José Ortega y Gasset
El problema del ser humano
Ortega y Gasset piensa que el ser humano no posee una naturaleza concreta que lo defina. La naturaleza humana no es fija, permanente, sino que es devenir, un proyecto que se está construyendo permanentemente. El ser humano está obligado a hacerse a sí mismo. La vida es la palabra que empleamos para referirnos a nuestra experiencia de la realidad y, en este sentido, abarca el conjunto de nuestras propias vivencias, en el que estas se hacen presentes: el mundo. Ortega une lo que la tradición filosófica había tendido a separar desde sus propios inicios, a saber: el mundo o circunstancia y el yo o subjetividad. Implica el rechazo y abandono del dualismo ontológico. Para Ortega, no existe una naturaleza o esencia humana inalterable y eterna; esto no significa que los hombres no tengan nada en común. Y esto es así precisamente porque todo aquello que el hombre puede llegar a ser está condicionado por una serie de elementos. Estas son las “Categorías de la vida”.
San Agustín de Hipona
La política en San Agustín
San Agustín expone sus reflexiones acerca de ellas en La Ciudad de Dios, obra escrita a raíz de la caída de Roma. En esta obra, San Agustín ensaya una explicación histórica para tales hechos partiendo de la concepción de la historia como el resultado de la lucha de dos ciudades: la ciudad del bien y la ciudad del mal. La historia de la humanidad, sus sucesivas civilizaciones y estados, siempre ha estado dominada por este conflicto de intereses que San Agustín expresa con la metáfora de las ciudades. La Ciudad de Dios la componen los creyentes; la ciudad terrenal, aquellos que no creen. Esa lucha continuará hasta el final de los tiempos, momento en el que la Ciudad de Dios triunfará sobre la ciudad del mal.
El conocimiento en San Agustín
San Agustín reconoce que hay dos formas de conocer: mediante la razón y la fe; sin embargo, el criterio último de verdad está en la fe. Por otro lado, frente al enfrentamiento entre la razón y la duda, es decir, ante las teorías del escepticismo que sostienen que es imposible adquirir conocimiento, San Agustín argumenta que, incluso si los escépticos tuvieran razón, tendrían que admitir que el hombre existe porque puede equivocarse, lo cual es un antecedente del “pienso, luego existo” de Descartes. San Agustín se centra en la relación del alma con Dios desde la conciencia. Para conocer, son necesarias unas ideas que han sido puestas por Dios, que también es inmutable y necesario, y que no pueden haber sido inventadas por el hombre, que es un ser contingente y cambiante. San Agustín habla de la teoría de la iluminación: gracias a la iluminación del alma, la mente es capaz de aprehender la esencia de estas ideas de origen divino. Lo que percibe es un reflejo de ellas, lo que capacita para ver esa parte inmutable y necesaria de todas las cosas que es el reflejo de Dios. Sin Dios no podríamos conocer nada.
Antropología en San Agustín
San Agustín es dualista porque cree que el ser humano tiene cuerpo y alma de forma separada, pero siendo el alma dominante, inmortal, inmaterial y espiritual. Dice que es inmortal porque no está dividida en partes. También dice que el alma ha sido creada por Dios de forma individual. La existencia del pecado original, a su vez, planteaba dudas sobre la posibilidad de que hubiese almas imperfectas, y por eso San Agustín acabó negándolo y se adaptó a la teología. La creación es un acto libre de Dios, donde las esencias de las cosas están en Su mente como modelos. Esta teoría se llama ejemplarismo.
La ética en San Agustín
Para San Agustín, el mal no es una esencia, sino más bien la carencia de algo. El mal moral o pecado es, por tanto, un acto libre del ser humano que se aparta de Dios. El pecado tiene su raíz en el pecado original de Adán y Eva, en su libre elección, y por tanto no se origina en Dios. Dios nos ha dado la libertad de obrar bien o mal: el libre albedrío. El hombre tiende hacia el mal como consecuencia del pecado original y los deseos físicos, pero debe buscar su propio bien, que no es otro que Dios. Gracias a la gracia divina y a la libertad que Dios nos otorga, Él nos impulsa a hacer el bien. El hombre necesita la ayuda de Dios para hacer el bien.
Santo Tomás de Aquino
La relación entre fe y razón
Santo Tomás de Aquino sostiene que la filosofía y la teología son dos ciencias totalmente diferentes, pero ambas pueden llegar a la verdad última: la filosofía mediante la razón, y la teología mediante la revelación y Dios. Si se ocuparan del mismo tema, tendrían que coincidir en las mismas ideas. Como la razón tiene límites, se recurre a los artículos de fe, los cuales, con sus afirmaciones, ayudan a confirmar las teorías de la razón. Esto da lugar a dos escenarios: si la filosofía llega a teorías contrarias a esos artículos de fe, la filosofía se ha equivocado. La razón puede ayudar a la fe en sus métodos de exposición y análisis, contribuyendo así a que la fe se comprenda de manera más racional. En conclusión, la razón es limitada frente a la fe; por lo tanto, la fe es superior.
Platón
La teoría del conocimiento
Para Platón, el mundo se divide en dos planos, esto se llama dualismo ontológico: está el Mundo de las Ideas (o Mundo Inteligible) y el Mundo Sensible (o realidad material). En el Mundo de las Ideas, las Ideas son inmateriales, inmortales, inmutables y eternas. Son el modelo para las cosas materiales del Mundo Sensible. Esto es lo que para Platón verdaderamente existe. La Idea más importante es la Idea del Bien. El Demiurgo es un artesano divino que toma los modelos (las Ideas) del Mundo de las Ideas y crea copias en el Mundo Sensible. El Mundo Sensible está compuesto por copias imperfectas del Mundo de las Ideas. Estas copias se ven afectadas por el tiempo, lo que da lugar a las imperfecciones propias de la materia.
La organización social ideal
Para que haya justicia en la polis ideal de Platón, debe desaparecer la propiedad privada y la distinción entre riqueza y pobreza en las clases gobernantes (guardianes y filósofos-gobernantes). Los medios de producción deben estar en manos de la clase de los productores (artesanos y trabajadores). La estructura familiar tradicional debe abolirse para las clases gobernantes, las mujeres deben recibir la misma educación y tener las mismas oportunidades que los hombres, y la procreación debe ser regulada por el Estado para asegurar la mejor descendencia.
Aristóteles
La concepción del ser humano
Aristóteles era monista; creía que el alma y el cuerpo son indivisibles, el alma da vida al cuerpo y no puede existir sin él. El alma es mortal y es el principio vital que constituye a los seres vivos, diferenciándolos de los seres inertes. Distingue diferentes tipos de alma:
- Alma vegetativa: responsable de la nutrición, crecimiento y reproducción. Presente en plantas, animales y seres humanos.
- Alma sensitiva: permite la percepción del mundo exterior, las sensaciones y los deseos. Presente en animales y seres humanos.
- Alma racional: exclusiva del ser humano, permite la función del intelecto y el pensamiento.
La filosofía de Aristóteles es teleológica, lo que significa que todo tiende a un fin. El fin del ser humano es realizar plenamente su capacidad de pensamiento, pues esta es su cualidad característica.
La ética en Aristóteles
Aristóteles sostiene que la virtud (areté) es la excelencia en la práctica de la razón; está individualizada y caracteriza al ser humano. Distingue dos tipos de virtud:
- Virtudes éticas (o morales): perfeccionan el carácter y se relacionan con la parte desiderativa del alma (regulada por la razón). Se adquieren por la costumbre.
- Virtudes dianoéticas (o intelectuales): perfeccionan el entendimiento (alma racional). Se adquieren por la enseñanza.
Al igual que Platón, Aristóteles considera que para alcanzar la felicidad (eudaimonía) hay que guiarse por la virtud. La felicidad es el bien supremo y perfecto, depende de nuestras acciones y es el fin último de todos nuestros objetivos, que son teleológicos. La felicidad plena solo se alcanza en el seno de la polis (la ciudad-estado). Vivir bien está intrínsecamente relacionado con la eudaimonía, que es el florecimiento humano o la vida lograda, más que una simple sensación de placer. Esta búsqueda de la felicidad se consigue a través de una vida virtuosa, no meramente a través de placeres fugaces. Para establecer estos principios, Aristóteles se refiere al ergon (la función propia) del ser humano, que es la actividad racional.