Razón y fe de San Agustín

2. EL PENSAMIENTO DE SAN AGUSTÍN. 2.1. VIDA

Agustín de Hipona (354-430) vive en la convulsa época de la caída del Imperio Romano. Su incesante búsqueda de la verdad le llevó desde Cicerón, al maniqueísmo, después al escepticismo, después a Platón y al Neoplatonismo y así hasta su conversión al Cristianismo. Aunque puede ser considerado como la figura más importante de la Patrística, también es tomado como el primer gran filósofo cristiano de la Edad Media. Su influencia es enorme, al menos, hasta el Siglo XIII, e incluso más allá de la Edad Media.

2.3. RAZÓN Y FE

Con el comienzo de la Edad Media la filosofía se vuelve sierva de la teología. San Agustín repite constantemente que la fe ilumina la razón, y que la razón nos lleva a la cumbre de la fe. Nos dice que hemos de entender para creer, y hemos de creer para entender. Así pues, aunque la fe precede a la razón, no es incompatible con ella, sino que se necesitan.

La fe es “un modo de pensar asintiendo”, porque sin pensamiento no podría haber fe. La fe es recompensa del buen razonar, y la razón de ninguna manera elimina la fe, sino que la refuerza y aclara; fe y razón son complementarias. El “creo porque es absurdo” es un planteamiento extraño a San Agustín, el resume su postura del siguiente modo: Deseo aprender la verdad no sólo con la fe sino también con la inteligencia.

Platón recomendaba llegar a las verdades últimas a través de la propia inteligencia y de la autoridad de los hombres sabios, “a menos que se pueda hacer ese viaje de una manera más segura y con menor riesgo, sobre una nave más sólida, esto es, confiándose a una revelación divina”. Para Agustín esta nave es Cristo crucificado, “nadie puede atravesar el mar de la vida si no es conducido por la cruz de Cristo”. Este es el “filosofar en la fe”.

La razón acepta el objeto de la fe (Cristo). San Agustín dice: Entiende para poder creer, el mejor entendimiento de la fe viene dado por la misma fe. La fe ilumina al hombre.

El proceso de compenetración entre fe y razón va del entender al creer, del creer al entender y del creer y entender al amor. Desea conocer la Verdad para amarla. Para él, la verdad plena sólo se encuentra en el cristianismo, esto le impide abrirse a la filosofía.

2.4. ADECUACIÓN DEL ORDEN POLÍTICO A LA FE

San Agustín considera que debemos someternos a la autoridad de Dios, y no a otras autoridades. Sólo es una sociedad ordenada, justa o de derecho aquella orientada o iluminada por la fe cristiana, e impregnada por su idea de justicia. Afirma que sin la vigencia de esa justicia, no hay propiamente sociedad o pueblo, sino un “conjunto de bestias”, el hombre no podría llevar una vida “como Dios manda”, en la que “el alma impere sobre el cuerpo y la razón sobre los vicios”.

San Agustín está describiendo el fundamento de la “ciudad celestial” una sociedad presidida por el amor a Dios sobre todas las cosas, frente a la “ciudad terrenal” que sólo es motivada por el amor del hombre a sí mismo. La condena y la felicidad eternas aguardan a los ciudadanos de una y otra ciudad.

Este ideal de sociedad es perfectamente coherente con la posición del autor en las relaciones entre razón y fe.
Aunque la razón pueda conducirnos a la fe, es la fe la que iluminará a la razón. Del mismo modo, si la sociedad no está orientada por la fe, esta no será justa, ni permitirá a los hombres alcanzar el fin al que están llamados.

Quizá esta postura de San Agustín sea el origen de la teoría de la primacía de la Iglesia sobre el Estado, teoría que va a perdurar a lo largo de la Edad Media.

3. EL PENSAMIENTO DE TOMÁS DE AQUINO

3.1. VIDA

Santo Tomás de Aquino vive en el Siglo XIII, el momento de máximo esplendor de la Edad Media. Es un siglo de una cierta estabilidad y prosperidad económicas, el siglo de las grandiosas catedrales góticas, del nacimiento de las Universidades. El gran reto que tiene la filosofía escolástica cristiana del momento es la asimilación del pensamiento aristotélico, que a través de la filosofía árabe, se había introducido en el Occidente cristiano. El ambiente filosófico dominante era el agustinismo (en el fondo un platonismo cristianizado). Por eso, puede decirse que el reto ahora consistía en ver si la gran obra aristotélica podía ser aprovechada y compatible con la fe cristiana. Ya sabemos que uno de los temas más presentes en la filosofía medieval es el de las relaciones entre razón y fe. Pues bien, el que, mejor sabe aprovechar el pensamiento aristotélico desde una mentalidad cristiana es Santo Tomás, que realiza una armoniosa síntesis.

3.2. EL CONOCIMIENTO: LA RAZÓN Y LA FE

La filosofía tomista muestra preocupación por distinguir y hacer concordar la razón y la fe. El teólogo parte de la fe en la revelación divina, y el filósofo sólo admite a lo que llega por medio de su razón. Pero no pueden contrariarse, ya que “solamente lo falso es contrario a lo verdadero”.

Se da valor tanto al conocimiento natural (porque ha sido infundido por Dios) como al revelado (por la autoridad de quien lo revela).

Si encontramos un desacuerdo entre las verdades reveladas y las adquiridas con la razón natural es que estamos ante un error, el cual no podría encontrarse en la revelación divina, sino en la filosofía.

En la relación entre razón y fe distinguimos tres fuentes de conocimiento:

Verdades reveladas inasequibles a la razón:

Hay verdades que no podríamos conocer, si no nos hubiesen sido reveladas. Esto significa para el hombre un aumento en su conocimiento de la realidad natural y sobrenatural.

Verdades reveladas asequibles a la razón:

Son las verdades descubiertas por la filosofía y teología natural utilizando sólo la razón natural, pero además reveladas por Dios. Que la razón pueda descubrir ciertas verdades, no significa que lo haga, ni que todos los hombres lleguen a ellas, ni que los que lleguen las comprendan. En cambio, la revelación garantiza que ese conocimiento sea para todos. Santo Tomás da tres motivos por los que es inútil revelar verdades asequibles a la razón:

Muy pocos hombres conocerían a Dios.

Los que llegasen al conocimiento de esa verdad, lo harían tras grandes dificultades y mucho tiempo.

En nuestra investigación racional se introduciría el error, debido a la debilidad de nuestro entendimiento.

Verdades no reveladas asequibles a la razón:

Todas aquellas verdades no reveladas, descubiertas por la filosofía y la ciencia.

Revelación y fe no quitan nada al trabajo natural de la filosofía. La fe no puede probarse con razones, pero al unirse la fe y la razón, la primera edifica sobre la segunda.

En el método filosófico hay un influjo positivo de la fe, que consiste en aprovechar la relación entre el Creador y lo creado.

Santo Tomás viene a decir que la fe genera también filosofía. Por el contrario, la filosofía que se desarrolla indiferente a la fe está condicionada negativamente.

4. EL PENSAMIENTO DE Guillermo DE Ockham

4.1. VIDA

Guillermo de Ockham vive en la primera mitad del Siglo XIV, nacíó en la aldea de Ockham, a 30 kilómetros de Londres. Ingresó en la orden franciscana. Estudió y enseñó en Oxford. Acusado de herejía, se acogíó a la protección del emperador Luis de Baviera. Vivíó el siglo de la crisis de la Filosofía Escolástica y sin duda su pensamiento influyó en la misma, pues en su filosofía está el germen del pensamiento moderno. Conocido como príncipe de los nominalistas, revisó los planteamientos gnoseológicos sobre los universales y propugnó la contingencia del mundo. También tomó distancia respecto a los planteamientos medievales en las relaciones fe-razón e iglesia-estado.

4.3. RAZÓN Y FE

El Siglo XIV lleva a cabo la separación entre teología natural y revelada, prefiere atenerse estrictamente a la fe.

Para Ockham, la existencia de Dios no es objeto de demostración, sino de fe. Subraya la debilidad de los argumentos tradicionales, y solo hay uno que le merece cierto respeto: Los seres del mundo necesitan causas conservantes que coexistan con los efectos, por eso Dios, entendido como causa conservante del mundo, tiene que existir.

Ockham pone la base del agnosticismo moderno. La revelación divina es aceptada por fe, pero es inaccesible a la razón. Entre la fe y la razón hay una desproporción, de forma que los artículos de fe no son racionales.

La razón humana posee un ámbito y una tarea diferentes del ámbito y la tarea de la fe. Como esto equivale a negar la posibilidad de toda teología racional, Ockham se refugia en la fe. Otros pensadores, con sus mismos principios, pasarán del agnosticismo al ateísmo. Los defensores de la doble verdad (de fe y de razón), en caso de contradicción entre ambas, se atenían a la fe, pero siglos más tarde se atienen a la razón.

Ockham estima que la tarea del teólogo no consiste en demostrar con la razón las verdades aceptadas por la fe, sino en dejar clara la insuficiencia de la razón.

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