La filosofía política de Platón: la búsqueda de un gobierno justo

Motivación

En su carta VII, Platón asegura que todos los gobiernos que ha conocido estaban mal gobernados y que por eso era necesaria una reforma política, que comenzara por el individuo. Esta debía venir de la mano de la filosofía dado que solo un filósofo era capaz de conocer lo que es la justicia.

Platón rechazaba tanto la democracia como la tiranía y sostenía que su objetivo era principalmente político, dado que buscaba conseguir un gobierno justo. Sin embargo, asegura que previamente es necesario abordar temas metafísicos a través de la ontología, es decir, la realidad, y la epistemología, como se conoce la realidad. Para ello, Platón une la realidad eterna e inamovible planteada por Parménides y el perpetuo fluir de las cosas del que nos habla Heráclito para dar lugar a una solución conciliadora. Según Platón, existen dos maneras de ver el mundo, a través de la vista, atendiendo así a la temporalidad y el fluir de las cosas, o a través de los ojos de la mente, para llegar a la idea de las cosas descubriendo la realidad eterna e inamovible de la que Parménides nos hablaba.

Por eso, en la filosofía de Platón, ética y política están directamente relacionadas y ambas fundamentadas en la metafísica, dado que es necesario conocer qué es la realidad y cómo se accede a ella para llegar a la idea de justicia.



Teoría de las ideas

Platón afirma que es necesario tratar temas metafísicos como qué es la realidad (ontología) y saber cómo acceder a ella (epistemología) para poder buscar una organización justa e ideal de la vida política y social y acceder al conocimiento. Como nexo entre ambas, encontramos la antropología, dado que Platón afirma que hay un paralelismo entre individuo y Estado y por eso es necesario el estudio del ser humano para lograr su objetivo.

Para ello, crea la teoría de las ideas, que parte de la tradición filosófica anterior, haciendo una síntesis superadora entre la visión de Heráclito, que afirmaba el perpetuo fluir de las cosas, y de Parménides, que aseguraba que «a la realidad cambiante le subyace una realidad eterna e inmutable». Así, Platón propone una solución conciliadora a la oposición permanencia-cambio, que a su vez presenta una alternativa al relativismo o escepticismo de los sofistas, y da consistencia teórica al optimismo socrático sobre las capacidades humanas del conocimiento. Afirma que cuando observamos el mundo atendemos a la temporalidad y el fluir de las cosas, pero cuando lo hacemos con los ojos de la mente es cuando llegamos a conocer la idea de las cosas, su forma, esencia, modelos.

Así, existirían dos mundos, por un lado el mundo sensible, que es cambiante e imperfecto y que es una copia del mundo inteligible, eterno e inmutable, al que accedemos cuando observamos con los ojos de la mente.



Mito de la caverna

El mito de la caverna de Platón, que encontramos en su escrito La República, es una alegoría de la teoría de las ideas, además de un retrato antropológico de la conflictiva situación humana, con el que explica el camino de acceso al conocimiento.

Comienza con unos hombres en el interior de una caverna, que llevan encadenados toda su vida y solo pueden mirar en una dirección. Detrás suya hay unas personas portando objetos y un fuego que proyecta sus sombras en una pared, lo que constituye la única realidad a la que tienen acceso los prisioneros.

Éstos simbolizan la condición humana inicial, completamente determinada; y el interior de la caverna el mundo sensible. Si los prisioneros rompieran sus cadenas, que simbolizan los sentidos, y miraran a su alrededor, al principio les dolerán los ojos, pero se irían acostumbrando a la luz del fuego. Así es como Platón explica el proceso de conocimiento, aprendizaje o educación de los filósofos.

El mundo exterior es el mundo inteligible y cuando los prisioneros salen de la caverna se produce un paralelismo con lo sucedido en el interior. Primero les duelen los ojos y solo pueden mirar a la copia de la realidad en los reflejos del agua, luego se van acostumbrando y pueden mirar directamente a la realidad, para terminar mirando a la luz que todo lo ilumina: el sol, que en la jerarquía de las ideas, sería el bien.

Por último, Platón cuando nos habla de la máxima ética, se refiere al deber que tienen los filósofos de volver al interior de la caverna una vez que ya han conocido el mundo exterior e inteligible, para iluminar a los demás, aún sabiendo que estos pueden reaccionar violentamente.



Teoría del conocimiento

La teoría del conocimiento de Platón se basa en la idea de la reminiscencia. Según Platón, el conocimiento consiste en acercarse a la verdad, que se halla en el mundo inteligible, por lo que supone un proceso de aproximación y contemplación de las ideas. En su libro La República, se sirve del mito de los segmentos para explicar los niveles del conocimiento, que a su vez tiene como trasfondo el mito de la caverna.

Platón hace una división entre mundo visible (interior de la caverna) e inteligible (exterior de la caverna) y a su vez, divide en imágenes y cosas físicas el primero y en hipótesis matemáticas e ideas el segundo, dado que, al igual que las imágenes son un reflejo de los objetos en el mundo visible, los objetos matemáticos son un reflejo de las ideas en el mundo inteligible.

Además, relaciona cada objeto con un estado mental o vía de conocimiento asociada, confirmando la parte ontológica y epistemológica de la teoría respectivamente. Respecto a las imágenes solo podemos tener conjeturas y respecto a las cosas físicas, creencias, dado que estas últimas solo son copias de las ideas y se basan en la experiencia. Ambos estados mentales son solo opiniones y no constituyen un conocimiento auténtico, sino que son meras apariencias.

Por otro lado, respecto al conocimiento matemático, nuestra vía de conocimiento es el pensamiento razonado y respecto a la idea, la razón intuitiva, que constituye la herramienta de conocimiento más elevada dado que es la que nos permite acceder a la visión de las ideas y por lo tanto alcanzar la verdadera realidad. Tanto el pensamiento matemático como la razón intuitiva constituyen conocimiento verdadero y racional o ciencia.

Platón plantea que el ser humano posee un alma inmortal que habitó en el mundo de las ideas y por lo tanto conoció la idea de la cosa que estamos viendo y todas las preexistentes. Cuando este alma se encarna, se contamina del mundo sensible y olvida. Por eso, Platón afirma que aprender o conocer consiste en recordar o evocar ideas, «hacer emerger lo que está en nosotros». Este postulado se basa en un optimismo epistemológico, dado que plantea una visión muy positiva de las posibilidades humanas del conocimiento al afirmar que intelectualmente, poseemos todo lo que necesitamos. Platón afirma que el ser humano, como el prisionero de la caverna, posee la capacidad para romper las cadenas de la ignorancia e iniciar el camino de ascenso hacia el conocimiento.



Antropología

La antropología de Platón está marcada por un dualismo antropológico, alma y cuerpo, como la realidad lo está por las cosas y las ideas. Platón establece un símil entre el alma del ser humano y un carro alado tirado por un par de caballos y conducido por un auriga para explicar su visión tripartita de la misma.

El caballo negro representa las tendencias negativas del hombre, como el instinto de conservación o sexualidad, que constituyen la parte concupiscible del alma, localizada en el bajo vientre, encargada del mantenimiento del individuo. El caballo blanco hace referencia a las tendencias positivas del ser humano, como el valor, la ira o la esperanza, que conforman la parte irascible, que se encuentra en el pecho y tiene como función la defensa. Por último, el auriga simboliza la capacidad intelectual o el pensamiento del ser humano, es decir, su parte racional, que se localiza en la cabeza y se encarga de dirigir al individuo y controlar las otras dos partes.

Platón asegura que para que haya armonía y equilibrio o justicia, cada parte debe hacer correctamente lo que le es adecuado, lo que denominamos como principio de especialización, y por ello, cada una tiende a una virtud: la concupiscible a la templanza, la irascible a la fortaleza y la racional a la sabiduría.

Así, Platón establece un dualismo antropológico, entre alma y cuerpo, pudiendo afirmar que el ser humano es, fundamentalmente, su alma. Mientras que el cuerpo pertenece al mundo sensible, imperfecto y mortal, el alma pertenece al mundo de las ideas, inteligible e inmortal, del que ha sido expulsada y al que desea retornar. Es por eso que el ser humano puede llegar a conocer o contemplar las ideas, pero solo si el auriga controla bien a los caballos y consigue que el carro alado se eleve.



Política

La política de Platón se basa en su teoría socio-política, que establece un paralelismo entre el individuo y las clases sociales del Estado, que terminan formando una sociedad piramidal. La parte concupiscible equivale a los trabajadores, la irascible a los guardianes y los guardianes perfectos o gobernantes ejercen la política y dirigen el Estado.

Para Platón, hay dos pilares fundamentales para la justicia en el Estado. El primero es el principio de especialización funcional, que consiste en que cada clase social haga estrictamente la función que le compete. El segundo pilar es la educación, especialmente la de los guardianes, a los que se les enseñaba música o matemáticas. De entre ellos, solo a los más aptos se les enseñaba la dialéctica y se les preparaba para ser gobernantes. Para Platón, estos debían renunciar a la propiedad privada, vida personal o el matrimonio por amor para asegurar su devoción a la comunidad y el Estado y su honestidad e incorruptibilidad.

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