Explorando la Filosofía Moderna: Pensadores Clave del Renacimiento a la Ilustración

El Renacimiento: El Despertar del Pensamiento Humano

El término Renacimiento, que significa «nacer de nuevo», encapsula un periodo de profunda transformación cultural y filosófica en Europa.

Los humanistas renacentistas, figuras como Marsilio Ficino y Giovanni Pico della Mirandola, consideraron al ser humano como un ente de gran valor y potencial. A diferencia de la Edad Media, donde Dios era el punto de partida central, el Renacimiento situó al hombre en el epicentro del pensamiento y la investigación.

Un Nuevo Método de Investigación: El Empirismo

Este periodo vio el surgimiento de un «nuevo método» para investigar la naturaleza: la observación a través de los sentidos y la experimentación. Este enfoque se denominó método empírico.

Los seres humanos comenzaron a utilizar, aprovechar y, en cierta medida, dominar la naturaleza. Este avance trajo consigo consecuencias tanto positivas como negativas: hubo mejoras y enriquecimientos, pero también desempleo, empobrecimientos, enfermedades y contaminación.

Revolución Científica: De Copérnico a Newton

La ciencia experimentó un cambio radical. Nicolás Copérnico postuló que la Tierra giraba alrededor del Sol y no a la inversa, y que la Tierra giraba sobre su propio eje. Propuso un modelo heliocéntrico, aunque creía que el Sol era el centro del universo, lo cual hoy sabemos que no es el caso.

Johannes Kepler, por su parte, descubrió que los planetas recorren órbitas elípticas y que su velocidad aumenta cuando están más cerca del Sol.

En esta misma época, Galileo Galilei estudió los cráteres de la Luna, observando que estaba formada por valles y montañas, similar a la Tierra. Él también formuló la ley de la Inercia.

Isaac Newton no solo explicó cómo se mueven los planetas alrededor del Sol, sino también por qué lo hacen. Formuló la trascendental ley de la Gravitación Universal. Cabe destacar que Kepler ya intuía que las mareas se debían a una fuerza de la Luna y que los astros se mantenían en sus órbitas por una fuerza del Sol, sentando las bases para las futuras explicaciones de Newton.

La Reforma Protestante y la Nueva Relación con Dios

El Renacimiento también propició una «nueva relación con Dios». A partir de este periodo, la Biblia dejó de ser leída exclusivamente por frailes y sacerdotes (al estar previamente solo disponible en latín) porque comenzó a traducirse a lenguas vernáculas.

Martín Lutero fue una figura clave de la Reforma Protestante. Tradujo la Biblia al alemán y se desmarcó de muchas costumbres religiosas de la Edad Media. Lutero sostenía que no era necesario pasar por la Iglesia para obtener el perdón de Dios, afirmando que los hombres reciben la salvación mediante la fe.

Descartes y el Racionalismo Moderno

René Descartes, figura central del racionalismo, defendía que solo podemos fiarnos de la razón, nunca de los sentidos.

Aunque muchos filósofos de su tiempo cayeron en el escepticismo, Descartes buscó una vía para superarlo. Comenzó por dudar de todo, incluso de la fiabilidad de los sentidos y la hipótesis de un genio maligno que nos engañara. Este punto lo lleva al escepticismo radical, pero ¿cómo logra salir de él? No está seguro de nada, salvo de una certeza innegable: la de que duda. Si duda, piensa; si piensa, existe. De esta reflexión surge su célebre máxima: «Cogito, ergo sum» (Pienso, luego existo). Afirma su existencia como res cogitans (sustancia pensante o conciencia), pero no está seguro de su existencia como res extensa (sustancia material o cuerpo).

Para Descartes, la verdadera realidad y sustancia es Dios, cuya existencia considera evidente y de quien la idea es innata en nosotros. Las otras dos sustancias, el alma y el mundo, provienen de Dios, ya que Él es el único ser que existe de forma independiente.

Descartes distinguía entre res extensa y res cogitans, es decir, la sustancia extensa (material) y la sustancia pensante (mental). Para él, el hombre es el único ser con alma, mientras que los animales pertenecen a la res extensa, siendo considerados meros autómatas.

Spinoza: Monismo y Panteísmo

Baruch Spinoza fue un filósofo heterodoxo, lo que le valió el rechazo de sus amigos e incluso de su familia. Estaba en desacuerdo con la doctrina católica y la interpretación tradicional de la Biblia.

Para Spinoza, Dios es inmanente al mundo, no trascendente; es decir, Dios es el mundo mismo, no independiente de él. Spinoza sostenía que la vida del hombre está condicionada por las leyes de la naturaleza.

A diferencia de Descartes, quien distinguía entre res extensa y res cogitans, Spinoza no admitía esa distinción. No era dualista, sino monista; afirmaba que todo proviene de una sola sustancia. A esta sustancia única la denominaba indistintamente «Dios» o «Naturaleza» (Deus sive Natura).

Para él, el mundo y el alma son dos de los infinitos «atributos» de Dios, los únicos que el ser humano puede conocer. Así, todo lo que percibimos en la naturaleza se manifiesta a través de estos dos atributos: extensión (mundo) y pensamiento (alma). Dios dirige el mundo mediante las leyes inmutables de la naturaleza.

Según Spinoza, la ambición y el deseo descontrolados nos impiden lograr la verdadera felicidad y armonía, que se alcanzan a través del conocimiento y la aceptación de la necesidad natural.

Hume y el Empirismo Radical

Según David Hume, el ser humano tiene dos tipos de percepciones:

  • Impresiones: Percepciones vívidas e inmediatas, como las sensaciones o emociones.
  • Ideas: Copias o recuerdos menos vívidos de las impresiones, que se forman en la mente.

Tanto las impresiones como las ideas pueden ser simples o compuestas.

Hume también identificó ideas complejas sin correspondencia empírica directa, que surgen cuando el ser humano combina dos experiencias diferentes que no están unidas en la realidad, pero sí en nuestra imaginación. Por ejemplo, la idea de un ángel surge de la combinación de la idea de hombre y la idea de alas.

Hume investigó cada concepto para determinar si se trataba de una idea válida o una construcción de la imaginación. Considera que la idea de Dios es una idea compleja que no deriva de una impresión simple, sino que se forma a partir de la combinación de atributos humanos como inteligencia, sabiduría y bondad, magnificados al infinito.

Hume era agnóstico. Finalmente, para Hume, la razón es «esclava de las pasiones», y son nuestros sentimientos y deseos los que impulsan nuestras acciones, no la razón pura.

Berkeley y el Idealismo Subjetivo

George Berkeley opinaba que no podemos saber nada más del mundo que lo que percibimos por los sentidos. Sostenía que las cosas en el mundo son tal y como las sentimos, pero no son «sustancias materiales» independientes de la percepción. Su famosa frase es «Esse est percipi» (Ser es ser percibido).

Todas nuestras ideas tienen una causa fuera de nuestra conciencia. Esa causa es espiritual, no material. Si bien nuestra propia alma puede generar algunas ideas, Berkeley postula un Espíritu supremo que es la causa de todas las demás ideas que percibimos. Este espíritu es Dios, quien imprime las ideas en nuestra mente.

Berkeley también cuestionaba la existencia independiente del tiempo y el espacio, considerándolos meras relaciones entre ideas, dependientes de la mente que los percibe.

La Ilustración: Razón, Progreso y Derechos

La Ilustración abogaba por la «ilustración» o educación del pueblo para conseguir una sociedad mejor, y enfatizaba la importancia de una educación racional para los niños. La obra cumbre de este movimiento fue la Enciclopedia, un compendio de todo el conocimiento de la época.

Se creía firmemente que la difusión del conocimiento y el uso de la razón conducirían al progreso ilimitado de la humanidad. Los filósofos ilustrados, aunque criticaban ciertos aspectos de la Iglesia y de la civilización de su tiempo, abogaban por una «vuelta a la naturaleza» en algunos aspectos y defendían la idea de valorar la infancia.

Si bien algunos ilustrados eran ateos, la mayoría mantenía alguna forma de creencia en Dios y en la inmortalidad del alma. Muchos defendieron el deísmo, una postura que sostiene que Dios creó el mundo, pero desde entonces no se ha aparecido ante el hombre de forma «sobrenatural», dejando que el universo funcione según sus propias leyes naturales.

Los filósofos ilustrados lucharon incansablemente por los derechos naturales del hombre. En 1789, esta lucha culminó con la aprobación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

Las mujeres, sin embargo, no fueron incluidas plenamente en estos derechos, lo que llevó a figuras como Olympe de Gouges a reivindicar sus derechos, aunque sus esfuerzos no se materializaron en igualdad inmediata durante el periodo.

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