Contexto Histórico y Vitalismo en Nietzsche
Friedrich Nietzsche (1844-1900) vivió en la segunda mitad del siglo XIX, una época de crisis de la cultura cristiano-burguesa, dominada por una moral tradicional, puritana y decadente. En este contexto nace el vitalismo, corriente filosófica que exalta la vida, los instintos y la fuerza creadora del ser humano. Frente a un pensamiento esencialista y metafísico, Nietzsche defiende una visión orgánica, dinámica y cambiante del mundo.
El vitalismo se conecta con el auge de las ciencias biológicas (biología, química) y con el abandono de una filosofía estática hacia una centrada en el devenir. La vida no es algo racional ni estable, sino un proceso de cambio continuo, y toda visión que lo niegue es decadente.
Influencias Filosóficas en Nietzsche
Nietzsche recoge influencias de varios autores. De los presocráticos, toma la defensa del devenir (Heráclito) y el relativismo de Protágoras (“no hay hechos, solo interpretaciones”). Critica fuertemente a Parménides, Sócrates y Platón, a quienes acusa de despreciar el mundo sensible y negar la vida.
Admira a Voltaire por su crítica al dogmatismo, pero rechaza la Ilustración kantiana, que intenta salvar la metafísica desde la razón práctica. También influye en él Schopenhauer, aunque terminará alejándose de su pesimismo. De igual modo, rompe con Wagner por su defensa del cristianismo. Nietzsche rechaza tanto el idealismo alemán como el positivismo racionalista, por considerar que ambos niegan la vida real.
Nietzsche y los Filósofos de la Sospecha
Nietzsche forma parte de los llamados “filósofos de la sospecha” junto con Marx y Freud. Los tres consideran que la conciencia occidental es falsa: Marx señala los intereses económicos, Freud la represión del inconsciente, y Nietzsche el resentimiento del débil como causa de esta falsedad. Para Nietzsche, la cultura occidental está enferma, basada en la negación de la vida y en valores decadentes.
Crítica de la Moral y la Cultura Occidental
La crítica de Nietzsche alcanza todos los pilares de la cultura occidental: la razón, la religión y la moral. Para él, son invenciones humanas que han invertido los valores vitales y naturales. El gran error de la moral tradicional es su antinaturalidad, ya que reprime los instintos y glorifica el sacrificio, la compasión y la obediencia. Estos son valores de los débiles, impuestos como moral de esclavos.
Nietzsche propone una transvaloración de los valores, basada en la exaltación de la vida, del poder, de la individualidad y del orgullo. Esta es la moral del superhombre (Übermensch), una figura que representa al individuo capaz de crear sus propios valores, sin depender de normas externas ni de una moral impuesta. El superhombre está más allá del bien y del mal, ya no distingue en términos absolutos, sino que afirma la vida tal como es.
La “Muerte de Dios” y el Nihilismo
La idea de la “muerte de Dios” simboliza el derrumbe de las creencias religiosas y de todos los valores absolutos que han sustentado la cultura occidental. Dios ha sido una creación humana nacida del miedo, la impotencia y la necesidad de sentido.
El cristianismo, al inventar un mundo ideal y celestial, ha despreciado la realidad terrenal y ha promovido la moral de rebaño: sumisión, humildad, sacrificio.
Esta negación de la vida lleva al nihilismo, es decir, a la pérdida de todo valor y sentido. Ante esto, Nietzsche plantea la necesidad de crear nuevos valores desde la afirmación de la vida, sin recurrir a ninguna trascendencia.
Frente al nihilismo pasivo, el superhombre representa el nihilismo activo, que asume la muerte de Dios y el vacío que deja, y desde ahí construye un nuevo modo de vivir. El superhombre no espera salvación, sino que se afirma en la tierra, en la vida concreta.
Voluntad de Poder y Eterno Retorno
La voluntad de poder es el principio fundamental de la vida según Nietzsche. No se trata solo del deseo de vivir (como en Schopenhauer), sino del impulso de superación constante, de crecimiento y creación. Toda la realidad, todo ser vivo, expresa esta voluntad de imponerse, de transformarse.
El otro gran concepto es el eterno retorno: la idea de que todo lo que ocurre se repite infinitamente, tal como ha ocurrido. Esta visión circular del tiempo (inspirada en los presocráticos) se opone a la concepción lineal del cristianismo. El eterno retorno implica una aceptación radical de la vida: vivir como si cada instante fuera a repetirse eternamente. Aquel que logra afirmarlo plenamente se convierte en superhombre.
El eterno retorno es, por tanto, una fórmula de fidelidad a la tierra y de celebración del mundo real, sin evasiones ni justificaciones trascendentes. Es el gran “sí” a la existencia.