Análisis de pensadores y teorías filosóficas

S.agustin y su concepción de la historia

S.agustin es el primer pensador en analizar el sentido de la historia según una finalidad. La concibe como el escenario donde Dios se manifiesta al hombre y donde se produce la salvación. Así, la historia es lineal, teniendo un principio (la creación) y un fin (el juicio final). La historia avanza hacia una meta final, que defiende S.agustin, será la vuelta de Jesucristo y la definitiva instauración del Reino de Dios en la tierra. En este desarrollo histórico, S.agustin distinguirá dos grupos humanos según su objeto de amor. Si se aman a sí mismos por encima de todo, componen la ciudad terrenal, y si aman a Dios por encima de todo, constituyen la ciudad de Dios. Estas dos ciudades están mezcladas en cualquier sociedad y mantienen una lucha ética. La historia humana avanza hacia el triunfo y salvación de los integrantes de la Ciudad de Dios, que se dará al final de los tiempos.



El emotivismo moral de Hume

Hume criticará todas las teorías éticas elaboradas por filósofos anteriores a él que basaban la moral en la razón. Afirma que nuestros juicios morales no son producto de la razón, debido a que no parten de ningún tipo de conocimiento racional. Así, Hume afirma que la moral no se fundamenta en nuestra razón. Hume defenderá el emotivismo moral, por el cual dice que el fundamento de la moral se basa en el sentimiento moral que surge del interior de cada persona y que expresa agrado o desagrado ante una acción. Este sentimiento moral se califica como una emoción que surge de nuestra esencia, y es universal y común a todas las personas debido a la universalidad de la naturaleza humana. El sentimiento moral se basa en dos principios: la utilidad, que depende de la expectativa de placer que tengamos sobre la acción, por tanto, si preveemos que la acción nos causa placer, la calificaremos como buena; y la simpatía, que según Hume, es la inclinación que todos los seres humanos tienen a participar de los sentimientos y de la inclinación hacia otros seres humanos, lo que nos lleva a obrar moralmente para buscar la felicidad del otro. Así, la moral humana no es egoísta.



Rousseau y la reforma de la sociedad

La sociedad corrompe al hombre, pero Rousseau es consciente de que no se trata de volver a un estado primitivo, que ni siquiera se puede demostrar que existió, sino que hay que analizar esta sociedad, que produce esa infelicidad y egoísmo en el ser humano, para ver cuál es su causa y reformarla de forma tal que pueda ser una comunidad que haga felices a los hombres. Y para realizar esta tarea seguirá dos pasos: en primer lugar, situar el origen del mal social; y, segundo, proponer una serie de reformas para transformar esta sociedad. Para Rousseau, el origen del mal en la sociedad es la desigualdad. Esta es fruto de la propiedad privada, que al surgir produjo que los hombres acabaran siendo socialmente desiguales, pues unos empezaron a atesorar privilegios frente a otros. Además, esto produjo un permanente enfrentamiento social donde lo que primaba era el egoísmo y no la cooperación, pues el deseo era poseer más y, por tanto, se fomentaba la codicia y el enfrentamiento entre todos. Así, la sociedad actual es injusta y además impide la realización plena de los seres humanos, pues no los lleva a la felicidad. Para reformarla, Rousseau propone un Contrato Social. Se debe reformar la sociedad, pero no se puede volver al estado de naturaleza, sino que la idea del estado natural debe servir para crear las bases de una sociedad justa y legítima de acuerdo al ser humano. Se trata de establecer las bases para un pacto social justo, donde se pueda armonizar libertad, igualdad y poder político. En este pacto social, que es un contrato social, el pueblo es el soberano. Esta soberanía popular se expresa en la voluntad general, que es el interés social común. La voluntad general es la del sujeto colectivo que siempre pretende el bien común. Así, con el contrato social, el individuo renuncia a sus egoísmos personales para someterse a las leyes que establecen derechos y deberes de voluntad general. Cada individuo renuncia así a la libertad de obrar egoístamente.



El dualismo de Descartes

Descartes afirmará un dualismo según el cual el alma (cogito) y el cuerpo (sustancia extensa) mantienen una lucha permanente siendo dos sustancias diferentes. La relación entre estas dos sustancias se da a través de la glándula pineal, haciendo posible que el alma gobierne el cuerpo a través de dicha conexión. El ser humano es propiamente sustancia pensante, independiente de la sustancia externa. El cuerpo actúa como una máquina y no puede comportarse de forma libre, sin embargo, el alma, que es inmortal, actúa de forma libre y debe gobernar a la máquina. Con el desarrollo de la perfección del alma se consigue la felicidad. Descartes identifica el desarrollo de la perfección del alma con el desarrollo de la libertad. La libertad se consigue con el dominio y guía de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo, pues entonces es cuando el sujeto no se encuentra dominado por la sustancia externa, sino que gobierna en su cogito, siendo auténticamente libre.



La praxis y la transformación de la realidad según Marx

Para Marx, el auténtico conocimiento es la praxis, la actividad teórico-práctica a través de la cual el ser humano transforma la realidad. La praxis sigue un proceso dialéctico que implica utilizar el entendimiento, que transforma racionalmente la realidad en la mente, como actividad teórica, para después aplicar la sensibilidad activa, que transforma empíricamente la realidad en algo racional de forma concreta, como actividad práctica. Por ello, solo se podrá afirmar la verdad de lo pensado cuando se haya realizado en el mundo. Toda teoría únicamente especulativa de la realidad, por tanto, es falsa.



La realización del ser humano y la justicia social según Marx

Según Marx, el ser humano se realiza como tal al transformar la realidad y humanizarla, haciéndola racional, cumpliendo su praxis. En Marx, la realidad externa existe como forma social producida por el trabajo humano y no como algo natural. Además, Marx afirma que las relaciones sociales (de esclavitud, de vasallaje, de explotación, de igualdad) son relaciones existenciales, pues posibilitan y condicionan concretamente la existencia de cada individuo y de ellas depende cómo será su vida. Una sociedad será justa si permite a todo ser humano cumplir libremente esta praxis, desarrollando con ello su racionalidad en condiciones de igualdad.

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