Las cinco vías de Santo Tomás para demostrar la existencia de Dios

Movimiento y primer motor (1°v)

En su 1° vía para demostrar la existencia de Dios, Santo Tomás parte del hecho de que en el mundo material hay cosas que se mueven. Él entiende el movimiento como un tipo de cambio, se trataría del “cambio de lugar” en el que se encuentra una cosa. Pero, observamos que en el mundo hay cosas que cambian de lugar y que hay distintas clases de cambio: cambios sustanciales (generación y corrupción) cambios accidentales (cambio local o de lugar). Sería Aristóteles, en cuyas teoría se basa Santo Tomás, quien resolvería el problema del cambio con su teoría del acto y la potencia. Ni los presocráticos ni Platón consiguieron resolverlo, porque no se dieron cuenta de que el mundo material está formado por seres que son mezcla de ser y no ser. Es decir, que una cosa además de ser lo que es en acto tiene la potencia de llegar a ser otra cosa, aunque aún no lo sea. El cambio o movimiento sería el paso de la potencia al acto, cuando lo que es solo posible se convierte en algo real. Aristóteles contesta que “todo lo que se mueve es movido por otro”. Las sustancias son los objetos que están compuestos de materia y forma. Donde la forma es lo que Platón llama “Idea”, la esencia de una cosa, lo que es y permanece a pesar de los cambios mientras que la materia sería aquello que cambia. Los seres naturales tienen un camión interior y los seres artificiales tiene un cambio exterior. Podemos concluir que todos los seres necesitan a otros que produzcan en ellos el cambio. Buscar la explicación del cambio de un ser nos llevaría a otro y ese a otro y así hasta el infinito. Aristóteles y Santo Tomás, concluyen que debe haber un “primer motor” de todos los seres que cambian, lo llaman Dios. Dicho “primer motor” será “inmóvil” porque si se moviese tendría que haber otro motor anterior a él que provocase su movimiento.


Causa eficiente primera y ser necesario (2°/3°v)

En su 2° vía para demostrar la existencia de Dios, Santo Tomás se basa en la “causa eficiente”. Parte de que todo lo que existe es el efecto de una causa que lo ha producido, porque ninguna sustancia puede producirse a sí misma. La causa de la existencia de cualquier ser, es siempre otro ser, todos los seres son “efectos” de otros seres que son las “causas eficientes” de su existencia, porque no hay nada que sea su propia causa. Dado que prolongar hasta el infinito la serie de causas eficientes como explicación de los efectos equivaldría a no explicar nada. Existe una “causa eficiente primera”, de la que procedería toda la serie de causas y efectos llamado “Dios”. Dicha causa eficiente primera será una “causa incausada” porque si hubiese sido “causada” tendría que haber otra causa anterior a ella misma de la que sería efecto, de acuerdo con el principio de que “es imposible que algo sea causa eficiente de sí mismo”.

En su 3° vía para demostrar la existencia de Dios, Santo Tomás adopta la distinción entre esencia y existencia de Averroes y Avicena. Llama “seres contingentes” a los que existen en potencia, pueden ser o no ser. Mientras que el “ser necesario” es el que existe siempre en acto, existe porque no tiene la posibilidad de no existir. Los “seres contingentes” son los que tan solo tiene la posibilidad de existir, ya que pueden existir o no existir. Todas las cosas que existen son sustancias compuestas de esencia y de existencia, de potencia y de acto de ser. Mientras que hay un “ser necesario” que es pura existencia, cuya existencia es necesaria porque es acto puro existir, un ser en el que la existencia está incluida en su propia esencia, por lo que es eterno, es Dios. Ese ser necesario existe puesto que los “seres contingentes” son aquellos que pueden existir o no. Debe haber algún ser que haya existido siempre y que no deje de existir nunca, un “ser necesario” que ha dado la existencia al resto de los seres, pues de lo contrario, si no existiese ese “ser necesario” nada existiría, ya que de la nada no puede surgir nada.


Ser perfectísimo e inteligencia ordenadora (4°/5° v)

En su 4° vía para demostrar la existencia de Dios, Santo Tomás recurre a la “participación” o “grados de perfección” de las cosas. Parte de que hay diversos grados de perfección en las cosas, que pueden ser pero su perfección siempre es limitada. El hecho de que existan grados de perfección limitados en las características de las cosas implica la existencia de un “ser perfectísimo”, al que el resto de las cosas se aproxima más o menos. Si no existiese ese ser perfectísimo, que nos sirve como modelo de cómo deben ser las cosas, no habría una referencia que nos permitiese comparar las cosas entre sí y decir que una es más perfecta que otra. Debe existir la máxima perfección, un ser que posea en su esencia todas las máximas perfecciones, que será Dios.

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