Nihilismo y Voluntad de Poder: La Muerte de Dios
Nietzsche ha arrancado la máscara a la cultura occidental. Es preciso anunciar ya la muerte de Dios, pero no únicamente del dios cristiano, herido de muerte desde la modernidad, sino de todo lo que ha venido ocupando su lugar y ha tratado de someter a la vida, sea la razón de Estado, el progreso o la ciencia. La expresión «Dios ha muerto» se refiere también a los valores morales y las grandes verdades que se fundamentaban en la divinidad y el mundo suprasensible. El hombre ha matado a Dios y con él todo sentido trascendente. Al descubrir la muerte de Dios, el hombre del rebaño queda desorientado, ha perdido sus valores y el sentido de la vida. La consecuencia es el nihilismo.
Nietzsche se refiere al proceso que sigue la conciencia del hombre a partir de la muerte de Dios. Este concepto aparece con dos significados diferentes:
- Niilismo pasivo: Ante el hundimiento de los valores tradicionales fundados en Dios, la voluntad de poder se reduce. Es la conciencia de la muerte de Dios y la negación de todos los valores.
- Niilismo activo: Consiste en asumir la muerte de Dios y no esperar a que los viejos valores se derrumben por sí solos, sino contribuir activamente a su destrucción, creando valores propios y dando así sentido a su propia vida. Es el signo de la voluntad de poder.
Genealogía de la Moral: Moral de Esclavos y Moral de Señores
La Crítica a la Cultura Occidental
Nietzsche dirige contra la cultura occidental una crítica demoledora que abarca todos los ámbitos: la moral, la filosofía del lenguaje y la ciencia. Se trata, a su juicio, de una cultura dogmática, decadente, enferma, en la que la racionalidad se ha impuesto sobre el instinto de la vida. Para hacerlo, va a utilizar un método peculiar: el método genealógico, que consiste en rastrear los orígenes de los conceptos básicos de la cultura occidental con el fin de denunciar los instintos que subyacen en ellos. La cuestión fundamental es la de los valores y aplicará todo su olfato filosófico. Se propone así un análisis psicológico que arranque la máscara a la moral de su época.
La Crítica a la Moral
En La genealogía de la moral, Nietzsche aplica el método genealógico a los valores morales. Investiga en diversas lenguas la etimología de los conceptos y descubre cómo en todas las lenguas la palabra «bueno» tuvo en un primer momento el significado de noble o aristocrático, mientras que «malo» tenía el sentido de plebeyo. En un primer momento, esta contraposición se refería a un estamento social y no tenía connotaciones morales.
La transmutación de los valores se produce cuando los plebeyos se rebelan y se autodenominan «buenos», considerando «malos» a los nobles. Esta transmutación es obra del judaísmo, que adoctrina frente a la fortaleza de ánimo y genera resentimiento. Este resentimiento es una reacción de los débiles. Cuando el resentimiento se vuelve creador de valores, entonces se invierte la mirada y aparece la moral tradicional, la moral de los esclavos, que ha invertido los valores de la moral de los señores.
Moral de los Señores
Es propia de la aristocracia de las sociedades antiguas. Es una moral de autoafirmación que brota de una auténtica acción creadora que dice sí a la vida. Lo propio de los señores es la voluntad de poder, que impone jerarquías y desigualdades. Donde hay vida, hay voluntad de poder, entendida como voluntad de superación. No se trata del simple impulso de autoconservación (algo puramente biológico), sino de un impulso por el que la vida tiende inevitablemente a expandir su fuerza, su poder. Para Nietzsche, la voluntad de poder tiene una dimensión puramente individual.
Moral de los Esclavos
Es propia del hombre vulgar, plebeyo, servil, frente al hombre superior de la antigua aristocracia. Es el resultado del resentimiento, de la reacción frente a los valores nobles que ellos han invertido. La moral de los esclavos ha triunfado históricamente en la cultura occidental. El rebaño, gracias a su carácter gregario, ha impuesto su voluntad de igualdad y ha producido los valores de Occidente. En el socialismo y la democracia de su tiempo, Nietzsche cree detectar los mismos valores del cristianismo, aunque ya no sea necesario recurrir a Dios para justificarlos. Esta moral antinatural tiene su base filosófica en el platonismo y en el cristianismo.
La Transmutación de los Valores y el Superhombre
En esta ininterrumpida afirmación de la vida que es la filosofía nietzscheana, aparece ahora, como siempre, una crítica y una propuesta: derrumbemos todos los valores que niegan la vida, que se oponen a ella, y respaldemos con nuestras obras y nuestras palabras la vida, la voluntad de poder, el eterno retorno. La moral tradicional es decadente, aniquiladora de todos los momentos en que la vida brota: niega el deseo, el instinto, el impulso, la creación. La moral tradicional conserva un pesimismo que debe ser superado: “Transvaloración de todos los valores, esta es mi fórmula”.
Por eso hay que ser inmoralista: rechazar la moral decadente y pesimista, negadora de la vida, que la sociedad impone, y ser ultramoralista, podríamos decir, en la creación e invención de nuevos valores que estén en sintonía con el eterno retorno, la vida y la voluntad de poder. El creador de valores está más allá del bien y del mal, y es personificado en la filosofía nietzscheana por un nuevo concepto: el superhombre.
El Superhombre (Übermensch)
El superhombre es la encarnación de todos los valores nietzscheanos: sería aquella persona que vive según su voluntad de poder, asumiendo también el eterno retorno y la transmutación de los valores. Es el “nuevo hombre” que debe sustituir al “último hombre”, y que es anunciado por Zaratustra. El superhombre es producto del eterno retorno, y recupera la inocencia del hombre primitivo que puede encontrarse en los presocráticos. No vive apesadumbrado por tantos y tantos siglos de filosofía, reflexión, religión, ciencia… Juega con la vida, tal y como presenta Nietzsche al superhombre en sus famosas tres transformaciones:
- El Camello: Es aquella persona humilde y sumisa, que vive pendiente de obedecer. El camello sufre una pesada carga: la moral y la religión le convierten en un esclavo que vive pendiente de las normas (¡Tú debes!).
- El León: Podría representarse por el espíritu ilustrado. El ser humano se rebela (¡Yo quiero!) y se emancipa de la religión. Trata de romper con los valores tradicionales de la religión, pero vive anclado a la moral, una moral que va en contra de la vida, y elimina su libertad.
- El Niño: Ejemplo perfecto del superhombre, el niño imagina, crea, inventa, juega con la vida. Es el verdadero creador de valores. El niño se libra de la “seriedad” y del “rigor” racionalista del león, y convierte la inconsciencia y la inocencia en su mejor virtud: “Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.” El niño crea valores, vive fiel a la tierra, y asume el eterno retorno como una más de las reglas de la vida. El niño ama la vida, la vive sin pensar sobre ella.
El superhombre aglutina todos los conceptos anteriormente explicados. Es el mensaje nietzscheano condensado en una sola figura, en un solo modelo de hombre. Nietzsche se refiere una y otra vez a uno de los fragmentos de Heráclito: “El tiempo es un niño que mueve las piezas del juego: ¡gobierno de un niño!”.
El superhombre es la aparición natural que sigue a la muerte de Dios. Aunque esta expresión tiene precedentes, en Nietzsche adquiere un nuevo significado: es la desaparición absoluta de Dios, que es la negación de la vida. El que sirve a Dios o vive pensando en él, niega la vida, deja de vivirla. Por eso el superhombre es aquel capaz de superar la destrucción de Dios, el hundimiento del cristianismo, que será uno de los temas característicos de la crítica nietzscheana a la civilización occidental.
Esta caracterización nietzscheana es fácilmente interpretable desde un punto de vista racista. De hecho, a la muerte del autor alemán sus obras fueron manipuladas para convertirse en el soporte ideológico del nazismo. Sin embargo, este tipo de interpretación está muy lejos de lo que se puede leer en las obras de Nietzsche: cualquier ser humano no es un superhombre por el mero hecho de pertenecer a un grupo, sino precisamente porque es capaz de diferenciarse del mismo, de mantener una libertad absoluta y de crearse a sí mismo. No hay razas superiores a otras, sino hombres superiores a otros: aquellos que asumen la finitud de la vida, y desde ahí son capaces de proyectarse en el presente, expandiendo sus deseos y capacidades.
El Humanismo de Marx: Teoría de la Alienación
La Alienación
El concepto de alienación ya había sido utilizado por Hegel y Feuerbach. En Hegel, el espíritu es dialéctico: lleva en sí mismo una contradicción, el impulso a salir fuera de sí, a exteriorizarse en la naturaleza, a alienarse. Es necesaria para que se produzca la síntesis. En Feuerbach, aparece el concepto en el sentido de la alienación religiosa: para conocerse a sí mismo, el hombre proyecta fuera de sí sus cualidades en la figura de Dios. Desaparece cuando el hombre reconoce a Dios como una creación suya.
Marx critica a Feuerbach, porque no tiene en cuenta la historia y porque sigue siendo un idealismo, en el sentido de que Feuerbach no habla del hombre concreto, sino que cree en una esencia humana de la que cada individuo es realización particular. El trabajo constituye la esencia del individuo, es la praxis lo que distingue al hombre de los animales. La persona se constituye como tal en su actividad. El hombre es producto del conjunto de las relaciones y sujeto de la historia. La alienación se dará cuando el trabajador considera el producto de su trabajo como algo ajeno a sí mismo; tiene lugar un distanciamiento y una deshumanización. Esta alienación no es natural.
Formas de Alienación
La alienación fundamental, de la cual derivan todas las demás, es la alienación económica. El trabajador la padece en diversos sentidos:
- En relación con su propia esencia: el trabajo creativo que le distingue de los animales no es posible en la sociedad capitalista.
- En relación con su propia actividad: el suyo es un trabajo forzado y repetitivo.
- En relación con el producto de su trabajo: el obrero no tiene ningún poder sobre ese producto.
- En relación con el otro: el capitalista burgués que se queda con el beneficio de su trabajo.
Otras formas de alienación:
- Alienación social y política: La alienación económica está en la base de la división de la sociedad en clases y de la separación entre los ciudadanos y el Estado.
- Alienación religiosa: Marx acepta el concepto de alienación religiosa de Feuerbach, pero la considera como una consecuencia de la alienación económica y social. La religión es el opio del pueblo porque ofrece consuelo frente a la miseria y la injusticia.
La alienación del trabajo está en relación directa con la propiedad privada de los medios de producción, pero la historia marcha inexorablemente hacia un nuevo sistema, el comunismo, que constituirá la superación del capitalismo.
Materialismo Dialéctico e Histórico
Materialismo Dialéctico
Sostiene una concepción materialista de la realidad, en el sentido de que considera la naturaleza como lo único real. Esta realidad es dialéctica, es una materia dinámica, que se transforma a partir de elementos contradictorios. Los cambios se producen de acuerdo con unas leyes:
- La ley de la unidad y posición de contrarios: Todo lo que existe es una unidad de contrarios y las transformaciones sucesivas se deben al enfrentamiento entre esas fuerzas contrarias.
- La ley del salto cualitativo: Los cambios cuantitativos en la materia traen consigo cambios cualitativos.
- La ley de la negación de la negación: Las contradicciones se superan y se resuelven en una nueva unidad (síntesis). La negación de la negación se manifiesta en que una semilla produce una planta que tiene tendencia a florecer y a morir.
Este materialismo dialéctico se opone por una parte al idealismo hegeliano y por otra parte al materialismo mecanicista que suponía un mundo compuesto de materia inerte.
Materialismo Histórico
Es la explicación marxista de la historia. Esta teoría defiende:
- Una interpretación dialéctica de la historia, es decir, la sociedad se entiende como resultado de la intervención de las leyes.
- Una concepción materialista de la historia, entendiendo como materia las relaciones de producción de los bienes materiales. Es el sistema de producción de una sociedad lo que determina el conjunto de creencias, valores y cultura.
Para comprender el materialismo histórico es necesario conocer sus conceptos básicos:
- Relaciones de producción: Para transformar la naturaleza, es decir, para producir, los seres humanos necesitan establecer entre ellos unas relaciones. Incluyen las que se crean con respecto a la propiedad.
- Fuerzas productivas: Son todos los elementos que actúan en el proceso de producción: las personas que lo producen (fuerza de trabajo), los medios que se utilizan (medios de producción) y la tecnología empleada.
- Modo de producción: Es el conjunto de las relaciones de producción y las fuerzas productivas en un momento histórico determinado. El modo de producción es lo que Marx denomina la infraestructura de una sociedad.
La infraestructura de una sociedad determina su superestructura, es decir, el conjunto de concepciones políticas, morales, jurídicas y filosóficas. La superestructura se materializa en organizaciones e instituciones como el Estado. Una infraestructura y una superestructura constituyen una formación social.
Historia y Dialéctica
La historia avanza de una manera dialéctica: tesis, antítesis y síntesis. Un modo de producción (tesis), por sus propias contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, genera su oposición (antítesis), porque llegará un momento en que las relaciones se conviertan en un obstáculo. De esta tensión surge un nuevo modo de producción (síntesis).
A lo largo de la historia, la contradicción se manifiesta en una lucha entre dos clases sociales antagónicas. De este modo, la lucha de clases se convierte en el motor de la historia. En cada fase de la historia, la clase dominante se sirve de la superestructura para mantener su dominio (el Estado y las leyes). La ideología de esta clase se extiende a toda la sociedad, que tiene una falsa conciencia, es decir, una visión deformada de la realidad.
Esta teoría de la historia tiene en Marx la pretensión de ser una ciencia y un instrumento para descubrir las leyes. El análisis marxista descubre los diversos modos de producción históricos: sociedades primitivas, sometimiento del esclavo al amo en las sociedades esclavistas y el modo de producción en la sociedad capitalista.
Lo Apolíneo y lo Dionisíaco
Su obra central, El nacimiento de la tragedia, está inspirada en la filosofía de Schopenhauer, y Nietzsche esperaba que sus tesis sobre el arte fueran aplicadas por Wagner en sus óperas. Esta obra es, entre otras cosas, un profundo estudio filológico, artístico y filosófico centrado en el nacimiento y evolución de la tragedia griega.
Dos fuerzas esenciales están presentes en estas obras teatrales:
- Por un lado, Apolo, el dios griego del sol y la luz.
- Por otro lado, Dioniso, el dios del vino y la embriaguez.
Ambos dioses son utilizados por Nietzsche de un modo metafórico y simbólico, relacionándose con estos significados:
- Dioniso es la voluntad (objeto central de la filosofía de Schopenhauer), lo irracional, la noche, lo instintivo, y en la tragedia se correspondería con los momentos musicales y de danza, y aquellos en los que participa el coro. Representa lo común (aquella parte de la tragedia en la que todos participan, fundiendo su conciencia en una fiesta colectiva).
- Apolo representaría la luz de la razón, la armonía, la alegría, la luminosidad del día, y se corresponde con las palabras (logos, palabra-razón) y los personajes. Representa lo individual (el personaje con unas ideas, pensamientos o principios morales propios, que no se identifica con lo colectivo).
Evidentemente, sus valores son opuestos. Para Nietzsche, el comienzo de la tragedia griega está marcado por lo dionisíaco: el espectador es parte activa de la representación, un personaje más, que neutraliza su conciencia para convertirse en otro. Es ahí donde se produciría, por ejemplo, la catarsis de la que hablaba Aristóteles. La tragedia, desde este punto de vista, sería el arte total en el que el individuo deja de serlo, se funde en lo común, y se entrega a los valores dionisíacos.
Pero esta preponderancia del coro fue disminuyendo hasta dar paso a la tragedia griega clásica, transición que Nietzsche personifica en Eurípides: con él, el coro pierde relevancia, y la van cobrando los personajes individuales. La esencia dionisíaca y vital de la tragedia se cubre con un manto apolíneo, aparentemente armonioso y equilibrado. El instinto es tapado y anulado por el logos.
Si Eurípides inicia este proceso, Sócrates será el encargado de culminarlo: con él lo dionisíaco y la dimensión vital de la vida desaparecen, para dejar paso a una visión reflexiva y teórica de la misma. El diálogo y la búsqueda de una verdad universal dominan ahora sobre el instinto, el error, y la embriaguez dionisíaca. La armónica y equilibrada apariencia de Apolo ocultan para siempre el caos dionisíaco.
Por ello, la propuesta nietzscheana consiste precisamente en recuperar el sentido originario de la tragedia griega: en desenmascarar a Apolo, para que Dioniso retome el protagonismo que le corresponde. Eso es lo que Nietzsche personifica en Schopenhauer y en Wagner.
En la medida en que la voluntad (y no el pensamiento o la verdad, como en la mayoría de los filósofos anteriores) es uno de los conceptos clave de Schopenhauer, Nietzsche espera que su pensamiento sea un punto de inflexión que permita volver a los valores dionisíacos. Igualmente, proyecta sobre Wagner todos los presupuestos artísticos que se derivan de El nacimiento de la tragedia, esperando que la ópera de Wagner, concebida como un arte total en el que se conjugan todas las demás, asuma la misión de volver a Dioniso. Los desencuentros personales con Wagner, unidos a su negativa de realizar este proyecto artístico, provocarán un distanciamiento progresivo, que terminará con una ruptura definitiva entre ambos autores. Sin embargo, el protagonismo de Dioniso y todos los valores que este simboliza, reaparecerán una y otra vez en toda la filosofía nietzscheana. La propuesta dionisíaca vendría a ser como el ave fénix filosófico: muerto Dioniso, todas sus ideas vuelven a la vida encarnadas en una nueva figura simbólica: Zaratustra.
