Principio de la copia Hume

Hume fue un filósofo ilustrado empirista escocés de la Edad Moderna. Entre sus obras más importantes destacan “Tratado sobre la naturaleza humana” e “Investigación sobre el entendimiento humano”. Hume recibíó influencias de Newton (método experimental) y trató de descubrir las leyes psicológicas que explican la asociación de las ideas en la mente y fundamentar en ellas el conocimiento humano.

Conocimiento


Hume es defensor del Empirismo, corriente filosófica opuesta al Racionalismo que sostiene que el conocimiento procede de la experiencia y que no hay ideas innatas. Además, se preocupa por buscar los límites del conocimiento y destaca por una importante dimensión ética y política.

El objetivo del filósofo se centra en un análisis del conocimiento, fijando los límites reales del entendimiento y de sus posibilidades de conocer. Distingue 2 elementos en el conocimiento: impresiones, percepciones que nos llegan a través de los sentidos y que con las que establecemos una relación directa con un objeto, e ideas, representaciones de las impresiones en el pensamiento, que son menos intensas. De esta distinción proviene el criterio de verdad, el principio de correspondencia: una idea será verdadera si se asocia a una impresión.
En consecuencia, la experiencia es el origen y el límite de nuestro conocimiento. Hume señala que para conocer, los humanos establecen asociaciones entre ideas: de semejanza, de contigüidad en el tiempo y en el espacio y de causalidad.

El entendimiento tiene a su alcance 2 tipos de conocimiento: conocimiento de relaciones entre ideas  y las cuestiones de hecho (ciencias empíricas). El primero está compuesto por proposiciones universales, analíticas y necesarias que afirman la relación entre ideas y a las que se llega mediante el entendimiento, sin recurrir a la experiencia. El segundo necesita ser comprobado en la experiencia. Las verdades fácticas no son necesarias puesto que su contrario no implica contradicción, sino que son solo probables.

Respecto al principio de causalidad, Hume asegura que su origen es la idea de conexión necesaria, que es producto de nuestra imaginación y pensamiento. Al aplicar el criterio de verdad al concepto de “conexión necesaria”, no se sostiene, pues no podemos señalar la impresión a la que corresponde, ya que la relación causa-efecto la afirmamos por la experiencia de haber percibido de forma habitual un acontecimiento detrás de otro, es decir, es una creencia basada en el hábito y la costumbre. Tan solo podemos tener las impresiones de la causa y del efecto, pero no de la conexión entre ellas.

Desde otro punto de vista, plantea el problema de la inducción: afirma que, como las leyes causales no tiene validez universal, las leyes naturales son solo probables y, por lo tanto, el paso de la experiencia particular a ley general no se puede justificar racionalmente.

Por otro lado, una vez establecido su criterio del conocimiento, Hume critica el concepto fundamental de la metafísica: el de sustancia, que designa un conjunto de cualidades que nos hemos acostumbrado a encontrar juntas, pero que no se corresponde con una impresión. Hume analiza las 3 sustancias cartesianas.

Respecto a la sustancia extensa (el mundo), sostiene que no podemos saber si existen objetos fuera de nosotros, puesto que solo conocemos las impresiones, y no una realidad distinta de las impresiones, que es una suposición que no se puede comprobar y que no tiene justificación racional.

En cuanto a la sustancia pensante (el yo), afirma que, para que la idea del yo fuese verdadera, tendríamos que poder señalar la impresión a la que corresponde, y el yo no es una impresión única, sino una realidad cambiante que se define por una colección de circunstancias.

En lo que se refiere a la sustancia infinita (Dios), tampoco podemos probar su existencia ni  a priori, porque la existencia es una cuestión de hecho (lo cual convertiría a Dios en una sustancia probable, algo contradictorio con su propia definición), ni a posteriori, pues los argumentos para demostrar su existencia se basan en la inferencia causal, por lo que no son válidos, pues no tenemos impresión de Dios (que está en la imaginación humana).

Hume considera que la religión es un fenómeno importante en la historia humana, pero que no es posible una justificación racional. No acepta, por tanto, el deísmo, que considera la existencia de un Dios racional, y  cree que la religión nace de las esperanzas . Por lo tanto, Hume adopta una actitud agnóstica, pues considera que la existencia de Dios es inaccesible para el conocimiento.

Ética

Hume critica el intelectualismo moral y argumenta que los juicios morales no se refieren a relaciones entre ideas ni hechos y, por tanto, no se basan en la razón, puesto que es esclava de las pasiones, sino en un sentimiento instintivo y natural (empatía) de aprobación o desaprobación, propio de la condición humana.

Por lo tanto, su moral es, en primer lugar, emotivista, puesto que la elección moral se da en el terreno de las emociones y no de la razón, y, en segundo lugar, utilitarista, dado que la inclinación humana al bien proviene de la utilidad para la vida social y se refuerza con el hábito y la educación, que forjan en el individuo la conciencia moral.

Política

Hume critica al contractualismo de Hobbes, Locke y Rousseau, ya que considera que el estado de naturaleza no puede ser demostrado, y mantiene una actitud utilitarista: las acciones humanas tienen que tener una utilidad para la sociedad (obediencia a los gobiernos). De tal forma que, por la propia naturaleza humana, el bienestar y la felicidad del hombre están relacionados con el bienestar y felicidad colectivos. El filósofo también defiende el liberalismo político.

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