Santo Tomás de Aquino: Demostración de Dios y Fundamentos del Conocer

Teología según Santo Tomás de Aquino

Las pruebas que Santo Tomás propone para demostrar la existencia de Dios se incluyen dentro de la Teología natural, que es la parte de la filosofía que se encarga del estudio de Dios desde la razón. En primer lugar, se debe determinar si Dios existe, y solo después podremos ocuparnos de determinar cómo es, es decir, su esencia o naturaleza.

Antes de intentar demostrar que Dios existe, Santo Tomás aborda dos cuestiones previas fundamentales: primero, si la existencia de Dios es evidente (¿Dios es evidente?), y segundo, si es posible demostrarla (¿Se puede demostrar la existencia de Dios?), ya que, si no fuera evidente, necesitaría demostración.

¿Es la existencia de Dios evidente?

Una proposición se considera evidente cuando el predicado está incluido en la definición o concepto del sujeto. En la proposición «Dios existe», el predicado «existir» está conceptualmente incluido en el sujeto «Dios», ya que Dios es concebido como el ser que existe necesariamente, aquel cuya esencia implica su existencia.

Santo Tomás distingue aquí dos tipos de evidencia:

  • Evidencia en sí misma (secundum se): La proposición «Dios existe» es evidente en sí misma porque, si se comprende plenamente lo que significa «Dios» (un ser máximamente perfecto, cuya esencia es existir), se deduce lógicamente que le corresponde el predicado «existir».
  • Evidencia para nosotros (quoad nos): Sin embargo, la proposición «Dios existe» no es evidente para nosotros. Muchos seres humanos no comprenden la naturaleza de Dios de tal manera que perciban inmediatamente que su existencia es necesaria. Para la mayoría, el concepto de Dios no incluye de forma clara e inmediata su existencia. Por ello, es necesario demostrar que Dios existe, ya que su existencia no es autoevidente para la razón humana limitada.

¿Se puede demostrar la existencia de Dios?

La demostración de la existencia de Dios, según Santo Tomás, debe ser a posteriori, es decir, partiendo de sus efectos observables en el mundo, siendo Dios la causa de esos efectos. Surge una objeción: ninguna causa puede ser demostrada adecuadamente por efectos que son desproporcionados a ella, y todos los efectos creados (finitos) son desproporcionados con respecto a Dios (infinito). Esto parecería implicar que no es posible demostrar la existencia de Dios.

A esto, Santo Tomás responde que la proporción adecuada entre efectos y causa es necesaria para obtener un conocimiento perfecto de la naturaleza de la causa. No obstante, para demostrar simplemente que la causa existe, no es imprescindible tal proporción. Aunque los efectos sean finitos, pueden revelar la existencia de una causa trascendente e infinita. Por lo tanto, se debe emprender la demostración de la existencia de Dios. Dado que una demostración a priori (como el argumento ontológico de San Anselmo, que parte de la idea de Dios para afirmar su existencia real) no es considerada válida por Santo Tomás para probar la existencia real, la demostración debe ser a posteriori.

Como pensador influenciado por Aristóteles, Santo Tomás sostiene que todo conocimiento humano comienza con la experiencia sensible. La información que nos proporcionan los sentidos es el punto de partida. Esto se aplica incluso a la demostración de la existencia de Dios: es necesario partir de un hecho de experiencia constatable y, a partir de ahí, razonar hasta llegar a Dios como su causa primera o explicación última.

Las Cinco Vías Tomistas para Demostrar la Existencia de Dios

Santo Tomás propone un total de cinco vías (quinque viae) para demostrar racionalmente la existencia de Dios. En todas ellas se observan las siguientes características comunes:

  • El punto de partida es siempre un hecho de experiencia observable en el mundo sensible.
  • Se aplica el principio de causalidad: se busca una causa eficiente o razón suficiente para ese hecho.
  • Se argumenta la imposibilidad de proceder al infinito en la serie de causas (regressus in infinitum), porque si la cadena de causas fuera infinita, el hecho inicial quedaría sin explicación última. Se debe encontrar una causa primera o causa incausada.
  • Esta causa última o primera, que es el punto de llegada necesario en cada una de las cinco vías, es lo que todos entienden por Dios.

Las cinco vías son:

  1. Primera Vía: El movimiento (ex motu). Argumenta desde el movimiento en el mundo a un Primer Motor Inmóvil.
  2. Segunda Vía: La causalidad eficiente (ex causa efficiente). Argumenta desde las causas eficientes observadas a una Primera Causa Incausada. (Un agente que provoca el cambio).
  3. Tercera Vía: La contingencia y el ser necesario (ex possibili et necessario). Argumenta desde los seres contingentes (que pueden ser o no ser) a un Ser Necesario por sí mismo.
  4. Cuarta Vía: Los grados de perfección (ex gradibus perfectionis). Argumenta desde los diferentes grados de perfección en las cosas a un Ser Sumamente Perfecto.
  5. Quinta Vía: La finalidad o gobierno del mundo (ex gubernatione rerum). Argumenta desde el orden y la finalidad en el universo a una Inteligencia Ordenadora Suprema.

Epistemología según Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás aplica la teoría del hilemorfismo (materia y forma) a su estudio sobre el ser humano: el hombre es un compuesto de materia (cuerpo) y forma (alma), que poseen una unión sustancial, no pudiendo existir naturalmente por separado durante la vida terrenal. Aplicado al conocimiento, el entendimiento humano está intrínsecamente vinculado a un cuerpo del que depende para su operación, y no puede tener conocimiento sino a través de la mediación de los sentidos de ese cuerpo. Por ello, defiende un empirismo moderado: la mente humana al nacer es una tabula rasa (tabla rasa, sin ideas innatas), pero está naturalmente capacitada para el conocimiento a partir de la experiencia sensible.

El Proceso del Conocimiento

Santo Tomás establece que se pueden distinguir dos momentos o niveles principales en el proceso de conocimiento:

1. Primer Momento: Conocimiento Sensible

Este es un primer momento de relativa pasividad en el que el sujeto cognoscente recibe información del mundo exterior por medio de los sentidos externos (vista, oído, tacto, gusto, olfato) y el sentido común (que unifica las sensaciones de los sentidos externos y las atribuye a un objeto único). Los sentidos externos informan de diferentes características particulares del objeto, y el sentido común las integra. Esto da lugar a lo que denomina la especie sensible impresa: la imagen o impresión que el objeto sensible produce en los órganos sensoriales y en la facultad sensitiva, representando al objeto tal como está presente.

Luego actúan los sentidos internos: la imaginación (o fantasía, que conserva y reproduce las imágenes de los objetos ausentes), la memoria sensitiva (que reconoce esas imágenes como pasadas) y la estimativa (en los animales) o cogitativa (en el hombre, que capta valores no directamente sensibles, como lo útil o lo nocivo). Gracias a estos, el sujeto es capaz de formar en su interior una imagen completa de la cosa particular, incluso sin que esta esté presente. Es la llamada imagen sensible expresa o fantasma.

Hasta este punto, nos encontramos en el nivel del conocimiento sensible, que es siempre conocimiento de objetos particulares y concretos.

2. Segundo Momento: El Entendimiento y la Abstracción

El ser humano también es capaz de formar conceptos sobre universales (ideas generales aplicables a muchos individuos, como «hombre», «animal»). El paso del conocimiento de lo particular a lo universal se da en este segundo momento, tarea propia del entendimiento (o intelecto).

Aquí intervienen dos aspectos del entendimiento:

  • El entendimiento agente (intellectus agens): Es la facultad activa del intelecto. Su función es iluminar los fantasmas (imágenes sensibles) proporcionados por los sentidos internos y abstraer de ellos la forma o esencia universal, despojándola de sus condiciones materiales e individuales. Se queda con lo común y esencial a todos los particulares de una misma clase y elabora así el concepto universal. Este concepto, en cuanto potencialidad de ser entendido, es la especie inteligible.
  • El entendimiento paciente (intellectus possibilis), también llamado entendimiento posible: Es la facultad pasiva del intelecto. Recibe la especie inteligible impresa (el universal abstraído por el entendimiento agente) y, al recibirla, pasa de la potencia al acto de conocer el universal. Es aquí donde reside el conocimiento intelectual propiamente dicho. El entendimiento paciente, una vez informado por la especie inteligible, produce la especie inteligible expresa, que es el concepto formal o verbo mental. Actúa, por así decirlo, como la ‘memoria’ de los universales, conservando los conceptos adquiridos.

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