Agustín de Hipona: Pensamiento Filosófico y su Impacto Histórico

Agustín de Hipona: Vida, Obra y Pensamiento Filosófico

Contexto Histórico y Biografía

Agustín de Hipona vivió en la frontera de dos mundos: por un lado, el Imperio Romano cristiano, cuya parte occidental acababa de ser invadida por los pueblos bárbaros; y por otro, la construcción de un nuevo mundo medieval que se legitimaría desde la filosofía cristiana. La época de Agustín de Hipona fue, sin duda, la del triunfo del cristianismo.

Como cristiano converso y ciudadano romano del norte de África, centró su pensamiento en temas fundamentales como el mal, la libertad, la razón y la historia. Cambió continuamente de escuela filosófica hasta hallar una verdad que le pareció incuestionable: los dogmas del cristianismo.

Obras Clave de San Agustín

Entre sus obras más importantes destacan:

  • Las Confesiones: Relata de forma autobiográfica su intensa búsqueda interior de la verdad.
  • La Ciudad de Dios: Expone su filosofía de la historia y su teoría política, escrita tras la caída del Imperio Romano.

El Problema del Conocimiento en San Agustín

El proceso del conocimiento, según Agustín, se inicia con la vuelta hacia uno mismo. Frente a la búsqueda externa de la verdad, a través de los sentidos, propone una búsqueda interior: la verdadera realidad solo es accesible en el interior de la razón. Para ello, la razón necesita la ayuda de la fe; solo a través de la fe se alcanza el verdadero significado del mundo.

Agustín distingue entre dos tipos de razón:

  • Razón inferior (o interior): Se ocupa de la exterioridad del mundo mediante el conocimiento sensible y racional.
  • Razón superior: Es la que verdaderamente alcanza el significado del mundo al dejarse guiar por la fe.

La verdad es, para Agustín, interior y a la vez trascendente, pues nace de la introspección y culmina en la apertura a Dios.

El desvelamiento de la verdad inmutable del alma se produce por la presencia de Dios, que actúa como iluminación. Con esta teoría de la iluminación, Agustín de Hipona reemplaza las teorías platónicas de la reminiscencia y de la dialéctica como fuente del conocimiento.

El conocimiento de las formas invariables de las cosas surge en nuestra mente por irradiación divina: Dios proyecta e ilumina las ideas en la mente humana para que el hombre las conozca.

Fe y Razón: Una Relación Fundamental

Con la irrupción del cristianismo en la esfera pública, la polémica entre la fe y la razón había sido constante. Respecto a cuál deba prevalecer, Agustín de Hipona considera que sobre la fe descansa la actividad principal del conocimiento. La razón es una mera «sirvienta de la fe»; carece de autonomía y es un mero instrumento de la revelación para hacerse comprensible. La fórmula que resume su posición es: «Creo para entender» (Credo ut intelligam).

El Problema de Dios y la Creación

Agustín inicia una vía para demostrar la existencia de Dios que tendrá un amplio eco en la filosofía posterior: si las verdades inmutables, necesarias y eternas están en mi alma, y mi alma es mutable, entonces mi alma no puede ser el origen de esas ideas. Por lo tanto, Dios existe; Él es el fundamento de la verdad.

Argumentos para la Existencia de Dios

Entre los razonamientos para la existencia de Dios, Agustín destaca:

  • El orden, la belleza y la disposición del mundo proclaman que solo pueden haber sido hechos por Dios.
  • La mayoría de los seres humanos coincide en afirmar que existe un Ser superior.

Las ideas de las cosas sensibles están contenidas en la mente de Dios. Él las ha depositado en la materia en el momento de la creación. Dios hizo surgir el mundo de la nada, creándolo de acuerdo con las ideas residentes en su mente. De esta manera, las ideas sirvieron de modelo ejemplar para las cosas creadas por Dios. Esta teoría se denomina Ejemplarismo.

Hay una importante distinción entre el Creador y sus criaturas: Dios es absolutamente trascendente al mundo. Ello, sin embargo, no significa despreocupación de Dios por el mundo; Él es providente, es decir, se preocupa de la historia.

El Tiempo en la Filosofía Agustiniana

La historia comienza con la creación del tiempo, que fue creado a la par de todas las cosas. A partir de este momento, todo se desarrolla en el tiempo. Agustín distingue entre dos sentidos del tiempo:

  • Tiempo cosmológico: Externo a la propia conciencia del individuo, objetivo e igual para todos.
  • Tiempo psicológico: Situado en el interior de la conciencia, subjetivo y diferente en su transcurrir para cada uno.

El Problema del Ser Humano

La naturaleza del ser humano es dual: por un lado, está formado por un alma inmaterial e inmortal (aunque no preexiste, sino que es creada por Dios en el instante de la concepción a partir del alma de los progenitores, por lo que hereda de ellos el «pecado original»); y por otro, el cuerpo material y mortal. Ambos son separables y poseen inclinaciones contrarias: el cuerpo se deja llevar por la sensualidad, mientras que el alma renace en el amor de Dios.

La concepción del hombre también es pesimista: el ser humano está corrompido desde que nace por el pecado original, es decir, se inclina hacia el mal.

A pesar de esta inclinación natural al mal, el hombre puede realizar el bien y salvarse por la acción de la gracia divina. Esta consiste en una acción benevolente y gratuita de Dios que crea en el ser humano una segunda naturaleza que le hace capaz del bien.

El hombre, iluminado por la gracia de Dios, está liberado de los contenidos de la moral, puesto que, si ama, cumple sobradamente la ley.

Por lo tanto, el hombre es libre; su comportamiento no está predeterminado. Agustín entiende la predestinación tan solo como el conocimiento previo que Dios tiene de todo lo que va a pasar. Esto no implica la determinación de un destino previo. Dios conoce de antemano la elección que realizará el hombre, pero respeta su elección, porque la misma libertad es un bien mayor al daño que pueda derivarse de su ejercicio incorrecto.

El Problema de la Moral

Para Agustín de Hipona, quien ama no necesita leyes, pues el amor mismo le lleva a la realización del bien y, por tanto, al cumplimiento de los principios morales inscritos en el interior de la mente.

Agustín diferencia entre el mal moral y el mal físico:

  • Mal moral: Es una consecuencia del uso incorrecto del libre albedrío del ser humano. Por ello, el responsable es el hombre, y Dios hace bien en castigar su mal comportamiento.
  • Mal físico: Debido a causas naturales, es una deficiencia transitoria que no tiene realidad por sí misma. Agustín lo define como ausencia de bien.

Por lo tanto, el mal del mundo no es culpa de Dios ni responsabilidad suya. El mal moral es responsabilidad del hombre, y el mal físico, en realidad, no es mal, sino ausencia de bien.

El Problema Político: Las Dos Ciudades

Según la concepción agustiniana, la historia no es circular, sino lineal: tiene un principio y un fin trascendentes. La historia humana consiste en la lucha entre dos modelos de sociedad.

Del mismo modo que hay dos modelos de ser humano (el que se mueve por amor a Dios y el que se mueve por amor a sí mismo), hay dos modelos de sociedad, a las que Agustín llama «ciudades»:

  • La Ciudad de Dios: La componen todos los seres humanos guiados por el amor de Dios y alejados de los deseos desordenados del cuerpo.
  • La Ciudad Terrenal: La componen todos los hombres que guían su conducta por la búsqueda de placer y el egoísmo.

Las dos ciudades se disputan el alma humana y luchan entre sí a lo largo de la historia. Muy pronto se identificó a la Iglesia con la Ciudad de Dios y al Estado con la Ciudad Terrenal. La relación que debería existir entre ambos es la siguiente:

La Iglesia posee, por revelación, la interpretación correcta del orden natural del mundo. Por eso, el Estado debe dejarse orientar por la Iglesia, sostenerla y defenderla. Esta concepción es conocida como Agustinismo Político.

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