Tomás de Aquino (1224-1274)
Tomás de Aquino fue un pensador cristiano y medieval. La Edad Media es el período histórico que abarca desde las invasiones de los bárbaros (siglo V), que marcaron la caída del Imperio Romano de Occidente, hasta la caída de Constantinopla en manos de los turcos (siglo XV). Suele dividirse en dos etapas: la Alta Edad Media (siglos V-XI) y la Baja Edad Media (siglos XI-XV). Es precisamente en el siglo XIII, dentro de la Baja Edad Media, donde se sitúa Tomás de Aquino (1224-1274).
Su obra representa la cumbre de la escolástica, integrando la filosofía aristotélica con la teología cristiana y sentando las bases del pensamiento católico.
El Problema de Dios: Las Cinco Vías de Tomás de Aquino
Para Tomás de Aquino, la demostración de la existencia de Dios es fundamental. Él sostenía que la existencia divina no es inmediatamente evidente para el entendimiento humano y, por lo tanto, es necesario demostrarla.
El procedimiento adecuado, según Aquino, consiste en partir de los seres del mundo, considerados como efectos, para ascender hasta Dios como su causa. Esta es una demostración a posteriori, ya que todo efecto es posterior a su causa. Las Cinco Vías comparten una estructura similar, basada en cuatro pasos:
- Constatación de un hecho de experiencia (por ejemplo, que hay cosas que se mueven).
- Aplicación del principio de causalidad (todo lo que se mueve es movido por otro).
- Imposibilidad de una serie infinita de causas (no puede haber una serie infinita de seres que mueven a otros y que, a su vez, son movidos por otros).
- Afirmación de la existencia de Dios (debe haber un primer motor, inmóvil en sí mismo, que es Dios).
Las Cinco Vías son:
- La primera vía parte del hecho del movimiento para alcanzar la existencia de Dios como Motor Inmóvil.
- La segunda vía parte de la existencia de causas causadas para culminar en la existencia de una Causa Incausada.
- La tercera vía parte de la existencia de seres contingentes (que pueden existir y no existir) y llega a la afirmación de que debe haber un Ser Necesario (que no puede no existir).
- La cuarta vía, de ascendencia platónica, observa que hay seres más y menos perfectos, es decir, grados de perfección, para concluir que debe haber un Ser Sumamente Perfecto.
- La quinta vía parte del orden que se manifiesta en el comportamiento natural de los seres del mundo para terminar afirmando la existencia de una Inteligencia Ordenadora.
El Problema del Conocimiento: La Mediación entre Fe y Razón
La teoría aristotélica tiene dos consecuencias importantes. Primero, el edificio de la filosofía se construye de abajo hacia arriba, partiendo del conocimiento de las realidades sensibles. Por lo tanto, el conocimiento de Dios será imperfecto y analógico.
El conocimiento natural de Dios es limitado por la naturaleza de la razón humana, pero esta puede ser perfeccionada por la fe. Los límites de la razón son, en cierto modo, transgredidos por la fe. Aunque los contenidos de la razón y la fe son distintos, tienen puntos de intersección, como la inmortalidad del alma y la creación del mundo.
La fe ayuda a la razón a alcanzar conocimientos que no le son propios. Si bien la razón podría, en teoría, contradecir los artículos de la fe, Aquino insiste en mantener unidos ambos discursos. Para Aquino, existen grandes ventajas en la colaboración entre fe y razón, tanto circunstancial como estructuralmente. La razón colabora con la fe al prestarle sus herramientas, convirtiendo la teología en una ciencia mediante procedimientos de ordenación científica, armas dialécticas y datos científicos.
La fe, a su vez, colabora con la razón actuando como un criterio extrínseco y negativo: si la razón llegase a conclusiones incompatibles con la fe, el filósofo debería revisar y corregir sus conclusiones. La autonomía de la razón es, por tanto, limitada (lo cual era esperable en un pensador cristiano profundamente creyente).
La inmaterialidad del entendimiento, y por ende del alma, asegura su inmortalidad y le permite tener como objeto de conocimiento el ser de lo real sin limitación alguna. Sin embargo, el entendimiento, en tanto que entendimiento humano, se halla unido esencial y sustancialmente al cuerpo material y a sus órganos de conocimiento, los sentidos (según el hilemorfismo). Esta vinculación del entendimiento humano a un cuerpo dotado de órganos de conocimiento impone que el conocimiento intelectual comience siempre con el conocimiento sensible: el entendimiento elabora los conceptos a partir de los datos suministrados por la percepción sensible.
El Problema del Ser Humano: Antropología Tomista
La tradición cristiana subraya la importancia de la teoría de la creación, estableciendo una diferencia fundamental entre Dios como Ser Necesario y el resto de los seres como seres contingentes. Esta distinción llevó a Aquino a reflexionar sobre la diferencia entre esencia (lo que las cosas son) y existencia (el hecho de que existan o no). Lo que distingue a las realidades creadas es precisamente la composición de esencia y existencia.
La existencia de los seres contingentes no pertenece necesariamente a su esencia; son, por tanto, compuestos de esencia y existencia. Solo en un Ser Necesario (que no puede no existir), es decir, en Dios, la esencia y la existencia (lo que es y el existir) se identifican plenamente. En términos aristotélicos, la esencia es potencia y la existencia es acto; la existencia actualiza esta capacidad de ser o existir que es propia de la esencia. La existencia es el acto de la esencia. Sin embargo, existen distintas esencias que darán lugar a distintas existencias. La existencia, o acto de ser, se despliega en distintos niveles de perfección, en grados más o menos perfectos según las esencias que en cada caso actualiza. El grado supremo de ser es Dios, cuya esencia es su propio ser, y es, por tanto, el Ser mismo subsistente.
Problema Epistemológico: La Formación de Conceptos
El desafío radica en cómo pasar de las percepciones sensibles —que no son universales y hacen referencia a objetos individuales— a los conceptos, que sí son universales.
El problema de la formación de los conceptos es, en esencia, cómo se transita de la individualidad de las percepciones sensibles a la universalidad de los conceptos, lo cual se logra mediante el proceso de abstracción.
Este proceso implica dos facultades del entendimiento: el entendimiento agente, que posee una capacidad abstractiva y actúa sobre las imágenes representadas a partir de las percepciones sensibles, y el entendimiento posible, que es el que conoce lo universal.
Después de este proceso intelectual, donde se conoce primaria y directamente lo universal, el entendimiento vuelve su mirada a los seres individuales, a los que se conoce de un modo indirecto y secundario.
El proceso general del conocimiento, por tanto, sigue los siguientes pasos:
- Los sentidos perciben una figura.
- Esta percepción se registra en la imaginación.
- El entendimiento agente universaliza el contenido de esa imagen mediante su función abstractiva.
- El entendimiento posible, en su función cognoscitiva, formula el concepto universal (por ejemplo, el concepto de ‘hombre’). Posteriormente, el entendimiento vuelve su mirada al individuo concreto.
El Problema del Bien: La Ética Tomista y la Ley Natural
Tomás de Aquino parte de la premisa aristotélica de que la felicidad es el fin último del ser humano. Ante esto, caben dos opciones:
- Que cada individuo determine por sí mismo qué es la felicidad.
- Adoptar una actitud teórica: cada ser es feliz realizando la capacidad que le es propia.
Tomás de Aquino recoge la propuesta del término medio aristotélico y elabora su propia concepción: el conocimiento de la naturaleza humana permite especificar un conjunto de normas morales que constituyen la ley natural. Para Aquino, el fin último del hombre es la posesión de Dios, considerado el Soberano Bien.
Todos los demás fines de las acciones humanas deben encaminarse hacia este objetivo. Para lograrlo, el hombre debe cumplir la ley natural.
Este planteamiento ético se adscribe a lo que se denomina ética de los fines: no se trata de observar qué mueve de hecho al ser humano a obrar, sino de determinar dónde se halla el perfeccionamiento y la plenitud humanas.
La ética de los fines se basa en la perfección o el cumplimiento de las exigencias de la naturaleza humana, implicando una concepción finalista o teleológica de la naturaleza, en contraste con la ética de los móviles.
La ética de los móviles, en oposición a la ética de los fines, se pregunta qué mueve de hecho a los seres humanos a obrar, implicando una concepción mecanicista de la naturaleza.
Aquino sostiene que el ser humano posee ciertas tendencias enraizadas en su naturaleza, entendida no como algo mecánico, sino como una línea de conducta orientada hacia un fin específico.
El ser humano es capaz de conocer sus propias tendencias y, por tanto, puede deducir ciertas normas de conducta encaminadas a darles el cumplimiento adecuado.
Aquino demuestra la existencia de la Ley Natural: como ser racional, el hombre puede formular ciertas normas de conducta de acuerdo con las exigencias de su propia naturaleza.
El precepto general de la ley natural es hacer el bien y evitar el mal. Este precepto se concretiza en el ser humano como la obligación de realizar ciertas acciones y evitar otras.
La ley natural se deduce de las tendencias de la naturaleza misma y se caracteriza por ser:
- Su contenido es evidente: sus preceptos han de ser fácilmente cognoscibles para todos.
- Universal: parte de lo común a todos los seres humanos, a pesar de sus diversidades culturales.
- E inmutable: permanece constante a través de los cambios históricos.
Además del precepto general, existen unos preceptos primarios, deducidos del repertorio de las tendencias naturales del ser humano.
Estos se agrupan en tres órdenes de tendencias:
- En tanto que sustancia: tiende a conservar su vida. Su cumplimiento impone el deber moral de procurar la conservación de la existencia.
- En tanto que animal: tiende a procrear. De aquí se deducen ciertas normas de conducta relativas a la consecución del fin de la procreación y el cuidado de los hijos.
- En tanto que ser racional: el ser humano tiende a conocer la verdad y a vivir en sociedad, lo que implica una ordenación racional de la convivencia. De estas tendencias surgen las obligaciones morales de buscar la verdad y respetar las exigencias de la justicia, derivándose de aquí la necesidad de la Ley Positiva.