La Armonía de Fe y Razón: Reflexiones sobre Fides et Ratio
Intellego ut credam (Comprendo para poder creer)
Autor: Robinson García, L.C.
Introducción: Fe y Razón, las Dos Alas del Espíritu
La carta encíclica Fides et Ratio, escrita por el Beato Juan Pablo II, afirma que la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Pero, ¿por qué hace tal afirmación? ¿Es posible una armonía entre la fe y la razón? ¿Es posible que la religión forme parte de la vida diaria y común del hombre?
El Hombre como Ser Religioso por Naturaleza
El hombre es un ser religioso por naturaleza. De esto, San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, deja constancia al narrar el primer viaje misionero de Pablo a Atenas (Hch. 17, 22-23). Al llegar a esta ciudad de filósofos, se encuentra en el Areópago con una gran cantidad de estatuas dedicadas a los diversos dioses de sus creencias, incluyendo una estatua dedicada «al Dios desconocido». San Pablo aprovecha esta circunstancia para predicar a ese Dios que ellos adoraban sin conocer (Hch. 17, 26-27).
En su predicación, el Apóstol pone de relieve una verdad universal que la Iglesia ha conservado y que tantos filósofos en la historia han corroborado: el hombre es un ser religioso por naturaleza. Por tanto, esta religiosidad lo llevará a sentir en lo más profundo de su corazón el deseo y la nostalgia de Dios. Esto no solo lo enfatizan la liturgia y la Sagrada Escritura (Salmo 26), sino también grandes personajes como San Agustín (Confesiones I, 1, 1), quienes a la vez muestran el mejor medio para saciar este deseo: elevar la razón más allá de lo contingente para ir hacia lo infinito y espiritual, como lo vemos expresado a lo largo de la historia a través del arte, la música, la literatura, y otras manifestaciones.
El Deseo Inmanente de la Verdad
Aristóteles decía: «Todos los hombres desean saber» (Homo amat scire; Ὁ ἄνθρωπος ἀγαπᾷ τὴ σοφία) (Metafísica, I, 1). El objeto de este deseo es la verdad. De hecho, en la vida, «muchos quieren engañar, pero nadie quiere ser engañado» (San Agustín, Confesiones, X, 23, 33). Se dice que una persona ha alcanzado la vida adulta cuando sabe descubrir por sus propios medios aquello que es verdad o mentira, y en definitiva, son las cosas verdaderas las que realizan al hombre en su naturaleza.
La verdad, en un inicio, se le presenta al hombre en forma de interrogantes fundamentales:
- ¿Qué sentido tiene la vida?
- ¿Qué hay después de la muerte?
- ¿Por qué existe el dolor y qué sentido tiene?
Esto lleva al hombre a una verdad absolutamente cierta: después del hecho de que existimos, el hombre es consciente de que algún día morirá. Por eso, quiere y debe conocer la verdad sobre su propio fin, de modo que su vida tenga un sentido más profundo. Si después de esta vida no hay nada, no tiene sentido vivir siguiendo la ley natural grabada en nuestro interior: «haz el bien y evita el mal». Por el contrario, si hay algo después de la muerte, esto significa que vale la pena tener un ideal y aprovechar la vida totalmente.
La Certeza y la Fe
Esta verdad que busca y a la que tiende el hombre no es una hipótesis, sino una verdad absoluta que se pueda convertir en certeza en lo más profundo de su interior. A su vez, esta certeza se convertirá en el motor que lo impulse y le ayude a darle un sentido profundo a su vida, a su existencia, alimentándose también de su propia cultura y de la sociedad que influyen de diversa manera en cada uno. La verdad es la que siempre tiene una influencia en la vida, pero muchos, cuando la ven en el horizonte de sus respuestas, la evitan porque tienen miedo a sus exigencias. Aun así, la verdad sigue influenciando su vida, pues de lo contrario, una vida fundada en la duda estaría a la deriva del temor y de la angustia.
No es posible utilizar solo la razón, pues si así fuera, sería imposible discutir sobre cada afirmación que constantemente descubre la ciencia. Por consecuencia, es necesario utilizar la fe. Por ser el hombre un ser social, debe fiarse en alguien que con certeza no engañará. De esto, los mártires dan un gran ejemplo: después de aceptar a Cristo en sus vidas, son capaces de dar la vida por ese ideal que nunca fallará y que nada ni nadie podrá separarlos de ese amor de Cristo (Rom. 8, 35), verdad inestimable que se les ha revelado y que se ha transformado en certeza dentro de sí mismos.
La Complementariedad de Fe y Razón
La Iglesia presenta a Cristo como esa verdad, ese mar al cual el hombre puede lanzarse sin temores para saciar la sed que por naturaleza tiene de encontrar a Dios. Dicha verdad viene dada a través de la Revelación, y es allí donde entra en juego la razón que, impulsada por la fe, debe utilizar su inteligencia, voluntad y libertad para abrazar el misterio que Dios le presenta. Y así como el hombre es una unidad de alma y cuerpo que no se puede separar sin que muera, de la misma manera la verdad debe ser buscada mediante la fe y la razón, que se complementan y pertenecen al hombre mismo.
Testimonios de Científicos
Varios científicos y estudiosos de la historia confirman esta complementariedad:
Robert Millikan (1868-1953):
«Por mi parte, asevero con toda decisión que la negación de la fe carece de toda base científica. A mi juicio, jamás se encontrará una contradicción entre la fe y la Razón».
Nicolás Copérnico:
«¿Quién, que vive en íntimo contacto con el orden más consumado y la sabiduría divina, no se sentirá estimulado a las aspiraciones más sublimes? ¿Quién no adorará al Arquitecto de todas estas cosas?».
Referencias y Bibliografía
Citas Bíblicas y Filosóficas
- Hch. 17, 22-23.
- Hch. 17, 26-27.
- Salmo 26.
- SAN AGUSTÍN, Confesiones I, 1, 1.
- ARISTÓTELES, Metafísica, I, 1.
- SAN AGUSTÍN, Confesiones, X, 23, 33, CCL 27, 173.
- Rom. 8, 35.
Fuentes Consultadas
- JUAN PABLO II, Fides et Ratio, c. III.
- SAN AGUSTÍN, Las Confesiones, C. I.
- MURO LEMUS, Hugo Jorge (Físico), La ciencia y la Fe ¿se enfrentan?
- JUAN PABLO II, «Relación vital entre fe y Razón», L’Osservatore Romano – 1 de octubre de 1999.
- www.fluvium.org/textos/cultura/cul67.htm.