La Epistemología Kantiana: Un Puente entre Racionalismo y Empirismo
Immanuel Kant desarrolla su epistemología principalmente en su obra cumbre, la Crítica de la Razón Pura. Su punto de partida se sitúa en el callejón sin salida al que habían llegado las teorías racionalistas y empiristas.
El Dilema Filosófico: Racionalismo vs. Empirismo
- Racionalistas: Sostenían que el ser humano poseía ideas innatas, presentes desde el nacimiento y no derivadas de la experiencia, que permitían conocer realidades más allá de cualquier posible experiencia. Para ellos, la razón era autónoma y autosuficiente, fuente de todo conocimiento, y las matemáticas representaban el ideal de ciencia.
- Empiristas: Por el contrario, afirmaban que el origen y el límite de todo conocimiento residían en la experiencia. Consideraban los sentidos superiores a la razón y en ellos depositaban su principal confianza. El empirismo radical de David Hume, con su crítica a la causalidad y su ataque a la metafísica tradicional, había desembocado en un fenomenismo y un escepticismo igualmente radicales. Además, su modelo inductivista, que ponía a la física experimental como ciencia ideal, dejaba abierta la herida de la imposibilidad de garantizar un conocimiento seguro, universal y necesario.
La Síntesis Kantiana: Conocimiento como Composición
La posición de Kant, que puede considerarse una síntesis entre ambas corrientes, acepta de entrada que todo conocimiento comienza desde la experiencia, al igual que los empiristas. Sin embargo, a diferencia de ellos, Kant sostiene que no todo conocimiento procede de la experiencia. Para él, el conocimiento es una composición entre lo que recibimos de la experiencia (la materia empírica) y lo que nosotros producimos espontáneamente al recibir las impresiones sensoriales (las formas a priori).
La Pregunta Fundamental: ¿Qué Puedo Saber?
A lo largo de la obra, Kant intenta responder a la pregunta central: “¿Qué puedo saber?”. Si saber es adquirir un conocimiento verdadero y universal, se trata de descubrir en qué condiciones se pueden dar juicios que aumenten nuestro conocimiento y que, a la vez, sean necesarios y universales. El juicio científico es, para Kant, el juicio sintético a priori.
Las Facultades del Conocimiento y su Función
Kant investiga la posibilidad de tales juicios en tres momentos que se corresponden con las distintas facultades del conocimiento:
1. La Sensibilidad: La Recepción de Impresiones
La sensibilidad es la primera facultad del conocimiento. Se la puede definir como la capacidad para recibir representaciones al ser afectados nuestros sentidos por los objetos del mundo. Existen dos modos de sensibilidad que se corresponden con los sentidos externo e interno. Así, nosotros recibimos una materia empírica, que es el caos de sensaciones, y le damos una forma de acuerdo con nuestras estructuras a priori (espacio y tiempo). Esto nos permite conocer los fenómenos. Kant concluye esta parte de su investigación concediendo a las matemáticas el estatuto pleno de ciencia, ya que en ellas son posibles los juicios sintéticos a priori.
2. El Entendimiento: La Elaboración de Juicios
El entendimiento, por su parte, es la facultad de pensar los objetos percibidos y de elaborar juicios. Esto es posible si conjugamos la materia empírica con las categorías a priori del entendimiento. El conocimiento será una síntesis entre concepto e intuición, en sentido amplio. Un concepto solo será válido si es posible la percepción del objeto al que se refiere. Y, a la inversa, una intuición sensible solo es conocimiento si disponemos del concepto adecuado para pensarla. Es lo que Kant expresa en una de sus frases célebres:
“Los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas.”
Kant recurre a la lógica para la deducción trascendental de las categorías y elabora una tabla en la que, desde cuatro puntos de vista distintos, se distinguen 12 categorías con sus correspondientes juicios. Kant afirma que el juicio trascendental es lo que permite al entendimiento encontrar la categoría adecuada que debe aplicar en cada momento. Concluye que, al igual que las matemáticas, las ciencias naturales son posibles como tales ciencias, ya que los objetos se rigen de acuerdo con nuestro conocimiento.
3. La Razón: La Búsqueda de la Unidad Suprema
En cambio, la razón lo tiene más difícil. Facultad suprema del conocimiento y su fin último, la razón se encarga de unificar todos los conocimientos del entendimiento a partir de ideas que son también conceptos a priori. Tales ideas de la razón son las conocidas de la metafísica tradicional: alma, mundo y Dios. Pero justamente aquí tropezamos con una grave dificultad: tales ideas son puros noúmenos, ideas puras que no se nos presentan en la experiencia cotidiana. Cada vez que pretendemos un conocimiento de las mismas, algo se nos escapa.
Los Límites de la Razón Pura: La Imposibilidad de la Metafísica como Ciencia
- Acabamos en paralogismos si pretendemos conocer el alma.
- Nos encontramos con antinomias si pretendemos desentrañar los secretos del mundo.
- Y nos enfrentamos a la imposibilidad de demostrar racionalmente la existencia de Dios. Todos los argumentos esgrimidos hasta la fecha son ineficaces o contienen errores:
- El argumento ontológico, porque pretende que la existencia añade una perfección a la esencia.
- Las vías tomistas, porque se basan en la causalidad, y no podemos saber si es un principio válido, como ya apuntamos.
- El argumento del diseño, porque establece una analogía no válida, dando un salto ilegítimo.
Así, Kant se mostrará tajante al respecto: la metafísica no es una ciencia ni podrá nunca serlo, ya que es imposible conocer las cosas en sí mismas (los noúmenos) y no poseemos ninguna intuición de sus objetos, como acabamos de ver. La experiencia sensible es, por tanto, el límite de todo conocimiento posible.
La Legitimidad y Función Reguladora de la Metafísica
Sin embargo, Kant se aparta una vez más del escepticismo humeano. Aunque la metafísica sea “imposible” como ciencia, eso no quiere decir que no sea legítima:
- Primero, porque es inevitable como una “tendencia natural” de la razón humana.
- En segundo lugar, por su importante “función reguladora”, al señalar los límites que no se deben traspasar y al servir como estímulo para que la investigación no se detenga nunca.