Empirismo frente a Racionalismo: Un Contraste Filosófico
Ahora que hemos explicado ambos puntos de vista, podemos compararlos buscando coincidencias y diferencias. Esto nos permitirá entender y realizar un comentario de texto más profundo sobre Descartes, puesto que podremos compararlo con el empirismo.
Coincidencias entre Empirismo y Racionalismo
- Ambas corrientes filosóficas buscan un fundamento sólido para la ciencia.
- Ambas se centran en el sujeto, en cómo razona y en los contenidos de su mente: ideas en Descartes, percepciones en Hume.
- Lo que conocemos son ideas o percepciones que se encuentran en nuestra mente. Ya Descartes deja muy claro, y Hume coincide con él (veremos que Kant también), que no podemos saber con certeza cómo es el objeto que ha producido esas impresiones o ideas. Fue Descartes quien descubrió este problema fundamental para la filosofía moderna.
Diferencias Clave entre Empirismo y Racionalismo
- El Racionalismo confía en la capacidad deductiva de la razón, en su habilidad para producir conocimiento nuevo por sí misma. El Empirismo, por el contrario, cree que nuestros razonamientos se realizan siempre sobre la experiencia y la información que nos dan los sentidos.
- El Racionalismo afirma que la razón produce conocimiento necesariamente verdadero. El Empirismo defiende que, en el campo de las cuestiones de hecho, no hay necesidad, solo probabilidad. Hay necesidad en las relaciones entre ideas: un triángulo ha de tener necesariamente tres lados. Pero eso nada nos dice sobre si existe un solo triángulo en el universo; para saberlo, tenemos que recurrir a la experiencia.
- Descartes concluye que sus conocimientos se van a corresponder con el mundo real: la existencia de un Dios perfecto y bueno que lo ha creado se lo garantiza. Hume no confía en tal cosa (no es tampoco declaradamente ateo), por lo que es escéptico sobre si el mundo es tal y como lo conoce a través de sus impresiones e ideas.
El Concepto de Causalidad en la Filosofía Empirista
La causalidad es un concepto que usamos sistemáticamente en nuestros razonamientos y con el cual explicamos relaciones entre fenómenos. Es el tema desarrollado en el texto 7. No podemos saber, sin haber tenido experiencia, cuándo algo es causa de otra cosa.
Por ejemplo, sé que el fuego es causa del calor porque, repetidamente, he sentido calor al acercar la mano al fuego. Sé que mi amigo ha ido de viaje porque antes me había avisado. Si encontramos un reloj en una isla, razonaremos que antes hubo allí una persona. Sin embargo, estos razonamientos nunca son necesarios; son solo probables. Estaré seguro de algo si lo he percibido, si he tenido una impresión de ello. Y mis razonamientos causales acertarán con probabilidad, pero pueden fallar: no puedo estar seguro de cómo llegó el reloj hasta la isla; es solo probable que alguien estuviera allí antes, pero podría haber llegado por otros medios desconocidos para mí.
El Reloj de la Isla y la Causalidad Humeana
La tesis fundamental a desarrollar en relación con el texto 7 y el concepto de causalidad es que la relación entre una causa y su efecto nunca puede ser conocida por un razonamiento (a priori, dirá Kant), sino por la experiencia. Nadie, puesto frente a un objeto nuevo, puede descubrir sus causas y sus efectos antes de haberlos experimentado y solo razonando sobre ellos. Un texto de Hume explica esto mejor que nadie:
Adán, aun suponiendo que sus facultades racionales fueran desde el principio perfectas, no hubiera jamás podido inferir de la fluidez y transparencia del agua que podría ahogarle…
Esta tesis es frontalmente opuesta al proyecto racionalista de Descartes de construir una ciencia deductiva. Solo descubrimos nuevos conocimientos por experiencia, y solo conocemos las causas y efectos de algo por experiencia.
El Fenomenalismo de Hume: La Naturaleza del Conocimiento
Siendo coherente con lo que hemos visto hasta ahora de la filosofía de Hume, cabe preguntarse: ¿cómo son las cosas en sí? No lo podemos saber; solo conocemos las impresiones que producen en nosotros.
Ejemplo: Para nosotros, el aire no es sólido; para un insecto que vuela dentro de él, será mucho más sólido, puesto que puede apoyarse y volar. Para una partícula alfa que viene tranquilamente desde el sol y choca contra una molécula que forma parte del aire y se rompe contra ella, el aire es muy sólido, casi un muro. No conocemos los objetos en sí, sino cómo son para nosotros. Ese es el concepto de fenómeno que usan estos filósofos: algo tal y como alguien lo capta.
Todo nuestro conocimiento se basa en impresiones, en cómo captamos los objetos o fenómenos a través de nuestros sentidos. Pero esas impresiones ya están dentro de nuestra mente. No sabemos cómo son en sí los objetos que las han producido, ni llegaremos a saberlo nunca. En realidad, tampoco debería preocuparnos mucho, pero eso sí, tenemos que ser conscientes de los límites de nuestro conocimiento. Esa es la actitud de Hume, que expone en parte en el texto 8.
Sustancia y Accidente desde la Perspectiva Humeana
En el texto 8, Hume analiza el concepto de sustancia y accidente, que nos remite inevitablemente a Aristóteles y que Descartes usa frecuentemente. La distinción entre sustancia —algo que permanece, un sujeto que tiene una existencia autónoma, como diría Descartes: algo que no necesita de otra cosa para existir— y el accidente —entendido como las propiedades que vemos y pueden cambiar— es una distinción sin base alguna.
No captamos sustancias, sino accidentes; en terminología de Hume, sería mejor decir que captamos impresiones y punto. Y yo no tengo la impresión de mesa o manzana; tengo una colección de impresiones que suelen ir juntas y que en cualquier momento puede cambiar porque puedo descubrir una nueva propiedad.
El ejemplo de Hume es el del oro: algo amarillo, maleable, que se funde con el calor… y un día descubro que se disuelve en agua regia, y a partir de ese momento le atribuyo esa propiedad a su esencia o sustancia. No hay tal sustancia; hay solo propiedades que voy descubriendo, fenómenos, impresiones que mi memoria y entendimiento unen porque suelen ir juntas.
Este planteamiento es inquietante porque deja abierta la pregunta sobre cómo será el mundo en sí mismo, al margen de cómo lo conocemos a través de las impresiones que tenemos de él. Pero ya Kant aceptará que tenemos que renunciar a saberlo.
Fenomenalismo y Causalidad en Hume
Los Límites de la Ciencia: Probabilidad y Necesidad
Las ciencias basadas en la experiencia nos proporcionan probabilidad, nada más, puesto que se basan en cuestiones de hecho. Solo las ciencias formales, como las matemáticas, aseguran necesidad, pero, a cambio, no son capaces de garantizarnos la existencia real de lo que hablan; tratan de relaciones entre ideas.
Hume va a aplicar este principio a algunas de las ideas que manejamos y va a comprobar hasta qué punto podemos encontrar impresiones en las que apoyarlas.
Síntesis de la Teoría del Conocimiento de Hume
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Elementos de nuestro conocimiento: percepciones
- Impresiones e ideas: Ambas son percepciones de nuestra mente.
- Se dividen en simples y complejas.
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Asociaciones que nuestro entendimiento realiza:
- Contigüidad
- Semejanza
- Causa-efecto
A partir de aquí, obtenemos cuestiones de hecho y relaciones entre ideas. Unas son probables y otras necesarias. La asociación se basa en el hábito, la costumbre.
Teoría del Conocimiento o Gnoseología en Hume
¿De dónde proceden los conocimientos que el ser humano tiene? No es una pregunta nueva, puesto que desde Platón ya se había intentado responder a esto. Lo nuevo es el enfoque, aunque no del todo nuevo, puesto que ya Locke había realizado algo parecido. Hume es empirista, luego se niega a aceptar, como afirmaban los racionalistas, que la razón tuviera en sí ideas innatas. Todo lo que hay en nuestra mente procede de la experiencia, de la empeiria que dirían los griegos.
Y ese ha de ser nuestro límite: si manejo una idea, un concepto, y no soy capaz de explicar de qué experiencia sensible la he sacado, es que no es en absoluto fiable. Esa es una concepción fundamental. A los contenidos de nuestra mente, Hume los llama percepciones. Las hay de dos tipos: impresiones e ideas.
- Las impresiones son vivas y nos las transmiten los sentidos.
- Las ideas son copias, recuerdos, cuando el objeto que produjo la impresión ya no está presente.
Si miro mi habitación, tengo impresiones. Cuando cierro los ojos y pienso en mi habitación, las ideas que formo son copias de las impresiones que he tenido, dice Hume.
Volviendo a formular lo anterior en términos de Hume: si tengo una idea, tiene que estar basada en impresiones o conjuntos de impresiones que tuve en su momento. De lo contrario, esa idea es algo vacío, una fantasía que mi entendimiento ha creado por su cuenta, algo incierto. Solo puedo estar verdaderamente seguro de algo de lo cual haya tenido una impresión.
Impresiones e Ideas: Simples y Complejas
A su vez, hay impresiones simples y complejas:
- Una mancha roja es una impresión simple.
- Una manzana es una impresión compleja: una forma más un color más un sabor, etc.
También hay ideas simples, como la idea de frío, redondo, rojo. Pero hay ideas complejas que son las que más nos interesan. La idea de manzana es una idea compleja que yo he construido con las impresiones que he ido teniendo a lo largo de mi vida: redondas, rojas, verdes, con este o aquel sabor. Voy sumando impresiones hasta llegar a una idea cada vez más compleja.
Mecanismos de Asociación de Ideas
Esa suma de impresiones se produce por una asociación que mi entendimiento realiza por tres mecanismos:
- Contigüidad
- Semejanza
- Causa-efecto
Sigamos con el ejemplo de la manzana (que es mío, pero sirve para un examen): si repetidamente tengo juntas varias impresiones simples como redondo, rojo, olor a manzana, sabor a manzana, las asocio por contigüidad, puesto que siempre aparecen juntas. Es la costumbre, el hábito, la base psicológica de esa asociación.
Probabilidad frente a Certeza en el Conocimiento
Hasta ahora siempre iban juntas, pero pueden cambiar en cualquier momento. Yo no voy a estar seguro de que sabe a manzana hasta que le dé un mordisco, hasta que no tenga la impresión correspondiente. Puede tener el aspecto y el olor de una manzana y saber a melón. Hasta que no la muerda, no estaré seguro.
Hasta ahora siempre sabía a manzana, pero no puedo saber con certeza qué pasará en el futuro, solo con probabilidad. Si tiene ese aspecto y huele así, es probable, solo probable, que sepa a manzana, pero seguro solo voy a estar cuando la muerda. Sobre el futuro, solo tengo probabilidades, nunca certezas. Ese es el límite de mi conocimiento. Hasta ahora el sol siempre ha salido y lo más probable es que mañana vuelva a hacerlo, pero nunca estaré seguro hasta verlo.
Un ejemplo de conexión causa-efecto: hasta ahora, siempre que he visto humo, había una combustión. Eso no me garantiza que si mañana veo humo, la causa sea necesariamente una combustión. En la terminología de Hume, a eso le llaman cuestiones de hecho y son meramente probables. Por la experiencia y el hábito, voy estableciendo conexiones entre hechos; así construyo mi conocimiento, pero he de ser consciente de que entre ellas no existe necesidad.
Relaciones entre Ideas: Necesidad y Existencia
Además de cuestiones de hecho, nuestro conocimiento avanza estableciendo relaciones entre ideas. Estas sí son necesarias, pero eso no tiene que ver con su existencia real. Las matemáticas están construidas exclusivamente sobre relaciones entre ideas. Yo puedo hacer una demostración en álgebra sin saber si existe algún objeto real que se corresponda con esos símbolos.
Para distinguir lo necesario de lo probable, basta hacer la siguiente prueba: si algo es necesario, lo opuesto es imposible, impensable. No puedo pensar o imaginar un círculo cuyos puntos no sean equidistantes del centro; ya no es un círculo. Por ello, en un círculo, sus puntos necesariamente han de ser equidistantes del centro. Sin embargo, sí puedo imaginar que el sol no salga mañana; luego, no necesariamente saldrá, probablemente sí, pero no necesariamente.
El Proyecto Filosófico de David Hume
Hume se plantea escribir un Tratado sobre la Naturaleza Humana porque piensa que la ciencia y el conocimiento son productos de esa naturaleza humana y quiere edificar una nueva ciencia a partir de los mecanismos de funcionamiento de la mente humana. No le interesa crear una nueva ciencia natural: la ciencia natural ya había encontrado su método, el de Galileo, luego aplicado por Newton y sus sucesores. La ciencia ya avanzaba con fuerza en la época de Hume; ya había encontrado su camino.
Era la filosofía la que tenía que encontrar el suyo: la lógica, la política, la moral… Hume cree que, aplicando en lo posible el método experimental de la ciencia al ser humano (hoy en día diríamos, estudiando la psicología del ser humano), era posible edificar esa nueva ética, lógica y política.
Años después escribe la Investigación sobre el Conocimiento Humano y afirma que es una obra más profunda y que supera al Tratado.
Su proyecto, por lo tanto, es empirista: va a construir una filosofía basada en la observación, en la experiencia sobre el ser humano.