Pensamiento Político y Ético: Un Recorrido por Filósofos Clave

Nicolás Maquiavelo (1469-1527)

Hay que desligar la política de la moralidad; la vida política no debe regirse por normas morales, sino por los resultados políticos que se obtienen. El principal fin del gobernante es conservar y consolidar el poder, no solo el suyo propio, sino fundamentalmente el del Estado. Maquiavelo admitió que es lícito emplear un medio inmoral para alcanzar un buen fin político.

En su obra El Príncipe, plasma todos sus conocimientos para acceder al poder y conservarlo. El gobernante ha de combinar la fortaleza del león y la astucia del zorro; ha de ser experto en las artes de la guerra; no ha de tener escrúpulos cuando la situación lo requiera ni vacilar en emplear medidas drásticas contra aquellos que se opongan a él dentro del Estado; deberá recurrir a la traición si es necesario. También ha de procurar ser amado; de no ser así, no debe dudar en hacerse temer, porque el miedo asegura la obediencia.

La moral y la religión cristiana, afirmaba este autor, ponen a los seres humanos en inferioridad de condiciones para la lucha por el poder, ya que, según él, ofrecen un fin ideal sobrenatural que exalta la humildad y el desprecio del mundo, lo que los hacía débiles.

La única forma de crear un Estado fuerte es que esté unido. Pero esto solo puede lograrse si el poder reside en un solo monarca o príncipe. Maquiavelo admiró al hombre fuerte y poderoso, que gobierna sin miramientos pero con habilidad para obtener los fines del Estado.

Max Weber

Max Weber identificó diferentes tipos de legitimación del poder:

  • La legitimación tradicional

    Se basa en la tradición y la costumbre y suele incluir creencias de tipo religioso; por ejemplo, en la monarquía absoluta del siglo XVII, el rey ejercía su poder “por la gracia de Dios”. El problema en este tipo de legitimación es que ser de sangre real no garantiza un buen gobernante.

  • La legitimación carismática

    Se basa en el conjunto de cualidades que hacen a alguien un líder a seguir bajo su mando. El problema es que nadie lo sabe todo en política; suele ser un error seguir ciegamente a un líder.

Thomas Hobbes (1588-1679)

Este autor afirmó que el hombre es un lobo para el hombre, un ser por naturaleza egoísta y violento. Todos buscan los mismos bienes: riqueza, poder; por eso luchan entre sí, y la vida en el estado de naturaleza es una guerra de todos contra todos. La vida sería corta y cruel para todos; nadie estaría a salvo, ni siquiera los más fuertes podrían bajar nunca la guardia.

Aunque fueran libres, no habría más derecho que el de la fuerza o la astucia; la violencia impediría desarrollar una vida humana y progresar. La racionalidad es un rasgo; viendo que así no vale la pena vivir, el ser humano decide salir de este estado.

Todos acuerdan un contrato en el que ceden todos sus derechos a un soberano, el cual impondrá orden y garantizará la seguridad mediante la ley. Solo el rey puede someterlos a todos, regido por un poder incontestable. Hobbes termina justificando la monarquía absoluta, que era la forma de Estado de su época.

La teoría puede resultar hoy extraña desde un punto de vista democrático, pero supuso un paso adelante en el poder de la autoridad, porque antes solamente existía el origen divino del poder real. Cada dinastía, se suponía, había sido elegida por Dios para mandar sobre el pueblo.

John Locke (1632-1704)

Perteneciente también al Empirismo británico, afirmó que el hombre en estado natural es ya un ser que tiene unos derechos naturales basados en la razón, como la defensa de la vida, de la libertad y de sus propiedades. Pero el problema en el estado natural es cómo asegurarlos sin una autoridad que vele por los derechos de todos (ante cualquier conflicto, el ser humano se toma la justicia por su mano; cualquiera se convierte en juez). Esta es la razón del pacto social y la salida del estado de naturaleza.

En este caso, el pacto no supone una ruptura con el estado natural, como en Hobbes, sino su perfeccionamiento. Si el pacto se realiza para asegurar mejor esos derechos naturales, para proteger mejor la vida, la libertad y la propiedad privada de cada uno, por el pacto los seres humanos no renuncian a sus derechos naturales en favor del rey; solo le ceden el poder para castigar a los malhechores, la capacidad de hacer las leyes y de cuidar del bien común. Pero los ciudadanos siempre podrán revocar al gobernante que no sepa o no pueda cumplir bien con la función encomendada.

Locke fue uno de los primeros que propuso la separación de poderes para impedir el abuso de poder. Al poder legislativo se habría de someter hasta el propio rey. Aseguró que era necesario defender las libertades de conciencia y de expresión de los ciudadanos, así como la necesidad de separar política y religión.

Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)

Fue un precursor del Romanticismo. Afirmaba que el hombre es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe. Él creó el mito del buen salvaje. Los hombres nacen libres e iguales entre sí; el hombre es bueno, pacífico y algo solitario. Tiene suficiente con lo que le da la naturaleza. La sociedad es igualitaria y las desigualdades naturales se suplen con los sentimientos de piedad y compasión, naturales en el ser humano.

La vida en sociedad aumenta la supervivencia, pero aparecen el dinero y la propiedad. Esto último genera inestabilidad.

Plantea una reforma de la sociedad que pueda garantizar los derechos de los ciudadanos. Cada individuo dejará de pensar en sus intereses particulares para empezar a pensar en el bien general.

El verdadero soberano sería ya el pueblo. El pueblo podría nombrarlos o deponerlos cuando quisiera, y ellos solo se encargarían de que se ejecutara la ley (los gobernantes).

La voluntad general es la voluntad del bien común. Al obedecer la ley, todos se estarían obedeciendo a sí mismos.

El Universalismo Moral como Respuesta

La compasión, que lleva a apoyar a las víctimas en lugar de a los verdugos, es un sentimiento moral necesario, igual que el de la indignación. Pero es importante poder argumentar desde qué criterios pueden establecerse principios universales. No se pueden aceptar factores religiosos, metafísicos o naturalistas para fundamentar los criterios morales.

Solo queda el criterio de lo intersubjetivo. Es decir, el resultado de un acuerdo entre sujetos cuya guía es el diálogo argumentativo. Este diálogo nunca es abstracto; siempre se da con unos determinados objetivos.

La base del universalismo moral la encontramos en Kant. Gracias a una ética formal que no le dice a nadie qué hacer, sino cómo hacerlo, y que va más allá de toda cultura, preservando siempre la dignidad humana. Es la base de los derechos humanos y que el terrorismo no respeta.

También se ve menoscabada esa dignidad cuando se afirma que “el fin justifica los medios”. Porque no hay causa que pueda justificar un asesinato.

Amartya Sen

Sentirse exclusivamente de una religión o de una nación y despreciar al resto conduce al fundamentalismo y al rechazo a los diferentes.

Hay que tener en cuenta que, al hablar del ser humano, se pueden distinguir diferentes identidades:

  • La identidad universal

    Es lo común y su expresión ideológica es el cosmopolitismo, el internacionalismo, que nos une a todos como humanos y es la base para la solidaridad y la fraternidad. Es lo que siempre se ha llamado «la humanidad» de una persona.

  • La identidad particular

    La de grupo, es la que nos lleva a identificarnos o a sentirnos parte de un grupo (familia, tribu, nación, género, etc.).

  • La identidad singular

    Es la que nos hace diferentes de cualquier otra persona, incluso dentro del mismo grupo.

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