Filosofía de Platón y Descartes: Conceptos Clave y Paralelismos

Comparación Filosófica: Platón y Descartes

Para la comparación de Platón con Descartes, se podría explicar que:

Ambos defendían que el conocimiento es innato; sin embargo, para Platón, esto significa que las ideas son conocidas por el alma antes de unirse al cuerpo, mientras que para Descartes, las ideas verdaderas son connaturales a la razón y, por tanto, por el mero hecho de usarlas, persisten en el entendimiento. Los dos defendían la dualidad del hombre, constituidos por dos «mitades» absolutamente heterogéneas: alma y cuerpo. El alma es el lugar donde «reside» la verdad y el cuerpo es la fuente de nuestros errores. El alma de Platón es de naturaleza ideal y preexiste a su unión con el cuerpo, mientras que, para Descartes, el alma es «pensamiento» que no tiene ni realidad ni existencia separada del cuerpo. Ambos se inspiraron en las matemáticas para desarrollar su filosofía, pero eran muy antiguas, por tanto, «sus matemáticas» eran muy diferentes: la de Platón inspirada en las matemáticas de los matemáticos griegos antiguos y de la geometría de Euclides, mientras que la de Descartes se basa en el álgebra desarrollada por los matemáticos islámicos medievales.

Podríamos clasificarlos como idealistas, dado que reservan a las ideas el más alto grado de veracidad y certeza entre los distintos tipos de conocimiento que analizan. Sin embargo, la concepción de «idea» es completamente diferente: para Platón, las ideas tienen una «realidad separada», una existencia real fuera de mí, considerándolas la verdadera realidad, a diferencia de lo material; mientras que para Descartes, son fundamentalmente contenido mental, residiendo en mi pensamiento. Ambos son autores racionalistas porque afirman que mediante la razón se alcanza el conocimiento verdadero. Para Platón, el conocimiento es recuerdo, lo que está enlazado con el innatismo de las ideas, mientras que para Descartes es razonamiento. Algunas diferencias adicionales incluyen el uso que hace Descartes de la idea de Dios (el ser perfecto), la afirmación del hombre como el «cogito» (verdad autoevidente) o el tema de la duda metódica. Por otro lado, se destaca la obsesión platónica por la política o el tono místico y metafórico que utiliza en sus alegorías, como la de la caverna.

La Filosofía de Platón: Ontología y Epistemología

De entrada, cabe indicar la dificultad de separar las reflexiones ontológicas y epistemológicas en Platón, pues ambas van unidas. De hecho, Platón desarrolla una estratificación paralela de objetos por su grado de entidad y cognoscibilidad. Así, en una serie de alegorías y símiles como el de la línea y el de la caverna, Platón desarrolla un camino ascendente en la realidad y el conocimiento que lleva desde el mundo sensible y la opinión al mundo inteligible y la ciencia.

Para ello, Platón parte del supuesto de la objetividad y cognoscibilidad de lo real, de modo que lo verdaderamente cognoscible debe ser, por influencia de Parménides y Sócrates, algo estable, permanente, eterno y objeto de la inteligencia; frente a lo cual se oponen realidades aparentes, cambiantes, en devenir, efímeras y objeto de la sensibilidad, como defendía Heráclito.

Como consecuencia de dicho supuesto, Platón distingue entre el «mundo sensible» y el «mundo inteligible«, dando lugar a un «dualismo ontológico«.

Dualismo Ontológico: Mundo Sensible e Inteligible

El «mundo sensible«, tópos horatós (τόπος ὁρατός), que en la alegoría de la caverna se identifica con la propia caverna o morada-prisión, estaría caracterizado por el cambio, la inestabilidad y por ser objeto de la sensibilidad, estando constituido por todo aquello que conocemos por medio de los sentidos. En dicho mundo nos encontraríamos con las «imágenes de las cosas sensibles» de la «imaginación«, eikasía (εἰκασία); y, con las «cosas sensibles mismas», que son objeto de la «creencia«, pístis (πίστις). Ambas formas de conocimiento conforman la «opinión» o dóxa (δόξα), que se halla entre el ser y el no ser, siendo esta una forma de conocimiento contingente, subjetiva y particular.

A este mundo de apariencias cambiantes subyace una realidad permanente y eterna, perfecta: el «mundo inteligible«, tópos noetós (τόπος νοητός), el mundo exterior en la alegoría de la caverna. En él pasamos por las «hipótesis matemáticas«, que son objeto del «pensamiento discursivo» o diánoia (διάνοια), un grado de conocimiento que se ocupa de los objetos matemáticos; y, por las «Ideas«, que son objeto de la «inteligencia» o nóesis (νόησις), el conocimiento de la idea del «Bien«, tó agathón (τὸ ἀγαθόν) (el Sol). Esto, por su parte, formaría parte de la «ciencia» o epistéme (ἐπιστήμη), una forma de conocimiento necesario, objetivo y universal basado en las Ideas, y del cual se derivan la ciencia y la filosofía.

La Teoría de las Ideas Platónicas

Las Ideas, que se identifican con los conceptos universales que concebimos con el pensamiento, presentan, en Platón, un estatuto ontológico como universal real, existente, con contenido objetivo. Las ideas son eternas, inmutables, únicas, inteligibles, perfectas, causa y modelo de lo sensible. Es decir, son Ideas objetivas o Universales subsistentes, que existen en un mundo trascendente, separado de las cosas sensibles por una separación, chorismós (χωρισμός), prácticamente espacial y que rebasa la mera realidad subjetiva. Frente a ellas, las cosas sensibles son copias o participaciones, méthexis (μέθεξις), de esas realidades universales y que están sujetas al cambio propio de la materia. Unida a esta idea de la participación hallamos la figura platónica del Demiurgo o divino hacedor. Según aparece en el Timeo, el Demiurgo sería una inteligencia ordenadora, no una deidad creadora y providente al estilo judeocristiano, que habría ordenado la materia, el mundo sensible, según el «modelo», parádeigma (παράδειγμα), del mundo inteligible o de las Ideas, el cual es eterno. Al compartir las Ideas de Platón con el ser parmenídeo, eînai (εἶναι), las mismas categorías de universalidad, unicidad, inamovilidad o eternidad, algunos han denominado a la filosofía platónica como «realismo absoluto«, en tanto que otorga realidad a las Ideas, aunque también la han denominado como «idealismo«, en tanto que el mundo es concebido desde la Idea.

Como ya hemos dicho, la idea de Bien es considerada por Platón como la cumbre del saber, y ello se debe a que es el Principio absoluto de valor, es decir, que contiene en sí el ideal de la naturaleza humana y sus virtudes. Con lo que ya hemos hallado la necesaria fundamentación ontológica y epistemológica de la política, la cual se hallaba en esta teoría conocida como la «teoría de las Ideas o Formas platónicas«.

La Filosofía Política de Platón: Justicia y Estado Ideal

Partiendo de este principio, el Bien, Platón apunta a la «Justicia«, dikaiosýne (δικαιοσύνη), entendida como armonía, equilibrio y cumplimiento del principio de especialización, como la idea en torno a la cual debe articularse el estado ideal. Platón comparte con su época la imagen del ser humano como un animal social, político. De este modo, Platón establece una correlación estructural entre el individuo, su alma, y el Estado, entre la ética, la psicología y la política, las cuales tienen como objetivo alcanzar la virtud de la Justicia, identificada con el principio de especialización.

El Principio de Especialización y la Justicia

El «principio de especialización» platónico es un principio de raíz ontológica, que se fundamenta en el ser mismo de las cosas, en su esencia, que tiene una función, un fin al que están orientadas naturalmente. Así, la «Justicia» es que cada cual haga lo que le corresponde. Esto tiene una dimensión pragmática basada en la idea general de que con la especialización y la división del trabajo aumentan la eficacia y el rendimiento.

En La República, Platón trata de la justicia y de su relación con la «felicidad«. La justicia es, como ya hemos indicado, una cualidad de los estados y de los individuos.

Todos ellos componen la base económica de la ciudad y el conjunto de los individuos que los ejercen forman el grupo o la clase de los «productores«, la clase económicamente productiva que se ocupa de las funciones básicas de la vida o tó epithymetikón (τὸ ἐπιθυμητικόν).

Estructura del Estado y Formas de Gobierno

Una nueva clase o grupo social dedicado específicamente al mantenimiento de la convivencia social, a la ampliación del territorio y a la defensa de este y de la ciudad frente a las agresiones externas y los desórdenes internos. Este grupo son los «guardianes«. Por último, nos encontramos con las tareas de gobierno, que han de ser asignadas a un grupo reducido de ciudadanos escogido entre los mejores de los guardianes. Así, en realidad, la clase de los guardianes queda dividida en dos categorías o grupos: los «militares o guardianes auxiliares«, epíkouroi (ἐπίκουροι), y los «gobernantes o guardianes perfectos«, árchontes (ἄρχοντες). Más adelante, Platón identifica a los gobernantes o guardianes perfectos con el filósofo.

Esto nos deja con una estructura tripartita de la polis (πόλις) formada por: productores, auxiliares y guardianes perfectos. El estado puede ser:

  • Un estado disoluto, si predomina el alma apetitiva.
  • Un estado violento, si predomina el alma fogosa.
  • Un estado racional, si domina el alma racional.

Para Platón, la «monarquía o aristocracia» es la forma pura, ideal y perfecta de gobierno. Se trata del gobierno de los mejores, y en él el mando es ejercido por uno o varios hombres eminentes que gobiernan con sabiduría y prudencia. La degeneración de la monarquía o aristocracia da lugar a la «timocracia o timarquía«, en la cual predominan los elementos propios del alma irascible. En dicho régimen es la clase militar la que se apodera del poder oprimiendo a las clases inferiores en beneficio propio. Aunque este tipo de regímenes es injusto, al no existir justicia entre sus clases sociales, sigue conservando algunos rasgos aristocráticos.

La degeneración de la timocracia o timarquía da lugar a la «oligarquía«, consistente en el gobierno de una pequeña minoría que busca la concentración de riquezas. Ello divide la polis en dos clases antagónicas: la oligarquía enriquecida y la multitud empobrecida. De modo que esta es una forma de gobierno injusta que además domina por medio del terror y es caldo de cultivo de revueltas violentas.

De la expulsión de los oligarcas surge la «democracia«. En dicho régimen es el pueblo el que se apodera del gobierno. La «tiranía» se produce como consecuencia de la degeneración de la democracia y consiste en que un individuo capaz de poner orden accede al poder, normalmente el demagogo favorito del pueblo. La estructura tripartita del Estado coincide con la estructura tripartita del alma humana que propone Platón. De modo que nos encontramos con un paralelismo entre el alma y el estado, entre el individuo y las formas de gobierno, entre psicología y política. Dicho paralelismo es el que nos permite afirmar que la justicia es la misma en la ciudad y el individuo, con una mera diferencia de escala.

Antropología y Ética Platónica: El Alma y las Virtudes

Platón sostiene un dualismo antropológico al igual que su maestro Sócrates. Sin embargo, para Platón, el alma humana estaría compuesta por:

  1. Un «alma concupiscible o apetitiva«, residente en el bajo vientre y afectada por las bajas pasiones, tó epithymetikón (τὸ ἐπιθυμητικόν), que se ocupa de la nutrición y la reproducción.
  2. Un «alma irascible o fogosa«, residente en el pecho y afectada por las pasiones nobles o thymós (θυμός), que se ocupa de la defensa del individuo y sus allegados, asociándose al coraje, la valentía, etc.
  3. Un «alma racional«, residente en la cabeza, en el cerebro, que es inmortal y se ocupa de lo racional o calculador, tó logistikón (τὸ λογιστικόν).

Más detalladamente, Platón considera que la virtud o excelencia y la felicidad solo son alcanzables por medio del conocimiento, y más concretamente del Sumo Bien. Ello nos devuelve a la teoría del intelectualismo moral socrático, según la cual la virtud se reduce a saber, siendo el saber condición necesaria y suficiente para la excelencia y la felicidad. Ahora bien, el conocimiento de la idea del Bien, correlativamente, requiere la práctica de las virtudes de la:

  1. «Sabiduría«, Sophía (σοφία): virtud propia del alma racional y consistente en la orientación del hombre según el conocimiento intelectual frente a la mera opinión.
  2. «Coraje o fortaleza«, Andreía (ἀνδρεία): virtud propia del alma irascible o fogosa y que regula las pasiones nobles.
  3. «Templanza«, Sophrosýne (σωφροσύνη): virtud propia del alma concupiscible o apetitiva y que regula las bajas pasiones imponiendo moderación.
  4. «Justicia«, dikaiosýne (δικαιοσύνη): virtud general consistente en que cada parte del alma cumpla su función con armonía.

Dando un paso más, Platón considera la «educación«, paideía (παιδεία), como el medio más eficaz para la realización de la Justicia en los individuos y la sociedad y evitar su corrupción. De modo que una educación adecuada será el mejor instrumento para promover la justicia. Por ello, Platón presenta un proceso que se desarrolla en dos partes o etapas.

La primera fase o etapa, que abarca la infancia y la juventud, se orienta a la preparación de los guerreros o auxiliares; mientras que la segunda fase o etapa, que va desde la mayoría de edad a la madurez, se orienta a la formación de gobernantes o guardianes perfectos.

Para Platón, los gobernantes deben ser los sabios, ya que la política es un saber o epistéme (ἐπιστήμη). El saber que corresponde al verdadero político es la «filosofía«, philosophía (φιλοσοφία), el amor al saber.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *