San Agustín de Hipona: Fe, Voluntad y Conocimiento de Dios
La Relación entre Fe y Conocimiento Divino
En este texto, San Agustín trata de la relación entre la fe y el conocimiento de Dios. Plantea varias reflexiones clave:
- Se puede conocer una cosa y no amarla, pero ¿se puede amar lo que se desconoce?
- Se puede amar a Dios conociéndole, como hacen los limpios de corazón, pero también se puede amar a Dios por la fe, como paso previo y purificador para el conocimiento de Dios.
- El alma que cree en Dios (fe), espera en Él (esperanza) y lo ama (caridad) es el alma virtuosa. Esas virtudes son más de la voluntad que del conocimiento.
- Conclusión agustiniana: También se ama lo que se ignora en el entendimiento, pero se cree en ello con la voluntad. De este modo, San Agustín pone la fe por encima de la razón.
El Conocimiento (Cognoscere)
El conocimiento exterior o de los sentidos es cambiante, mientras que el conocimiento interior es eterno e inmutable. Estas verdades eternas que el alma encuentra en su interior no proceden ni de los sentidos ni de su propia alma, sino de Dios. El conocimiento interior lleva al hombre hacia Dios. Solo la iluminación divina permite al hombre el conocimiento de las verdades eternas y el conocimiento de Dios mismo.
El Amor (Amare)
Es el amor como caridad. La caridad es el amor a Dios y a los demás hombres en función de Dios. El amor como caridad es una virtud de la voluntad. Lo contrario de la virtud es el pecado, y lo contrario del amor a Dios es el amor a lo sensible.
Dios en la Concepción Agustiniana
Dios es Uno, Bueno, Eterno, Trascendente. Dios es omnipresente y creador del mundo a partir de la nada. San Agustín sigue al neoplatonismo al entender el mal como una ausencia del bien (no es originado a partir de Dios), pero se separa de los neoplatónicos al entender que el mal nace de la mala voluntad del hombre al anteponer el amor a lo material frente al amor a Dios.
Conocimiento: San Agustín y su Diálogo con Platón
San Agustín recibe influencia del cristianismo y del neoplatonismo. Platón y él combaten el escepticismo y para los dos las verdades eternas son de naturaleza inteligible, y los sentidos son considerados en el proceso de alcanzar dicho conocimiento, aunque su rol exacto difiera. Son los conceptos de fe y conciencia, que introduce el cristianismo, lo que más marcará sus diferencias.
Para Platón, se buscaba el conocimiento por medio de la razón. Sin embargo, San Agustín sitúa a la razón como subordinada a la fe: primero la razón busca la verdad y ayuda a llegar a la fe y, una vez encontrada, la fe es la verdad absoluta. Para San Agustín, la conciencia es el camino para acceder a las verdades eternas y a Dios; es una noción de conciencia como interioridad: cuando las circunstancias externas no cuentan, el valor está en lo interior, en la conciencia.
Para los dos, la verdad y el ser son inmutables y eternos. Para San Agustín, la certeza, la verdad, se encuentra en nuestro interior; esta autoconciencia llevará al descubrimiento de Dios. Los dos ven al mundo sensible como algo cambiante; solo el conocimiento inteligible puede alcanzar las verdades eternas.
Para Platón, todo el conocimiento es recuerdo (reminiscencia) y habla de la preexistencia del alma. San Agustín, en cambio, sostiene que el conocimiento de las verdades eternas ha de ser un conocimiento interior, no por reminiscencia platónica, sino como una Iluminación de Dios. El descubrimiento de estas verdades eternas no es obra del alma, sino un regalo de Dios; es la Iluminación divina que permite al hombre el conocimiento de lo eterno. El Dios de Platón no tiene esta iluminación. Platón identifica las verdades eternas con las Ideas y pone a la Idea del Bien como idea suprema por encima de todas las cosas. San Agustín coloca a Dios en el lugar supremo, por encima de todas las ideas, por encima de todo.
Santo Tomás de Aquino: Razón, Ser y la Demostración de Dios
La Demostración Racional de la Existencia de Dios
En este texto, el autor (Santo Tomás) pretende demostrar que Dios existe. Hay un tipo de verdades acerca de Dios que pueden ser descubiertas con la razón, al margen de la fe, aunque también pueden ser dadas por la fe. Para demostrar esta proposición dedica las llamadas cinco vías, con cinco argumentos distintos. En este texto se refiere a la tercera vía, llamada la relación entre lo que existe por necesidad y lo que existe contingentemente.
Parte del hecho de que existen seres contingentes, es decir, posibles, que existen pero que podrían no existir porque no son necesarios. Se basa en el principio de causalidad para decir que, dado que existen seres contingentes que no es necesario que existan, ha de haber necesariamente un ser necesario por sí mismo que sea la causa de sí mismo y de todos los seres contingentes, y ese ser necesario es Dios.
Ser Contingente
Contingente es aquello que no es necesario que exista, aunque exista. Son seres contingentes todo cuanto Dios ha creado; Él sí es necesario, sin Él nada existiría.
Naturaleza y Conocimiento Empírico
Santo Tomás entiende la naturaleza como Aristóteles. Se basa en métodos empiristas para decir que todo conocimiento comienza por lo sensible, por los sentidos; parte de la experiencia. Hace una argumentación ascendente para llegar desde las cosas de este mundo a la demostración de la existencia de Dios.
Dios como Ser Necesario
En esta tercera vía, define a Dios como el ser necesario que es causa de sí mismo y de todo lo demás. Narra dos aspectos de Dios: su esencia y su existencia. Nuestra naturaleza humana finita ni nuestra limitada razón pueden entender por completo la esencia o naturaleza divina. Pero sí que la razón puede comprender totalmente la existencia divina, mediante una demostración ascendente a posteriori, a partir de lo sensible. Y a esto dedica Santo Tomás las cinco vías.
Concepción Teológica: Santo Tomás frente a Descartes
Santo Tomás sigue el método metafísico empírico de Aristóteles; no necesita a Dios para demostrar que el mundo existe, más bien al contrario: el hecho de que el mundo exista y se comporte como lo hace es una prueba de que Dios existe, y esto lo desarrolla en las famosas cinco vías tomistas.
En Descartes, Dios es la piedra angular que sujeta el edificio filosófico. Si a Descartes le quitamos Dios, se queda encerrado en el yo pensante. Descartes comienza así, sin querer, un proceso que desembocará en el ateísmo. El Dios de Descartes es el Dios de los filósofos, no es el Dios de Santo Tomás. El Dios de Santo Tomás solo es necesario para comprender los misterios de la fe, la esencia divina de Dios, porque la razón puede explicar por sí misma la existencia de Dios.
Para demostrar la existencia de Dios, Santo Tomás utiliza una argumentación a posteriori: parte de la experiencia sensible, de los datos que nos proporcionan los sentidos, y luego, aplicando los principios de la metafísica, llega a la existencia de Dios. Sin embargo, Descartes utiliza una demostración a priori: parte del pensamiento y de las mismas cualidades que definen a Dios para llegar a la conclusión de que ese ser tiene que existir también en el mundo real, sensible, de las cosas.