Filosofía Agustiniana: Teología, Conocimiento y la Doctrina de las Dos Ciudades

La Filosofía Agustiniana: Dios como Verdad y Fin Último

La filosofía de San Agustín es fundamentalmente una teología en la que Dios es la verdad a la que aspira el conocimiento y el fin al que tiende la vida del hombre, cuya razón de ser es la visión beatífica de Dios, alcanzable con la gracia divina. Por ello, su filosofía se dirige a indagar qué es Dios y cómo es el alma humana, sin especial interés por el mundo natural.

Investigación sobre Dios

Sobre Dios le preocupan dos cuestiones:

  1. El problema de la existencia de Dios.
  2. La naturaleza de Dios.

Argumentos para la Existencia Divina

La existencia de Dios se demuestra, según San Agustín, por varios caminos:

  • El consenso universal de los humanos.
  • El orden y contingencia del mundo, que exige un fundamento inmutable y necesario.
  • La necesidad de un fundamento inmutable de las verdades eternas (como lo matemático), lo que demuestra que Dios debe existir.

Su prueba más importante parte de las ideas, cuyo carácter inmutable remite a una verdad también inmutable; por lo tanto, la inmutabilidad es el atributo primero de Dios.

Naturaleza de Dios

En cuanto a la naturaleza de Dios, San Agustín sostiene que lo conocemos más por vía negativa que positiva, pues no es completamente accesible al pensamiento racional. A partir del “Yo soy el que soy” del Éxodo, concluye que Dios es lo que verdaderamente es, el único absolutamente inmutable. Como las ideas platónicas, se diferencia del mundo sensible por su eternidad, perfección e inmutabilidad. Además, es el Dios cristiano: único, perfecto, bien en sí, luz inteligible, principio de todas las cosas, creador que hizo salir de la nada al mundo y que lo creó con arreglo a ideas preexistentes en Él desde toda la eternidad.

Fe, Razón e Interioridad del Conocimiento

San Agustín defiende la conciliación entre fe y razón frente a los apologetas que las enfrentaban. Sostiene que no se puede creer sin razones y que la razón, iluminada por la fe, comprende mejor, mientras que la fe se vuelve más firme gracias a la razón.

La Relación entre Fe y Razón

La fe ilumina a la razón porque la razón humana es limitada y solo la fe permite entender plenamente a Dios, al mundo y al hombre; y la razón sirve a la fe porque una fe racional es más auténtica que una fe ciega. Aun así, la fe tiene primacía, pues la razón es su “sirvienta”, y cuando no alcanza a comprender algo relativo a Dios, debe aceptarse lo que dice la fe.

La Búsqueda de la Verdad

El propósito final es alcanzar la Verdad. Frente al escepticismo académico, Agustín demuestra que la verdad existe: si afirmo que no hay verdad, esa afirmación ya es una verdad. Además, existe una certeza indudable: la del propio yo: “si me equivoco, soy”.

El Fundamento del Conocimiento

La búsqueda de la verdad comienza en la interioridad del alma; la experiencia interna es el fundamento seguro del conocimiento. Dios es el garante de las verdades eternas, por lo que conocer plenamente exige dirigirse hacia Él.

Niveles del Conocimiento Humano

El conocimiento humano sigue tres niveles:

  1. El sensible, el más bajo e inestable.
  2. El racional inferior o científico, que combina sentidos y razón para comprender el mundo.
  3. El racional superior o sabiduría, que contempla verdades eternas e inmutables.

Estas verdades no proceden del ser humano, sino que están en la mente de Dios. Para explicar cómo conocemos lo eterno siendo finitos, Agustín propone la teoría de la iluminación: Dios ilumina al alma y hace posibles las ideas verdaderas, igual que el sol permite ver los objetos. Solo las almas puras pueden recibir plenamente esta iluminación.

El Problema del Mal y el Libre Albedrío

San Agustín estuvo preocupado desde su juventud por el problema del mal. El origen del mal lo sitúa en el pecado original, por eso nuestras almas están inclinadas al mal. La existencia del mal dificulta aceptar la existencia de un Dios omnipotente y bondadoso, por lo que distingue entre mal físico y mal moral.

Tipos de Mal

  • El mal físico: Se debe a causas naturales porque el material de la Tierra es imperfecto; es una carencia de ser y de bien, no un mal en sí mismo. Desde la perspectiva de la totalidad del universo, todo lo creado y conservado por Dios es bueno.
  • El mal moral: Procede de las decisiones de los hombres; es una desviación de la libertad y culpa de la voluntad humana.

Libre Albedrío y Gracia

Dios creó seres con libre albedrío, dejando un margen para la acción humana; este libre albedrío es un bien, pero no absoluto, pues implica la posibilidad del mal. El libre albedrío tiene su origen en una voluntad indeterminada dada por Dios, que permitía elegir entre el bien y el mal, pero Adán eligió mal y por eso estamos inclinados al mal y no podemos “no pecar”.

El hombre, compuesto de espíritu y cuerpo, puede usar el libre albedrío para la concupiscencia y la ignorancia, renunciando a la verdadera libertad. Los hombres están en estado de caída por el conflicto entre el Amor Dei (caritas), que lleva al bien, y el amor a nosotros mismos (cupiditas), que lleva al mal.

El poder inclinarnos al bien y disfrutar de la verdadera libertad depende de Dios: solo podemos volvernos a Él mediante la gracia, un don inmerecido que exige estar dominados por el amor de Dios. Así como para el conocimiento era necesaria la iluminación, para la acción libre será necesaria la gracia; solo con la gracia podemos ser libres.

El hombre no está predeterminado, es libre, y Dios respeta esa libertad aunque sepa de antemano lo que elegirá. La presciencia no determina la elección humana. Y si Dios nos dio la posibilidad de elegir aun con riesgo de elegir el mal, Agustín afirma que es mejor tener la posibilidad de elegir que no tenerla.

La Moralidad Agustiniana

Finalmente, el amor es el gran contenido de la moral: “Ama y haz lo que quieras”; el amor conduce al bien, a Dios y a la felicidad.

La Doctrina de las Dos Ciudades y la Historia

En su obra La Ciudad de Dios, San Agustín intentó defender al cristianismo de la acusación de haber sido el causante de la decadencia del Imperio Romano (si Roma se tambalea no es por culpa de los cristianos sino por las miserias del paganismo).

Tensión Histórica

En ella contempla la historia desde un punto de vista teológico, como la tensión entre dos principios o modelos ideales:

  1. La Ciudad de Dios (Jerusalén): Regida por el principio del amor a Dios.
  2. La Ciudad del hombre (Babilonia): Regida por el principio del amor a sí mismo, según las leyes del cuerpo que llevan al placer, el egoísmo y la dominación.

La historia de la humanidad sería la historia del conflicto entre estas dos ciudades. San Agustín no pretende que estas dos ciudades sean realidades históricas concretas, sino que las considera como modelos a partir de los cuales entender el transcurrir real de las sociedades en la historia.

Concepción Lineal de la Historia

En ella se explica también el sentido de la Historia desde la creación del mundo hasta el Juicio final. Se trata de una concepción de la Historia lineal y no circular como la griega, y dividida en seis edades, correspondientes a los seis días bíblicos de la creación.

Definición de las Ciudades en la Tierra

Existen, por tanto, dos ciudades:

  • La Ciudad temporal: Que el hombre habita por sus necesidades y concupiscencias corporales y es equiparable al Estado. La componen todos aquellos que están movidos por el amor a sí mismos y el desprecio a Dios.
  • La Ciudad eterna (Ciudad de Dios): A la que el hombre pertenece por su alma y es equiparable a la Iglesia. La componen todos los seres humanos guiados por el amor de Dios. Ellos son los elegidos.

San Agustín interpreta la historia humana como guiada por la acción de Dios a través de su Iglesia. Ambas subsisten mezcladas, hasta que al final se produzca la separación definitiva y el triunfo de la Ciudad de Dios.

Implicaciones Políticas y Eclesiásticas

La Ciudad terrenal debe estar al servicio de la Ciudad eterna. En la Iglesia están los hombres llamados a guiar el Estado. El Estado debe dejarse orientar por la Iglesia, sostenerla y defenderla.

Esta tesis tendrá una notable importancia histórica y política cuando a lo largo de la Edad Media se produzcan tensiones entre el poder temporal de los emperadores y el simbolizado por el papado romano. El Papa es el representante de Dios en la tierra, intérprete de la verdad y la moral y, por tanto, máxima autoridad sobre la tierra.

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