Idealismo Trascendental e Idealismo Material
Kant propuso la denominación idealismo trascendental para su sistema filosófico, pero es necesario precisar su significado. Para Kant, hay un idealismo material, igualmente denominado empírico o psicológico, que opone a su idealismo trascendental, formal o crítico (doc. 3). Tal idealismo material adopta dos posiciones:
El idealismo problemático
Corresponde al racionalista Descartes. Este tiene una gran dificultad para pasar del yo al mundo externo, teniendo que recurrir a Dios. Kant lo califica de problemático porque el mundo exterior no se puede demostrar por experiencia inmediata y tiene que recurrir a la mediación de Dios. El sujeto solamente cree, piensa que existe un mundo externo; se trata de una intuición interna. Kant considera que sin experiencia externa no sería posible tener experiencia interna. Luego, la experiencia externa del mundo es razonable y está fundada, no cabe problematizarla.
El idealismo dogmático
Pertenece al empirista Berkeley. Para los empiristas, el espacio y todas las cosas que incluye son una simple imaginación. Berkeley se expresó así en su Tratado sobre los principios del conocimiento humano: «Todos los cuerpos que componen la poderosa estructura del mundo carecen de una subsistencia independiente de la mente, y su ser consiste en ser percibidos o conocidos». Se trata de su famosa tesis «el ser consiste en ser percibido» (esse est percipi); su realidad es la mente del que percibe (doc. 4). A este respecto, Kant distingue entre fenómeno, con realidad objetiva, y apariencia o ilusión, que solo vale subjetivamente.
El Idealismo Formal
El idealismo trascendental kantiano afirma que solo se puede conocer si el sujeto tiene unas condiciones anteriores y previas a la experiencia que hacen posible percibir. Esto es lo trascendental: lo referente al modo de conocer los objetos, no a los mismos objetos; lo que el sujeto pone en las cosas en el acto de conocerlas: «Llamo trascendental a todo conocimiento que se ocupa, no tanto de los objetos, sino de nuestro modo de conocerlos, en la medida en que ha de ser posible a priori» (Crítica de la razón pura).
Las formas trascendentales son el espacio y el tiempo, que hacen que las experiencias no caigan en un vacío, sino en una estructura o plataforma que las ordena y organiza. Los seres humanos tenemos una forma de conocer y todo queda impregnado por ella.
Lo que pretende ir más allá de los límites de la experiencia se convierte en mera ilusión o imaginación, que es necesario detectar con la razón pura, por ser ilegítimo y no válido, ya que trasciende las condiciones de la experiencia. Lo trascendente es ilusorio y, por tanto, no científico.
El Conocimiento
Kant se plantea el problema del conocimiento en dos pasos: lo primero que hay que preguntar es si es posible el conocimiento, y después, qué condiciones intervienen en él y cuáles son los elementos del conocer.
Para Kant, el conocimiento sí es posible, y la prueba es el conocimiento científico que ha producido Newton y que nadie discute. En cuanto a su materia, Kant está de acuerdo con los empiristas que establecieron que el origen del conocimiento es la experiencia: «No hay duda alguna de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia» y «ningún conocimiento precede a la experiencia».
Al tratar las condiciones para que tenga lugar el conocimiento, Kant recurre a la razón: «Pero, aunque todo conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia».
Kant establece que hay dos modos de conocimiento opuestos entre sí:
- El conocimiento empírico o a posteriori: Procede de la experiencia. Los conocimientos que proceden de la experiencia son individuales y particulares.
- El conocimiento a priori: Es independiente de la experiencia. Los conocimientos a priori son conocimientos puros, porque no tienen mezcla de experiencia; de aquí que sean universales y necesarios siempre.
Todo conocimiento válido se expresa en juicios, esto es, en afirmaciones o negaciones entre un sujeto y un predicado. Afirmo cuando considero que algo es válido, y niego si ocurre lo contrario. Para saber si el contenido de una expresión es válido, podemos analizarlo o confirmarlo en la experiencia:
Tipos de Juicios
Juicios analíticos (a priori)
Son aquellos cuya validez se analiza en su propia composición: el predicado está contenido en el sujeto. Son explicativos, no añaden conocimiento y están sometidos al principio de contradicción. Un ejemplo: «Todos los cuerpos son extensos» explica que la extensión pertenece a los cuerpos necesaria y universalmente.
Juicios sintéticos (a posteriori)
Amplían nuestro conocimiento; el predicado aporta información del sujeto. En la afirmación: «Algunos cuerpos son pesados», su validez no está en el sujeto, sino en la comprobación experimental, que hace extender o aumentar el conocimiento.
Juicios sintéticos a priori
Son una novedad de Kant y tienen dos importantes características: aumentan el conocimiento (por ser sintéticos) y son universales y necesarios (por ser a priori). En el ejemplo «todo lo que sucede tiene una causa», no se trata de un juicio analítico, porque el predicado «causa» no está contenido en «sucede»; sin embargo, no necesito comprobación experimental para afirmar la conexión «acontecimiento-causa». Lo hago previamente, y ocurre universal y necesariamente siempre.
La ciencia procede en su conocimiento mediante juicios sintéticos a priori; luego, los juicios existen ya, por lo que son posibles. Ahora, para saber si algo es científico, basta con averiguar si contiene juicios sintéticos a priori: este es el criterio de conocimiento. Así ocurre en matemáticas y en física, que son ciencias, pero no en metafísica, que no lo es.
Estructura de la Crítica de la Razón Pura
Dentro de la Crítica de la razón pura, Kant distinguió tres partes: la estética trascendental, la analítica trascendental y la dialéctica trascendental, que se corresponden con tres facultades y tres tipos de conocimiento:
- En la estética trascendental, estudia la facultad de la sensibilidad y cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas. Los objetos se dan.
- En la analítica trascendental, estudia la facultad del entendimiento y cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la física. Los objetos se piensan.
- En la dialéctica trascendental, estudia la facultad de la razón y si es posible la metafísica como ciencia, analizando la imposibilidad de la metafísica para formular los juicios sintéticos a priori.
La Sensibilidad: La Estética Trascendental
Kant emplea el término estética en su sentido etimológico (aisthesis, en griego, «sensación» o «intuición») y no en el sentido que podemos entender en la actualidad. Se trata, pues, del estudio de las sensaciones y no de la belleza. Así lo precisa Kant: «A la ciencia de todos los principios a priori de la sensibilidad la llamo estética trascendental».
La sensibilidad es la capacidad de recibir representaciones, al ser afectados por los objetos. Según esto, el sujeto recibe acciones del objeto pasivamente, que le modifican (nota el peso, siente la temperatura, ve el color, etc.). Además, el sujeto conoce representaciones, esto es, intuiciones procedentes de la sensibilidad y conceptos: es lo que llama Kant «fenómeno».
El Conocimiento Sensible: Espacio y Tiempo
La presencia de un objeto alerta nuestra capacidad receptiva, que lo contacta inmediatamente a través de la intuición sensible. Ningún objeto se da de otra manera que no sea a la sensibilidad. Hay, pues, una colaboración paralela entre objeto y sensibilidad, y así se produce la sensación. Estas afecciones a la sensibilidad que proceden de la experiencia y son a posteriori constituyen la materia del conocimiento, que inmediatamente son ordenadas a priori mediante las formas de la sensibilidad. La sensibilidad percibe los objetos ordenados en un espacio y en un tiempo. Todo objeto se da en un espacio y en un tiempo. Estas condiciones espacio-temporales son las formas a priori de la sensibilidad externa (espacio) e interna (tiempo). Espacio y tiempo se encuentran en la razón del sujeto previamente a cualquier experiencia, haciéndola posible. Por eso son estructuras trascendentales o condiciones que permiten conocer los objetos: todo lo que pensamos lo pensamos en un espacio y tiempo concretos.
Espacio y tiempo no son realidades absolutas en sí mismas (así lo vio Newton), ni simples relaciones entre cosas (como creía Leibniz), sino formas subjetivas de la sensibilidad humana, esto es, su modo de funcionar, que garantizan los objetos. Espacio y tiempo pertenecen al sujeto y no a las cosas, pero son algo objetivo, porque sin ellos no se podría conocer. Son intuiciones puras, porque carecen de contenido empírico. El espacio tiene que ver con la geometría y el tiempo con la aritmética: por eso, los juicios sintéticos a priori se dan en la matemática, que tiene de este modo categoría de ciencia.
El Entendimiento: La Analítica Trascendental
Para que se puedan pensar o entender los objetos, previamente tienen que haberse dado; por eso, intuiciones y pensamientos deben estar en relación. Se piensa mediante conceptos, pero solo pensar no es conocer, porque falta la impresión correspondiente o la materia. Se necesita la intuición más el concepto: «Ni conceptos sin intuición, que de alguna manera les corresponda, ni intuición sin conceptos, pueden dar un conocimiento». También dice más expresivamente Kant que los conceptos sin contenidos están vacíos, así como las intuiciones sin conceptos son ciegas. Kant estudia las leyes de la sensibilidad en la estética de la Crítica de la razón pura, y las del entendimiento en la lógica. Pero a Kant no le interesa la lógica formal, por no tener contenido, sino la trascendental que puede explicar los contenidos de forma a priori.
Los Conceptos Puros del Entendimiento: Las Categorías
El entendimiento produce espontáneamente, en virtud de su actividad propia, conceptos empíricos para comprender las impresiones, que llegan de la experiencia previamente ordenadas espacio-temporalmente (fenómenos).
Kant denomina «categorías» a los conceptos puros del entendimiento. Mediante las categorías, el entendimiento ordena y valora los datos, sometiéndolos a estos elementos a priori. Así, el conocimiento es válido en virtud de la aplicación de las categorías (formas o maneras de funcionar el entendimiento) a los datos de la experiencia (materia). Tales elementos son trascendentales, por no proceder de la experiencia y ser previos a ella, ya que pertenecen a la subjetividad. Los trascendentales-categorías hacen posibles los conocimientos y los fundamentan.
Para Kant, las categorías son tantas como juicios, porque las impresiones se comprenden mediante conceptos y estos concluyen formando juicios. Aristóteles estableció una tabla de doce juicios y otras doce categorías. Sin embargo, Kant considera que las categorías no pertenecen a las cosas (no son modos de ser de las cosas), sino al entendimiento (son maneras de funcionar la mente). Las categorías no proporcionan conocimientos sin sus correspondientes intuiciones sensibles. Sin embargo, son igualmente objetivas, como el espacio y el tiempo. El sujeto conoce las cosas en un espacio y tiempo concretos, en donde las piensa, ordenándolas y conceptualizándolas, de acuerdo con los procedimientos propios del entendimiento, es decir, el sujeto conoce mediante las categorías aplicadas a los datos sensibles en un espacio y tiempo determinados.
El Fenómeno y el Noúmeno
El conocimiento intelectual no puede traspasar la experiencia si quiere ser válido. En este sentido, Kant distingue:
- Fenómenos: Manifestaciones sensibles de los objetos al sujeto. El sujeto conoce representaciones, conceptos e intuiciones procedentes de la sensibilidad en el espacio y tiempo.
- Noúmeno: Hay cosas en sí mismas, se muestren o no al sujeto, es decir, independientes de este, que se encuentran más allá de nuestra experiencia. Por tanto, hay una realidad «transfenoménica»: a esta realidad, Kant la llama «noúmeno», que no pertenece ni a lo sensible ni a lo categorial.
Este noúmeno es, pues, un problema para el conocimiento, pero también indica los límites del conocimiento sensible y del entendimiento puro. Podemos pensar el noúmeno, pero no lo podemos conocer. Constituye el límite de nuestro conocimiento: no se puede pretender ir más allá (doc. 6).
La Razón: Dialéctica Trascendental
En la Crítica de la razón pura, en el comienzo de la segunda parte de la lógica, Kant expresa que la dialéctica es la lógica de la ilusión. Fenómeno e ilusión son distintos, pero aquí se trata de la ilusión trascendental, que ocurre cuando la razón sobrepasa la experiencia, como una tendencia natural. Entonces, la razón cae en errores que hay que descubrir para poder eliminar. Se trata de necesidades subjetivas e inevitables que entrañan el peligro del engaño. La dialéctica tiene que analizar tales ilusiones. «Todo nuestro conocimiento comienza por los sentidos, pasa de estos al entendimiento y termina en la razón».
El campo de la ciencia está limitado a la experiencia. De este modo actúan la sensibilidad y el entendimiento como fuentes de conocimiento. La razón está acosada por preguntas que la sobrepasan, pero que no puede evitar. Por eso, se siente impulsada a ir más allá en una tendencia unificadora, que aspira a lo incondicionado. En su tendencia produce «ideas». De modo similar a como el entendimiento ofreció a la sensibilidad comprender las intuiciones sensibles mediante conceptos, la razón trata de decir al entendimiento cómo debe proceder, unificando las capacidades anteriores para superarlas.
Los Ideales de la Razón: Yo, Mundo y Dios
La razón tiende inevitablemente a trascender los juicios del entendimiento en el afán de alcanzar su unificación, buscar juicios generales, siguiendo el impulso natural de alcanzar síntesis mayores: quiere acceder a lo noúmeno o cosas en sí. Con ello, intenta alcanzar los objetos de la metafísica, que son únicamente ideas de la razón, es decir, formas a priori sin correlatos sensibles. Se trata de ideales de la razón, que expresan los supuestos contenidos de la metafísica tradicional. Según Kant, es necesario someter a crítica todo esto. Para ello, Kant examina las tres ideas de la razón: yo, mundo y Dios, que son los objetos de la metafísica que ahora aparecen en forma de ideales de la razón.
- El sujeto pensante o el contenido de la psicología: El yo, o el sujeto absoluto de todos nuestros juicios, da lugar a los cuatro «paralogismos» (conclusiones falsas) de la psicología: sustancialidad, simplicidad, personalidad e idealidad. Son conceptos que no se pueden demostrar por carecer de las intuiciones necesarias para adquirir significado. La idea de permanencia absoluta del alma o inmortalidad sobrepasa el campo de la experiencia.
- El mundo como conjunto de todos los fenómenos o el contenido de la cosmología: La idea de mundo, o la totalidad de los fenómenos externos, produce cuatro antinomias (conflicto entre una tesis y su antítesis). Por ejemplo, que el mundo está limitado por el espacio o que es infinito, que lo que ocurre en el mundo tiene una causalidad libre o que todo sucede conforme a las leyes de la naturaleza, que el mundo fue creado por un ser necesario o que no ha sido causado.
- Dios o el contenido de la teología: La idea de Ser supremo, como unidad absoluta de la totalidad exterior e interior, se expresa en las pruebas tradicionales para demostrar la existencia de Dios: ontológica, cosmológica y psicológica. Tal idea es posible y necesaria, pero nunca podrá tener validez objetiva, ni se podrá demostrar. Tales demostraciones pretenden ir de lo conocido -de lo que tenemos experiencia-, a lo que no puede ser conocido, porque de ello no tenemos experiencia. Se trata de un ideal de la razón.
El Camino Seguro de una Ciencia
En el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la razón pura, Kant plantea que la metafísica -en tanto que conocimientos que pertenecen a la razón- no existe como ciencia porque no ha seguido el camino seguro de la ciencia, permaneciendo en un puro tanteo. Kant compara la metafísica con la matemática y la física, a las que sí considera ciencias:
- La matemática es ciencia desde los griegos, pero todavía seguía tanteando el camino con los egipcios. Ocurrió algo que constituye una revolución: al estudiar el triángulo equilátero, a su descubridor se le ocurrió que no se trataba de considerar la figura y sus propiedades, sino de construirla previamente. No importan las cosas, sino los conceptos que el sujeto pone en ellas: el objeto gira hacia el sujeto.
- La física tardó más en encontrar el camino. El filósofo inglés Francis Bacon (1561-1626) lo inició, y después Galileo, Torricelli y otros lo recorrieron. Los físicos se dieron cuenta de que la investigación de la naturaleza por la razón implica que esta tiene que llevar, previamente, principios y experimentos, que la naturaleza debe confirmar. Este es el cambio: la naturaleza se conforma a lo que la razón ha puesto en ella. Así, la naturaleza gira hacia la razón, y no al contrario.
La metafísica no ha seguido el buen camino. Hasta ahora lo importante eran los objetos, que dirigían al sujeto, y este se plegaba a las cosas. La revolución comenzará cuando los objetos acepten ser dirigidos por el sujeto, mediante el conocimiento a priori de los mismos. Esto significa que serán conocidos independientemente de la experiencia. Ahora Kant sitúa al sujeto en el centro: son las cosas las que giran en torno al sujeto y no al revés. Es el sujeto el que pone las verdaderas condiciones del conocimiento científico. Se producirá así el giro de los objetos a la razón, de modo que sea esta la que mande, y no viceversa: este es el verdadero camino. De este modo, conoceremos lo que ponemos en las cosas, es decir, a priori, y nunca iremos más allá.
La Ética Kantiana
El Imperativo Hipotético y el Imperativo Categórico
Un imperativo es siempre un mandato de carácter ético: prescribe acciones a la voluntad. Estas son reglas de índole práctica. En general, hay dos clases de imperativos:
- Condicionales o hipotéticos: Están condicionados por la búsqueda de determinados fines, medios o propósitos, siendo estos el objetivo de la actuación, que en ellos se agota. La forma lingüística que adoptan es un esquema similar a «si… entonces…».
- Absolutos o categóricos: Son incondicionales y se formulan como máximas absolutas. Prescriben las acciones por sí mismas e inmediatamente. En términos kantianos: «Aquellos [los hipotéticos] representan la necesidad práctica de una acción posible, como medio de conseguir otra cosa que se quiera (o que es posible que se quiera). El imperativo categórico sería el que representase una acción por sí misma, sin referencia a ningún otro fin, como objetivamente necesaria». Todos los imperativos hipotéticos han de ser rechazados como principios de moralidad; solo el imperativo categórico proporciona universalidad y necesidad. En cuanto tal, obliga a la voluntad racional (es práctico), estableciendo con ella una relación a priori o independiente de lo sensible. Kant establece así una moral formal.
El imperativo categórico no se vincula con ningún fin de la acción, ni con su resultado (materia de la acción), sino que se refiere a la intención de la acción (la forma) (doc. 12).
Formulaciones del Imperativo Categórico
Kant presenta varias formulaciones del imperativo categórico, atendiendo a diversos aspectos:
- Fórmula de la ley universal: «Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal». Esta formulación se orienta hacia la universalidad que tiene que tener una norma.
- Fórmula del fin en sí mismo: «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como un fin y nunca solamente como un medio». Esta formulación se orienta hacia la dignidad del ser humano, que, en tanto que ser racional, es fin en sí mismo y por tanto no puede ser tratado como un medio (doc. 13).
Los Postulados de la Razón Práctica
Los postulados son una exigencia de la razón práctica y proceden de la ley moral. Aquellos ideales de la razón en su uso especulativo van, por fin, a poder realizarse objetivamente: libertad, inmortalidad del alma y existencia de Dios -es decir, los tres postulados de la razón práctica-. Así se resolverán los problemas que planteó la primera crítica (doc. 14):
- La libertad: El mandato incondicional derivado del imperativo implica necesariamente la libertad. Debo y estoy obligado solo porque mi voluntad es libre para someterse a sus propias leyes y yo soy un ser racional. Además del mundo sensible, está el inteligible, en virtud de la libertad. Ahora queda fundamentado el imperativo: «Si yo fuera parte únicamente de este mundo inteligible, todas mis acciones serían siempre conformes a la autonomía de la voluntad; pero, como al mismo tiempo me intuyo como miembro del mundo sensible, esas mis acciones deben ser conformes a la dicha autonomía. Este deber categórico representa una proposición sintética a priori». Planea, sin embargo, la circularidad del argumento: a la libertad he llegado basándome en el mundo moral, pero es precisamente esta la que fundamenta el imperativo. La libertad, desde el punto de vista especulativo, choca con la necesidad natural y, por ello, no puede fundamentarse en experiencia alguna, siendo, sin embargo, necesaria desde el punto de vista práctico. Se trata, pues, de una idea que hará posible la fe racional en el reino de los fines: «He aquí, pues, el límite supremo de toda investigación», concluye Kant.
- La inmortalidad del alma: La ley moral exige realizar el bien supremo en el mundo. La perfección se alcanzará cuando voluntad y ley universal coincidan. Para lograr este objetivo, se requiere un progreso infinito, que supone la inmortalidad del alma.
- La existencia de Dios: Dios es el fundamento de la felicidad del ser que llegó a la perfección; en él se identifica el ser y el deber. Sin embargo, los seres humanos nunca van a conseguir la perfección moral y la felicidad. Dios es la última razón de posibilidad de la realización del bien supremo y objeto de fe racional. Dios no es un concepto de la física, ni es posible conocerlo partiendo de este mundo.
Fórmula del Reino de los Fines
«Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de fines». La razón práctica es autolegisladora, determina la acción. «La razón refiere, así pues, toda máxima de la voluntad como universalmente legisladora.»
El Reino de los Fines
Con la idea de reino de los fines, Kant presenta a la humanidad como fin en sí misma, lo que supone que hay un reino de fines: «Por reino entiendo el enlace sistemático de distintos seres racionales por leyes comunes».
De este modo, el ser humano es, a la vez, miembro (súbdito) sometido a esas leyes y jefe (soberano), en cuanto legislador mismo con total autonomía. Escribe Kant: «La necesidad práctica de obrar según ese principio, esto es, el deber, no descansa en modo alguno en sentimientos, impulsos e inclinaciones, sino meramente en la relación de los seres racionales entre sí, en la cual la voluntad de un ser racional tiene que ser considerada siempre a la vez como legisladora, porque, de otro modo, el ser racional no podría pensarlos como fin en sí mismo».
La moralidad y la obligación del deber kantianas adquieren su significación completa en esta dimensión: hay que hacer que la humanidad sea un reino de fines.
La vinculación es profunda: «La moralidad y la humanidad, en cuanto que esta es capaz de moralidad, es lo único que posee dignidad». Hemos llegado así a «un mundo de seres racionales» autónomo al de los seres naturales, donde las únicas leyes [son las de la razón práctica].
Libertad y Naturaleza
El ámbito de la naturaleza en el que las cosas eran conocidas como fenómenos y el de la libertad, en el que se integran las cosas en sí o noúmeno, con realidad meramente práctica y no teórica, fueron tratados en la Crítica de la razón pura y en la Crítica de la razón práctica.
Sin embargo, aunque el ser humano tiene capacidad de conocer y actuar, también es capaz de sentir, y los sentimientos no han sido analizados. La naturaleza corresponde a lo sensible y la libertad a lo suprasensible: son aspectos distintos entre sí que, sin embargo, se influyen mutuamente. En efecto, la libertad únicamente puede realizarse en la naturaleza, por lo que alguna mediación tiene que ser posible entre los dos ámbitos.
Para resolver esta cuestión, Kant propuso la facultad de juicio entre la cognoscitiva o teórica y la práctica o moral. La Crítica del juicio de Kant tiene como contenido de análisis el sentimiento. ¿Qué relación hay entre juicio y sentimiento?
- Juicio fue definido por Kant como «la capacidad de subsumir bajo reglas, es decir, de distinguir si algo cae o no bajo una regla dada». Lo que hace el juez es valorar si el hecho del que se acusa al reo cae bajo las reglas del derecho. Es decir, subsume o incluye el caso concreto en la norma universal y así puede pronunciar la sentencia.
- Con los sentimientos ocurre algo parecido: valoramos un objeto de acuerdo con una guía preferente que hay en nuestro espíritu. Si tenemos una necesidad y la satisfacemos, sentimos placer: por ejemplo, tener sed y tomar un líquido. Si no puedo resolver la necesidad, siento desagrado: por ejemplo, si quiero adquirir un objeto, pero no dispongo del dinero correspondiente. Tales sentimientos son puramente subjetivos y particulares (doc. 15).
Lo Bello y lo Sublime: El Juicio Estético
Hay fines en la naturaleza e igualmente los hay en la moral. En este caso, la naturaleza no es algo mecánico, sino que sus actuaciones no están determinadas y mantienen cierta flexibilidad, que la acercan al concepto de libertad. La cuestión está en encontrar el finalismo en la naturaleza. Una vía es el juicio estético, por el que se reflexiona sobre la belleza.
- El sentimiento que se produce en el sujeto ante la contemplación del objeto es lo bello. Tales sentimientos son placenteros, agradables o de gusto. ¿En qué se funda el juicio estético? En la armonía que el objeto produce en mi espíritu. Gusto y moralidad se encuentran conectados. En el fondo, la belleza no es más que la expresión de la moralidad.
- Lo bello supone relaciones de armonía o placer entre la forma del objeto y lo que percibe el sujeto.
- Lo sublime es un sentimiento exclusivamente humano por el que el sujeto se conmueve o se aterroriza ante algo grande, poderoso, terrible o arrebatador.
En el juicio estético, bien se refiera a lo bello o a lo sublime, la finalidad está siempre relacionada con el sujeto: «Para lo bello de la naturaleza tenemos que buscar una base fuera de nosotros; para lo sublime, sin embargo, solo en nosotros y en el modo de pensar que pone sublimidad en la representación de aquella» (Crítica del juicio).
Las Finalidades de la Naturaleza: El Juicio Teleológico
Las finalidades de la naturaleza se expresan en el juicio teleológico. No conocemos la naturaleza en sí, sino solo como fenómeno, pero nos parece organizada de acuerdo con leyes, luego debe tener un fin, un objetivo último, que es la realización en su seno de todos los seres vivos y, desde luego, del ser humano, sin el que el mundo sería una totalidad completamente vacía.
Los fines de la naturaleza constituyen juicios sintéticos a priori, ya que las experiencias mismas no muestran los fines, pero sabemos que «un producto organizado de la naturaleza es aquel en el cual todo es fin, y, recíprocamente, [medio]».