Postulado de la libertad Kant

Kant

CONOCIMIENTO

1. Kant ante el Racionalismo y el Empirismo

La doctrina kantiana del conocimiento parte de una distinción fundamental entre dos fuentes de conocimiento: la sensibilidad y el entendimiento. Las dos vías de conocimiento poseen carácterísticas opuestas entre sí.

a) Sensibilidad: Es pasiva y se limita a recibir las impresiones procedentes del exterior -colores, sonidos, etc- equivalentes a lo que Locke denominó ideas simples y Hume impresiones de sensación.

b) Entendimiento: Es activo y produce espontáneamente ciertos conceptos e ideas sin derivarlos de la experiencia, como los de «sustancia», «causa», «necesidad», «existencia», etc.

Kant toma distancia frente al Racionalismo y frente al Empirismo. Mientras el Empirismo sostiene que todos nuestros conceptos proceden de la experiencia, Kant sostiene que el entendimiento posee conceptos que no proceden de la experiencia, aunque solamente puedan ser aplicados en el ámbito de lo empírico.

Para él el conocimiento se obtiene a partir de una fusión entre la sensibilidad y el entendimiento, una mezcla de Racionalismo y Empirismo. De esta forma Kant resuelve un viejo problema de la historia de la filosofía, una discusión que se había prolongado casi 25 siglos.

Una vez resuelto el problema de las fuentes del conocimiento, Kant se preguntará por los límites de éste, es decir qué cosas son las que no podemos conocer.

2. Posibilidad de la metafísica como ciencia y condiciones del conocimiento científico

a) En principio los límites del conocimiento deben ser los temas de la metafísica (yo, mundo y Dios) ya que en la historia del conocimiento se ha demostrado que la metafísica no ha avanzado y que siempre ha habido desacuerdo en esta forma de saber. Sin embargo, aunque Kant hace esta afirmación para él va a ser necesario demostrar si los temas de la metafísica son los límites del conocimiento.

b) El problema inicial, por tanto, será si es posible la metafísica como ciencia (si es ciencia sus temas no serán límites del conocimiento y si no es ciencia sus temas serán límites del conocimiento). Pero la respuesta a esta pregunta exigía aclarar otra antes: ¿cómo es posible la ciencia? Establecidas y conocidas las condiciones que hacen posible la ciencia, estaremos en condiciones de averiguar si la metafísica se ajusta o no a ellas. En caso de que tal ajuste no fuera posible, tendríamos sobradas razones para abandonar la metafísica.

Condiciones necesarias para la ciencia:


Empíricas: Basadas en la experiencia sensible, son particulares (de cada sujeto y objeto) y fácticas (pueden alterarse).

A priori: A priori significa antes de la experiencia sensible. Son universales y necesarias (lo contrario de particulares y fácticas) y especialmente Kant señala al espacio y al tiempo como las más importantes.

Para Kant es necesario demostrar que estas condiciones se dan en la ciencia. Por ello va a realizar un estudio de los juicios de la ciencia, para ver si las condiciones empíricas y a priori se dan en ellos.

3. Los juicios sintéticos a priori

¿Cuáles son los juicios de la ciencia, de las matemáticas y la física en concreto:


-Juicios analíticos: aquellos cuyo predicado está incluido -al menos implícitamente- en el sujeto

– Juicios sintéticos: aquel cuyo predicado no está incluido en el sujeto. Son extensivos y amplían nuestra información sobre el mundo

– Juicios a priori: aquellos cuya verdad puede ser conocida independientemente de la experiencia. Por lo mismo, son universales y necesarios

-Juicios a posteriori: sólo sabemos si son verdaderos a partir de la experiencia, comprobando lo afirmado. No son universales ni necesarios

-Juicios sintéticos a priori: Kant une dos de los tipos de juicios anteriores y señala que deben ser los de la ciencia ya que incluirían las condiciones empíricas y a priori señaladas anteriormente.

El siguiente paso que lleva a cabo Kant para demostrar si la metafísica es ciencia y si por lo tanto sus temas son límites del conocimiento o , es demostrar que efectivamente en la ciencia se dan los juicios sintéticos a priori.

4. La teoría del conocimiento en la Crítica de la Razón Pura

La obra contiene tres partes fundamentales:


En la estética trascendental Kant estudia las condiciones sensibles del conocimiento, mostrando cuáles son las condiciones que hacen posible que en las matemáticas existan juicios sintéticos a priori.

En la analítica trascendental estudia Kant el entendimiento, para mostrar cuáles son las condiciones que hacen posible que existan juicios sintéticos a priori en la física.

En la dialéctica trascendental analiza la razón, y se ocupa del problema de la posibilidad o la imposibilidad de la metafísica, para ver si satisface las condiciones que hacen posible la formulación de juicios sintéticos a priori.

5. La estética trascendental

La visión, la percepción de objetos, la orientación, la observación de la naturaleza dependen de dos condiciones absolutamente generales y necesarias: el ESPACIO y el TIEMPO. Por ser condiciones generales y necesarias de la percepción -de la sensibilidad- son «trascendentales», y Kant las denomina «formas a priori de la sensibilidad» o, también, «intuiciones puras»:

 Para Kant las matemáticas son la geometría (que trata del espacio y por lo tanto sus juicios serán a priori) y la aritmética (que trata de los números y por lo tanto su estructura es la misma que la del tiempo, lo que hará que sus juicios sean también a priori)

Según esto los juicios de las matemáticas son a priori. Añade Kant que también serán sintéticos porque no ha encontrado un solo juicio en ellas que no lo sea.

Ahora bien, el espacio y el tiempo, como las matemáticas no tienen sentido si no se aplican a la experiencia


6. La analítica trascendental: la espontaneidad del entendimiento

Para Kant una de las funciones del entendimiento es crear conceptos:


Es preciso diferenciar entre conceptos empíricos y conceptos puros o categorías


Los conceptos empíricos surgen de la experiencia -a posteriori-: «mamífero», «hongo», «reptil» se extraen de la experiencia mediante observación de las semejanzas y rasgos comunes a ciertos individuos.

Los conceptos a priori que posee también el entendimiento no proceden de la experiencia, el entendimiento los crea espontáneamente.

De entre estos conceptos se extraen las categorías que son aquellos conceptos a priori que dan sentido a todos los juicios que se pueden formular. Kant señaló doce categorías. La que más nos va a interesar es la de causalidad ya que es el punto de partida para demostrar que en la Física hay juicios a priori.

Los juicios sintéticos a priori en la física

Los juicios fundamentales en los que se basa la física son los juicios sintéticos a priori, y uno de ellos es el principio de causalidad, que constituye un elemento fundamental para nuestro conocimiento de la naturaleza. El principio de causalidad es un juicio sintético y a priori por lo siguiente:

1º. Está basado en la categoría de causa. Por tanto, es a priori


2º. Los fenómenos sólo pueden ser conocidos si el entendimiento les aplica sus categorías


Por otro lado, los juicios de la Física son sintéticos porque Kant no encontró ninguno en ella que no lo fuera. En conclusión, los juicios de la Física son sintéticos y a priori.

Las categorías no tienen sentido si no se aplican a la experiencia sensible


El idealismo trascendental. Diferencia entre fenómeno y noúmeno

Las categorías no son aplicables más allá de la experiencia, de lo dado en el e-t. A lo dado o intuido/conocido en el e-t se le llama fenómeno (= lo que aparece/se muestra). Pero el aspecto visible de un objeto, lo que conocemos de él, parece presuponer algo subyacente a su aspecto exterior que no vemos: a esto le llama Kant noúmeno o cosa en sí, el correlato del objeto entendido al margen de su relación con la sensibilidad, con lo percibido o conocido de él.

El noúmeno queda como el límite de nuestra experiencia, como algo que no puede ser conocido. La razón teórica, por tanto, no puede acceder a las cosas en sí, a los noúmenos.

Kant llama a su sistema «idealismo trascendental» porque afirma que el espacio, el tiempo y las categorías son condiciones de posibilidad de la experiencia, de los fenómenos, y no propiedades o rasgos reales de todas las cosas en sí mismas.

7. La dialéctica trascendental: la razón y su exigencia de lo incondicionado

En esta parte Kant habla de la función que tiene el entendimiento para crear juicios y demostrar que la metafísica no es ciencia y que por lo tanto sus temas (yo, mundo y Dios), son límites del conocimiento.

Imposibilidad de la metafísica como ciencia

En la dialéctica trascendental, Kant responde negativamente a la pregunta ¿Es posible la metafísica como ciencia? Si entendemos la metafísica como un sistema de proposiciones o de juicios acerca de realidades que están más allá de la experiencia -Dios, la libertad, la eternidad del mundo- la MF es imposible ya que las categorías sólo pueden usarse legítimamente si se aplican a los fenómenos, en el ámbito de la experiencia. Una aplicación de las categorías más allá de la experiencia es lógicamente inválida y origina errores, confusiones e ilusiones. La dialéctica mostrará que tales errores e ilusiones, sobre todo en la MF especulativa, proceden de ignorar por completo la distinción entre fenómeno y noúmeno.

Sin embargo, aunque la aplicación de las categorías más allá de la experiencia sea lógicamente inválida, es también una tendencia inevitable de la razón, conforme a su más genuina naturaleza. La razón tiende siempre a buscar lo incondicionado, a extender su conocimiento más allá de la experiencia y formular preguntas acerca de Dios, el alma y el mundo.

La razón y la metafísica

La tendencia de la razón a buscar leyes, principios y condiciones cada vez más generales es útil para ampliar nuestro conocimiento siempre y cuando se mantenga dentro de los límites de la experiencia. Pero la razón tiende inevitablemente a unificar todos los fenómenos físicos -res extensa- y explicar el mundo por medio de teorías metafísicas, en busca de lo incondicionado. Esta pretensión, una vez traspasados los límites de la experiencia, da lugar a antinomias; al intentar explicar los fenómenos psíquicos -res pensante- por medio de teorías metafísicas acerca del alma, se originan paralogismos. Y todo se intenta explicar y unificar a partir de una causa suprema para ambos tipos de fenómenos, físicos y psíquicos: Dios -la sustancia infinita del Racionalismo, el ideal supremo de la razón-.

Dios, alma y mundo son tres ideas de la razón -ideas regulativas- que juegan un papel muy especial dentro del sistema de nuestro conocimiento: aunque no proporcionan conocimiento objetivo alguno, expresan sin embargo el ideal de la razón de encontrar leyes y principios cada vez más generales: son el horizonte que nunca se alcanza, pero nos indican continuamente que podemos seguir avanzando en nuestra capacidad de explicación y comprensión

LA ÉTICA

Lo anterior mente explicado pertenece a la razón teórica y se halla en la obra más importante de Kant, “Crítica de la razón pura”. A continuación, nos referiremos a la “Crítica de la razón práctica” posiblemente la segunda obra en importancia de este autor y que trata de la razón en relación con la ética.

Si la síntesis kantiana entre Empirismo y Racionalismo fue una de las tareas más originales y valiosas en la historia de la filosofía, no lo fue menos su concepción de la moral. En dos palabras: hasta Kant, las éticas habían sido materiales; a diferencia de todas ellas, la de Kant es formal.

Una ética material es la que nos dice qué hacer, una ética formal nos dirá que hagamos cualquier cosa siempre que sea de una manera determinada.

Kant rechazó las éticas materiales por una serie de deficiencias que precisó claramente:


1ª. Las éticas materiales son empíricas, a posteriori. Cualquier norma de cualquier ética material podrá ser explicada y justificada como generalización a partir de la experiencia. La única objeción de Kant contra la fundamentación de las normas en la experiencia es que no sirve para construir una ética universal.

2ª. Las normas o imperativos de las éticas materiales son hipotéticos o condicionales: no tienen un valor absoluto, sino condicional, como medios para conseguir otro fin. La norma de estos imperativos deja de tener valor para quien no esté de acuerdo con las condiciones de las que se parte. He aquí un escollo para construir una ética universalmente válida.

3ª. Las éticas materiales son heterónomas. Si la «autonomía» consiste en la capacidad de un individuo para darse normas y leyes a sí mismo, la «heteronomía» consiste en aceptar leyes o normas impuestas desde el exterior e irreflexivamente a nuestra razón. Las éticas materiales son heterónomas porque en ellas la voluntad del hombre es impulsada a actuar por deseos o inclinaciones.

 Frente a estos problemas de las éticas materiales Kant propone una ética formal a priori, autónoma y con imperativos categóricos.

1) La ética formal a priori

Kant señala que todos los seres humanos por el hecho de serlo tenemos la misma capacidad de valorar el bien y el mal. En esto hay un acuerdo innato. La ética formal tratará de descubrir todos aquellos planteamientos innatos que hay en el ser humano.

2) La ética formal autónoma

La ética formal no establece lo que hemos de hacer: se limita a señalar cómo debemos actuar siempre, independientemente de cuál sea la acción concreta que nos ocupe.

Según Kant, los humanos sólo actuamos moralmente cuando lo hacemos por deber. Define el deber como «la necesidad de una acción por respeto a la ley». Esto significa que actuar moralmente supone someternos a una ley, no por la utilidad o satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por el respeto que toda ley merece, porque ese es nuestro deber.

Kant diferencia entre acciones contrarias al deber, acciones conformes al deber y acciones por deber. Solamente estas últimas poseen valor moral. El político que dice la verdad, actúa conforme al deber. Pero no por eso actúa moralmente: puede hacerlo únicamente para ganar votos, que es lo que le interesa. Según Kant, el político actúa moralmente cuando dice la verdad porque ése es su deber, independientemente de que gane o pierda votos al hacerlo. La acción hecha por deber no es un medio para alcanzar un fin, sino algo que debe ser hecho por sí mismo.

La autonomía consiste en decidir llevar a cabo nuestras acciones para cumplir con un deber con el que estamos de acuerdo cumplir después de una reflexión de la razón que impulsa la voluntad de nuestra decisión. Solo la razón en este caso nos impulsa a actuar.

3) La ética formal: El imperativo categórico

A diferencia de los imperativos hipotéticos de las éticas materiales, las exigencias de obrar moralmente derivadas de una ética formal son categóricas. Una formulación de este imperativo categórico: «obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal». Este imperativo no establece ninguna norma concreta, sino el esquema o forma que ha de tener cualquiera de las normas con las que nos orientamos en nuestra conducta concreta -ej.: «No apropiarse del dinero público para beneficio privado»-. Otra formulación: «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca meramente como un medio» En las dos formulaciones destaca la exigencia de universalidad.

Libertad, inmortalidad y existencia de Dios

En la Crítica de la razón pura Kant había mostrado la imposibilidad de la MF como ciencia, y por tanto nuestra incapacidad para obtener conocimiento objetivo acerca del mundo, del alma y de Dios. Pero la inmortalidad del alma y la existencia de Dios constituyen interrogantes que siempre han interesado al ser humano y que no puede dejar de plantearse. Nunca negó Kant la inmortalidad del alma o la existencia de Dios: sólo se limitó a señalar que alma y Dios no son asequibles al conocimiento científico, pues no son objetos de la experiencia a los que podamos aplicar nuestras categorías. Pero lo original de su aproximación estriba en plantearse el tema de Dios y del alma no en la razón teórica, sino en la razón práctica.

Libertad, inmortalidad del alma y existencia de Dios son, para Kant, postulados de la razón práctica. «Postulado» significa aquí algo que no es demostrable, pero que necesariamente hemos de suponerlo como condición que hace posible la moral misma. Obrar moralmente, conforme al deber, sólo es posible si existe libertad para vencer las inclinaciones, deseos y condicionamientos.

La inmortalidad del alma se comprende mejor si tenemos en cuenta que la razón nos ordena alcanzar la virtud, la mayor honradez posible, la perfecta adecuación de nuestra voluntad a la ley moral. Pero la cima de la honradez jamás puede alcanzarse en una existencia tan limitada como la nuestra. Su alcance exige una duración ilimitada, en un proceso indefinido de ajuste: la inmortalidad.

Respecto a la existencia de Dios, Kant la justifica destacando la enorme diferencia que existe entre ser y deber-ser, tanta que exige la existencia de Dios como realidad en la cual ser y deber-ser se identifican, y en quien se da una perfecta uníón entre virtud y felicidad.

EL HOMBRE

A) Kant aplica la distinción fenómeno-noúmeno para explicar en qué consiste el hombre:

-En tanto que fenómeno, el hombre está sometido a las mismas leyes matemático-físico-biológicas de la naturaleza, y su comportamiento se explica como el de los demás objetos del mundo físico

-En tanto que noúmeno, el hombre es un ser libre y pertenece al ámbito de lo inteligible, de la moral. En este ámbito rigen las ideas de la moralidad y de la libertad, cognoscibles por la razón práctica, como hemos visto.

b) El hombre tiene tres disposiciones fundamentales: a) disposición a la animalidad, que explica la capacidad técnica del hombre; b) disposición a la humanidad, que explica su pragmatismo; c) disposición a ser persona, que explica su capacidad moral.

c) Estas tres facultades o dimensiones son un reflejo de la estructura radical y constitutiva del hombre: su faceta empírico-sensible y su dimensión ético-social. La primera muestra al hombre en tanto individuo egoísta, cerrado sobre sí, como un objeto más entre otros. Son los aspectos que hacen del hombre, a veces, un ser poco social o antisocial. La segunda faceta, la dimensión ético-social, incluye todos los aspectos que inducen al ser humano a formar parte de una comunidad, a relacionarse con otros individuos que son fines en sí mismos también -el reino de los fines-. Según esto, el ser humano para Kant viene caracterizado por una «insociable sociabilidad» o una «sociable insociabilidad».

Dios

En este tema habría que añadir todas las consideraciones que hace Kant sobre los temas de la metafísica en la “Crítica de la razón pura”, así como lo que señala en la razón práctica de la existencia de Dios como postulado de la razón práctica.

La libertad apunta a conseguir el mayor bien posible en el mundo, pero no nos dice en qué consiste. Esa tarea corresponde a la religión.

La religión nos habla de una voluntad moralmente perfecta, sana y todopoderosa. Los deberes impuestos por la voluntad libre deben ser entendidos como mandatos de esa supuesta voluntad divina, de la que podemos esperar el bien supremo y la felicidad.

Esto lleva a rechazar toda religión positiva -conjunto de ritos y dogmas aceptados y mantenidos sólo por la autoridad de una tradición o de una iglesia institucionalizada, sin mediar el necesario esfuerzo de reflexión autónoma-: sólo acepta la esperanza última que hallamos en toda religión.

La religión queda así racionalizada: la religión no va más allá de la razón. Kant se queda en un concepto de religión natural o moral, en coherencia con los ideales seculares de la ilustración. Se trata de una «religión dentro de los límites de la mera razón».

No niega la validez de una religión revelada; pero esta permanece como algo que rebasa los límites de la razón, que prácticamente dan noticia atemática de lo que hay tras ellos. De este modo, el sistema kantiano muestra su deuda con las ideas de su época -la Ilustración- al mismo tiempo que es capaz de superarla en profundidad y riqueza de matices sobre el sentido del hombre, de la historia y de la religión.

Política

Un estudio preliminar del pensamiento político de Kant nos ha dado aportes relevantes para la comprensión del mismo:

Kant es poco conocido en filosofía política porque, primero, no hizo una obra grande y sistemática sobre política, y, segundo, por su estilo de no fácil lectura. Es una aberración pensar que Kant se preocupó de la reflexión política solamente en la última década de su vida, aunque sí es cierto que en ella la intensificó, en parte inspirado por los acontecimientos en torno a la Revolución Francesa. La nota más remota sobre reflexión política data de 1760 cuando estudiaba a Rousseau y el derecho natural.

Hay cierta analogía entre la Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos y el pensamiento político kantiano: la independencia del individuo frente a la autoridad y el problema de la libertad guarda coherencia con la reivindicación de ambas revoluciones de los derechos del ser humano. En algunos casos, como en “Hacia la paz perpetua”, Kant va mucho más lejos que los mismos planteamientos de ambas revoluciones.

En sus ideas políticas, Kant se enfrenta a las teorías de Hobbes, Locke, Hume, Rousseau y Maquiavelo. Al leer los escritos políticos de Kant podemos constatar su reflexión de actualidad, sobre todo en nuestra actual situación de guerra y globalización, poniendo en tela de juicio la idea de progreso hacia mejor.

Kant encuentra en la Naturaleza la disposición de un progreso hacia mejor basado en la lenta evolución de la razón, la cual se constata no en el individuo sino en la especie humana, a pesar de tanta estupidez y maldad, de retrocesos, de la megalomanía de los ‘dioses de la tierra’, etc. Podríamos decir que la Naturaleza es un tema transversal en todas las reflexiones políticas kantianas.

Sin embargo, Kant ve en la naturaleza humana un claro antagonismo que lo califica de ‘insociable sociabilidad’, el cual es fuente de guerra, pero también de superación constante y de plenificación de los dotes humanos. La ‘ilustración’ es para Kant el último y mejor estadio de la plenificación humana, cuando los hombres actúen racionalmente.

Ante el problema de la libertad, y del antagonismo natural en los seres humanos, Kant sugiere la necesidad del derecho como entidad rectora y coercitiva de los excesos de libertad de los seres humanos. El derecho vendría a prescribir una libertad regida por leyes. El derecho mejor sería el del régimen republicano.

Kant desaprueba los fueros de la revolución, porque provoca tristes consecuencias y porque rompe con las bases de la regulación de los excesos libertinos. La moral se convierte en correspondencia con las leyes. No hay revolución, sino evolución a leyes cada vez mejores. Para ello debe haber libertad, de los ciudadanos y, sobre todo, de los filósofos que tienen el deber de señalar los errores en la gestión de los mandatarios y proponerle caminos de solución. La libertad de pluma garantizaría esa evolución hacia leyes mejores. Kant es un positivista jurídico, aunque su filosofía ética permite y exige un andamiaje axiológico para transformar las leyes a mejor.

Tras una fuerte crítica a los excesos de Europa en los demás continentes, Kant augura los principios para una paz perpetua, sumamente revolucionarios incluso para nuestro tiempo. Señala, además de la sujeción a un verdadero Estado de Derecho: la desaparición total de los ejércitos; la relación horizontal entre países en una confederación de Estados y la no-existencia de un gobierno mundial que permita una relación vertical entre unos países dominantes y otros dominados; instauración mundial de la paz mediante un diálogo ilustrado de las diferencias culturales y religiosas; y la consolidación de la paz a fin de permitir el desarrollo de las relaciones comerciales. Señala a su vez el papel del filósofo en su tarea de alumbrar la vida práctica de los hombres y las decisiones de los mandatarios.

Por último, el pensamiento kantiano, hasta donde hemos visto, se apunta a la construcción de un reino donde los seres humanos, y la comunidad de ellos, sean fines en sí mismos; es una tarea, por supuesto, de ilustración, pero también de libertad de pensamiento, de deseo de paz y sujeción a un derecho público (orden nacional) y a un derecho de gentes (orden internacional).


Ver si las condiciones empíricas y a priori se dan en ellos


3. Los juicios sintéticos a priori

¿Cuáles son los juicios de la ciencia, de las matemáticas y la física en concreto:


-Juicios analíticos: aquellos cuyo predicado está incluido -al menos implícitamente- en el sujeto

– Juicios sintéticos: aquel cuyo predicado no está incluido en el sujeto. Son extensivos y amplían nuestra información sobre el mundo

– Juicios a priori: aquellos cuya verdad puede ser conocida independientemente de la experiencia. Por lo mismo, son universales y necesarios

-Juicios a posteriori: sólo sabemos si son verdaderos a partir de la experiencia, comprobando lo afirmado. No son universales ni necesarios

-Juicios sintéticos a priori: Kant une dos de los tipos de juicios anteriores y señala que deben ser los de la ciencia ya que incluirían las condiciones empíricas y a priori señaladas anteriormente.

El siguiente paso que lleva a cabo Kant para demostrar si la metafísica es ciencia y si por lo tanto sus temas son límites del conocimiento o , es demostrar que efectivamente en la ciencia se dan los juicios sintéticos a priori.

4. La teoría del conocimiento en la Crítica de la Razón Pura

La obra contiene tres partes fundamentales:


En la estética trascendental Kant estudia las condiciones sensibles del conocimiento, mostrando cuáles son las condiciones que hacen posible que en las matemáticas existan juicios sintéticos a priori.

En la analítica trascendental estudia Kant el entendimiento, para mostrar cuáles son las condiciones que hacen posible que existan juicios sintéticos a priori en la física.

En la dialéctica trascendental analiza la razón, y se ocupa del problema de la posibilidad o la imposibilidad de la metafísica, para ver si satisface las condiciones que hacen posible la formulación de juicios sintéticos a priori.

5. La estética trascendental

La visión, la percepción de objetos, la orientación, la observación de la naturaleza dependen de dos condiciones absolutamente generales y necesarias: el ESPACIO y el TIEMPO. Por ser condiciones generales y necesarias de la percepción -de la sensibilidad- son «trascendentales», y Kant las denomina «formas a priori de la sensibilidad» o, también, «intuiciones puras»:

 Para Kant las matemáticas son la geometría (que trata del espacio y por lo tanto sus juicios serán a priori) y la aritmética (que trata de los números y por lo tanto su estructura es la misma que la del tiempo, lo que hará que sus juicios sean también a priori)

Según esto los juicios de las matemáticas son a priori. Añade Kant que también serán sintéticos porque no ha encontrado un solo juicio en ellas que no lo sea.

Ahora bien, el espacio y el tiempo, como las matemáticas no tienen sentido si no se aplican a la experiencia


6. La analítica trascendental: la espontaneidad del entendimiento

Para Kant una de las funciones del entendimiento es crear conceptos:


Es preciso diferenciar entre conceptos empíricos y conceptos puros o categorías


Los conceptos empíricos surgen de la experiencia -a posteriori-: «mamífero», «hongo», «reptil» se extraen de la experiencia mediante observación de las semejanzas y rasgos comunes a ciertos individuos.

Los conceptos a priori que posee también el entendimiento no proceden de la experiencia, el entendimiento los crea espontáneamente.

De entre estos conceptos se extraen las categorías que son aquellos conceptos a priori que dan sentido a todos los juicios que se pueden formular. Kant señaló doce categorías. La que más nos va a interesar es la de causalidad ya que es el punto de partida para demostrar que en la Física hay juicios a priori.

Los juicios sintéticos a priori en la física

Los juicios fundamentales en los que se basa la física son los juicios sintéticos a priori, y uno de ellos es el principio de causalidad, que constituye un elemento fundamental para nuestro conocimiento de la naturaleza. El principio de causalidad es un juicio sintético y a priori por lo siguiente:

1º. Está basado en la categoría de causa. Por tanto, es a priori


2º. Los fenómenos sólo pueden ser conocidos si el entendimiento les aplica sus categorías


Por otro lado, los juicios de la Física son sintéticos porque Kant no encontró ninguno en ella que no lo fuera. En conclusión, los juicios de la Física son sintéticos y a priori.

Las categorías no tienen sentido si no se aplican a la experiencia sensible


El idealismo trascendental. Diferencia entre fenómeno y noúmeno

Las categorías no son aplicables más allá de la experiencia, de lo dado en el e-t. A lo dado o intuido/conocido en el e-t se le llama fenómeno (= lo que aparece/se muestra). Pero el aspecto visible de un objeto, lo que conocemos de él, parece presuponer algo subyacente a su aspecto exterior que no vemos: a esto le llama Kant noúmeno o cosa en sí, el correlato del objeto entendido al margen de su relación con la sensibilidad, con lo percibido o conocido de él.

El noúmeno queda como el límite de nuestra experiencia, como algo que no puede ser conocido. La razón teórica, por tanto, no puede acceder a las cosas en sí, a los noúmenos.

Kant llama a su sistema «idealismo trascendental» porque afirma que el espacio, el tiempo y las categorías son condiciones de posibilidad de la experiencia, de los fenómenos, y no propiedades o rasgos reales de todas las cosas en sí mismas.

7. La dialéctica trascendental: la razón y su exigencia de lo incondicionado

En esta parte Kant habla de la función que tiene el entendimiento para crear juicios y demostrar que la metafísica no es ciencia y que por lo tanto sus temas (yo, mundo y Dios), son límites del conocimiento.

Imposibilidad de la metafísica como ciencia

En la dialéctica trascendental, Kant responde negativamente a la pregunta ¿Es posible la metafísica como ciencia? Si entendemos la metafísica como un sistema de proposiciones o de juicios acerca de realidades que están más allá de la experiencia -Dios, la libertad, la eternidad del mundo- la MF es imposible ya que las categorías sólo pueden usarse legítimamente si se aplican a los fenómenos, en el ámbito de la experiencia. Una aplicación de las categorías más allá de la experiencia es lógicamente inválida y origina errores, confusiones e ilusiones. La dialéctica mostrará que tales errores e ilusiones, sobre todo en la MF especulativa, proceden de ignorar por completo la distinción entre fenómeno y noúmeno.

Sin embargo, aunque la aplicación de las categorías más allá de la experiencia sea lógicamente inválida, es también una tendencia inevitable de la razón, conforme a su más genuina naturaleza. La razón tiende siempre a buscar lo incondicionado, a extender su conocimiento más allá de la experiencia y formular preguntas acerca de Dios, el alma y el mundo.

La razón y la metafísica

La tendencia de la razón a buscar leyes, principios y condiciones cada vez más generales es útil para ampliar nuestro conocimiento siempre y cuando se mantenga dentro de los límites de la experiencia. Pero la razón tiende inevitablemente a unificar todos los fenómenos físicos -res extensa- y explicar el mundo por medio de teorías metafísicas, en busca de lo incondicionado. Esta pretensión, una vez traspasados los límites de la experiencia, da lugar a antinomias; al intentar explicar los fenómenos psíquicos -res pensante- por medio de teorías metafísicas acerca del alma, se originan paralogismos. Y todo se intenta explicar y unificar a partir de una causa suprema para ambos tipos de fenómenos, físicos y psíquicos: Dios -la sustancia infinita del Racionalismo, el ideal supremo de la razón-.

Dios, alma y mundo son tres ideas de la razón -ideas regulativas- que juegan un papel muy especial dentro del sistema de nuestro conocimiento: aunque no proporcionan conocimiento objetivo alguno, expresan sin embargo el ideal de la razón de encontrar leyes y principios cada vez más generales: son el horizonte que nunca se alcanza, pero nos indican continuamente que podemos seguir avanzando en nuestra capacidad de explicación y comprensión

LA ÉTICA

Lo anterior mente explicado pertenece a la razón teórica y se halla en la obra más importante de Kant, “Crítica de la razón pura”. A continuación, nos referiremos a la “Crítica de la razón práctica” posiblemente la segunda obra en importancia de este autor y que trata de la razón en relación con la ética.

Si la síntesis kantiana entre Empirismo y Racionalismo fue una de las tareas más originales y valiosas en la historia de la filosofía, no lo fue menos su concepción de la moral. En dos palabras: hasta Kant, las éticas habían sido materiales; a diferencia de todas ellas, la de Kant es formal.

Una ética material es la que nos dice qué hacer, una ética formal nos dirá que hagamos cualquier cosa siempre que sea de una manera determinada.

Kant rechazó las éticas materiales por una serie de deficiencias que precisó claramente:


1ª. Las éticas materiales son empíricas, a posteriori. Cualquier norma de cualquier ética material podrá ser explicada y justificada como generalización a partir de la experiencia. La única objeción de Kant contra la fundamentación de las normas en la experiencia es que no sirve para construir una ética universal.

2ª. Las normas o imperativos de las éticas materiales son hipotéticos o condicionales: no tienen un valor absoluto, sino condicional, como medios para conseguir otro fin. La norma de estos imperativos deja de tener valor para quien no esté de acuerdo con las condiciones de las que se parte. He aquí un escollo para construir una ética universalmente válida.

3ª. Las éticas materiales son heterónomas. Si la «autonomía» consiste en la capacidad de un individuo para darse normas y leyes a sí mismo, la «heteronomía» consiste en aceptar leyes o normas impuestas desde el exterior e irreflexivamente a nuestra razón. Las éticas materiales son heterónomas porque en ellas la voluntad del hombre es impulsada a actuar por deseos o inclinaciones.

 Frente a estos problemas de las éticas materiales Kant propone una ética formal a priori, autónoma y con imperativos categóricos.

1) La ética formal a priori

Kant señala que todos los seres humanos por el hecho de serlo tenemos la misma capacidad de valorar el bien y el mal. En esto hay un acuerdo innato. La ética formal tratará de descubrir todos aquellos planteamientos innatos que hay en el ser humano.

2) La ética formal autónoma

La ética formal no establece lo que hemos de hacer: se limita a señalar cómo debemos actuar siempre, independientemente de cuál sea la acción concreta que nos ocupe.

Según Kant, los humanos sólo actuamos moralmente cuando lo hacemos por deber. Define el deber como «la necesidad de una acción por respeto a la ley». Esto significa que actuar moralmente supone someternos a una ley, no por la utilidad o satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por el respeto que toda ley merece, porque ese es nuestro deber.

Kant diferencia entre acciones contrarias al deber, acciones conformes al deber y acciones por deber. Solamente estas últimas poseen valor moral. El político que dice la verdad, actúa conforme al deber. Pero no por eso actúa moralmente: puede hacerlo únicamente para ganar votos, que es lo que le interesa. Según Kant, el político actúa moralmente cuando dice la verdad porque ése es su deber, independientemente de que gane o pierda votos al hacerlo. La acción hecha por deber no es un medio para alcanzar un fin, sino algo que debe ser hecho por sí mismo.

La autonomía consiste en decidir llevar a cabo nuestras acciones para cumplir con un deber con el que estamos de acuerdo cumplir después de una reflexión de la razón que impulsa la voluntad de nuestra decisión. Solo la razón en este caso nos impulsa a actuar.

3) La ética formal: El imperativo categórico

A diferencia de los imperativos hipotéticos de las éticas materiales, las exigencias de obrar moralmente derivadas de una ética formal son categóricas. Una formulación de este imperativo categórico: «obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal». Este imperativo no establece ninguna norma concreta, sino el esquema o forma que ha de tener cualquiera de las normas con las que nos orientamos en nuestra conducta concreta -ej.: «No apropiarse del dinero público para beneficio privado»-. Otra formulación: «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca meramente como un medio» En las dos formulaciones destaca la exigencia de universalidad.

Libertad, inmortalidad y existencia de Dios

En la Crítica de la razón pura Kant había mostrado la imposibilidad de la MF como ciencia, y por tanto nuestra incapacidad para obtener conocimiento objetivo acerca del mundo, del alma y de Dios. Pero la inmortalidad del alma y la existencia de Dios constituyen interrogantes que siempre han interesado al ser humano y que no puede dejar de plantearse. Nunca negó Kant la inmortalidad del alma o la existencia de Dios: sólo se limitó a señalar que alma y Dios no son asequibles al conocimiento científico, pues no son objetos de la experiencia a los que podamos aplicar nuestras categorías. Pero lo original de su aproximación estriba en plantearse el tema de Dios y del alma no en la razón teórica, sino en la razón práctica.

Libertad, inmortalidad del alma y existencia de Dios son, para Kant, postulados de la razón práctica. «Postulado» significa aquí algo que no es demostrable, pero que necesariamente hemos de suponerlo como condición que hace posible la moral misma. Obrar moralmente, conforme al deber, sólo es posible si existe libertad para vencer las inclinaciones, deseos y condicionamientos.

La inmortalidad del alma se comprende mejor si tenemos en cuenta que la razón nos ordena alcanzar la virtud, la mayor honradez posible, la perfecta adecuación de nuestra voluntad a la ley moral. Pero la cima de la honradez jamás puede alcanzarse en una existencia tan limitada como la nuestra. Su alcance exige una duración ilimitada, en un proceso indefinido de ajuste: la inmortalidad.

Respecto a la existencia de Dios, Kant la justifica destacando la enorme diferencia que existe entre ser y deber-ser, tanta que exige la existencia de Dios como realidad en la cual ser y deber-ser se identifican, y en quien se da una perfecta uníón entre virtud y felicidad.

EL HOMBRE

A) Kant aplica la distinción fenómeno-noúmeno para explicar en qué consiste el hombre:

-En tanto que fenómeno, el hombre está sometido a las mismas leyes matemático-físico-biológicas de la naturaleza, y su comportamiento se explica como el de los demás objetos del mundo físico

-En tanto que noúmeno, el hombre es un ser libre y pertenece al ámbito de lo inteligible, de la moral. En este ámbito rigen las ideas de la moralidad y de la libertad, cognoscibles por la razón práctica, como hemos visto.

b) El hombre tiene tres disposiciones fundamentales: a) disposición a la animalidad, que explica la capacidad técnica del hombre; b) disposición a la humanidad, que explica su pragmatismo; c) disposición a ser persona, que explica su capacidad moral.

c) Estas tres facultades o dimensiones son un reflejo de la estructura radical y constitutiva del hombre: su faceta empírico-sensible y su dimensión ético-social. La primera muestra al hombre en tanto individuo egoísta, cerrado sobre sí, como un objeto más entre otros. Son los aspectos que hacen del hombre, a veces, un ser poco social o antisocial. La segunda faceta, la dimensión ético-social, incluye todos los aspectos que inducen al ser humano a formar parte de una comunidad, a relacionarse con otros individuos que son fines en sí mismos también -el reino de los fines-. Según esto, el ser humano para Kant viene caracterizado por una «insociable sociabilidad» o una «sociable insociabilidad».

Dios

En este tema habría que añadir todas las consideraciones que hace Kant sobre los temas de la metafísica en la “Crítica de la razón pura”, así como lo que señala en la razón práctica de la existencia de Dios como postulado de la razón práctica.

La libertad apunta a conseguir el mayor bien posible en el mundo, pero no nos dice en qué consiste. Esa tarea corresponde a la religión.

La religión nos habla de una voluntad moralmente perfecta, sana y todopoderosa. Los deberes impuestos por la voluntad libre deben ser entendidos como mandatos de esa supuesta voluntad divina, de la que podemos esperar el bien supremo y la felicidad.

Esto lleva a rechazar toda religión positiva -conjunto de ritos y dogmas aceptados y mantenidos sólo por la autoridad de una tradición o de una iglesia institucionalizada, sin mediar el necesario esfuerzo de reflexión autónoma-: sólo acepta la esperanza última que hallamos en toda religión.

La religión queda así racionalizada: la religión no va más allá de la razón. Kant se queda en un concepto de religión natural o moral, en coherencia con los ideales seculares de la ilustración. Se trata de una «religión dentro de los límites de la mera razón».

No niega la validez de una religión revelada; pero esta permanece como algo que rebasa los límites de la razón, que prácticamente dan noticia atemática de lo que hay tras ellos. De este modo, el sistema kantiano muestra su deuda con las ideas de su época -la Ilustración- al mismo tiempo que es capaz de superarla en profundidad y riqueza de matices sobre el sentido del hombre, de la historia y de la religión.

Política

Un estudio preliminar del pensamiento político de Kant nos ha dado aportes relevantes para la comprensión del mismo:

Kant es poco conocido en filosofía política porque, primero, no hizo una obra grande y sistemática sobre política, y, segundo, por su estilo de no fácil lectura. Es una aberración pensar que Kant se preocupó de la reflexión política solamente en la última década de su vida, aunque sí es cierto que en ella la intensificó, en parte inspirado por los acontecimientos en torno a la Revolución Francesa. La nota más remota sobre reflexión política data de 1760 cuando estudiaba a Rousseau y el derecho natural.

Hay cierta analogía entre la Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos y el pensamiento político kantiano: la independencia del individuo frente a la autoridad y el problema de la libertad guarda coherencia con la reivindicación de ambas revoluciones de los derechos del ser humano. En algunos casos, como en “Hacia la paz perpetua”, Kant va mucho más lejos que los mismos planteamientos de ambas revoluciones.

En sus ideas políticas, Kant se enfrenta a las teorías de Hobbes, Locke, Hume, Rousseau y Maquiavelo. Al leer los escritos políticos de Kant podemos constatar su reflexión de actualidad, sobre todo en nuestra actual situación de guerra y globalización, poniendo en tela de juicio la idea de progreso hacia mejor.

Kant encuentra en la Naturaleza la disposición de un progreso hacia mejor basado en la lenta evolución de la razón, la cual se constata no en el individuo sino en la especie humana, a pesar de tanta estupidez y maldad, de retrocesos, de la megalomanía de los ‘dioses de la tierra’, etc. Podríamos decir que la Naturaleza es un tema transversal en todas las reflexiones políticas kantianas.

Sin embargo, Kant ve en la naturaleza humana un claro antagonismo que lo califica de ‘insociable sociabilidad’, el cual es fuente de guerra, pero también de superación constante y de plenificación de los dotes humanos. La ‘ilustración’ es para Kant el último y mejor estadio de la plenificación humana, cuando los hombres actúen racionalmente.

Ante el problema de la libertad, y del antagonismo natural en los seres humanos, Kant sugiere la necesidad del derecho como entidad rectora y coercitiva de los excesos de libertad de los seres humanos. El derecho vendría a prescribir una libertad regida por leyes. El derecho mejor sería el del régimen republicano.

Kant desaprueba los fueros de la revolución, porque provoca tristes consecuencias y porque rompe con las bases de la regulación de los excesos libertinos. La moral se convierte en correspondencia con las leyes. No hay revolución, sino evolución a leyes cada vez mejores. Para ello debe haber libertad, de los ciudadanos y, sobre todo, de los filósofos que tienen el deber de señalar los errores en la gestión de los mandatarios y proponerle caminos de solución. La libertad de pluma garantizaría esa evolución hacia leyes mejores. Kant es un positivista jurídico, aunque su filosofía ética permite y exige un andamiaje axiológico para transformar las leyes a mejor.

Tras una fuerte crítica a los excesos de Europa en los demás continentes, Kant augura los principios para una paz perpetua, sumamente revolucionarios incluso para nuestro tiempo. Señala, además de la sujeción a un verdadero Estado de Derecho: la desaparición total de los ejércitos; la relación horizontal entre países en una confederación de Estados y la no-existencia de un gobierno mundial que permita una relación vertical entre unos países dominantes y otros dominados; instauración mundial de la paz mediante un diálogo ilustrado de las diferencias culturales y religiosas; y la consolidación de la paz a fin de permitir el desarrollo de las relaciones comerciales. Señala a su vez el papel del filósofo en su tarea de alumbrar la vida práctica de los hombres y las decisiones de los mandatarios.

Por último, el pensamiento kantiano, hasta donde hemos visto, se apunta a la construcción de un reino donde los seres humanos, y la comunidad de ellos, sean fines en sí mismos; es una tarea, por supuesto, de ilustración, pero también de libertad de pensamiento, de deseo de paz y sujeción a un derecho público (orden nacional) y a un derecho de gentes (


6. La analítica trascendental: la espontaneidad del entendimiento

Para Kant una de las funciones del entendimiento es crear conceptos:


Es preciso diferenciar entre conceptos empíricos y conceptos puros o categorías


Los conceptos empíricos surgen de la experiencia -a posteriori-: «mamífero», «hongo», «reptil» se extraen de la experiencia mediante observación de las semejanzas y rasgos comunes a ciertos individuos.

Los conceptos a priori que posee también el entendimiento no proceden de la experiencia, el entendimiento los crea espontáneamente.

De entre estos conceptos se extraen las categorías que son aquellos conceptos a priori que dan sentido a todos los juicios que se pueden formular. Kant señaló doce categorías. La que más nos va a interesar es la de causalidad ya que es el punto de partida para demostrar que en la Física hay juicios a priori.

Los juicios sintéticos a priori en la física

Los juicios fundamentales en los que se basa la física son los juicios sintéticos a priori, y uno de ellos es el principio de causalidad, que constituye un elemento fundamental para nuestro conocimiento de la naturaleza. El principio de causalidad es un juicio sintético y a priori por lo siguiente:

1º. Está basado en la categoría de causa. Por tanto, es a priori


2º. Los fenómenos sólo pueden ser conocidos si el entendimiento les aplica sus categorías


Por otro lado, los juicios de la Física son sintéticos porque Kant no encontró ninguno en ella que no lo fuera. En conclusión, los juicios de la Física son sintéticos y a priori.

Las categorías no tienen sentido si no se aplican a la experiencia sensible


El idealismo trascendental. Diferencia entre fenómeno y noúmeno

Las categorías no son aplicables más allá de la experiencia, de lo dado en el e-t. A lo dado o intuido/conocido en el e-t se le llama fenómeno (= lo que aparece/se muestra). Pero el aspecto visible de un objeto, lo que conocemos de él, parece presuponer algo subyacente a su aspecto exterior que no vemos: a esto le llama Kant noúmeno o cosa en sí, el correlato del objeto entendido al margen de su relación con la sensibilidad, con lo percibido o conocido de él.

El noúmeno queda como el límite de nuestra experiencia, como algo que no puede ser conocido. La razón teórica, por tanto, no puede acceder a las cosas en sí, a los noúmenos.

Kant llama a su sistema «idealismo trascendental» porque afirma que el espacio, el tiempo y las categorías son condiciones de posibilidad de la experiencia, de los fenómenos, y no propiedades o rasgos reales de todas las cosas en sí mismas.

7. La dialéctica trascendental: la razón y su exigencia de lo incondicionado

En esta parte Kant habla de la función que tiene el entendimiento para crear juicios y demostrar que la metafísica no es ciencia y que por lo tanto sus temas (yo, mundo y Dios), son límites del conocimiento.

Imposibilidad de la metafísica como ciencia

En la dialéctica trascendental, Kant responde negativamente a la pregunta ¿Es posible la metafísica como ciencia? Si entendemos la metafísica como un sistema de proposiciones o de juicios acerca de realidades que están más allá de la experiencia -Dios, la libertad, la eternidad del mundo- la MF es imposible ya que las categorías sólo pueden usarse legítimamente si se aplican a los fenómenos, en el ámbito de la experiencia. Una aplicación de las categorías más allá de la experiencia es lógicamente inválida y origina errores, confusiones e ilusiones. La dialéctica mostrará que tales errores e ilusiones, sobre todo en la MF especulativa, proceden de ignorar por completo la distinción entre fenómeno y noúmeno.

Sin embargo, aunque la aplicación de las categorías más allá de la experiencia sea lógicamente inválida, es también una tendencia inevitable de la razón, conforme a su más genuina naturaleza. La razón tiende siempre a buscar lo incondicionado, a extender su conocimiento más allá de la experiencia y formular preguntas acerca de Dios, el alma y el mundo.

La razón y la metafísica

La tendencia de la razón a buscar leyes, principios y condiciones cada vez más generales es útil para ampliar nuestro conocimiento siempre y cuando se mantenga dentro de los límites de la experiencia. Pero la razón tiende inevitablemente a unificar todos los fenómenos físicos -res extensa- y explicar el mundo por medio de teorías metafísicas, en busca de lo incondicionado. Esta pretensión, una vez traspasados los límites de la experiencia, da lugar a antinomias; al intentar explicar los fenómenos psíquicos -res pensante- por medio de teorías metafísicas acerca del alma, se originan paralogismos. Y todo se intenta explicar y unificar a partir de una causa suprema para ambos tipos de fenómenos, físicos y psíquicos: Dios -la sustancia infinita del Racionalismo, el ideal supremo de la razón-.

Dios, alma y mundo son tres ideas de la razón -ideas regulativas- que juegan un papel muy especial dentro del sistema de nuestro conocimiento: aunque no proporcionan conocimiento objetivo alguno, expresan sin embargo el ideal de la razón de encontrar leyes y principios cada vez más generales: son el horizonte que nunca se alcanza, pero nos indican continuamente que podemos seguir avanzando en nuestra capacidad de explicación y comprensión

LA ÉTICA

Lo anterior mente explicado pertenece a la razón teórica y se halla en la obra más importante de Kant, “Crítica de la razón pura”. A continuación, nos referiremos a la “Crítica de la razón práctica” posiblemente la segunda obra en importancia de este autor y que trata de la razón en relación con la ética.

Si la síntesis kantiana entre Empirismo y Racionalismo fue una de las tareas más originales y valiosas en la historia de la filosofía, no lo fue menos su concepción de la moral. En dos palabras: hasta Kant, las éticas habían sido materiales; a diferencia de todas ellas, la de Kant es formal.

Una ética material es la que nos dice qué hacer, una ética formal nos dirá que hagamos cualquier cosa siempre que sea de una manera determinada.

Kant rechazó las éticas materiales por una serie de deficiencias que precisó claramente:


1ª. Las éticas materiales son empíricas, a posteriori. Cualquier norma de cualquier ética material podrá ser explicada y justificada como generalización a partir de la experiencia. La única objeción de Kant contra la fundamentación de las normas en la experiencia es que no sirve para construir una ética universal.

2ª. Las normas o imperativos de las éticas materiales son hipotéticos o condicionales: no tienen un valor absoluto, sino condicional, como medios para conseguir otro fin. La norma de estos imperativos deja de tener valor para quien no esté de acuerdo con las condiciones de las que se parte. He aquí un escollo para construir una ética universalmente válida.

3ª. Las éticas materiales son heterónomas. Si la «autonomía» consiste en la capacidad de un individuo para darse normas y leyes a sí mismo, la «heteronomía» consiste en aceptar leyes o normas impuestas desde el exterior e irreflexivamente a nuestra razón. Las éticas materiales son heterónomas porque en ellas la voluntad del hombre es impulsada a actuar por deseos o inclinaciones.

 Frente a estos problemas de las éticas materiales Kant propone una ética formal a priori, autónoma y con imperativos categóricos.

1) La ética formal a priori

Kant señala que todos los seres humanos por el hecho de serlo tenemos la misma capacidad de valorar el bien y el mal. En esto hay un acuerdo innato. La ética formal tratará de descubrir todos aquellos planteamientos innatos que hay en el ser humano.

2) La ética formal autónoma

La ética formal no establece lo que hemos de hacer: se limita a señalar cómo debemos actuar siempre, independientemente de cuál sea la acción concreta que nos ocupe.

Según Kant, los humanos sólo actuamos moralmente cuando lo hacemos por deber. Define el deber como «la necesidad de una acción por respeto a la ley». Esto significa que actuar moralmente supone someternos a una ley, no por la utilidad o satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por el respeto que toda ley merece, porque ese es nuestro deber.

Kant diferencia entre acciones contrarias al deber, acciones conformes al deber y acciones por deber. Solamente estas últimas poseen valor moral. El político que dice la verdad, actúa conforme al deber. Pero no por eso actúa moralmente: puede hacerlo únicamente para ganar votos, que es lo que le interesa. Según Kant, el político actúa moralmente cuando dice la verdad porque ése es su deber, independientemente de que gane o pierda votos al hacerlo. La acción hecha por deber no es un medio para alcanzar un fin, sino algo que debe ser hecho por sí mismo.

La autonomía consiste en decidir llevar a cabo nuestras acciones para cumplir con un deber con el que estamos de acuerdo cumplir después de una reflexión de la razón que impulsa la voluntad de nuestra decisión. Solo la razón en este caso nos impulsa a actuar.

3) La ética formal: El imperativo categórico

A diferencia de los imperativos hipotéticos de las éticas materiales, las exigencias de obrar moralmente derivadas de una ética formal son categóricas. Una formulación de este imperativo categórico: «obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal». Este imperativo no establece ninguna norma concreta, sino el esquema o forma que ha de tener cualquiera de las normas con las que nos orientamos en nuestra conducta concreta -ej.: «No apropiarse del dinero público para beneficio privado»-. Otra formulación: «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca meramente como un medio» En las dos formulaciones destaca la exigencia de universalidad.

Libertad, inmortalidad y existencia de Dios

En la Crítica de la razón pura Kant había mostrado la imposibilidad de la MF como ciencia, y por tanto nuestra incapacidad para obtener conocimiento objetivo acerca del mundo, del alma y de Dios. Pero la inmortalidad del alma y la existencia de Dios constituyen interrogantes que siempre han interesado al ser humano y que no puede dejar de plantearse. Nunca negó Kant la inmortalidad del alma o la existencia de Dios: sólo se limitó a señalar que alma y Dios no son asequibles al conocimiento científico, pues no son objetos de la experiencia a los que podamos aplicar nuestras categorías. Pero lo original de su aproximación estriba en plantearse el tema de Dios y del alma no en la razón teórica, sino en la razón práctica.

Libertad, inmortalidad del alma y existencia de Dios son, para Kant, postulados de la razón práctica. «Postulado» significa aquí algo que no es demostrable, pero que necesariamente hemos de suponerlo como condición que hace posible la moral misma. Obrar moralmente, conforme al deber, sólo es posible si existe libertad para vencer las inclinaciones, deseos y condicionamientos.

La inmortalidad del alma se comprende mejor si tenemos en cuenta que la razón nos ordena alcanzar la virtud, la mayor honradez posible, la perfecta adecuación de nuestra voluntad a la ley moral. Pero la cima de la honradez jamás puede alcanzarse en una existencia tan limitada como la nuestra. Su alcance exige una duración ilimitada, en un proceso indefinido de ajuste: la inmortalidad.

Respecto a la existencia de Dios, Kant la justifica destacando la enorme diferencia que existe entre ser y deber-ser, tanta que exige la existencia de Dios como realidad en la cual ser y deber-ser se identifican, y en quien se da una perfecta uníón entre virtud y felicidad.

EL HOMBRE

A) Kant aplica la distinción fenómeno-noúmeno para explicar en qué consiste el hombre:

-En tanto que fenómeno, el hombre está sometido a las mismas leyes matemático-físico-biológicas de la naturaleza, y su comportamiento se explica como el de los demás objetos del mundo físico

-En tanto que noúmeno, el hombre es un ser libre y pertenece al ámbito de lo inteligible, de la moral. En este ámbito rigen las ideas de la moralidad y de la libertad, cognoscibles por la razón práctica, como hemos visto.

b) El hombre tiene tres disposiciones fundamentales: a) disposición a la animalidad, que explica la capacidad técnica del hombre; b) disposición a la humanidad, que explica su pragmatismo; c) disposición a ser persona, que explica su capacidad moral.

c) Estas tres facultades o dimensiones son un reflejo de la estructura radical y constitutiva del hombre: su faceta empírico-sensible y su dimensión ético-social. La primera muestra al hombre en tanto individuo egoísta, cerrado sobre sí, como un objeto más entre otros. Son los aspectos que hacen del hombre, a veces, un ser poco social o antisocial. La segunda faceta, la dimensión ético-social, incluye todos los aspectos que inducen al ser humano a formar parte de una comunidad, a relacionarse con otros individuos que son fines en sí mismos también -el reino de los fines-. Según esto, el ser humano para Kant viene caracterizado por una «insociable sociabilidad» o una «sociable insociabilidad».

Dios

En este tema habría que añadir todas las consideraciones que hace Kant sobre los temas de la metafísica en la “Crítica de la razón pura”, así como lo que señala en la razón práctica de la existencia de Dios como postulado de la razón práctica.

La libertad apunta a conseguir el mayor bien posible en el mundo, pero no nos dice en qué consiste. Esa tarea corresponde a la religión.

La religión nos habla de una voluntad moralmente perfecta, sana y todopoderosa. Los deberes impuestos por la voluntad libre deben ser entendidos como mandatos de esa supuesta voluntad divina, de la que podemos esperar el bien supremo y la felicidad.

Esto lleva a rechazar toda religión positiva -conjunto de ritos y dogmas aceptados y mantenidos sólo por la autoridad de una tradición o de una iglesia institucionalizada, sin mediar el necesario esfuerzo de reflexión autónoma-: sólo acepta la esperanza última que hallamos en toda religión.

La religión queda así racionalizada: la religión no va más allá de la razón. Kant se queda en un concepto de religión natural o moral, en coherencia con los ideales seculares de la ilustración. Se trata de una «religión dentro de los límites de la mera razón».

No niega la validez de una religión revelada; pero esta permanece como algo que rebasa los límites de la razón, que prácticamente dan noticia atemática de lo que hay tras ellos. De este modo, el sistema kantiano muestra su deuda con las ideas de su época -la Ilustración- al mismo tiempo que es capaz de superarla en profundidad y riqueza de matices sobre el sentido del hombre, de la historia y de la religión.

Política

Un estudio preliminar del pensamiento político de Kant nos ha dado aportes relevantes para la comprensión del mismo:

Kant es poco conocido en filosofía política porque, primero, no hizo una obra grande y sistemática sobre política, y, segundo, por su estilo de no fácil lectura. Es una aberración pensar que Kant se preocupó de la reflexión política solamente en la última década de su vida, aunque sí es cierto que en ella la intensificó, en parte inspirado por los acontecimientos en torno a la Revolución Francesa. La nota más remota sobre reflexión política data de 1760 cuando estudiaba a Rousseau y el derecho natural.

Hay cierta analogía entre la Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos y el pensamiento político kantiano: la independencia del individuo frente a la autoridad y el problema de la libertad guarda coherencia con la reivindicación de ambas revoluciones de los derechos del ser humano. En algunos casos, como en “Hacia la paz perpetua”, Kant va mucho más lejos que los mismos planteamientos de ambas revoluciones.

En sus ideas políticas, Kant se enfrenta a las teorías de Hobbes, Locke, Hume, Rousseau y Maquiavelo. Al leer los escritos políticos de Kant podemos constatar su reflexión de actualidad, sobre todo en nuestra actual situación de guerra y globalización, poniendo en tela de juicio la idea de progreso hacia mejor.

Kant encuentra en la Naturaleza la disposición de un progreso hacia mejor basado en la lenta evolución de la razón, la cual se constata no en el individuo sino en la especie humana, a pesar de tanta estupidez y maldad, de retrocesos, de la megalomanía de los ‘dioses de la tierra’, etc. Podríamos decir que la Naturaleza es un tema transversal en todas las reflexiones políticas kantianas.

Sin embargo, Kant ve en la naturaleza humana un claro antagonismo que lo califica de ‘insociable sociabilidad’, el cual es fuente de guerra, pero también de superación constante y de plenificación de los dotes humanos. La ‘ilustración’ es para Kant el último y mejor estadio de la plenificación humana, cuando los hombres actúen racionalmente.

Ante el problema de la libertad, y del antagonismo natural en los seres humanos, Kant sugiere la necesidad del derecho como entidad rectora y coercitiva de los excesos de libertad de los seres humanos. El derecho vendría a prescribir una libertad regida por leyes. El derecho mejor sería el del régimen republicano.

Kant desaprueba los fueros de la revolución, porque provoca tristes consecuencias y porque rompe con las bases de la regulación de los excesos libertinos. La moral se convierte en correspondencia con las leyes. No hay revolución, sino evolución a leyes cada vez mejores. Para ello debe haber libertad, de los ciudadanos y, sobre todo, de los filósofos que tienen el deber de señalar los errores en la gestión de los mandatarios y proponerle caminos de solución. La libertad de pluma garantizaría esa evolución hacia leyes mejores. Kant es un positivista jurídico, aunque su filosofía ética permite y exige un andamiaje axiológico para transformar las leyes a mejor.

Tras una fuerte crítica a los excesos de Europa en los demás continentes, Kant augura los principios para una paz perpetua, sumamente revolucionarios incluso para nuestro tiempo. Señala, además de la sujeción a un verdadero Estado de Derecho: la desaparición total de los ejércitos; la relación horizontal entre países en una confederación de Estados y la no-existencia de un gobierno mundial que permita una relación vertical entre unos países dominantes y otros dominados; instauración mundial de la paz mediante un diálogo ilustrado de las diferencias culturales y religiosas; y la consolidación de la paz a fin de permitir el desarrollo de las relaciones comerciales. Señala a su vez el papel del filósofo en su tarea de alumbrar la vida práctica de los hombres y las decisiones de los mandatarios.

Por último, el pensamiento kantiano, hasta donde hemos visto, se apunta a la construcción de un reino donde los seres humanos, y la comunidad de ellos, sean fines en sí mismos; es una tarea, por supuesto, de ilustración, pero también de libertad de pensamiento, de deseo de paz y sujeción a un derecho público (orden nacional) y a un derecho de gentes (


Imposibilidad de la metafísica como ciencia

En la dialéctica trascendental, Kant responde negativamente a la pregunta ¿Es posible la metafísica como ciencia? Si entendemos la metafísica como un sistema de proposiciones o de juicios acerca de realidades que están más allá de la experiencia -Dios, la libertad, la eternidad del mundo- la MF es imposible ya que las categorías sólo pueden usarse legítimamente si se aplican a los fenómenos, en el ámbito de la experiencia. Una aplicación de las categorías más allá de la experiencia es lógicamente inválida y origina errores, confusiones e ilusiones. La dialéctica mostrará que tales errores e ilusiones, sobre todo en la MF especulativa, proceden de ignorar por completo la distinción entre fenómeno y noúmeno.

Sin embargo, aunque la aplicación de las categorías más allá de la experiencia sea lógicamente inválida, es también una tendencia inevitable de la razón, conforme a su más genuina naturaleza. La razón tiende siempre a buscar lo incondicionado, a extender su conocimiento más allá de la experiencia y formular preguntas acerca de Dios, el alma y el mundo.

La razón y la metafísica

La tendencia de la razón a buscar leyes, principios y condiciones cada vez más generales es útil para ampliar nuestro conocimiento siempre y cuando se mantenga dentro de los límites de la experiencia. Pero la razón tiende inevitablemente a unificar todos los fenómenos físicos -res extensa- y explicar el mundo por medio de teorías metafísicas, en busca de lo incondicionado. Esta pretensión, una vez traspasados los límites de la experiencia, da lugar a antinomias; al intentar explicar los fenómenos psíquicos -res pensante- por medio de teorías metafísicas acerca del alma, se originan paralogismos. Y todo se intenta explicar y unificar a partir de una causa suprema para ambos tipos de fenómenos, físicos y psíquicos: Dios -la sustancia infinita del Racionalismo, el ideal supremo de la razón-.

Dios, alma y mundo son tres ideas de la razón -ideas regulativas- que juegan un papel muy especial dentro del sistema de nuestro conocimiento: aunque no proporcionan conocimiento objetivo alguno, expresan sin embargo el ideal de la razón de encontrar leyes y principios cada vez más generales: son el horizonte que nunca se alcanza, pero nos indican continuamente que podemos seguir avanzando en nuestra capacidad de explicación y comprensión

LA ÉTICA

Lo anterior mente explicado pertenece a la razón teórica y se halla en la obra más importante de Kant, “Crítica de la razón pura”. A continuación, nos referiremos a la “Crítica de la razón práctica” posiblemente la segunda obra en importancia de este autor y que trata de la razón en relación con la ética.

Si la síntesis kantiana entre Empirismo y Racionalismo fue una de las tareas más originales y valiosas en la historia de la filosofía, no lo fue menos su concepción de la moral. En dos palabras: hasta Kant, las éticas habían sido materiales; a diferencia de todas ellas, la de Kant es formal.

Una ética material es la que nos dice qué hacer, una ética formal nos dirá que hagamos cualquier cosa siempre que sea de una manera determinada.

Kant rechazó las éticas materiales por una serie de deficiencias que precisó claramente:


1ª. Las éticas materiales son empíricas, a posteriori. Cualquier norma de cualquier ética material podrá ser explicada y justificada como generalización a partir de la experiencia. La única objeción de Kant contra la fundamentación de las normas en la experiencia es que no sirve para construir una ética universal.

2ª. Las normas o imperativos de las éticas materiales son hipotéticos o condicionales: no tienen un valor absoluto, sino condicional, como medios para conseguir otro fin. La norma de estos imperativos deja de tener valor para quien no esté de acuerdo con las condiciones de las que se parte. He aquí un escollo para construir una ética universalmente válida.

3ª. Las éticas materiales son heterónomas. Si la «autonomía» consiste en la capacidad de un individuo para darse normas y leyes a sí mismo, la «heteronomía» consiste en aceptar leyes o normas impuestas desde el exterior e irreflexivamente a nuestra razón. Las éticas materiales son heterónomas porque en ellas la voluntad del hombre es impulsada a actuar por deseos o inclinaciones.

 Frente a estos problemas de las éticas materiales Kant propone una ética formal a priori, autónoma y con imperativos categóricos.

1) La ética formal a priori

Kant señala que todos los seres humanos por el hecho de serlo tenemos la misma capacidad de valorar el bien y el mal. En esto hay un acuerdo innato. La ética formal tratará de descubrir todos aquellos planteamientos innatos que hay en el ser humano.

2) La ética formal autónoma

La ética formal no establece lo que hemos de hacer: se limita a señalar cómo debemos actuar siempre, independientemente de cuál sea la acción concreta que nos ocupe.

Según Kant, los humanos sólo actuamos moralmente cuando lo hacemos por deber. Define el deber como «la necesidad de una acción por respeto a la ley». Esto significa que actuar moralmente supone someternos a una ley, no por la utilidad o satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por el respeto que toda ley merece, porque ese es nuestro deber.

Kant diferencia entre acciones contrarias al deber, acciones conformes al deber y acciones por deber. Solamente estas últimas poseen valor moral. El político que dice la verdad, actúa conforme al deber. Pero no por eso actúa moralmente: puede hacerlo únicamente para ganar votos, que es lo que le interesa. Según Kant, el político actúa moralmente cuando dice la verdad porque ése es su deber, independientemente de que gane o pierda votos al hacerlo. La acción hecha por deber no es un medio para alcanzar un fin, sino algo que debe ser hecho por sí mismo.

La autonomía consiste en decidir llevar a cabo nuestras acciones para cumplir con un deber con el que estamos de acuerdo cumplir después de una reflexión de la razón que impulsa la voluntad de nuestra decisión. Solo la razón en este caso nos impulsa a actuar.

3) La ética formal: El imperativo categórico

A diferencia de los imperativos hipotéticos de las éticas materiales, las exigencias de obrar moralmente derivadas de una ética formal son categóricas. Una formulación de este imperativo categórico: «obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal». Este imperativo no establece ninguna norma concreta, sino el esquema o forma que ha de tener cualquiera de las normas con las que nos orientamos en nuestra conducta concreta -ej.: «No apropiarse del dinero público para beneficio privado»-. Otra formulación: «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca meramente como un medio» En las dos formulaciones destaca la exigencia de universalidad.

Libertad, inmortalidad y existencia de Dios

En la Crítica de la razón pura Kant había mostrado la imposibilidad de la MF como ciencia, y por tanto nuestra incapacidad para obtener conocimiento objetivo acerca del mundo, del alma y de Dios. Pero la inmortalidad del alma y la existencia de Dios constituyen interrogantes que siempre han interesado al ser humano y que no puede dejar de plantearse. Nunca negó Kant la inmortalidad del alma o la existencia de Dios: sólo se limitó a señalar que alma y Dios no son asequibles al conocimiento científico, pues no son objetos de la experiencia a los que podamos aplicar nuestras categorías. Pero lo original de su aproximación estriba en plantearse el tema de Dios y del alma no en la razón teórica, sino en la razón práctica.

Libertad, inmortalidad del alma y existencia de Dios son, para Kant, postulados de la razón práctica. «Postulado» significa aquí algo que no es demostrable, pero que necesariamente hemos de suponerlo como condición que hace posible la moral misma. Obrar moralmente, conforme al deber, sólo es posible si existe libertad para vencer las inclinaciones, deseos y condicionamientos.

La inmortalidad del alma se comprende mejor si tenemos en cuenta que la razón nos ordena alcanzar la virtud, la mayor honradez posible, la perfecta adecuación de nuestra voluntad a la ley moral. Pero la cima de la honradez jamás puede alcanzarse en una existencia tan limitada como la nuestra. Su alcance exige una duración ilimitada, en un proceso indefinido de ajuste: la inmortalidad.

Respecto a la existencia de Dios, Kant la justifica destacando la enorme diferencia que existe entre ser y deber-ser, tanta que exige la existencia de Dios como realidad en la cual ser y deber-ser se identifican, y en quien se da una perfecta uníón entre virtud y felicidad.

EL HOMBRE

A) Kant aplica la distinción fenómeno-noúmeno para explicar en qué consiste el hombre:

-En tanto que fenómeno, el hombre está sometido a las mismas leyes matemático-físico-biológicas de la naturaleza, y su comportamiento se explica como el de los demás objetos del mundo físico

-En tanto que noúmeno, el hombre es un ser libre y pertenece al ámbito de lo inteligible, de la moral. En este ámbito rigen las ideas de la moralidad y de la libertad, cognoscibles por la razón práctica, como hemos visto.

b) El hombre tiene tres disposiciones fundamentales: a) disposición a la animalidad, que explica la capacidad técnica del hombre; b) disposición a la humanidad, que explica su pragmatismo; c) disposición a ser persona, que explica su capacidad moral.

c) Estas tres facultades o dimensiones son un reflejo de la estructura radical y constitutiva del hombre: su faceta empírico-sensible y su dimensión ético-social. La primera muestra al hombre en tanto individuo egoísta, cerrado sobre sí, como un objeto más entre otros. Son los aspectos que hacen del hombre, a veces, un ser poco social o antisocial. La segunda faceta, la dimensión ético-social, incluye todos los aspectos que inducen al ser humano a formar parte de una comunidad, a relacionarse con otros individuos que son fines en sí mismos también -el reino de los fines-. Según esto, el ser humano para Kant viene caracterizado por una «insociable sociabilidad» o una «sociable insociabilidad».

Dios

En este tema habría que añadir todas las consideraciones que hace Kant sobre los temas de la metafísica en la “Crítica de la razón pura”, así como lo que señala en la razón práctica de la existencia de Dios como postulado de la razón práctica.

La libertad apunta a conseguir el mayor bien posible en el mundo, pero no nos dice en qué consiste. Esa tarea corresponde a la religión.

La religión nos habla de una voluntad moralmente perfecta, sana y todopoderosa. Los deberes impuestos por la voluntad libre deben ser entendidos como mandatos de esa supuesta voluntad divina, de la que podemos esperar el bien supremo y la felicidad.

Esto lleva a rechazar toda religión positiva -conjunto de ritos y dogmas aceptados y mantenidos sólo por la autoridad de una tradición o de una iglesia institucionalizada, sin mediar el necesario esfuerzo de reflexión autónoma-: sólo acepta la esperanza última que hallamos en toda religión.

La religión queda así racionalizada: la religión no va más allá de la razón. Kant se queda en un concepto de religión natural o moral, en coherencia con los ideales seculares de la ilustración. Se trata de una «religión dentro de los límites de la mera razón».

No niega la validez de una religión revelada; pero esta permanece como algo que rebasa los límites de la razón, que prácticamente dan noticia atemática de lo que hay tras ellos. De este modo, el sistema kantiano muestra su deuda con las ideas de su época -la Ilustración- al mismo tiempo que es capaz de superarla en profundidad y riqueza de matices sobre el sentido del hombre, de la historia y de la religión.

Política

Un estudio preliminar del pensamiento político de Kant nos ha dado aportes relevantes para la comprensión del mismo:

Kant es poco conocido en filosofía política porque, primero, no hizo una obra grande y sistemática sobre política, y, segundo, por su estilo de no fácil lectura. Es una aberración pensar que Kant se preocupó de la reflexión política solamente en la última década de su vida, aunque sí es cierto que en ella la intensificó, en parte inspirado por los acontecimientos en torno a la Revolución Francesa. La nota más remota sobre reflexión política data de 1760 cuando estudiaba a Rousseau y el derecho natural.

Hay cierta analogía entre la Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos y el pensamiento político kantiano: la independencia del individuo frente a la autoridad y el problema de la libertad guarda coherencia con la reivindicación de ambas revoluciones de los derechos del ser humano. En algunos casos, como en “Hacia la paz perpetua”, Kant va mucho más lejos que los mismos planteamientos de ambas revoluciones.

En sus ideas políticas, Kant se enfrenta a las teorías de Hobbes, Locke, Hume, Rousseau y Maquiavelo. Al leer los escritos políticos de Kant podemos constatar su reflexión de actualidad, sobre todo en nuestra actual situación de guerra y globalización, poniendo en tela de juicio la idea de progreso hacia mejor.

Kant encuentra en la Naturaleza la disposición de un progreso hacia mejor basado en la lenta evolución de la razón, la cual se constata no en el individuo sino en la especie humana, a pesar de tanta estupidez y maldad, de retrocesos, de la megalomanía de los ‘dioses de la tierra’, etc. Podríamos decir que la Naturaleza es un tema transversal en todas las reflexiones políticas kantianas.

Sin embargo, Kant ve en la naturaleza humana un claro antagonismo que lo califica de ‘insociable sociabilidad’, el cual es fuente de guerra, pero también de superación constante y de plenificación de los dotes humanos. La ‘ilustración’ es para Kant el último y mejor estadio de la plenificación humana, cuando los hombres actúen racionalmente.

Ante el problema de la libertad, y del antagonismo natural en los seres humanos, Kant sugiere la necesidad del derecho como entidad rectora y coercitiva de los excesos de libertad de los seres humanos. El derecho vendría a prescribir una libertad regida por leyes. El derecho mejor sería el del régimen republicano.

Kant desaprueba los fueros de la revolución, porque provoca tristes consecuencias y porque rompe con las bases de la regulación de los excesos libertinos. La moral se convierte en correspondencia con las leyes. No hay revolución, sino evolución a leyes cada vez mejores. Para ello debe haber libertad, de los ciudadanos y, sobre todo, de los filósofos que tienen el deber de señalar los errores en la gestión de los mandatarios y proponerle caminos de solución. La libertad de pluma garantizaría esa evolución hacia leyes mejores. Kant es un positivista jurídico, aunque su filosofía ética permite y exige un andamiaje axiológico para transformar las leyes a mejor.

Tras una fuerte crítica a los excesos de Europa en los demás continentes, Kant augura los principios para una paz perpetua, sumamente revolucionarios incluso para nuestro tiempo. Señala, además de la sujeción a un verdadero Estado de Derecho: la desaparición total de los ejércitos; la relación horizontal entre países en una confederación de Estados y la no-existencia de un gobierno mundial que permita una relación vertical entre unos países dominantes y otros dominados; instauración mundial de la paz mediante un diálogo ilustrado de las diferencias culturales y religiosas; y la consolidación de la paz a fin de permitir el desarrollo de las relaciones comerciales. Señala a su vez el papel del filósofo en su tarea de alumbrar la vida práctica de los hombres y las decisiones de los mandatarios.

Por último, el pensamiento kantiano, hasta donde hemos visto, se apunta a la construcción de un reino donde los seres humanos, y la comunidad de ellos, sean fines en sí mismos; es una tarea, por supuesto, de ilustración, pero también de libertad de pensamiento, de deseo de paz y sujeción a un derecho público (orden nacional) y a un derecho de gentes (


1ª. Las éticas materiales son empíricas, a posteriori. Cualquier norma de cualquier ética material podrá ser explicada y justificada como generalización a partir de la experiencia. La única objeción de Kant contra la fundamentación de las normas en la experiencia es que no sirve para construir una ética universal.

2ª. Las normas o imperativos de las éticas materiales son hipotéticos o condicionales: no tienen un valor absoluto, sino condicional, como medios para conseguir otro fin. La norma de estos imperativos deja de tener valor para quien no esté de acuerdo con las condiciones de las que se parte. He aquí un escollo para construir una ética universalmente válida.

3ª. Las éticas materiales son heterónomas. Si la «autonomía» consiste en la capacidad de un individuo para darse normas y leyes a sí mismo, la «heteronomía» consiste en aceptar leyes o normas impuestas desde el exterior e irreflexivamente a nuestra razón. Las éticas materiales son heterónomas porque en ellas la voluntad del hombre es impulsada a actuar por deseos o inclinaciones.

 Frente a estos problemas de las éticas materiales Kant propone una ética formal a priori, autónoma y con imperativos categóricos.

1) La ética formal a priori

Kant señala que todos los seres humanos por el hecho de serlo tenemos la misma capacidad de valorar el bien y el mal. En esto hay un acuerdo innato. La ética formal tratará de descubrir todos aquellos planteamientos innatos que hay en el ser humano.

2) La ética formal autónoma

La ética formal no establece lo que hemos de hacer: se limita a señalar cómo debemos actuar siempre, independientemente de cuál sea la acción concreta que nos ocupe.

Según Kant, los humanos sólo actuamos moralmente cuando lo hacemos por deber. Define el deber como «la necesidad de una acción por respeto a la ley». Esto significa que actuar moralmente supone someternos a una ley, no por la utilidad o satisfacción que su cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por el respeto que toda ley merece, porque ese es nuestro deber.

Kant diferencia entre acciones contrarias al deber, acciones conformes al deber y acciones por deber. Solamente estas últimas poseen valor moral. El político que dice la verdad, actúa conforme al deber. Pero no por eso actúa moralmente: puede hacerlo únicamente para ganar votos, que es lo que le interesa. Según Kant, el político actúa moralmente cuando dice la verdad porque ése es su deber, independientemente de que gane o pierda votos al hacerlo. La acción hecha por deber no es un medio para alcanzar un fin, sino algo que debe ser hecho por sí mismo.

La autonomía consiste en decidir llevar a cabo nuestras acciones para cumplir con un deber con el que estamos de acuerdo cumplir después de una reflexión de la razón que impulsa la voluntad de nuestra decisión. Solo la razón en este caso nos impulsa a actuar.

3) La ética formal: El imperativo categórico

A diferencia de los imperativos hipotéticos de las éticas materiales, las exigencias de obrar moralmente derivadas de una ética formal son categóricas. Una formulación de este imperativo categórico: «obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal». Este imperativo no establece ninguna norma concreta, sino el esquema o forma que ha de tener cualquiera de las normas con las que nos orientamos en nuestra conducta concreta -ej.: «No apropiarse del dinero público para beneficio privado»-. Otra formulación: «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca meramente como un medio» En las dos formulaciones destaca la exigencia de universalidad.

Libertad, inmortalidad y existencia de Dios

En la Crítica de la razón pura Kant había mostrado la imposibilidad de la MF como ciencia, y por tanto nuestra incapacidad para obtener conocimiento objetivo acerca del mundo, del alma y de Dios. Pero la inmortalidad del alma y la existencia de Dios constituyen interrogantes que siempre han interesado al ser humano y que no puede dejar de plantearse. Nunca negó Kant la inmortalidad del alma o la existencia de Dios: sólo se limitó a señalar que alma y Dios no son asequibles al conocimiento científico, pues no son objetos de la experiencia a los que podamos aplicar nuestras categorías. Pero lo original de su aproximación estriba en plantearse el tema de Dios y del alma no en la razón teórica, sino en la razón práctica.

Libertad, inmortalidad del alma y existencia de Dios son, para Kant, postulados de la razón práctica. «Postulado» significa aquí algo que no es demostrable, pero que necesariamente hemos de suponerlo como condición que hace posible la moral misma. Obrar moralmente, conforme al deber, sólo es posible si existe libertad para vencer las inclinaciones, deseos y condicionamientos.

La inmortalidad del alma se comprende mejor si tenemos en cuenta que la razón nos ordena alcanzar la virtud, la mayor honradez posible, la perfecta adecuación de nuestra voluntad a la ley moral. Pero la cima de la honradez jamás puede alcanzarse en una existencia tan limitada como la nuestra. Su alcance exige una duración ilimitada, en un proceso indefinido de ajuste: la inmortalidad.

Respecto a la existencia de Dios, Kant la justifica destacando la enorme diferencia que existe entre ser y deber-ser, tanta que exige la existencia de Dios como realidad en la cual ser y deber-ser se identifican, y en quien se da una perfecta uníón entre virtud y felicidad.

EL HOMBRE

A) Kant aplica la distinción fenómeno-noúmeno para explicar en qué consiste el hombre:

-En tanto que fenómeno, el hombre está sometido a las mismas leyes matemático-físico-biológicas de la naturaleza, y su comportamiento se explica como el de los demás objetos del mundo físico

-En tanto que noúmeno, el hombre es un ser libre y pertenece al ámbito de lo inteligible, de la moral. En este ámbito rigen las ideas de la moralidad y de la libertad, cognoscibles por la razón práctica, como hemos visto.

b) El hombre tiene tres disposiciones fundamentales: a) disposición a la animalidad, que explica la capacidad técnica del hombre; b) disposición a la humanidad, que explica su pragmatismo; c) disposición a ser persona, que explica su capacidad moral.

c) Estas tres facultades o dimensiones son un reflejo de la estructura radical y constitutiva del hombre: su faceta empírico-sensible y su dimensión ético-social. La primera muestra al hombre en tanto individuo egoísta, cerrado sobre sí, como un objeto más entre otros. Son los aspectos que hacen del hombre, a veces, un ser poco social o antisocial. La segunda faceta, la dimensión ético-social, incluye todos los aspectos que inducen al ser humano a formar parte de una comunidad, a relacionarse con otros individuos que son fines en sí mismos también -el reino de los fines-. Según esto, el ser humano para Kant viene caracterizado por una «insociable sociabilidad» o una «sociable insociabilidad».

Dios

En este tema habría que añadir todas las consideraciones que hace Kant sobre los temas de la metafísica en la “Crítica de la razón pura”, así como lo que señala en la razón práctica de la existencia de Dios como postulado de la razón práctica.

La libertad apunta a conseguir el mayor bien posible en el mundo, pero no nos dice en qué consiste. Esa tarea corresponde a la religión.

La religión nos habla de una voluntad moralmente perfecta, sana y todopoderosa. Los deberes impuestos por la voluntad libre deben ser entendidos como mandatos de esa supuesta voluntad divina, de la que podemos esperar el bien supremo y la felicidad.

Esto lleva a rechazar toda religión positiva -conjunto de ritos y dogmas aceptados y mantenidos sólo por la autoridad de una tradición o de una iglesia institucionalizada, sin mediar el necesario esfuerzo de reflexión autónoma-: sólo acepta la esperanza última que hallamos en toda religión.

La religión queda así racionalizada: la religión no va más allá de la razón. Kant se queda en un concepto de religión natural o moral, en coherencia con los ideales seculares de la ilustración. Se trata de una «religión dentro de los límites de la mera razón».

No niega la validez de una religión revelada; pero esta permanece como algo que rebasa los límites de la razón, que prácticamente dan noticia atemática de lo que hay tras ellos. De este modo, el sistema kantiano muestra su deuda con las ideas de su época -la Ilustración- al mismo tiempo que es capaz de superarla en profundidad y riqueza de matices sobre el sentido del hombre, de la historia y de la religión.

Política

Un estudio preliminar del pensamiento político de Kant nos ha dado aportes relevantes para la comprensión del mismo:

Kant es poco conocido en filosofía política porque, primero, no hizo una obra grande y sistemática sobre política, y, segundo, por su estilo de no fácil lectura. Es una aberración pensar que Kant se preocupó de la reflexión política solamente en la última década de su vida, aunque sí es cierto que en ella la intensificó, en parte inspirado por los acontecimientos en torno a la Revolución Francesa. La nota más remota sobre reflexión política data de 1760 cuando estudiaba a Rousseau y el derecho natural.

Hay cierta analogía entre la Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos y el pensamiento político kantiano: la independencia del individuo frente a la autoridad y el problema de la libertad guarda coherencia con la reivindicación de ambas revoluciones de los derechos del ser humano. En algunos casos, como en “Hacia la paz perpetua”, Kant va mucho más lejos que los mismos planteamientos de ambas revoluciones.

En sus ideas políticas, Kant se enfrenta a las teorías de Hobbes, Locke, Hume, Rousseau y Maquiavelo. Al leer los escritos políticos de Kant podemos constatar su reflexión de actualidad, sobre todo en nuestra actual situación de guerra y globalización, poniendo en tela de juicio la idea de progreso hacia mejor.

Kant encuentra en la Naturaleza la disposición de un progreso hacia mejor basado en la lenta evolución de la razón, la cual se constata no en el individuo sino en la especie humana, a pesar de tanta estupidez y maldad, de retrocesos, de la megalomanía de los ‘dioses de la tierra’, etc. Podríamos decir que la Naturaleza es un tema transversal en todas las reflexiones políticas kantianas.

Sin embargo, Kant ve en la naturaleza humana un claro antagonismo que lo califica de ‘insociable sociabilidad’, el cual es fuente de guerra, pero también de superación constante y de plenificación de los dotes humanos. La ‘ilustración’ es para Kant el último y mejor estadio de la plenificación humana, cuando los hombres actúen racionalmente.

Ante el problema de la libertad, y del antagonismo natural en los seres humanos, Kant sugiere la necesidad del derecho como entidad rectora y coercitiva de los excesos de libertad de los seres humanos. El derecho vendría a prescribir una libertad regida por leyes. El derecho mejor sería el del régimen republicano.

Kant desaprueba los fueros de la revolución, porque provoca tristes consecuencias y porque rompe con las bases de la regulación de los excesos libertinos. La moral se convierte en correspondencia con las leyes. No hay revolución, sino evolución a leyes cada vez mejores. Para ello debe haber libertad, de los ciudadanos y, sobre todo, de los filósofos que tienen el deber de señalar los errores en la gestión de los mandatarios y proponerle caminos de solución. La libertad de pluma garantizaría esa evolución hacia leyes mejores. Kant es un positivista jurídico, aunque su filosofía ética permite y exige un andamiaje axiológico para transformar las leyes a mejor.

Tras una fuerte crítica a los excesos de Europa en los demás continentes, Kant augura los principios para una paz perpetua, sumamente revolucionarios incluso para nuestro tiempo. Señala, además de la sujeción a un verdadero Estado de Derecho: la desaparición total de los ejércitos; la relación horizontal entre países en una confederación de Estados y la no-existencia de un gobierno mundial que permita una relación vertical entre unos países dominantes y otros dominados; instauración mundial de la paz mediante un diálogo ilustrado de las diferencias culturales y religiosas; y la consolidación de la paz a fin de permitir el desarrollo de las relaciones comerciales. Señala a su vez el papel del filósofo en su tarea de alumbrar la vida práctica de los hombres y las decisiones de los mandatarios.

Por último, el pensamiento kantiano, hasta donde hemos visto, se apunta a la construcción de un reino donde los seres humanos, y la comunidad de ellos, sean fines en sí mismos; es una tarea, por supuesto, de ilustración, pero también de libertad de pensamiento, de deseo de paz y sujeción a un derecho público (orden nacional) y a un derecho de gentes (


concreta, sino el esquema o forma que ha de tener cualquiera de las normas con las que nos orientamos en nuestra conducta concreta -ej.: «No apropiarse del dinero público para beneficio privado»-. Otra formulación: «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca meramente como un medio» En las dos formulaciones destaca la exigencia de universalidad.

Libertad, inmortalidad y existencia de Dios

En la Crítica de la razón pura Kant había mostrado la imposibilidad de la MF como ciencia, y por tanto nuestra incapacidad para obtener conocimiento objetivo acerca del mundo, del alma y de Dios. Pero la inmortalidad del alma y la existencia de Dios constituyen interrogantes que siempre han interesado al ser humano y que no puede dejar de plantearse. Nunca negó Kant la inmortalidad del alma o la existencia de Dios: sólo se limitó a señalar que alma y Dios no son asequibles al conocimiento científico, pues no son objetos de la experiencia a los que podamos aplicar nuestras categorías. Pero lo original de su aproximación estriba en plantearse el tema de Dios y del alma no en la razón teórica, sino en la razón práctica.

Libertad, inmortalidad del alma y existencia de Dios son, para Kant, postulados de la razón práctica. «Postulado» significa aquí algo que no es demostrable, pero que necesariamente hemos de suponerlo como condición que hace posible la moral misma. Obrar moralmente, conforme al deber, sólo es posible si existe libertad para vencer las inclinaciones, deseos y condicionamientos.

La inmortalidad del alma se comprende mejor si tenemos en cuenta que la razón nos ordena alcanzar la virtud, la mayor honradez posible, la perfecta adecuación de nuestra voluntad a la ley moral. Pero la cima de la honradez jamás puede alcanzarse en una existencia tan limitada como la nuestra. Su alcance exige una duración ilimitada, en un proceso indefinido de ajuste: la inmortalidad.

Respecto a la existencia de Dios, Kant la justifica destacando la enorme diferencia que existe entre ser y deber-ser, tanta que exige la existencia de Dios como realidad en la cual ser y deber-ser se identifican, y en quien se da una perfecta uníón entre virtud y felicidad.

EL HOMBRE

A) Kant aplica la distinción fenómeno-noúmeno para explicar en qué consiste el hombre:

-En tanto que fenómeno, el hombre está sometido a las mismas leyes matemático-físico-biológicas de la naturaleza, y su comportamiento se explica como el de los demás objetos del mundo físico

-En tanto que noúmeno, el hombre es un ser libre y pertenece al ámbito de lo inteligible, de la moral. En este ámbito rigen las ideas de la moralidad y de la libertad, cognoscibles por la razón práctica, como hemos visto.

b) El hombre tiene tres disposiciones fundamentales: a) disposición a la animalidad, que explica la capacidad técnica del hombre; b) disposición a la humanidad, que explica su pragmatismo; c) disposición a ser persona, que explica su capacidad moral.

c) Estas tres facultades o dimensiones son un reflejo de la estructura radical y constitutiva del hombre: su faceta empírico-sensible y su dimensión ético-social. La primera muestra al hombre en tanto individuo egoísta, cerrado sobre sí, como un objeto más entre otros. Son los aspectos que hacen del hombre, a veces, un ser poco social o antisocial. La segunda faceta, la dimensión ético-social, incluye todos los aspectos que inducen al ser humano a formar parte de una comunidad, a relacionarse con otros individuos que son fines en sí mismos también -el reino de los fines-. Según esto, el ser humano para Kant viene caracterizado por una «insociable sociabilidad» o una «sociable insociabilidad».

Dios

En este tema habría que añadir todas las consideraciones que hace Kant sobre los temas de la metafísica en la “Crítica de la razón pura”, así como lo que señala en la razón práctica de la existencia de Dios como postulado de la razón práctica.

La libertad apunta a conseguir el mayor bien posible en el mundo, pero no nos dice en qué consiste. Esa tarea corresponde a la religión.

La religión nos habla de una voluntad moralmente perfecta, sana y todopoderosa. Los deberes impuestos por la voluntad libre deben ser entendidos como mandatos de esa supuesta voluntad divina, de la que podemos esperar el bien supremo y la felicidad.

Esto lleva a rechazar toda religión positiva -conjunto de ritos y dogmas aceptados y mantenidos sólo por la autoridad de una tradición o de una iglesia institucionalizada, sin mediar el necesario esfuerzo de reflexión autónoma-: sólo acepta la esperanza última que hallamos en toda religión.

La religión queda así racionalizada: la religión no va más allá de la razón. Kant se queda en un concepto de religión natural o moral, en coherencia con los ideales seculares de la ilustración. Se trata de una «religión dentro de los límites de la mera razón».

No niega la validez de una religión revelada; pero esta permanece como algo que rebasa los límites de la razón, que prácticamente dan noticia atemática de lo que hay tras ellos. De este modo, el sistema kantiano muestra su deuda con las ideas de su época -la Ilustración- al mismo tiempo que es capaz de superarla en profundidad y riqueza de matices sobre el sentido del hombre, de la historia y de la religión.

Política

Un estudio preliminar del pensamiento político de Kant nos ha dado aportes relevantes para la comprensión del mismo:

Kant es poco conocido en filosofía política porque, primero, no hizo una obra grande y sistemática sobre política, y, segundo, por su estilo de no fácil lectura. Es una aberración pensar que Kant se preocupó de la reflexión política solamente en la última década de su vida, aunque sí es cierto que en ella la intensificó, en parte inspirado por los acontecimientos en torno a la Revolución Francesa. La nota más remota sobre reflexión política data de 1760 cuando estudiaba a Rousseau y el derecho natural.

Hay cierta analogía entre la Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos y el pensamiento político kantiano: la independencia del individuo frente a la autoridad y el problema de la libertad guarda coherencia con la reivindicación de ambas revoluciones de los derechos del ser humano. En algunos casos, como en “Hacia la paz perpetua”, Kant va mucho más lejos que los mismos planteamientos de ambas revoluciones.

En sus ideas políticas, Kant se enfrenta a las teorías de Hobbes, Locke, Hume, Rousseau y Maquiavelo. Al leer los escritos políticos de Kant podemos constatar su reflexión de actualidad, sobre todo en nuestra actual situación de guerra y globalización, poniendo en tela de juicio la idea de progreso hacia mejor.

Kant encuentra en la Naturaleza la disposición de un progreso hacia mejor basado en la lenta evolución de la razón, la cual se constata no en el individuo sino en la especie humana, a pesar de tanta estupidez y maldad, de retrocesos, de la megalomanía de los ‘dioses de la tierra’, etc. Podríamos decir que la Naturaleza es un tema transversal en todas las reflexiones políticas kantianas.

Sin embargo, Kant ve en la naturaleza humana un claro antagonismo que lo califica de ‘insociable sociabilidad’, el cual es fuente de guerra, pero también de superación constante y de plenificación de los dotes humanos. La ‘ilustración’ es para Kant el último y mejor estadio de la plenificación humana, cuando los hombres actúen racionalmente.

Ante el problema de la libertad, y del antagonismo natural en los seres humanos, Kant sugiere la necesidad del derecho como entidad rectora y coercitiva de los excesos de libertad de los seres humanos. El derecho vendría a prescribir una libertad regida por leyes. El derecho mejor sería el del régimen republicano.

Kant desaprueba los fueros de la revolución, porque provoca tristes consecuencias y porque rompe con las bases de la regulación de los excesos libertinos. La moral se convierte en correspondencia con las leyes. No hay revolución, sino evolución a leyes cada vez mejores. Para ello debe haber libertad, de los ciudadanos y, sobre todo, de los filósofos que tienen el deber de señalar los errores en la gestión de los mandatarios y proponerle caminos de solución. La libertad de pluma garantizaría esa evolución hacia leyes mejores. Kant es un positivista jurídico, aunque su filosofía ética permite y exige un andamiaje axiológico para transformar las leyes a mejor.

Tras una fuerte crítica a los excesos de Europa en los demás continentes, Kant augura los principios para una paz perpetua, sumamente revolucionarios incluso para nuestro tiempo. Señala, además de la sujeción a un verdadero Estado de Derecho: la desaparición total de los ejércitos; la relación horizontal entre países en una confederación de Estados y la no-existencia de un gobierno mundial que permita una relación vertical entre unos países dominantes y otros dominados; instauración mundial de la paz mediante un diálogo ilustrado de las diferencias culturales y religiosas; y la consolidación de la paz a fin de permitir el desarrollo de las relaciones comerciales. Señala a su vez el papel del filósofo en su tarea de alumbrar la vida práctica de los hombres y las decisiones de los mandatarios.

Por último, el pensamiento kantiano, hasta donde hemos visto, se apunta a la construcción de un reino donde los seres humanos, y la comunidad de ellos, sean fines en sí mismos; es una tarea, por supuesto, de ilustración, pero también de libertad de pensamiento, de deseo de paz y sujeción a un derecho público (orden nacional) y a un derecho de gentes (


individuo egoísta, cerrado sobre sí, como un objeto más entre otros. Son los aspectos que hacen del hombre, a veces, un ser poco social o antisocial. La segunda faceta, la dimensión ético-social, incluye todos los aspectos que inducen al ser humano a formar parte de una comunidad, a relacionarse con otros individuos que son fines en sí mismos también -el reino de los fines-. Según esto, el ser humano para Kant viene caracterizado por una «insociable sociabilidad» o una «sociable insociabilidad».

Dios

En este tema habría que añadir todas las consideraciones que hace Kant sobre los temas de la metafísica en la “Crítica de la razón pura”, así como lo que señala en la razón práctica de la existencia de Dios como postulado de la razón práctica.

La libertad apunta a conseguir el mayor bien posible en el mundo, pero no nos dice en qué consiste. Esa tarea corresponde a la religión.

La religión nos habla de una voluntad moralmente perfecta, sana y todopoderosa. Los deberes impuestos por la voluntad libre deben ser entendidos como mandatos de esa supuesta voluntad divina, de la que podemos esperar el bien supremo y la felicidad.

Esto lleva a rechazar toda religión positiva -conjunto de ritos y dogmas aceptados y mantenidos sólo por la autoridad de una tradición o de una iglesia institucionalizada, sin mediar el necesario esfuerzo de reflexión autónoma-: sólo acepta la esperanza última que hallamos en toda religión.

La religión queda así racionalizada: la religión no va más allá de la razón. Kant se queda en un concepto de religión natural o moral, en coherencia con los ideales seculares de la ilustración. Se trata de una «religión dentro de los límites de la mera razón».

No niega la validez de una religión revelada; pero esta permanece como algo que rebasa los límites de la razón, que prácticamente dan noticia atemática de lo que hay tras ellos. De este modo, el sistema kantiano muestra su deuda con las ideas de su época -la Ilustración- al mismo tiempo que es capaz de superarla en profundidad y riqueza de matices sobre el sentido del hombre, de la historia y de la religión.

Política

Un estudio preliminar del pensamiento político de Kant nos ha dado aportes relevantes para la comprensión del mismo:

Kant es poco conocido en filosofía política porque, primero, no hizo una obra grande y sistemática sobre política, y, segundo, por su estilo de no fácil lectura. Es una aberración pensar que Kant se preocupó de la reflexión política solamente en la última década de su vida, aunque sí es cierto que en ella la intensificó, en parte inspirado por los acontecimientos en torno a la Revolución Francesa. La nota más remota sobre reflexión política data de 1760 cuando estudiaba a Rousseau y el derecho natural.

Hay cierta analogía entre la Revolución Francesa, la Independencia de los Estados Unidos y el pensamiento político kantiano: la independencia del individuo frente a la autoridad y el problema de la libertad guarda coherencia con la reivindicación de ambas revoluciones de los derechos del ser humano. En algunos casos, como en “Hacia la paz perpetua”, Kant va mucho más lejos que los mismos planteamientos de ambas revoluciones.

En sus ideas políticas, Kant se enfrenta a las teorías de Hobbes, Locke, Hume, Rousseau y Maquiavelo. Al leer los escritos políticos de Kant podemos constatar su reflexión de actualidad, sobre todo en nuestra actual situación de guerra y globalización, poniendo en tela de juicio la idea de progreso hacia mejor.

Kant encuentra en la Naturaleza la disposición de un progreso hacia mejor basado en la lenta evolución de la razón, la cual se constata no en el individuo sino en la especie humana, a pesar de tanta estupidez y maldad, de retrocesos, de la megalomanía de los ‘dioses de la tierra’, etc. Podríamos decir que la Naturaleza es un tema transversal en todas las reflexiones políticas kantianas.

Sin embargo, Kant ve en la naturaleza humana un claro antagonismo que lo califica de ‘insociable sociabilidad’, el cual es fuente de guerra, pero también de superación constante y de plenificación de los dotes humanos. La ‘ilustración’ es para Kant el último y mejor estadio de la plenificación humana, cuando los hombres actúen racionalmente.

Ante el problema de la libertad, y del antagonismo natural en los seres humanos, Kant sugiere la necesidad del derecho como entidad rectora y coercitiva de los excesos de libertad de los seres humanos. El derecho vendría a prescribir una libertad regida por leyes. El derecho mejor sería el del régimen republicano.

Kant desaprueba los fueros de la revolución, porque provoca tristes consecuencias y porque rompe con las bases de la regulación de los excesos libertinos. La moral se convierte en correspondencia con las leyes. No hay revolución, sino evolución a leyes cada vez mejores. Para ello debe haber libertad, de los ciudadanos y, sobre todo, de los filósofos que tienen el deber de señalar los errores en la gestión de los mandatarios y proponerle caminos de solución. La libertad de pluma garantizaría esa evolución hacia leyes mejores. Kant es un positivista jurídico, aunque su filosofía ética permite y exige un andamiaje axiológico para transformar las leyes a mejor.

Tras una fuerte crítica a los excesos de Europa en los demás continentes, Kant augura los principios para una paz perpetua, sumamente revolucionarios incluso para nuestro tiempo. Señala, además de la sujeción a un verdadero Estado de Derecho: la desaparición total de los ejércitos; la relación horizontal entre países en una confederación de Estados y la no-existencia de un gobierno mundial que permita una relación vertical entre unos países dominantes y otros dominados; instauración mundial de la paz mediante un diálogo ilustrado de las diferencias culturales y religiosas; y la consolidación de la paz a fin de permitir el desarrollo de las relaciones comerciales. Señala a su vez el papel del filósofo en su tarea de alumbrar la vida práctica de los hombres y las decisiones de los mandatarios.

Por último, el pensamiento kantiano, hasta donde hemos visto, se apunta a la construcción de un reino donde los seres humanos, y la comunidad de ellos, sean fines en sí mismos; es una tarea, por supuesto, de ilustración, pero también de libertad de pensamiento, de deseo de paz y sujeción a un derecho público (orden nacional) y a un derecho de gentes (


En sus ideas políticas, Kant se enfrenta a las teorías de Hobbes, Locke, Hume, Rousseau y Maquiavelo. Al leer los escritos políticos de Kant podemos constatar su reflexión de actualidad, sobre todo en nuestra actual situación de guerra y globalización, poniendo en tela de juicio la idea de progreso hacia mejor.

Kant encuentra en la Naturaleza la disposición de un progreso hacia mejor basado en la lenta evolución de la razón, la cual se constata no en el individuo sino en la especie humana, a pesar de tanta estupidez y maldad, de retrocesos, de la megalomanía de los ‘dioses de la tierra’, etc. Podríamos decir que la Naturaleza es un tema transversal en todas las reflexiones políticas kantianas.

Sin embargo, Kant ve en la naturaleza humana un claro antagonismo que lo califica de ‘insociable sociabilidad’, el cual es fuente de guerra, pero también de superación constante y de plenificación de los dotes humanos. La ‘ilustración’ es para Kant el último y mejor estadio de la plenificación humana, cuando los hombres actúen racionalmente.

Ante el problema de la libertad, y del antagonismo natural en los seres humanos, Kant sugiere la necesidad del derecho como entidad rectora y coercitiva de los excesos de libertad de los seres humanos. El derecho vendría a prescribir una libertad regida por leyes. El derecho mejor sería el del régimen republicano.

Kant desaprueba los fueros de la revolución, porque provoca tristes consecuencias y porque rompe con las bases de la regulación de los excesos libertinos. La moral se convierte en correspondencia con las leyes. No hay revolución, sino evolución a leyes cada vez mejores. Para ello debe haber libertad, de los ciudadanos y, sobre todo, de los filósofos que tienen el deber de señalar los errores en la gestión de los mandatarios y proponerle caminos de solución. La libertad de pluma garantizaría esa evolución hacia leyes mejores. Kant es un positivista jurídico, aunque su filosofía ética permite y exige un andamiaje axiológico para transformar las leyes a mejor.

Tras una fuerte crítica a los excesos de Europa en los demás continentes, Kant augura los principios para una paz perpetua, sumamente revolucionarios incluso para nuestro tiempo. Señala, además de la sujeción a un verdadero Estado de Derecho: la desaparición total de los ejércitos; la relación horizontal entre países en una confederación de Estados y la no-existencia de un gobierno mundial que permita una relación vertical entre unos países dominantes y otros dominados; instauración mundial de la paz mediante un diálogo ilustrado de las diferencias culturales y religiosas; y la consolidación de la paz a fin de permitir el desarrollo de las relaciones comerciales. Señala a su vez el papel del filósofo en su tarea de alumbrar la vida práctica de los hombres y las decisiones de los mandatarios.

Por último, el pensamiento kantiano, hasta donde hemos visto, se apunta a la construcción de un reino donde los seres humanos, y la comunidad de ellos, sean fines en sí mismos; es una tarea, por supuesto, de ilustración, pero también de libertad de pensamiento, de deseo de paz y sujeción a un derecho público (orden nacional) y a un derecho de gentes (

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