Giro Copernicano en la Filosofía de Kant
Kant responde a la cuestión de si es posible alcanzar un conocimiento seguro de la realidad de una forma diferente con respecto a sus predecesores, oponiéndose al realismo ingenuo.
Para empezar, se debe establecer una analogía entre Copérnico y Kant: Copérnico cambió la visión del mundo respecto al sol y la tierra, mientras que Kant revolucionó las teorías del conocimiento en relación con la posición y el papel del sujeto cognoscente y el objeto cognoscible. Cabe destacar que ambos autores se opusieron al sentido común: Copérnico negó el geocentrismo y estableció el heliocentrismo, mientras que Kant cuestionó el realismo ingenuo y la noción de un sujeto cognoscente pasivo, proponiendo que las estructuras mentales son activas en la construcción del conocimiento. Así, para Kant, el noúmeno es incognoscible, y es a partir de nuestra mente que generamos una realidad fenomenológica.
Kant expone esta teoría en su obra Crítica de la razón pura, donde describe las tres facultades cognitivas del ser humano: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. De esta forma, explica que primero percibimos a través de las formas a priori de la sensibilidad (espacio y tiempo), luego el entendimiento organiza estas percepciones mediante categorías, y finalmente la razón opera bajo un trabajo de síntesis y unificación.
La Ilusión Trascendental Kantiana
Kant estudia las tres facultades cognitivas, entre las cuales la Razón se encarga de una labor de síntesis que genera conceptos más amplios. Esta labor culmina con la obtención de tres conceptos que denominamos ideas metafísicas o trascendentales: el alma, Dios y el mundo.
Sin embargo, Kant defiende epistemológicamente que estas ideas metafísicas no pueden considerarse objetos de conocimiento, pues no provienen de la experiencia sensible. Por ello, Kant concluye que la metafísica, en el sentido tradicional, no puede ser una ciencia que proporcione conocimiento objetivo, ya que sus objetos trascienden la experiencia. No obstante, el ser humano, por su propia naturaleza, se cuestiona e intenta buscar respuestas a estas cuestiones. A esta tendencia natural de la razón a ir más allá de los límites de la experiencia, Kant la denomina Ilusión Trascendental.
No obstante, Kant les otorga una función regulativa, tanto epistemológica como ética, pues afirma que son un motor para la búsqueda del conocimiento. Además, les confiere un uso regulador, ya que fundamentan los tres postulados de la Razón Práctica: la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios.
El Concepto de Libertad en Kant
El concepto de libertad ha sido objeto de debate entre los deterministas, quienes sostienen que la libertad es una ilusión, y los defensores del libre albedrío. Kant afirma que cuando la razón intenta conocer cuestiones que trascienden la experiencia, surgen las antinomias, que son paradojas o contradicciones irresolubles. La libertad es una de estas antinomias.
Para abordar esta antinomia, Kant propone dos perspectivas en respuesta a la cuestión de si existen causas libres o si todas son mecanicistas. La primera perspectiva sostiene que, para que haya un inicio en la cadena causal, debe existir una causa primera no causada, es decir, una causa libre. La segunda, por el contrario, argumenta que el universo no comprende causas libres porque la causalidad es una categoría del entendimiento que aplicamos a los fenómenos, y no podemos prescindir de ella. En síntesis, Kant concluye que la libertad es una propiedad del noúmeno (la cosa en sí), mientras que el determinismo es propio del fenómeno (la realidad tal como la conocemos).
Sin embargo, ética y políticamente, la libertad adquiere otro rol. Kant sostiene que el ser humano no puede ser un sujeto meramente determinista si aspira a ser un sujeto moral, pues la moralidad implica autonomía y la capacidad de autodeterminación, lo cual sería imposible si nuestro pensamiento estuviera completamente determinado. Finalmente, en el ámbito político, la libertad para Kant es un derecho natural inalienable.
Síntesis de Empirismo y Racionalismo en Kant
En su idealismo trascendental, Kant sintetiza elementos del racionalismo y el empirismo. Al igual que el empirismo, Kant defiende que el conocimiento empírico está determinado por la experiencia. En efecto, para Kant, existe una realidad en sí (el noúmeno) a la que no podemos acceder directamente.
Respecto al racionalismo, el idealismo trascendental difiere en que no otorga a la razón la capacidad de acceder a un conocimiento ilimitado de la realidad. Para Kant, la experiencia marca el límite de lo que podemos conocer, y el noúmeno permanece como una realidad incognoscible. Sin embargo, Kant, al igual que el racionalismo (aunque con una concepción diferente de las ‘ideas innatas’), defiende la existencia de estructuras cognitivas a priori (sensibilidad, entendimiento y razón) que son universales y necesarias, y que permiten la construcción del conocimiento fenomenológico.
Por último, cabe destacar que tanto el racionalismo, al diferenciar la realidad adquirida por los sentidos de la obtenida por la razón, como el idealismo trascendental de Kant, al distinguir entre el noúmeno y la realidad fenomenológica, se inscriben en una forma de dualismo ontológico.
Comparativa: Hobbes, Rousseau y Kant sobre el Contrato Social
Kant, Rousseau y Hobbes son filósofos contractualistas que defienden la existencia de un contrato social como explicación del origen y fundamento de la sociedad. Aunque con matices, todos abordan la idea de una sociabilidad basada en el interés o la necesidad.
Respecto al estado de naturaleza, Rousseau cree en la bondad natural del ser humano (el mito del ‘buen salvaje’), pero sostiene que los individuos se corrompen por la propiedad privada y la civilización. Hobbes y Kant difieren: el primero, con su máxima ‘homo homini lupus’ (el hombre es un lobo para el hombre), piensa que, aunque todos los individuos sean iguales, reina la ley del más fuerte. Kant, por su parte, defiende la ‘insociable sociabilidad’, una tensión inherente en el ser humano entre su inclinación a vivir en sociedad y su tendencia al individualismo, lo que mantiene un estado de conflicto latente.
Los tres filósofos defienden la necesidad de la creación de un estado civil. Por un lado, Rousseau piensa que el contrato social permite superar el conflicto de la propiedad privada y restaurar una forma de armonía. Hobbes, sin embargo, cree que el estado civil permite protegerse de los conflictos y que la única forma de vivir en sociedad es renunciar a la libertad individual en favor de un poder soberano absoluto (el Leviatán). Por otra parte, Kant se sitúa entre ambos, afirmando que gracias a la razón se pasa de una libertad natural a una libertad jurídica, y que el legislador debe gobernar imponiendo leyes que puedan ser consideradas como expresión de la voluntad general del pueblo.
En conclusión, cada filósofo propone una forma de gobierno ideal: la democracia directa de Rousseau, el estado absoluto de Hobbes y el estado republicano de Kant.
Reflexión Filosófica: La Universalidad de la Verdad
Uno de los mayores problemas y, por ende, una de las primeras preocupaciones de la filosofía moral, es la cuestión de la universalidad. Y es que, por muchas vueltas que le demos y por mucho que reflexionemos, siempre parece haber algo que desafía nuestra hipótesis de una idea universal. Por lo tanto, ¿existen realmente las verdades universales? Exploraremos esta cuestión desde diferentes puntos de vista.
El primer argumento sostiene que no hay nada absoluto que defina la realidad. Quienes defienden esta postura creen que todo es relativo y, por esta razón, no existe una autoridad universal para decidir si una acción es buena o mala. Este punto de vista, a menudo asociado a una ‘ética situacional’, puede llevar a una mentalidad de ‘hacer lo que parezca correcto en el momento’, lo que, según algunos, podría tener consecuencias negativas para la sociedad y los individuos.
El otro argumento defiende la existencia de realidades absolutas o criterios universales que definen lo que es verdad y lo que no lo es. Desde esta perspectiva, la existencia de estándares absolutos permite determinar si una acción es correcta o incorrecta. Y es que, sin verdades universales, la existencia podría caer en el caos. Tomemos el caso de las matemáticas: la confusión que causaría si los números no tuvieran un valor absoluto. Por ejemplo, en una suma de uno más uno, la respuesta dejaría de ser siempre igual a dos.
En conclusión, la ausencia de verdades absolutas podría, según esta visión, llevar al mundo al caos. Sin leyes universales en la ciencia o la física, todo dejaría de tener sentido.