La Concepción Dualista de Platón sobre el Ser Humano y la Realidad
La antropología platónica es fundamentalmente dualista, es decir, concibe al ser humano y la realidad como compuestos por dos principios distintos. Platón entiende que el ser humano está formado por cuerpo y alma, de manera análoga a como la realidad se divide en el mundo físico (sensible) y el Mundo de las Ideas (inteligible).
Platón mismo reconoce la dificultad de describir la naturaleza del alma, afirmando: «Descubrir cómo es el alma es tarea divina y demasiado larga; hablar con semejanzas es todo lo que puede hacer el hombre».
El Símil del Carro Alado
Para ilustrar su concepción del alma, Platón utiliza el famoso Símil del Carro Alado. En esta alegoría, el alma es comparada con un carro de combate griego, compuesto por:
- Un auriga (conductor del carro), que representa la parte racional.
- Dos caballos alados:
- Un caballo blanco: dócil, obediente y noble, que tiende hacia lo bueno y lo bello.
- Un caballo negro: colérico, desobediente e indisciplinado, atraído por los placeres terrenales.
El auriga se esfuerza por conducir el carro hacia el Mundo Verdadero (el Mundo de las Ideas), lugar de la auténtica felicidad y conocimiento. Mientras el caballo blanco obedece y asciende, el caballo negro, seducido por lo corpóreo y físico, tira hacia abajo. En esta lucha, los caballos pueden perder sus alas, provocando que el carro (el alma) caiga y quede atrapado en el Mundo Físico. Así, el alma humana es vista como este carro en constante tensión.
Idealismo Platónico frente al Realismo
Platón sostenía la existencia de dos ámbitos de realidad: el Mundo Físico, perceptible por los sentidos, y el Mundo de las Ideas, accesible solo a través de la razón. Para Platón, el mundo auténticamente real es, sin lugar a dudas, el Mundo de las Ideas. Esta concepción es conocida como idealismo platónico.
En contraste, la perspectiva común, que considera la auténtica realidad como aquello que se puede ver, tocar, oler, sentir u oír (lo sensible), se denomina realismo.
Reflexión: ¿Idealista o Realista?
El texto nos interpela: ¿Qué te consideras tú, realista o idealista? Vale, pues ahora contéstame a estas preguntas:
- ¿Podría, por ejemplo, existir la idea de perro sin que exista un perro físico concreto?
- ¿Podría existir ese perro físico concreto (por ejemplo, tu perro) sin que existiera la idea de perro?
- ¿Qué tiene, pues, más prioridad, más peso, más fuerza: el perro físico concreto o la idea de perro?
- Cuando yo deje de ser, cuando me muera, cuando desaparezca, ¿desaparecerá conmigo la idea de ser humano? Ya te lo digo yo: no.
- ¿Podría yo mismo existir si no existiera la idea de ser humano?
Te vuelvo a plantear la pregunta: ¿Te consideras realista o idealista? Lo que nos importa aquí es cómo lo vio Platón; y él, sin lugar a dudas, fue idealista.
La Estructura Tripartita del Alma
Siguiendo la analogía del carro alado, Platón describe el alma humana como una entidad estructurada en tres partes (tripartita):
- Parte Racional (Logistikón): Representada por el auriga, es la sede del pensamiento, la razón y la inteligencia. Su virtud es la prudencia o sabiduría.
- Parte Irascible (Thymoeidés): Simbolizada por el caballo blanco, corresponde a la voluntad, el coraje, las emociones nobles y los sentimientos. Su virtud es la fortaleza o valentía.
- Parte Concupiscible o Apetitiva (Epithymetikón): Representada por el caballo negro, engloba los instintos, los deseos y los apetitos más básicos (hambre, sed, deseo sexual). Su virtud es la templanza o moderación.
Así, el alma humana se encuentra en una tensión constante, una lucha permanente entre lo que dicta la razón, lo que impulsan los sentimientos y lo que demanda el cuerpo.
La Localización de las Partes del Alma y su Naturaleza
Si te autoexaminas, verás cómo estas tres tensiones cohabitan en ti en mayor o menor medida. A menudo sabemos que deberíamos actuar de cierta manera, porque así nos lo dicta nuestra razón; pero, sin embargo, los sentimientos y/o los instintos nos conducen por otros derroteros.
Platón situaba la parte racional del alma en la cabeza, la parte irascible en el pecho, y la parte concupiscible en el vientre («Pues eso, ahí mismo», como dice el texto de forma coloquial).
Todo este aura de misterio que rodea la doctrina platónica del alma procede, en parte, de su origen pitagórico. En este sentido, no es del todo claro si Platón considera el alma humana como una Idea o como otra realidad distinta. Al respecto, W.K.C. Guthrie argumenta que el alma no es una Idea o forma porque:
“…el alma conoce, y las Ideas son conocidas. No obstante, las Ideas son invisibles, eternas, constantes, divinas. El alma, por su parte, también es invisible y es más verdadera ella misma cuando se ha olvidado del cuerpo, y mediante su propia actividad intelectual, logra el contacto con las Ideas. Pertenece por ello también el alma al reino del Ser Verdadero”.
El Conocimiento como Anamnesis o Reminiscencia
Dicho lo cual, enfrentémonos ya de lleno a la pregunta: ¿Cómo entiende Platón el conocimiento? La respuesta es: como «Anamnesis», «Recuerdo» o «Reminiscencia».
Quédate con esto: el alma humana está en un cuerpo físico como un preso en una cárcel. El alma humana pertenece, por naturaleza y origen, al Mundo de las Ideas y a él aspira regresar. Sin embargo, de momento se encuentra en el Mundo Físico. Al «pasear» por este mundo, el alma ve, oye, huele, toca y siente cosas que le hacen recordar las auténticas Ideas de las que estas cosas particulares no son más que simples copias o falsificaciones. En este sentido, para Platón, conocer es recordar.
La Inmortalidad del Alma como Fundamento del Conocimiento
Para que la anamnesis sea posible, es absolutamente indispensable que el alma sea inmortal y eterna. Platón así lo cree y dedica varios de sus diálogos a demostrar la inmortalidad y eternidad del alma, siendo los más importantes Fedón y Fedro, que tratan este asunto casi como tema único. En La República, Sócrates le pregunta a Glaucón: “…¿Acaso no sabes que nuestra alma es inmortal y jamás perece?”. Y es por esta inmortalidad, como se indica, que nuestra alma tiene la potencia de conocer.
Testimonio de la Reminiscencia en el Menón
Platón, en su diálogo Menón, expone esta idea a través de Sócrates:
“…pero también lo dice Píndaro y otros muchos de entre los poetas, cuantos son divinos. En cuanto a lo que dicen, es lo siguiente, y fíjate en si te parece que dicen la verdad. Pues afirman que el alma del hombre es inmortal, y que unas veces termina de vivir (a lo que llaman morir), y otras vuelve a existir, pero jamás perece; y que por eso es necesario vivir con la máxima santidad toda la vida… Y ocurre así que, siendo el alma inmortal y habiendo nacido muchas veces y habiendo visto tanto lo de aquí como lo del cielo y todas las cosas, no hay nada que no tenga aprendido; con lo que no es de extrañar que también sobre la virtud y sobre las demás cosas sea capaz ella de recordar lo que desde luego ya antes sabía. Pues siendo en efecto la naturaleza homogénea, y habiéndolo aprendido todo el alma, nada impide que quien recuerda una sola cosa (y a esto llaman aprendizaje los hombres) descubra él mismo todas las demás, si es hombre valeroso y no se cansa de investigar. Porque el investigar y el aprender, por consiguiente, no son en absoluto otra cosa que reminiscencia”. (Menón).