Sociedad ilustrada

1. La reflexión ética; ética y moral


Como ya vimos anteriormente, la moral está formada por un conjunto de normas individuales de conducta, que pueden variar según la persona.
La moral está relacionada con lo que nos parece correcto e incorrecto. En cambio, la ética es la reflexión acerca de la moral. La ética se pregunta por qué ciertas cosas son buenas o malas, tratando de encontrar el fundamento de nuestros juicios morales. Sin embargo, debemos distinguir, a su vez, la ética como disciplina filosófica, que es una reflexión crítica que tiene como objetivo establecer los fundamentos de una moral universal.

1.1. Distintas perspectivas de la ética; intelectualismo y emotivismo moral


La ética es una disciplina con una importante dimensión práctica. Las cuestiones éticas tienen una relación directa con lo que parece que debe hacerse o evitarse, por eso la ética siempre ha sido un campo muy controvertido. A lo largo del tiempo, los filósofos han mantenido posiciones enfrentadas en torno a los
principales problemas éticos, dado que no han logrado ponerse de acuerdo. Esta disputa extiende a múltiples aspectos de la ética. El debate en torno a la base de la ética ha dividido a los filósofos durante siglos. La disputa surge al tratar de responder la siguiente pregunta: ¿En qué se basan nuestros juicios morales? Algunos autores creen que la razón es la base de la moral. Según estos filósofos, para saber lo que está bien y lo que está mal debemos usar la inteligencia. La ética es una cuestión racional práctica ligada al conocimiento. Esta posición se denomina intelectualismo moral, y podemos destacar a varios defensores como Sócrates, Platón y Kant. La posición opuesta es el emotivismo moral. Para los emotivistas, la base de nuestros juicios morales está en los sentimientos, dado que estos nos ayudan a determinar lo que es bueno y lo que es malo. Cuando decimos que una acción es incorrecta, en realidad lo que estamos expresando es la sensación de rechazo que ese comportamiento nos provoca. De acuerdo con esta teoría, la razón debe ajustarse a lo que dicen los sentimientos.

1.2. Éticas materiales y éticas formales


Aunque los filósofos aceptan que la ética es una reflexión acerca de la moral, surgen discrepancias cuando se plantea la cuestión relacionada con el contenido específico del que
debe ocuparse esta disciplina. Algunos autores piensan que la tarea de la ética es encontrar cuáles son los fines a los que debemos aspirar los seres humanos. Según esta visión, la ética tiene un contenido material, porque se ocupa de algo concreto. El filósofo Epicuro habla sobre que la ética debe orientarnos para alcanzar la felicidad, que se obtiene buscando el placer y evitando el dolor. Así pues, el contenido de la ética es la búsqueda de un propósito determinado, que en este caso es el placer. Sin embargo, otros autores como Kant creen que la ética no debe proponernos ningún contenido material concreto, dado que hacerlo significaría limitar la libertad del individuo, que debe tener total autonomía para proponerse a sí mismo los fines que le parezcan más apropiados. Por tanto, la ética sólo puede aspirar a decirnos cuál es la forma que deben tener las normas que nosotros mismos elegimos de acuerdo con nuestros propios fines.

2. Teorías éticas. 2.1. La ética del bien: eudemonismo, hedonismo y utilitarismo


La ética de Aristóteles trata de orientarnos para que seamos capaces de alcanzar el mayor bien posible en nuestra vida.
Por eso decimos que es una ética del bien. Aristóteles sostiene que el bien máximo al que podemos aspirar las personas es la felicidad. El término griego para referirse a la felicidad es eudaimonía. Como el ser humano es un animal capaz de razonar, Aristóteles considera que la felicidad más elevada consistirá en ejercitar esta facultad. Aristóteles, por tanto, sostiene que la felicidad
consiste en la vida racional. Aunque la propuesta de Aristóteles sea acertada para la vida solitaria, no se puede aplicar para la vida práctica. Por tanto, según Aristóteles, debemos ejercitarnos en desarrollar la virtud. Aristóteles pensaba que las personas felices son las que saben actuar correctamente y elegir el término medio entre dos extremos (usando la razón), según las circunstancias. Por otro lado, la ética de Epicuro es una ética del bien que insiste en que el placer es el bien supremo que debemos tratar de alcanzar en nuestra vida. El término griego para referirse al placer es



hedoné. Según Epicuro, para encontrar la felicidad debemos buscar la calma (ataraxia) y el sosiego. Además, Epicuro distingue tres tipos distintos de placeres: ● Placeres naturales y necesarios, como alimentarse, vestirse, reflexionar y cultivar la amistad. ● Placeres naturales pero innecesarios, relacionados con el lujo o las diversiones exóticas y refinadas. ● Placeres que no son ni naturales necesarios, como ocurre con el ansia de fama o éxito social. Finalmente, para poder alcanzar la felicidad debemos centrarnos en satisfacer nuestros deseos naturales y necesarios, y controlar el placer físico. Por otro lado, la ética utilitarista comparte los objetivos de la felicidad y el placer con Aristóteles y Epicuro. Sin embargo, los utilitaristas creen que estos objetivos sólo tienen en cuenta la felicidad del individuo aislado. Según el utilitarismo, debemos ir más allá del punto de vista individual. A la hora de actuar, hemos de pensar en las consecuencias de lo que vamos a hacer, es decir, considerar cómo nuestras acciones pueden repercutir en terceras personas. Aun así, se puede dar una situación que haga felices a unos e infelices a otros a la vez. En este caso, deberíamos realizar un cálculo de los placeres para así tener en cuenta el número de personas que van a resultar beneficiados y perjudicados. Una acción es útil si van a salir beneficiadas muchas personas, produciendo a su vez el menor dolor a otros. Según el utilitarismo, los gobernantes deben actuar pensando en las consecuencias de sus acciones y tratando de beneficiar al mayor número posible de personas, sin pensar en sus preferencias personales.

2.2. La ética del deber como ética formal; el imperativo categórico kantiano


Todas las propuestas éticas anteriores son éticas del bien porque consideran que la vida humana debe orientarse para conseguir un objetivo supremo. Kant denominaba éticas materiales a estas concepciones en las que se nos propone un objetivo determinado. Kant pensaba que las éticas materiales presentaban grandes inconvenientes como que sus normas  siempre son hipotéticas y heterónomas. Kant también señalaba que todas las éticas materiales son a posteriori, es decir, para saber cómo debemos comportarnos debemos basarnos en la experiencia. Elaboró una teoría ética distinta. La filosofía moral de Kant


pretende ser una ética necesaria, autónoma y a priori. Kant insiste en que las normas éticas no deben depender de ninguna condición, sino que han de ser universalmente válidas. Además, creía que la base de la ética debe ser la autonomía del sujeto. Kant creía que se podía realizar una ética formada por estas ideas únicamente si renunciamos a buscar un objetivo concreto para nuestras vidas. La propuesta de Kant es, por tanto, una ética formal. Lo que hace esta ética es señalarnos cuál debe ser la forma que deben tener los mandatos que cada cual debe elaborar por sí mismos. El imperativo categórico está íntimamente unido al deber. De acuerdo con este punto de vista, las consecuencias no son importantes, sino que para saber si una acción es correcta debemos
saber si la intención que tenemos al actuar también lo es.

2.3. La ética de la justicia; ética de la imparcialidad. La ética del consenso


Desde los inicios del pensamiento filosófico, la justicia ha sido considerada como una virtud ética fundamental. La justicia consiste en dar a cada persona lo que le corresponde. En cada sociedad, se deben elaborar unas normas mínimas de convivencia que todos podamos aceptar. Las éticas de la justicia se centran en analizar cómo podríamos crear esas normas
armonizadas. El filósofo John Rawls reflexiónó sobre la justicia, llegó a la conclusión de que las normas no son justas cuando están diseñadas para beneficiar a un grupo concreto de personas perjudicando al resto de la población. Por tanto, para establecer unas normas justas debemos llegar a un acuerdo que sea aceptable para todos. Para conseguir que las normas sean imparciales, los participantes no deberían saber cuáles van a ser sus circunstancias en el futuro, como si existiese sobre ellos un velo de ignorancia. Según Rawls, en estas circunstancias los participantes tratarán de conseguir que la posición social más desfavorecida tuviera las mejores condiciones de vida posibles. Esto en la práctica se traduce en dos principios fundamentales que constituyen la base de la justicia social: ● Principio de igualdad: todas las personas tienen derechos y la máxima libertad posible. ● Principio de diferencia: las diferencias sociales son justas si producen un beneficio para
todos los individuos. La propuesta ética de Karl Otto Apel y Habermas también


pretende diseñar un procedimiento que nos permita elaborar normas justas. Según estos autores, esto sólo se puede conseguir mediante un diálogo sincero y abierto. Podemos señalar, por tanto, que una norma es justa cuando los afectados por ella están de acuerdo en aceptarla tras haber dialogado sobre su contenido y consecuencias.

2.4. La ética dialógica


La propuesta ética de Karl Otto Apel y Jürgen Habermas aspira a diseñar un procedimiento que nos permita elaborar normas justas. Proponen una ética dialógica basada en el consenso. Cualquier proceso de diálogo deberá tener en cuenta una multiplicidad de perspectivas diferentes que no siempre resulta fácil conjugar. Podemos decir que una norma es justa cuando todos los afectados por ella están de acuerdo en aceptaría después de haber dialogado abiertamente sobre su contenido y consecuencias. No toda forma de comunicación conduce a normas justas y adecuadas. El proceso de diálogo debe estar abierto a todos los interesados y todos los participantes podrán expresar su opinión sin coacciones o amenazas. Esta situación se denomina comunidad ideal del diálogo.

3. La política. 3.1. Política y sociedad; la legitimación del poder


Los seres humanos vivimos en sociedad. La vida en común facilita nuestra supervivencia y hace posible el aprendizaje. La vida en sociedad nos permite adquirir un lenguaje y asimilar el
conjunto de conocimientos, creencias y formas de vida que integran la cultura. Los humanos somos seres sociales. Necesitamos convivir con los demás para desarrollarnos plenamente
como personas. A lo largo del tiempo han existido diversas formas de organizar la vida en sociedad. Todas ellas se distinguen por el modo en que reparten las funciones sociales y por la manera en que establecen lo que debe hacer cada persona. En todas las sociedades existe una organización colectiva para distribuir tareas y mantener el funcionamiento del grupo. Estas tareas se realizan mediante el poder político. El poder político es la capacidad de obligar a los demás a actuar de una determinada manera. Permite que un individuo, grupo o institución


ordene al resto de la población lo que debe hacer. El poder político es legítimo cuando los que deben obedecer reconocen que se ejerce de forma válida. Conviene distinguir entre poder y autoridad. Decimos que una persona tiene autoridad cuando quienes deben obedecer sus órdenes la respetan y valoran. La autoridad no se puede imponer, sino que solo puede surgir de la aceptación. A lo largo de la historia, ha habido 3 formas diferentes de legitimación del poder político: ⚫ Legitimación tradicional: basada en el prestigio de las costumbres. ⚫ Legitimación carismática: se asocia a un individuo excepcional, que por su personalidad extraordinaria suscita la admiración y el respeto de los demás. ⚫ Legitimación racional-legal: se apoya en la existencia de leyes y reglas racionales.

3.2. El origen de la sociedad; sociabilidad natural y contractualismo


Los sofistas defendieron la idea de que la sociedad es una creación humana para facilitar nuestra vida en común. Por el contrario, Aristóteles estaba convencido de que los seres
humanos somos sociales por naturaleza. El ser humano es un animal político y social. En la Edad Media, Tomás de Aquino insistíó en el carácter natural de la sociabilidad humana. La teoría del contrato social afirma que para entender el origen de la organización social debemos comenzar por imaginarnos cómo vivían
los seres humanos antes de que existiera la sociedad. En este estado, las personas vivían aislada unas de otras, tratando de sobrevivir de forma independiente. Los seres humanos se dieron cuenta de que sus vidas podrían mejorar notablemente si aceptaban vivir juntos. Decidieron establecer un pacto para crear la sociedad. La sociedad no es natural, sino que es producto de un acuerdo. Según Hobbes, el pacto social fue posible cuando todos los individuos renunciaron a la guerra de unos contra otros y aceptaron someterse a un único poder supremo capaz de poner fin a
la continua y seguridad del estado de naturaleza. John Locke creía que el ser humano está dotado de una serie de derechos que son válidos. Cree que todos tienen derecho a disfrutar plenamente de la vida, la libertad y la propiedad. Esta teoría permite justificar la legitimidad de una monarquía parlamentaria. Kant


pensaba que los hombres tienen por un lado una sociabilidad natural, pero por otro una tendencia al egoísmo y el enfrentamiento. Se refiere a esta situación hablando de «la insociable sociabilidad humana». La sociedad se convierte en el ámbito de la autonomía y la participación de los ciudadanos es una gran garantía para el uso de la libertad individual. La teoría contractualista ha mantenido su vigor como herramienta para reflexionar sobre la sociedad.

3.3. La democracia


La democracia es un sistema de organización social en el cual el pueblo tiene el poder. En la antigua Atenas las decisiones políticas más importantes se adoptaban mediante votación en una asamblea abierta a todos. Había muchas personas que te daban fuera del sistema democrático. Este sistema es el más abierto e igualitario que existíó en la antigüedad. Platón consideraba que el poder no debería estar en manos del pueblo, ya que las decisiones adoptadas por mayoría muchas veces son equivocadas. Pensaba que el poder debía estar a cargo de los más sabios, porque únicamente ellos saben lo que es verdaderamente bueno para la sociedad. Los modernos estados nacionales se caracterizan por tener un extenso territorio y una población muy numerosa, que no se pueden gobernar mediante una democracia directa. Para solventar este problema se propuso desarrollar un sistema diferente, basado en la democracia representativa. Para garantizar la intervención del pueblo se realizan elecciones. Cuando el poder está en manos del pueblo, los individuos ya no son súbditos, sino que pasan
a ser ciudadanos. Los requisitos básicos para la democracia son: Respecto al Imperio de la ley y en la división de poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, igualdad ante la ley, sufragio universal, reconocimiento de los derechos de los ciudadanos.

3.4. Los derechos humanos


Los derechos fundamentales de los ciudadanos se establecieron en la Revolución Francesa. Desde entonces, las democracias modernas se han caracterizado por reconocer que todos los ciudadanos tenemos unos derechos básicos que nadie 


nos puede arrebatar. Un derecho es algo que nos corresponde por el simple hecho de ser personas y que, por esa
misma razón, podemos exigir. Estos derechos son universales, porque se aplican a todas las personas por igual, sin importar nuestras particularidades individuales. También son inalienables, por qué no podemos renunciar a ellos ni dárselos a nadie. El reconocimiento definitivo de estos derechos se produjo en 1948, cuando la ONU los recogíó en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Se han creado diversas organizaciones internacionales que se encargan de defender los derechos humanos. Muchas dependen de la ONU, aunque existen ONGs que se esfuerzan por mejorar la situación de los derechos humanos en el mundo. Existen órganos de defensa y protección de los derechos humanos a los que podemos acudir los ciudadanos. En nuestro país, están protegidos por la Constitución y la ley ampara cualquiera que denuncie su violación. Cuando es preciso acudir a un nivel superior, acudimos al Tribunal Europeo de los derechos humanos.

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