San Agustín de Hipona: Filosofía y Cristianismo

San Agustín de Hipona: El Padre de la Filosofía Cristiana

San Agustín de Hipona (354 d.C.) es considerado el primer gran filósofo cristiano y una figura fundamental en la formación del pensamiento cristiano. Su filosofía, influenciada por el platonismo y en contraposición al epicureísmo, el escepticismo y el aristotelismo, dominó el pensamiento de la Iglesia hasta la llegada de Aristóteles a Occidente en el siglo XII.

Platonismo y Pensamiento Cristiano

Los pensadores cristianos adoptaron ideas del platonismo para justificar y defender su fe. Entre ellas, la distinción entre el mundo sensible y el mundo inteligible, la existencia del Demiurgo como creador del mundo sensible y la identificación del Bien platónico con Dios.

Respecto al hombre, los cristianos aceptaron la composición dualista (alma y cuerpo) y la inmortalidad del alma, así como la idea de un juicio final. Sin embargo, discreparon en la teoría de la resurrección de los cuerpos y la creación del alma, que para los cristianos no es eterna ni ingenerada.

Fe y Razón

San Agustín no establece una distinción clara entre razón y fe. Defiende que existe una sola verdad, la revelada por la religión, y la razón puede ayudar a comprenderla mejor. Su postura refleja un predominio de la fe («comprende para creer», pero también «cree para comprender»). La fe se apoya en el discurso racional, ya que, utilizado correctamente, no puede contradecir la fe, fortaleciendo así su valor.

Fe y razón son complementarias y colaboran para comprender la Verdad: la fe guía e ilumina la razón; la razón ayuda al hombre a alcanzar la fe y a esclarecer sus contenidos (aunque nunca podrá alcanzar la Verdad absoluta).

El Conocimiento

San Agustín refuta a los escépticos afirmando la certeza de la propia existencia. Argumenta que incluso si me equivoco, no dejo de existir (el juicio «si fallor, sum» siempre es verdadero). La certeza es triple: el hombre existe, vive y entiende. San Agustín basa la validez del conocimiento en la experiencia interior.

Además, divide el conocimiento en sensible y racional:

  • Conocimiento sensible: Genera doxa (opinión), un tipo de conocimiento sujeto a modificación. Depende del objeto (mutable) y de los sentidos (instrumentos), por lo que cualquier deficiencia en ellos se transmite al conocimiento sensible. El verdadero objeto del conocimiento, las ideas inmutables, no puede ser alcanzado por el conocimiento sensible.
  • Conocimiento racional inferior: Es el conocimiento de lo universal en la realidad temporal (ciencia). Depende del alma, pero se produce a raíz del contacto con la realidad sensible.
  • Conocimiento racional superior (sabiduría): Es el conocimiento de las verdades universales y necesarias, las ideas, siguiendo a Platón.

Existe una gradación del conocimiento, siendo el nivel más elevado las ideas, eternas e inmutables, que «se hallan contenidas en la inteligencia divina» (Quaestio XLVI, De ideis, 2), la mente de Dios. San Agustín defiende que las ideas solo se pueden conocer mediante una iluminación divina que Dios concede al alma, de la que depende el verdadero conocimiento (similar a la que Platón menciona en su Carta VII).

Existen interpretaciones que consideran la iluminación como una virtud especial que el alma no posee por naturaleza. Otros se basan en la analogía que establece Platón entre el Sol y el Bien, siendo la idea del Bien la que ilumina las demás realidades (como fuente del ser y del conocimiento).

Antropología y Psicología

El ser humano es un compuesto de cuerpo (materia) y alma (forma), concibiendo el cuerpo como un mero instrumento del alma. Como argumenta Platón en el Fedón, el alma es una sustancia simple e indivisible. Asume todas las funciones cognoscitivas, siendo la más importante la realizada por la razón superior, donde se da la iluminación y que tiene como objeto la sabiduría. Además, también se encarga de la memoria y la voluntad, esta última considerada una función superior al entendimiento.

San Agustín utiliza los argumentos del platonismo para defender la inmortalidad del alma, pero no acepta que sea eterna. En la explicación de su origen, oscila entre el creacionismo (Dios crea el alma en cada nacimiento) y el generacionismo o traducianismo (el alma se transmite de padres a hijos). El creacionismo crea problemas al explicar el pecado original, mientras que el generacionismo explica el pecado original pero crea problemas en la unidad y simplicidad del alma.

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