La Filosofía de Platón: Realidad, Ideas y Conocimiento

La Metafísica de Platón: La Teoría de las Ideas

La Teoría de las Ideas (metafísica) reúne, por una parte, la concepción de Parménides (permanencia), según la cual la auténtica realidad es eterna e inamovible y, por otra, la afirmación de Heráclito (cambio) sobre el perpetuo fluir de las cosas. Platón ofrece una solución conciliadora (dualismo) a la oposición permanencia-cambio. Al mismo tiempo, ofrece también una alternativa al relativismo o al escepticismo de los sofistas y da consistencia teórica al optimismo socrático sobre las capacidades humanas de conocimiento. Y, como trasfondo de todas las conciliaciones o síntesis, se encuentran las certezas matemáticas de los pitagóricos, evidentes ejemplos de verdades eternas.

Cuando observo el mundo que me rodea, constato un mundo como el que describe Heráclito: veo temporalidad, es decir, veo cosas que cambian y fluyen constantemente, cosas que no perduran. Pero, ¿qué pasa si miro con los ojos de la mente? Ver con los ojos de la mente quiere decir ver, por ejemplo, más allá de este acto concreto de valentía de un héroe y ver lo que es propio del valor de los héroes. O también, con otro ejemplo, ver más allá de este bello rostro, la perfecta belleza. En resumen, ver con los ojos de la mente es conocer los modelos, las formas, la esencia de las cosas, lo que tienen en común todos los objetos del mismo tipo; captar su Idea.

La Teoría de las Ideas afirma la existencia de unas entidades:

  • Inmateriales
  • Absolutas
  • Inmutables
  • Perfectas
  • Universales

Estas entidades son independientes del mundo físico. Estas realidades son las Ideas del Mundo Inteligible. Los objetos y fenómenos que nos rodean (mi casa, el árbol que he plantado, la tristeza por tu despedida) son cambiantes y contingentes (son así, pero podrían ser de otra manera). La casa puede hundirse, el árbol marchitarse, la tristeza desvanecerse. Pero es que solo son copias o imitaciones de la verdadera realidad.

Consecuentemente, podemos decir que la teoría postula la existencia de dos mundos: por un lado, el mundo excelso y perenne de las Ideas y, por otro, el imperfecto y fugaz mundo de las cosas (Mundo Sensible).

Aspectos Clave de la Teoría

Vertiente Lógica y Metafísica

La teoría tiene dos vertientes: lógica y metafísica. La vertiente lógica identifica las Ideas, formas o «universales» con los conceptos generales. Así, yo puedo recoger una gran pluralidad de flores, pero el concepto de flor es único; no significa esta o aquella flor concreta, sino algo más universal. Por otro lado, la vertiente metafísica constituye la parte más platónica de la teoría. Afirma la existencia real de la flor ideal, perfecta, inmutable…

La Jerarquía de las Ideas

La teoría establece una jerarquía de Ideas. En nuestro mundo sensible, no todas las cosas tienen la misma importancia: el Sol que nos ilumina ocupa un lugar más relevante que la lagartija que se calienta gracias a él. Según Platón, la jerarquía natural es una réplica de la jerarquía Ideal. Podríamos construir un mapa jerárquico de todas las Ideas: Grandes, Medianas y Pequeñas. En las Grandes, arriba, la Idea de Bien o la Idea de Belleza; después, la Idea de Justicia. Las Medianas: de Valentía, de Orden…; y las Pequeñas, más abajo, las Ideas o conceptos matemáticos; subordinadas a estas, las Ideas de cosas naturales, como la Idea de flor, caballo, árbol, piedra, casa y tantas otras.

Relación entre las Ideas y las Cosas: El Mito del Demiurgo

¿Qué relación hay entre la Idea y su correspondiente cosa, entre la Idea de Belleza y esta bella flor? La respuesta de Platón es doble. Por un lado, una flor es bella precisamente porque participa de la Idea de Belleza; posee alguna cosa de la Idea. Por otro, la Idea es un modelo que la cosa particular imita o copia.

En su diálogo El Timeo, Platón nos ofrece un relato en el que explica de forma muy gráfica la relación existente entre el mundo sensible y el Mundo de las Ideas: el mito del Demiurgo. El mito se refiere a que en el origen se hallaban el mundo de las Ideas, el Demiurgo (supremo artesano o hacedor) y una masa caótica e informe. Esta materia desordenada, como posee por naturaleza una tendencia al cambio perpetuo y azaroso, es imperfecta. Pues bien, cuenta el mito que el Demiurgo, tomando el mundo de las Ideas como modelo, fue trabajando igual que un escultor sobre esta masa caótica, introduciendo en ella un poco de orden y de armonía propios de lo inteligible. Fue introduciendo la estructura del mundo de los arquetipos eternos e ideales en esta materia informe, de tal manera que fue generando lo que ahora denominamos mundo sensible. Se deriva del mito el hecho de que nuestro mundo no es otra cosa que una copia imperfecta del mundo de las Ideas, efectuada por el Demiurgo. Nuestro mundo sensible no es un completo caos (desorden), sino un cosmos (cierto orden), pues se halla organizado según la armonía matemática reinante en el plano inteligible. De este modo, cabe entender cada objeto físico como una materialización particular de una Idea Universal eterna e inmutable, como la réplica imperfecta, en materia, de una idea inmaterial.

Ahora bien, el Demiurgo platónico introduce en las cosas una finalidad, una teleología, una aspiración o apetito que lleva a estas a buscar su pleno desarrollo, su propia perfección, su propio bien. Podemos relacionar esta aspiración de todos los seres por alcanzar su máxima plenitud o bien con el hecho de que sitúe como máxima idea de la jerarquía de lo inteligible a la Idea de Bien o Belleza. Este apetito hacia el Bien es lo que Platón denominó como impulso amoroso (Eros) en su diálogo de madurez El Banquete, y que en el plano intelectual hace referencia a la dialéctica, en cuanto proceso racional que permite elevarse progresivamente hacia el conocimiento de las Ideas Superiores.

La Epistemología Platónica: El Camino hacia el Conocimiento

Platón constituye una de las muestras más evidentes de la posibilidad de explicar y enseñar filosofía de manera atractiva, usando el género literario. Para transmitir algunas de sus teorías más complejas a menudo recurría a la metáfora, el símil o el mito. Uno de sus mitos más famosos es el mito de la caverna. Este es, quizá, el relato más expresivo de toda la historia del pensamiento occidental: es una alegoría de la Teoría de las Ideas (Metafísica) y, también, un retrato antropológico de la conflictiva situación humana. Platón narra en este mito el doloroso y escarpado camino del conocimiento. El hombre encadenado en el interior de la oscuridad simboliza la condición humana inicial, ignorante y engañada. El mundo del interior de la caverna es el mundo de las cosas (Mundo Sensible). El camino de salida representa el proceso de conocimiento. Así, los dos mundos del mito se corresponden con los dos mundos de su metafísica, y el escarpado y dificultoso camino de salida nos muestra el acceso al conocimiento. Como podemos comprobar, la Teoría de las Ideas y la del conocimiento están entrelazadas.

Los Grados del Conocimiento: Doxa y Episteme

Para Platón, el conocimiento es el acercamiento a la verdad, superando la ignorancia y el engaño. Pero, ¿dónde reside esta verdad? Ya hemos visto que, por oposición al mundo cambiante y confuso que nos rodea, la verdad se encuentra en el Mundo Ideal o Inteligible. Por eso, el conocimiento se entiende como un proceso de acercamiento y contemplación de las Ideas.

En el libro VI de La República, Platón expone los diferentes niveles de conocimiento. Asimismo, a estos momentos les corresponden diferentes niveles de realidad. Después de dividir el segmento que representa el nivel visible de la realidad en imágenes y objetos físicos, en el texto, «Sócrates» (el protagonista de los diálogos de Platón) nos explica cómo debe dividirse el segmento correspondiente al mundo inteligible: el ámbito de los objetos matemáticos y el de las Ideas, por el hecho de que los objetos matemáticos son imágenes de las Ideas, como las sombras y los reflejos lo son de los objetos físicos. A las cuatro clases de objetos resultantes, dos sensibles y dos inteligibles, Platón les atribuye una operación mental o vía de conocimiento diferente.

  • Respecto a las imágenes (sombras de las cosas), solo podemos tener suposiciones o conjeturas (eikasía). Fíjate en que las imágenes (en griego eikones) son sombras de las cosas que son, a su vez, simples copias.
  • Nuestro conocimiento de los animales y de las cosas, que son copias de la verdadera realidad, es la creencia o fe (pistis).

Así pues, tanto las suposiciones como las creencias no son más que opinión (doxa), no auténtico conocimiento. Con respecto a los objetos matemáticos, nuestra vía de conocimiento es el pensamiento razonado o razón discursiva (dianoia). La herramienta del conocimiento más alto, el de las Ideas, es para Platón la inteligencia pura o razón intuitiva (noesis), la única que puede acceder a la visión de las Ideas o formas y alcanzar la verdadera realidad. El conocimiento de la razón discursiva y el de la razón intuitiva constituyen conocimiento o ciencia (episteme). En este esquema no solo vemos representados los diferentes tipos de objetos y niveles de la realidad, también los diferentes grados de conocimiento que les corresponden: opinión (doxa) y ciencia (episteme).

La Reminiscencia: Conocer es Recordar (Anamnesis)

El caballo marrón que veo trotar va un poco cojo, el triángulo que he dibujado es bastante irregular, esta rosa tan bonita empieza a marchitarse. Entre las cosas sensibles y su correspondiente Idea hay un abismo: la Idea de caballo, de triángulo, de belleza tiene un «plus», tiene una realidad que no está en la concreta cosa sensible. Pero si la Idea, a diferencia de la cosa, es universal, perfecta y eterna, ¿cómo llega el hombre a estas Ideas tan diferentes y alejadas de las cosas? La respuesta de Platón es que en nosotros, en nuestra alma, desde siempre, hay como dormidas o en estado latente, huellas o señales de estas Ideas. Por lo tanto, lo único que debe hacerse es despertar, hacer emerger lo que ya está en nosotros. Consecuentemente, aprender o conocer no es nada más que evocar o recordar estas Ideas (anamnesis o reminiscencia).

Esta concepción platónica implica una visión muy positiva respecto a las posibilidades humanas de conocimiento. Supone que los humanos tenemos la capacidad interior suficiente para deshacernos de las cadenas de la ignorancia e iniciar el camino de ascenso hacia el conocimiento. Esta concepción se basa en un optimismo epistemológico, en una fe en las posibilidades humanas, sustentada en la confianza en que intelectualmente poseemos todo lo que necesitamos.

En el diálogo Menón, Platón trata de demostrar su afirmación «no hay enseñanza, sino reminiscencia». Así, Sócrates pide a Menón que llame a uno de sus esclavos; es decir, un hombre privado de la educación y la enseñanza más elementales. «Sócrates», aunque es consciente de que el esclavo no sabe nada de matemáticas, dibuja un cuadrado y pide al esclavo que encuentre un segundo cuadrado de superficie doble. En un primer intento, el esclavo multiplica por dos la longitud de un lado y, partiendo de este, genera el nuevo cuadrado; pero muy pronto se da cuenta de que su cuadrado es de superficie cuádruple y no doble. Guiado por la interrogación socrática, el esclavo rápidamente descubre que el cuadrado de superficie doble se genera a partir de la diagonal del primer cuadrado.

«Sabe, pues, sin que nadie le haya enseñado, solo interrogándolo, y recupera de sí mismo su ciencia.»— Platón, Menón

Y ya que nadie le ha enseñado geometría, debe deducirse que poseía esta ciencia desde siempre y que no la ha adquirido en esta vida. Platón acaba, por boca de Sócrates, afirmando que el esclavo sería «capaz de hacer lo mismo sobre toda la geometría y sobre todas las disciplinas».

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