La coherencia entre los principios del conocimiento, los instrumentos del conocimiento y el resultado de conocimiento del proceso de conocimiento

Fenómeno: conjunto de impresiones sensibles situadas en las formas a priori de la sensibilidad, es decir, en el espacio y el tiempo. El fenómeno es el resultado de la interacción entre la sensibilidad y la naturaleza y es el punto de partida sobre el que empieza a trabajar el entendimiento. El fenómeno es condición de posibilidad del conocimiento, pero no un límite del mismo: gracias a la intervención del entendimiento y la razón podemos ir más allá del fenómeno, pero hemos de ser conscientes de que si ambas facultades se ponen en funcionamiento al margen del fenómeno el resultado será un conocimiento solo aparente, sin referente real. Esto es lo que le ocurre precisamente a la metafísica, que en su avance teórico prescinde del fenómeno.

Noúmeno: es la cosa en sí, lo incondicionado. Del noúmeno no se puede conocer absolutamente nada, pues todo nuestro conocimiento está mediatizado por la sensibilidad, el entendimiento y la razón. Kant utiliza expresiones como “entes inteligibles” o “cosa que ha de ser pensada (solo mediante un entendimiento puro) como cosa en sí misma, y no como objeto de los sentidos”. El noúmeno es condición de posibilidad del fenómeno: sería el ser de la realidad sin verse afectado por nuestro modo de conocer. Tiene que existir para que haya fenómeno, pero en la medida que conocer es ya afectar la realidad, ajustarla a nuestra forma de conocer, el noúmeno quedará siempre inaccesible para el ser humano.

Deber: es la necesidad propia de una acción que surge de la ley moral. El deber está totalmente desligado del querer de la voluntad: independientemente de lo que queramos hacer, hay un deber ligado a la razón práctica, y este deber se expresa en el imperativo categórico, que vale por su racionalidad instrínseca. Así, el deber se expresa en aquella acción que realizamos por respeto a la ley moral, y no por la propia conveniencia, tal y como nos lo explica Kant en la Crítica de la razón práctica: “La acción que es objetivamente práctica según esa ley [la ley moral] con exclusión de cualquier fundamento determinante basado en la inclinación, se llama «deber», el cual a causa de tal exclusión encierra en su concepto un apremio práctico, es decir, una determinación para acometer acciones por muy a disgusto que puedan tener lugar.”

Imperativo: Es una regla práctica por medio de la cual la razón expresa un deber. En la ética de Kant se distinguen de las máximas, que serían principios subjetivos de acción. Así el imperativo pretende para sí una cierta carga de universalidad y racionalidad que no tiene por qué estar presente en las máximas. Un imperativo es “una regla designada por un «deber hacerse» que expresa el apremio objetivo de la acción y denota que, si la razón determinase por completo a la voluntad, la acción tendría lugar inexorablemente conforme a esa regla. Los imperativos, por lo tanto, tienen una validez objetiva, y son totalmente distintos de las máximas o principios subjetivos.”

Objetivismo: teoría que defiende la existencia de un mundo real exterior, ajeno e independiente del sujeto. Esta tesis objetivista se complementa con una valoración positiva de la ciencia, que sería el conocimiento más adecuado para esta realidad. El objetivismo, esta afirmación fuerte de la realidad, caracterizará la primera etapa del pensador español, y en ¿Qué es filosofía? Aparece representada por la tesis realista o positivista.

Circunstancia: es todo aquello que me rodea hasta el punto de formar parte de mi yo. En cierta forma es una palabra sinónima de la de “mundo” que acabamos de definir, pero cobra un especial significado en la conocida frase de Ortega en Meditaciones del Quijote: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo a mi”. Circunstancia es por tanto mi mundo, todo el cúmulo de situaciones que estoy obligado a tener en cuenta a la hora de tomar una decisión, y que forman una parte esencial de mi propia vida, al mismo nivel que el yo. No hay un sujeto entonces aislado del mundo, que pueda elegir por encima de todo o contra todos, pero tampoco un esclavo de la realidad. La noción de circunstancia nos recuerda que la vida está siempre en un contexto, que está situada, y que no es posible vivir al margen de ese contexto, que llega a configurarnos como personas.

Perspectiva: es el punto de vista individual, la visión del mundo y de la vida que cada uno de nosotros tiene y representa. Este concepto implica una subjetivización del conocimiento y la realidad, pero a diferencia de la propuesta de Nietzsche no implica romper con la verdad. Tal y como lo entiende Ortega la perspectiva no anula la búsqueda de la verdad: más bien es la aportación individual a la misma, y así se podría entender que la verdad emerge precisamente de la suma de perspectivas que constituyen el “panorama”, del que Ortega habla en ¿Qué es filosofía?.

Razón vital: es el concepto que propone Ortega para superar la oposición entre Racionalismo y vitalismo. La razón vital es pensamiento que nace de la vida, agarrado a la vida y que la proyecta más allá de sí misma. La razón tiende a alejarnos de la vida y a enredarnos en sus abstracciones, pero anteponer la vida a la misma tampoco es solución, pues es condenarse a habitar un presente permanente. Sin embargo, el ser humano es una mezcla de ambos: somos razón vital y esto implica que desde nuestro presente somos capaces de imaginar el futuro, de pensarlo y proyectarlo, de anticiparnos a la vida que está por venir.

Raciovitalismo: es la teoría creada por Ortega para responder al Racionalismo y al vitalismo, y la idea central de la misma es precisamente la de razón vital que acabamos de caracterizar. El Racionalismo se equivoca al no prestar a la vida, el cambio y el presente la atención que merecen, pero tampoco el vitalismo acierta al despreciar la razón humana. El raciovitalismo pretende así mediar entre ambos subrayando que solo conjugando razón y vida podemos comprender bien lo que somos y en qué consiste nuestra vida.

Vida: es aquello que experimentamos de un modo directo e inmediato. No hay que buscar abstracciones ni caracterizaciones complejas: la vida es lo más cercanos a nosotros, lo más sencillo y cotidiano. Y ahí es donde hemos de aplicar la razón, el contexto propio en el que ésta crece y se desarrolla, pero sin permitir que vaya mucho más allá de esa cercanía e inmediatez que han de estar siempre presentes. Ortega nos ofrece la siguiente aproximación a este escurridizo concepto: “Vida es lo que somos y lo que hacemos: es, pues, de todas las cosas la más próxima a cada cual” (¿Qué es filosofía? – Lección X)

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