cualquier norma ético-moral podrá ser explicada y justificada como una generalización a partir de la experiencia. El único inconveniente, según Kant, contra la fundamentación de las normas en la experiencia es que no sirve para establecer una ética universal.
- Los imperativos son hipotéticos, no tienen un valor absoluto.
- Son heterónomas, lo que consiste en aceptar leyes o normas impuestas desde el exterior a nuestra razón.
Hume y Kant: Convergencias y Divergencias Filosóficas
Una frase del propio Kant es indicativa de ese esfuerzo de síntesis: “Todo el conocimiento comienza con la experiencia, pero no todo él procede de la experiencia”. Si todo conocimiento comienza con la experiencia, Kant se alinea con el empirismo; pero si, a la vez, no todo conocimiento procede de la experiencia, es decir, que hay algo a priori (como dirá Kant) o innato (como decía Descartes), entonces el propio Kant permanece en el seno del racionalismo.
No obstante, el propio Kant alude al empirista David Hume (1711-1776) como el filósofo que le había despertado del “sueño dogmático”, es decir, quien lo saca de la ilusión que suponía permanecer anclado en los postulados de la metafísica de corte racionalista, en la época de Kant representada por el filósofo Christian Wolff.
La crítica de Hume a la metafísica (expresada en la refutación de los conceptos de causa y sustancia) sería clave para la filosofía de Kant, la cual se posiciona de manera ambivalente en este tema: por un lado, Kant sostiene, como Hume, que la metafísica tradicional no puede ser una ciencia; una metafísica definida por Kant como “el terreno de las disputas sin término”. Pero, por otro lado, Kant le otorga a la metafísica un papel crucial en el conocimiento: ser el espacio donde todos nuestros conocimientos quedan unificados, donde reciben una síntesis última proporcionada por la razón. Por eso Kant aludía a la metafísica como el carácter arquitectónico y sistemático de nuestra razón, y por eso la consideraba una tendencia natural e imprescindible de nuestra razón.
La Teoría del Conocimiento: Empirismo y Racionalismo
Hume había distinguido entre conocimiento por relaciones de ideas y cuestiones de hecho (siguiendo a Leibniz: verdades de razón y verdades de hecho), lo cual traía como consecuencia inmediata la distinción de dos tipos de juicios: analíticos y sintéticos, basados en la estricta razón y fundamentados en la experiencia, respectivamente. Pero Kant, tomando esta base de Hume, amplía la división y nos proporciona un tercer tipo de juicio: el juicio sintético a priori, el cual, según Kant, será el único verdaderamente científico, porque combina la razón y la experiencia.
Ahora bien, ¿cuál es el terreno de la ciencia y cuál es su nivel de profundidad o de verdad? Hume lo había dejado claro: los fenómenos, de los que a lo sumo podemos tener un conocimiento empírico aproximado y probabilístico, pues la explicación causalista que damos de ellos se basa en último término en la costumbre y la creencia. Kant, sin negar esta posición de Hume, amplía de nuevo el escenario: para Kant, nuestro conocimiento opera en dos terrenos distintos: uno, el de los fenómenos, siendo estos lo que se puede conocer de manera científica, aunando experiencia (sensibilidad) y razón (entendimiento o juicio lógico). Pero el otro terreno es el de la “cosa en sí” (o noúmeno), que para Kant no admite la posibilidad de un conocimiento científico, pero que sí puede ser objeto de nuestro pensar racional metafísico. Y en este último terreno se encuentran las ideas, tanto en sentido teórico (la idea de yo, de mundo, Dios) como en sentido práctico o moral, es decir, los postulados de la razón práctica (la idea de libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios como sumo Bien).
Hume, con su negativa al racionalismo, había cercenado el conocimiento, reduciéndolo a mera percepción. En cambio, Kant, que tiene en la retina los dos fotogramas (el del empirismo y el del racionalismo), aduce que sin la combinación de intuición (o conocimiento sensible o experiencial) y conceptos (o conocimiento por razonamiento lógico o categorial) no existe verdadero progreso en el conocimiento; así, Kant afirma: “Las intuiciones sin concepto son ciegas, los conceptos sin intuiciones son vacíos”.
La Ética: Emotivismo vs. Formalismo del Deber
Pero no solo será la teoría del conocimiento el lugar donde Kant dirima sus relaciones de semejanza y diferencia con Hume; también resultará importante el escenario de la ética. Si Hume, en este campo, se mostraba emotivista, la de Kant será una ética formal del deber. Si Hume aludía a las pasiones como el origen y la base de la conducta moral del hombre, para Kant lo que llamaba la “voluntad racional” sería el verdadero sujeto moral y el concepto de deber su criterio esencial. Si Hume reducía la valoración de los comportamientos morales a su ordenación en función de dos criterios (agradabilidad y utilidad social), Kant, por su parte, fija la conducta moral al llamado “imperativo categórico”, que reza: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda convertirse siempre y simultáneamente en principio de legislación universal” y que suponía no tratar a ningún hombre como medio, sino tan solo como un fin en sí mismo.
Si para Hume la libertad era un imposible, puesto que estamos atados a pasiones y emociones, para Kant la libertad es el primer postulado de la acción moral, porque sin libertad no hay moralidad: hemos de presuponer que el hombre es libre para que podamos otorgarle responsabilidad y deber, que es la base de la moralidad.
La Naturaleza Humana y la Existencia de Dios
Finalmente, Dios y el hombre pueden ser dos temas donde señalar semejanzas y diferencias entre Hume y Kant: la cuestión del hombre, que para ambos ocupa un lugar primordial (Hume quería hacer un tratado de la naturaleza humana, una ciencia del hombre; Kant resumía las preguntas fundamentales de la filosofía —qué puedo conocer, qué debo hacer y qué me cabe esperar— en una sola: qué es el hombre), es resuelta de manera diferente en ambos: para Hume, el hombre sería —lo que podríamos llamar ahora— un pozo de sensaciones y emociones, mientras que Kant alude al doble carácter del hombre: que es un fenómeno más de la naturaleza, sometido por tanto a las leyes de la naturaleza, y es a la vez un sujeto moral, un ser capaz de acción moral y con ello un ser libre.
En cuanto al tema de Dios, ambos se muestran bastante escépticos y diríamos que absolutamente agnósticos (quizá incluso ateos), pues para ninguno es posible demostrar la existencia de Dios y tal idea no es más que un principio de orden metafísico. Como la mayoría de los ilustrados, estos dos (Hume y Kant) no seguían ninguna religión natural ni tampoco ningún teísmo; a lo sumo se inclinaban por alguna suerte de deísmo y, como hacía Kant, por una religión dentro de los límites de la razón.
Sin embargo, donde Hume se detiene, comienza Kant: Hume diría “no sé, no puedo saber, no tengo impresión alguna de Dios, no lo capto por ninguna sensación”. Kant, en cambio, se muestra más comprometido: está de acuerdo en que ni por la vía de la sensación ni por la vía de la razón pura o teórica (el uso científico) es posible afirmar la existencia de Dios, aunque tampoco su inexistencia; pero para Kant hay que apostar por Dios a nivel práctico o moral: Dios es un postulado de la razón práctica, es la posibilidad establecida de antemano por la razón práctica y que consiste en suponer que puede existir el sumo bien.