La Metafísica de Descartes: Ideas, Pruebas de Dios y Sustancias

La Clasificación de las Ideas

Somos seres pensantes y tenemos pensamientos, pero seguimos sin saber si esos pensamientos reflejan el mundo existente o no. Cada una de las formas de nuestro pensamiento es lo que Descartes llama «idea». Está claro que las ideas son reales en la medida en que nosotros las percibimos.

Entre nuestras ideas tenemos:

  • Las ideas innatas: son conocimientos que tenemos desde nuestro nacimiento, como Dios, justicia, sustancia, etc.
  • Las ideas adventicias: ideas extrañas, que parecen venir de fuera de mí. O bien proceden de fuera porque lo de fuera existe o Dios las causa en mi mente. La única manera de saber si estas ideas provienen del mundo o de Dios es determinar si Dios existe o no.
  • Las ideas facticias: aquellas que yo he construido, por ejemplo, la idea de un centauro.

Si aceptamos que de la nada, nada sale, entonces hemos de concluir que en la causa de las ideas adventicias debe haber al menos tanta realidad como hay en ellas. De todos modos, Descartes no profundiza mucho más en el análisis de estas ideas. Para ir más allá de ellas, según Descartes, la única vía es demostrar la existencia de Dios, pues la única garantía de que las ideas reflejan la realidad es el autor que nos ha creado a nosotros y al mundo: Dios. Existe también la posibilidad de que las ideas provengan de nosotros mismos. Pero aquí podemos retomar la argumentación anterior: si proviniesen de nosotros, en ellas debería haber cosas semejantes a las que nos constituyen. Ahora bien, veo en mis ideas cosas que no encontramos en nosotros, por ejemplo, la de un ser que vuela. Ya solo quedan dos posibilidades: o provienen de Dios o provienen del mundo.

La Existencia de Dios

El Dios de Descartes ya no es la figura central a la que debe referirse todo el sistema filosófico. Su papel pasa a ser el de garante de la relación entre el «yo pienso» (res cogitans) y el mundo exterior (res extensa). Establecer la existencia de un garante de esta naturaleza es lo que pretenden las pruebas cartesianas de la existencia de Dios. Pero, del mismo modo que la inexistencia del rey, aunque impensable, llega a suceder, algo parecido ocurre con Descartes.

Descartes propone tres pruebas de la existencia de Dios, pero, en realidad, no son tres pruebas distintas, sino tres modos diferentes de enfocar una misma argumentación.

Pruebas Cartesianas de la Existencia de Dios

  • Primera prueba: El Argumento de la Causalidad de la Idea de Dios

    Descartes parte del principio de causalidad formal. Aunque no sabemos de dónde procede la idea de Dios que hay en nosotros, resulta claro que debe proceder de alguna parte que posea tanta realidad como lo que aparece en nuestra idea de Dios. Por Dios se entiende una sustancia infinita, eterna, omnisciente y omnipotente que ha creado todas las cosas que existen. En esta definición podemos observar que lo que hay contenido en ella no son atributos que yo posea. La idea que tengo de Dios es la de un ser infinito, y yo soy finito, como lo demuestra el hecho de que dude. Dios es eterno y yo soy mortal; Dios lo conoce todo y yo no. En consecuencia, yo no puedo ser la causa de esa idea. Por tanto, debe haber una realidad que cause en mí esta idea de Dios, y esa realidad sería Dios mismo.

  • Segunda prueba: El Argumento de la Contingencia y la Conservación

    Parte del hecho de que existamos ahora no se sigue que existamos en momentos posteriores. No se puede decir que seamos nosotros quienes nos conservemos, por varias razones. En primer lugar, no somos capaces de crearnos a nosotros mismos. En segundo lugar, para Descartes, no hay diferencia alguna entre mantener a un ser finito en la existencia y crearlo. Ahora bien, nosotros no nos hemos creado a nosotros mismos; luego, no podemos conservarnos. Por tanto, necesitamos de alguien que nos conserve sin necesidad de ser conservado a sí mismo, y ese ser es Dios. Algo solo se conserva si se crea continuamente, y el mundo está creándose continuamente por Dios. No soy capaz de mantenerme a mí mismo en existencia porque no soy capaz de crearme; lo mismo pasa con el mundo. Por tanto, debe haber algo que exista y mantenga el mundo en existencia: Dios.

  • Tercera prueba: El Argumento Ontológico (San Anselmo)

    (El argumento de San Anselmo, Ontológico o A priori) Todo el mundo tiene una idea de Dios como un ser absolutamente perfecto. Aquello que existe es más perfecto que aquello que no existe. Por tanto, si la idea de Dios es la de un ser perfecto, Dios tendría que existir; y si no existiera, no sería el ser más perfecto.

El Origen del Error Humano

Demostrada la existencia de Dios, se sabe que es un ser perfecto, omnisciente, omnipotente, bondadoso, etc. Entonces, me ha tenido que crear de forma que, si pienso algo, debe haber alguna relación entre lo que pienso y la realidad. Nos ha dado así la garantía de que nuestras ideas pueden asemejarse a la realidad del mundo. Entonces, ¿de dónde viene el error? ¿Por qué nos equivocamos? Pues el ser humano tiene dos facultades:

  • Entendimiento: tiene límites y conoce sus límites; además, exige tener un orden.
  • Voluntad: no tiene límites, y cuando la voluntad sobrepasa al entendimiento, ocurre el error.

Las Sustancias

La sustancia es una cosa existente que no requiere más que de sí misma para existir. Sin embargo, esta definición provoca un problema: que entonces solo existiría Dios, ya que es el único que cumple con la descripción. Por tanto, Descartes distingue entre sustancia infinita y sustancias finitas. La sustancia infinita no depende de nada para existir, y las sustancias finitas son aquellas que solo requieren de la infinita (Dios) para existir. Dentro de las sustancias finitas reconocemos dos subtipos: las sustancias pensantes o res cogitans, cuyo atributo principal es el pensamiento; y la sustancia extensa o res extensa, cuyo atributo fundamental es la extensión. Entonces, según Descartes, tenemos tres sustancias:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *