Filosofía Cartesiana: Sustancia, Dios y Moral

La Metafísica Cartesiana: Sustancia, Atributo y Modo

Descartes distingue dos tipos de sustancias:

  • La sustancia infinita (Dios, res infinita), que es la que se ajusta plenamente a la definición. Es la garantía de todo el sistema cartesiano.
  • Las sustancias finitas (almas y cuerpos), que no necesitan de nada más para existir, salvo de Dios. Por tanto, una sustancia finita no necesita, para existir, de ninguna otra sustancia finita. Esto lleva a Descartes a un sistema dualista, como se verá en la antropología.
    • La sustancia pensante (res cogitans): el ser humano es esencialmente su mente, ya que es de lo único de lo que estamos seguros, no del cuerpo que percibimos a través de los sentidos. El pensamiento es su alma.
    • La sustancia extensa (res extensa): tenemos acceso a ella a través de los sentidos, gracias a la garantía de un Dios que no engaña. La extensión o magnitud de un cuerpo es su atributo, y sus modos son el movimiento y la figura. Las restantes cualidades de la materia (colores, sonidos, etc.) son subjetivas.

Al concepto de sustancia, Descartes le añade los de atributo y modo. El atributo es la esencia de la sustancia y se identifica con ella. Así, habrá dos atributos principales de la sustancia finita: la extensión (res extensa, mundo material) y el pensamiento (res cogitans, mundo espiritual). Por su parte, el modo sería la forma en la que se da el atributo: modos de la extensión serían, por ejemplo, el movimiento, la figura, etc., mientras que el pensamiento tendría modos como el entendimiento y la voluntad. El atributo de Dios es la infinitud, y no puede tener modos, porque de lo contrario, no sería perfecto. Con estos tres conceptos (sustancia, atributo y modo), Descartes intenta explicar toda la realidad.

Teología Cartesiana: La Existencia de Dios

Como se ha señalado anteriormente, la demostración de la existencia de Dios en el sistema cartesiano se produce a partir de los contenidos mentales. Todas las pruebas parten de la idea de Dios y terminan afirmando su existencia. Las diferentes pruebas se pueden agrupar en:

  1. Primera prueba: El argumento de la perfección

    Tenemos en nuestra mente la idea de un ser absolutamente perfecto, es decir, la idea de Dios. Ahora bien, esta idea no puede surgir de las cosas ni de mí mismo, porque somos seres imperfectos. Por tanto, esa idea solo puede provenir de Dios, y solo puede haber sido puesta en mi mente por el mismo Dios. En consecuencia, Dios existe.

  2. Segunda prueba: El argumento de la causalidad de la existencia

    Tengo en mi mente la idea de Dios, luego no me he dado la existencia a mí mismo. ¿Por qué? Porque si me hubiera dado la existencia a mí mismo, no tendría imperfecciones, ya que me habría dado todas las perfecciones contenidas en tal idea. Y tampoco puedo deber mi existencia a mis padres u otros seres imperfectos, porque siendo imperfectos no habrían podido poner en mi mente la idea de un ser perfecto, es decir, la idea de Dios. Por lo tanto, solo Dios puede haber sido la causa de mi existencia.

  3. Tercera prueba: El argumento ontológico

    Consiste en aplicar el criterio de verdad a la idea de Dios: todo lo que concibo clara y distintamente, existe. Ahora bien, examinando la idea de Dios, vemos que la existencia pertenece necesariamente a su esencia; por lo tanto, Dios existe.

Una vez demostrada la existencia de Dios, la hipótesis del genio maligno queda rechazada. Dado que Dios es omnipotente, perfecto y veraz, no puede permitir la existencia de un genio maligno que me engañe. Por lo tanto, todo lo que se razone de modo correcto o se conciba como idea clara y distinta será verdadero.

Así, Dios se convierte en la garantía última y definitiva del criterio de verdad y de certeza. Dado que es el creador tanto de la realidad como de la razón humana, es imposible que, al usar correctamente las facultades que Él ha otorgado, los conocimientos no sean correctos. Se puede estar seguro de la existencia del mundo, es decir, de la existencia de una realidad externa, con la misma certeza con la que se sabe que es verdadera la proposición: «pienso, luego existo».

La Ética Cartesiana: La Moral Provisional

Descartes afirma que el fin del hombre es la consecución de la felicidad. Descartes no tenía un interés teórico por la moral, sino práctico. No elaboró una teoría moral definitiva, sino que enumeró unas reglas que le permitieran actuar en la vida. Pero se trata de una moral provisional, ya que la moral definitiva solo puede ser obtenida como fruto último del sistema filosófico. Las reglas morales son las siguientes:

  1. Actitud de cautela y prudencia

    Es necesario tener una actitud de cautela y prudencia, muy acorde con el espíritu de su epistemología: puesto que la realidad que nos circunda es cambiante y muy pocas cosas son estables, decidió obedecer las leyes y costumbres de su país, ser fiel a su religión y seguir las opiniones más moderadas y comúnmente aceptadas.

  2. Actuar con decisión

    La segunda máxima propone actuar decididamente una vez tomada la decisión, siguiendo lo más probable como si se tratase de algo verdadero y cierto, ya que no hay nada seguro; de este modo, se evitará la indecisión constante.

  3. Inspiración estoica: Control de los pensamientos

    La tercera está inspirada en la moral estoica: en lugar de intentar cambiar el orden del mundo y el destino, se debe adaptar a ellos y vencer las pasiones, viviendo con la creencia de que lo único que se puede controlar son los propios pensamientos.

  4. La mejor ocupación: Cultivar la razón

    Escoger la mejor ocupación posible. La mejor ocupación para Descartes es «dedicar mi vida entera a cultivar la razón y a progresar en el conocimiento de la verdad».

En resumen, para conseguir la felicidad, la conducta debe ser más bien moderada. Además, se observa una tendencia intelectualista, al señalar que si se percibe algo como claramente malo, no es imposible realizarlo. Por otra parte, se nota la influencia estoica al hablar del control de los deseos. Considera, al igual que la filosofía escolástica, que la felicidad es el fin de la vida humana. Pero la entiende como tranquilidad de espíritu y considera que sí es posible alcanzarla en esta vida, sin tener que esperar a la contemplación divina.

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