Fundamentos de la Estética: Belleza, Naturaleza y las Formas Eternas en la Filosofía Griega

I. La Estética y sus Problemas Fundamentales

La filosofía aborda una diversidad de valores (y sus contrarios): morales, éticos, patrióticos, filantrópicos, placenteros, útiles, entre otros. Sin embargo, existen otras realidades que no pueden encuadrarse fácilmente en estas clasificaciones, como la salud, lo sagrado, lo familiar o, de manera prominente, la belleza (tanto natural como artística), que carece de una utilidad inmediata o mercantilista.

El ser humano puede relacionarse con la belleza de al menos tres modos:

  • A través de la naturaleza.
  • Mediante su propia creación artística, es decir, el arte.
  • Como espectador de ambas manifestaciones.

La estética (del griego áisthesis, que significa ‘sensación’ o ‘percepción’) es la rama de la filosofía que estudia tanto lo bello como su opuesto. Esta disciplina plantea interrogantes esenciales: ¿Qué es lo bello? ¿Toda creación artística es necesariamente bella? ¿Qué tipo de relación se establece a través de la contemplación de la belleza?

II. La Naturaleza como Artista Suprema en el Pensamiento Griego

El concepto griego de naturaleza se concibe bajo dos dimensiones principales: la totalidad del orbe y su intrínseca autonomía de vida o autorregeneración. Esta última característica la exime de toda explicación externa, ya que el propio ser humano es parte integral de ella.

Esta concepción otorgaba a la naturaleza un carácter independiente de los caprichos creadores de los dioses, pues se consideraba que la propia naturaleza estaba capacitada para generar las diversas formas de vida y sus ritmos cíclicos. De ahí que se la considere la suprema artista, la entidad que rige todas las leyes al respecto, desde el origen de la vida hasta la muerte.

La finalidad natural de cada especie es su propia belleza, y la del mundo es tender a la armonía, lo cual es una fuerza en continua evolución.

Si consideramos que la diferencia fundamental del ser humano con el resto de la creación es su razón, el fin de este debe ser la perfección de dicha razón o del conocimiento. En ello reside lo bello, y a ello debe dedicar toda su vitalidad. Por tanto, lo bello y lo bueno deben coincidir en el ser humano, a menos que por voluntad propia decida apartarse de este ideal.

El pensamiento griego nunca contempló la posibilidad de que la técnica (o las ambiciones humanas) llegara a superar y pervertir los fines naturales del hombre. Por consiguiente, no concibieron que este distorsionara la armonía y la belleza a las que supuestamente su tendencia natural debería apuntar. Cuando surgía alguna imperfección, no era más que una necesaria ley de contrastes para valorar más justamente lo positivo.

En resumen: la estética en el pensamiento griego queda totalmente absorbida por lo ontológico y por la ética.

VII. La Belleza Platónica: Forma Eterna e Inteligible

(Referencia cultural: Inspirado en la canción inicial de El Rey León, que evoca el ciclo de la vida y la eternidad)

7.1. El Mundo de lo Sensible y el Mundo de las Formas

Según Platón, lo real no es reducible al tiempo (pasado, presente o futuro). Si todo está en continuo cambio o regeneración por la ley de contrastes, debe existir algo que no cambie. Dentro de este continuo devenir, debemos diferenciar dos campos:

  • Lo sensible: Aquello que percibimos a través de los sentidos, caracterizado por su mutabilidad.
  • Lo inteligible: Aquello que no vemos, pero que pensamos; es objeto de la inteligencia y es inmutable. Esto es lo que Platón denomina Formas (o Ideas), también conocido como concepto.

7.2. El Mundo Sensible como Imitación del Mundo de las Formas

El mundo de las Formas explica y posibilita los cambios en el ámbito de lo sensible. Todo lo sensible, en virtud de una apetencia universal, tiende a realizar o conseguir su forma propia y plena. Esta búsqueda continua de la forma plena explica el ciclo de morir y nacer. Este «ciclo sin fin» de la vida es un intento de alcanzar la eternidad inmutable de la Forma, lo cual es una utopía, pues lo sensible nunca llegará a ser eterno. Lo más parecido a esta eternidad es el propio ciclo continuo.

La belleza y el bien residen eternamente en la Forma. La suprema belleza es la eternidad, que es objeto de la inteligencia. La belleza de lo sensible, por el contrario, es una belleza relativa. Por tanto, toda naturaleza sensible se comprende como aspiración y como imitación (eros) de la eternidad.

Las cosas sensibles le recuerdan al ser humano, de forma muy difusa, que existe una eternidad de la cual él participa por su inteligencia. Así se explica el amor por lo bello como una inclinación natural en el hombre, especialmente en el filósofo (el amante de lo eterno y plenamente hermoso).

7.3. Mundo Sensible y Proporción Numérica

El platonismo tendió a someter la inteligencia y lo eterno al mundo de la razón, y esta, a su vez, enmarcada en el saber matemático. Entienden que la matemática es un saber sobre formas eternas que nos conducen a la armonía de lo sensible mediante relaciones numéricas (por ejemplo, las proporciones del cuerpo humano, de la arquitectura, de la poesía, de la música, etc.). La proporción matemática en lo sensible les confiere forma y belleza, así como inteligibilidad.

La sensibilidad humana, incluso sin conocimiento aritmético, se explica ante lo bello por su configuración intrínseca con lo eterno. (La sensación de algo es como un pensar silencioso al margen de lo percibido).

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