La Crítica a la Moral
La crítica a la moral es necesaria porque va en contra de la naturaleza y de la vida. Para Nietzsche existen dos morales: la moral de los esclavos, identificada con la moral de los cristianos (sus valores son la igualdad, protección del débil y valor de lo plebeyo); y la moral de los señores, una moral que valora la fuerza, la diferencia entre los hombres y, por tanto, anula la debilidad. Toda conciencia moral es un instinto de crueldad refrenado hacia fuera que se vuelve al interior para domesticarse, pero que nunca deja de existir. De ahí que el hombre, a pesar de la moral, siga cometiendo injusticias.
Crítica Metafísica
Esta desarrollada en la obra El crepúsculo de los ídolos. Ataca a la metafísica tradicional, que es a su vez una crítica a la filosofía desde Sócrates hasta Hegel, y en más concreto, a la filosofía de Platón, que es el causante de este modo de filosofar, que busca el sentido de las cosas más allá de este mundo.
La Voluntad de Poder
Nietzsche concibe el ser como algo que se halla en un proceso infinito y constante de cambio. Las manifestaciones de este ser que deviene son múltiples y plurales, es decir, heterogéneas.
La esencia del mundo y de la vida es la Voluntad de Poder, el derroche de vida, la vitalidad. La Voluntad de Poder es un resultado, es un espectáculo de la puesta en juego de las potencias internas, diferentes entre sí y en ocasiones contradictorias. La imagen, la representación del mundo como armonización de lo plural es a lo que llamamos la Voluntad de Poder. Esta voluntad es el síntoma en el que reconocemos la puesta en marcha de esa vitalidad, esa fuerza interna que caracteriza la vida ascendente, exuberante, derrochadora.
La Voluntad de Poder es el hambre de posesión; esa posesión pasa por la entrega sin reservas y sin miedo ante ese mundo.
El final del nihilismo y el triunfo de la Voluntad de Poder ha de suponer una transmutación de los valores, es decir, un giro total en la moral.
Lo Dionisiaco y lo Apolíneo: La Visión Trágica de la Vida
Distingue dos principios, lo apolíneo y lo dionisiaco, que se corresponden a los dioses griegos:
Estas dos fuerzas se combaten mutuamente, pero no pueden existir la una sin la otra.
El vaivén de la vida es a lo que Nietzsche llama contraposición. Lo trágico es un principio cósmico. La naturaleza del hombre, que en tanto que sujeto del mundo se encuentra igualmente sometida al flujo de ambas fuerzas, ha de hacer frente a esta realidad asumiéndola solo por medio de una voluntad plena del coraje necesario para asumir la condición trágica de sí y del mundo.
El Superhombre
A partir de Sócrates, la Virtud deja de ser considerada como la felicidad y la fuerza y se la empieza a pensar como la renuncia a la pasión y al goce.
Frente al hombre de la tradición, Nietzsche reivindica y anuncia la llegada de un nuevo tipo: el Superhombre. En este, la voluntad es poderosa y no conoce ni se pone límites, asumiendo la propia naturaleza contradictoria (apolínea y dionisiaca).
El Superhombre no solo será la realización de la humanidad, sino la realización de algo más hondo: encarnación de la Voluntad de Poder, de la esencia de la vida y de la moral ascendente.
Nietzsche ilustra en el primer discurso de Así habló Zaratustra el proceso histórico de transformación de la humanidad mediante tres figuras:
- El Camello: el cual está siempre sometido a ataduras y a la disciplina de una fuerza exterior.
- El León: el gran negador, feroz, dispuesto a liberarse de las cadenas. Rechaza cualquier forma de doma y norma exterior. No conoce amo ni dios. Pero tiene la necesidad de liberarse de su autosuficiencia para, convertido en niño, vivir libre de prejuicios y afirmar unos nuevos valores.
- El Niño: dice sí a la vida sin reparos y en su afirmación establece nuevos valores. Es perpetua alegría, sin miedo a jugar y a desbordar lo establecido, dando nuevos sentidos a las cosas.
El hombre superior hace caso omiso de los prejuicios de la gente. No cree en la igualdad y dice sí a las jerarquías, a la diferencia entre los hombres. No tiene miedo de ser diferente al resto.
El Eterno Retorno
Todo lo que transcurre dentro del tiempo tiene que haber transcurrido ya siempre y volverá a suceder perpetuamente. El tiempo, por tanto, es repetición; pero repetición no selectiva, es decir, vuelve lo bueno y lo malo, por eso el progreso no existe.
De este modo logra Nietzsche negar el tiempo destructivo (lineal-cristiano) que termina por hacer desaparecer las acciones diluyéndolas en el pasado.