Antropología de Santo Tomás de Aquino

EL HOMBRE

  El alma intelectiva o humana incluye dentro de sí al alma vegetativa y la sensitiva, por lo que faculta al hombre para las actividades vitales de la alimentación, crecimiento, reproducción, apetitos inferiores, conocimiento sensible y locomoción; pero lo propio de ella es permitir al ser humano actividades que no se encuentran en ningún otro ser vivo: el conocimiento y la volición o actos voluntarios. De todos los seres vivos, sólo el hombre es capaz de adquirir conocimiento intelectual de las cosas, y sólo él es capaz de tener conductas libres. Las actividades vitales propias del alma vegetativa y del alma sensitiva se ejercen mediante un órgano corporal –como el ver con el ojo, el oír con el oído, …– pero el alma humana es una substancia espiritual, substancia que no necesita de órgano corporal alguno, y tiene la capacidad de subsistir por sí misma. Esto es lo que ocurre con el entendimiento y la voluntad.
      En la demostración del carácter inmaterial del alma humana Tomás de Aquino sigue a Aristóteles: cuando un conocimiento se alcanza con un órgano corporal, los rasgos físicos de dicho órgano limitan el tipo de conocimiento del que es capaz; el conocimiento intelectual es capaz de conocer la naturaleza de todos los cuerpos, luego el intelecto no puede ser una substancia corporal ni utilizar una substancia corporal.
      En cuanto a la inmortalidad del alma humana, presenta varias pruebas, aunque la más comprensible se refiere al deseo:
Todas las cosas desean naturalmente mantenerse en el ser, seguir existiendo. En el caso de los seres dotados de conocimiento, el deseo proviene del conocimiento; los seres dotados de conocimiento sensible no conocen más que lo actualmente existente y presente ante sus sentidos; sin embargo los que tienen conocimiento intelectual conocen la existencia en absoluto, sin la limitación del tiempo y del espacio, de ahí que desean de forma natural existir siempre. Mas la naturaleza no da ningún deseo vano, no da ningún deseo que no se pueda cumplir de ninguna manera. Luego toda substancia intelectual es incorruptible.
      Aunque el alma intelectiva es una substancia distinta del cuerpo, tiene sin embargo una relación peculiar con él. En este punto se separa de la tradición platónica que considera al alma y el cuerpo como substancias o realidades totalmente distintas e independientes y que identifica al hombre más con su alma que con el compuesto alma y cuerpo. Las otras substancias espirituales (los ángeles) no necesitan de cuerpo alguno para realizar plenamente sus actividades propias, pero no ocurre así con el alma humana. Es preciso matizar esta afirmación pues podría parecer que Tomás de Aquino presenta aquí ideas incompatibles con su argumento relativo al carácter inmaterial del intelecto. Pero él mismo señala expresamente que el cuerpo es necesario para la acción del entendimiento, pero no como el órgano con el que se realiza tal acción –como la vista necesita del ojo– sino en razón de su objeto: Santo Tomás defiende la idea de que el conocimiento humano comienza con los sentidos (que son facultades corpóreas), los cuales presentan el material a partir del cual el intelecto elabora su propio conocimiento. El hombre es el compuesto alma y cuerpo, y no de forma accidental sino esencial, como todo lo que consta de forma y materia. El alma humana está tan vinculada con el cuerpo que sin él no es perfecta, lo que lleva a Santo Tomás a defender la resurrección de los cuerpos para que cada alma recupere el que le era propio. El estar unido al cuerpo le compete esencialmente al alma, como le corresponde esencialmente al cuerpo leve el mantenerse en lo alto. Y de igual manera que el cuerpo ligero cuando se le aparta de su lugar propio posee una aptitud e inclinación a ocuparlo, así también el alma humana cuando está separada del cuerpo conserva su aptitud e inclinación natural a unirse a él.

Alma Sensitiva

Alma con las funciones o capacidades para el conocimiento sensitivo, el apetito y la locomoción


      Presente en los animales y virtualmente en el hombre, tiene como facultades carácterísticas la facultad cognoscitiva inferior o sensación, la facultad apetitiva inferior, en la que descansan los instintos y los deseos relacionados con el cuerpo, y la facultad para el movimiento local.

Alma Vegetativa

Alma que faculta para la alimentación, el crecimiento y la reproducción


      Los vegetales poseen sólo este tipo de alma, y en los animales y el hombre está incluida virtualmente en cada una de sus almas. Determina el grado inferior de vida: la nutritiva, que tiende a la conservación del individuo, la aumentativa o crecimiento, y la generativa cuyo objetivo es la conservación de la especie.
  El alma intelectiva o humana incluye dentro de sí al alma vegetativa y la sensitiva, por lo que faculta al hombre para las actividades vitales de la alimentación, crecimiento, reproducción, apetitos inferiores, conocimiento sensible y locomoción; pero lo propio de ella es permitir al ser humano actividades que no se encuentran en ningún otro ser vivo: el conocimiento y la volición o actos voluntarios. De todos los seres vivos, sólo el hombre es capaz de adquirir conocimiento intelectual de las cosas, y sólo él es capaz de tener conductas libres. Las actividades vitales propias del alma vegetativa y del alma sensitiva se ejercen mediante un órgano corporal –como el ver con el ojo, el oír con el oído, …– pero el alma humana es una substancia espiritual, substancia que no necesita de órgano corporal alguno, y tiene la capacidad de subsistir por sí misma. Esto es lo que ocurre con el entendimiento y la voluntad.
      En la demostración del carácter inmaterial del alma humana Tomás de Aquino sigue a Aristóteles: cuando un conocimiento se alcanza con un órgano corporal, los rasgos físicos de dicho órgano limitan el tipo de conocimiento del que es capaz; el conocimiento intelectual es capaz de conocer la naturaleza de todos los cuerpos, luego el intelecto no puede ser una substancia corporal ni utilizar una substancia corporal.
      En cuanto a la inmortalidad del alma humana, presenta varias pruebas, aunque la más comprensible se refiere al deseo: todas las cosas desean naturalmente mantenerse en el ser, seguir existiendo. En el caso de los seres dotados de conocimiento, el deseo proviene del conocimiento; los seres dotados de conocimiento sensible no conocen más que lo actualmente existente y presente ante sus sentidos; sin embargo los que tienen conocimiento intelectual conocen la existencia en absoluto, sin la limitación del tiempo y del espacio, de ahí que desean de forma natural existir siempre. Mas la naturaleza no da ningún deseo vano, no da ningún deseo que no se pueda cumplir de ninguna manera. Luego toda substancia intelectual es incorruptible.
      Aunque el alma intelectiva es una substancia distinta del cuerpo, tiene sin embargo una relación peculiar con él. En este punto se separa de la tradición platónica que considera al alma y el cuerpo como substancias o realidades totalmente distintas e independientes y que identifica al hombre más con su alma que con el compuesto alma y cuerpo. Las otras substancias espirituales (los ángeles) no necesitan de cuerpo alguno para realizar plenamente sus actividades propias, pero no ocurre así con el alma humana. Es preciso matizar esta afirmación pues podría parecer que Tomás de Aquino presenta aquí ideas incompatibles con su argumento relativo al carácter inmaterial del intelecto. Pero él mismo señala expresamente que el cuerpo es necesario para la acción del entendimiento, pero no como el órgano con el que se realiza tal acción –como la vista necesita del ojo– sino en razón de su objeto: Santo Tomás defiende la idea de que el conocimiento humano comienza con los sentidos (que son facultades corpóreas), los cuales presentan el material a partir del cual el intelecto elabora su propio conocimiento. El hombre es el compuesto alma y cuerpo, y no de forma accidental sino esencial, como todo lo que consta de forma y materia. El alma humana está tan vinculada con el cuerpo que sin él no es perfecta, lo que lleva a Santo Tomás a defender la resurrección de los cuerpos para que cada alma recupere el que le era propio. El estar unido al cuerpo le compete esencialmente al alma, como le corresponde esencialmente al cuerpo leve el mantenerse en lo alto. Y de igual manera que el cuerpo ligero cuando se le aparta de su lugar propio posee una aptitud e inclinación a ocuparlo, así también el alma humana cuando está separada del cuerpo conserva su aptitud e inclinación natural a unirse a él.

Alma Sensitiva

Alma con las funciones o capacidades para el conocimiento sensitivo, el apetito y la locomoción


      Presente en los animales y virtualmente en el hombre, tiene como facultades carácterísticas la facultad cognoscitiva inferior o sensación, la facultad apetitiva inferior, en la que descansan los instintos y los deseos relacionados con el cuerpo, y la facultad para el movimiento local.

Alma Vegetativa

Alma que faculta para la alimentación, el crecimiento y la reproducción


      Los vegetales poseen sólo este tipo de alma, y en los animales y el hombre está incluida virtualmente en cada una de sus almas. Determina el grado inferior de vida: la nutritiva, que tiende a la conservación del individuo, la aumentativa o crecimiento, y la generativa cuyo objetivo es la conservación de la especie.


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