Introducción a la Filosofía de Friedrich Nietzsche
Contexto Histórico y Filosófico del Siglo XIX
Friedrich Nietzsche fue un filósofo que vivió en el siglo XIX, una época dominada por el imperialismo colonialista y marcada por una serie de acontecimientos históricos relevantes, entre los que destacan el Congreso de Viena, la Revolución de 1848, la unificación italiana, la unificación alemana y la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT).
En el marco sociocultural, se produjo la hegemonía del liberalismo, además de la aparición del socialismo y el comunismo, y el auge de los nacionalismos. También se inició una cultura de masas y se intensificaron los enfrentamientos entre burguesía y proletariado, debidos al desarrollo de la industria.
En el ámbito científico, la teoría de la evolución de Darwin tuvo una importante repercusión, y fue relevante la crisis de la física (Planck, Einstein) y de las matemáticas (Cantor). En cuanto al arte, eclosionaron movimientos artísticos como el romanticismo o el naturalismo, y destacaron la música de Wagner y las obras de Tolstói, Oscar Wilde, entre otros. Finalmente, en el plano filosófico, convivieron distintas corrientes: el voluntarismo de Schopenhauer, el positivismo de Comte, el utilitarismo de J.S. Mill, el historicismo de Dilthey, la izquierda hegeliana (Strauss, Feuerbach), la filosofía social de Marx y el vitalismo (corriente a la que pertenece Nietzsche).
El Vitalismo Nietzscheano: Crítica y Afirmación de la Vida
Nietzsche es un filósofo vitalista que convierte la vida en su principal tema de reflexión. Su filosofía tiene una doble vertiente: una vertiente negativa, en la que realiza una crítica de los valores de la cultura occidental; y una vertiente positiva, en la que aborda conceptos como el superhombre, la muerte de Dios y el eterno retorno.
La Crítica Radical de Nietzsche a la Civilización Occidental
Filosofía a Martillazos: Fundamentos y Método
La crítica nietzscheana a la civilización occidental es radical: se dirige contra sus fundamentos, concretados en la moral, la religión, la filosofía e incluso la ciencia. Esta crítica, parte negativa de la filosofía de Nietzsche, es desarrollada especialmente en la segunda y cuarta etapa de su pensamiento. En todas sus críticas aparecen los siguientes aspectos comunes:
- El método genealógico y psicológico: Intenta ir al fondo instintivo que subyace a la cultura humana. Adoptando la terminología de El nacimiento de la tragedia, podríamos decir que la cultura es interpretada como la continuación «apolínea» de un terrible fondo dionisíaco, que es el verdadero motor de la realidad y de la vida. Por ello, será necesario «desenmascarar» la cultura, objetivo que convierte a Nietzsche, junto a Marx y Freud, en uno de los maestros de la sospecha. Será necesario desarrollar un especial «olfato» para detectar, por debajo de la cultura, el impulso primigenio que hace brotar la vida: la razón de la ciencia, la moral, la filosofía y la religión esconden la sinrazón de la vida, el instinto que late en su fondo. Este método genealógico será una de las aportaciones de Nietzsche a toda la filosofía del siglo XX, siendo aplicado en diversos campos por autores como Foucault, Deleuze o Derrida.
- Un análisis común: Todo procede de la raíz irracional de la vida y, sin embargo, la cultura se empeña en negar ese origen, en camuflarlo con el manto de la racionalidad. Por eso, en la medida en que niega la vida, Occidente se dirige hacia la nada: el nihilismo, término clave de esta crítica, es la destrucción de la vida que parece ser la meta de la civilización occidental.
- Un enemigo con muchas caras: Allá donde respira la razón se manifiesta la decadencia propia de la negación de la vida. Da igual que hablemos de ciencia, arte, religión o filosofía. Lo que niega la vida debe ser superado y abandonado y, por ello, aunque se adapte a diferentes disciplinas, las críticas de Nietzsche tienen una meta compartida: la razón humana.
Crítica a la Moral Tradicional
El dogmatismo moral consiste en creer en la objetividad y universalidad de los valores morales. El cristianismo los sitúa en el ámbito eterno e inmutable de la mente de Dios; sin embargo, la moral tradicional, según Nietzsche, se equivoca, pues los valores morales no tienen una existencia objetiva, ni como una dimensión de las cosas, ni como realidades que estén más allá de estas, en un mundo objetivo. Los valores los crean las personas; son proyecciones de nuestra subjetividad, de nuestras pasiones, sentimientos e intereses. La moral tradicional creyó también que las leyes morales valen para todos los hombres y que si algo es bueno, es bueno para todos. Nietzsche niega esta creencia: si realmente los valores existiesen en un Mundo Verdadero y Objetivo, cabría aceptar su universalidad, pero dicho Mundo no existe. Por lo tanto, los valores se crean y, por ello, cambian y son distintos a lo largo del tiempo y en cada cultura. Por otra parte, la moral tradicional es antivital: sus valores son contrarios a la vida, a las categorías básicas involucradas en la existencia. La moral tradicional (la cristiana) es antinatural, pues presenta leyes que van en contra de las tendencias primordiales de la vida; es una moral de resentimiento contra los instintos y el mundo biológico y natural.
Crítica a la Religión y la «Muerte de Dios»
Para Nietzsche, la religión no es una experiencia verdadera, pues Dios no existe. El estado de ánimo que promueve el éxito de las creencias religiosas, la invención de un mundo religioso, es el resentimiento: el no sentirse cómodo en la vida, el afán de ocultar la dimensión trágica de la existencia. Nietzsche se enfrenta a los siguientes elementos del cristianismo:
- La «metafísica cristiana»: el cristianismo es «platonismo para el pueblo»; comparte con Platón la incapacidad vital para aceptar todas las dimensiones de la existencia y el afán de encontrar un consuelo fuera de este mundo. El cristianismo, al igual que Platón, escinde la realidad: por un lado, el mundo verdadero, eterno, inmutable, donde se realizan el Bien, la Verdad y la Belleza; y por otro, el mundo aparente, cambiante, abocado a la muerte e imperfecto; el mundo del espíritu frente al mundo de la corporeidad.
- La moral cristiana: el cristianismo fomenta los valores de la «moral de esclavos» (humildad, sometimiento, debilidad, mediocridad), los valores mezquinos (obediencia, sacrificio, compasión) y la idea de culpabilidad, de pecado. Es la moral vulgar, de resentimiento contra lo elevado, noble y singular; es la destrucción de los valores del mundo antiguo.
El politeísmo es falso, pero expresa mejor la riqueza de la realidad que el monoteísmo, pues no se ha separado radicalmente de la vida. El monoteísmo representa el invento de un transmundo, la desvalorización del verdadero mundo y la máxima hostilidad a la naturaleza y a la voluntad de vida. El Dios cristiano representa los valores negativos y contrarios a la vida, mientras que el mundo divino politeísta representa los valores afirmativos, la fidelidad a la Naturaleza. La superación del cristianismo (la «muerte de Dios») es fundamental para la transmutación de todos los valores y la recuperación de los valores de la antigüedad perdidos tras la aparición de esta religión y de la filosofía.
La «Muerte de Dios»: Fin de los Absolutos
Esta tesis señala que la creencia en Dios ha muerto; expresa el fin de toda creencia en entidades absolutas. Dios no crea al hombre, sino que el hombre crea a Dios. La creencia en Dios sirve para consolarnos de la miseria y el sufrimiento existentes en este mundo; es una consecuencia de la vida decadente e incapaz de aceptar el mundo en su dimensión trágica. Nietzsche se refiere al Dios del cristianismo, pero también a todo aquello que puede sustituirle, pues Dios no es una entidad, sino un lugar, una figura posible del pensamiento; representa lo Absoluto. Dios es la metáfora para expresar la realidad que se presenta como la Verdad y el Bien, como el supuesto ámbito objetivo que puede servir de referente a la existencia por encontrarse más allá de esta y darle un sentido: la Naturaleza, el Progreso, la Ciencia, tomadas como realidades absolutas, son el análogo a Dios. Cuando Nietzsche declara que Dios ha muerto, quiere indicar que los hombres viven desorientados, que ya no sirve el horizonte último en el que siempre se ha vivido. Con dicha «muerte» podemos vivir sin lo Absoluto, en la «inocencia del devenir». Es la condición para la aparición del superhombre.
Crítica a la Filosofía Tradicional: Nietzsche frente a Platón
Nietzsche es un filósofo muy polémico en la historia de la filosofía, ya que critica, según él, a los fundadores de la tradición filosófica: Sócrates y Platón.
Platón es el filósofo que desprecia este mundo, al que él llama mundo sensible, ya que le parece demasiado caótico. Por eso, considera que existe otro mundo llamado «mundo de las ideas», en el cual se establece un orden y donde reside el ser y, por consiguiente, la verdad. Mientras, el «mundo sensible» es el que copia al de las ideas y solo es apariencia. Sin embargo, estas características en las que Platón se basa para decir que este mundo es aparente, son las que Nietzsche defiende para afirmar que este mundo es real, ya que para él lo real es el cambio, el fin, la muerte… Según Nietzsche, el dualismo platónico es una ofensa contra el auténtico mundo, ya que lo único que de verdad es nuestro es la vida y su finitud.
Platón considera a la razón, que es el instrumento del alma, como la única capaz de guiarnos al conocimiento y a la verdad, mientras que Nietzsche defiende los sentidos. Él dice que estos no nos engañan nunca y nos muestran el cambio que ocurre delante de nosotros. Quien nos engaña es la razón, ya que transforma lo que recibimos de los sentidos en conceptos que nos hacen ver las cosas como algo con duración, esencia, etc. Estos conceptos suplantan la realidad y nos hacen olvidar lo realmente importante: la vida. La verdad no es más que un error provocado por el funcionamiento de la razón, aunque esta sea útil.
Por último, cabe hablar de cómo ven al hombre Nietzsche y Platón. El primero valora el cuerpo con sus sentidos y sus instintos naturales, ya que estos nos muestran la realidad y deben guiar nuestros actos. Mientras, Platón identifica al hombre con el alma, ya que el cuerpo solo es una cárcel para ella, pues pertenece al mundo inteligible y su estancia en este mundo es accidental. El cuerpo físico es el centro de todos los males, ya que nos confunde con sus sentidos, nos ata al mundo sensible y no permite que ascendamos al mundo de las ideas. El hombre debe liberarse de estas cadenas para así alcanzar la verdad y la felicidad mediante el conocimiento.
Conceptos Fundamentales de la Filosofía Afirmativa de Nietzsche
La Voluntad de Poder: Esencia de la Vida
La voluntad de poder, «esencia» de la vida, es el principio básico de la realidad a partir del cual se desarrollan todos los seres, la fuerza primordial que busca mantenerse en el ser y ser aún más. Nietzsche cree que en todas las cosas encontramos un afán por la existencia, desde el mundo inorgánico hasta el humano. Las características que para él tiene la realidad, el ser (la voluntad de poder) son:
- Irracionalidad: La razón es solo una dimensión superficial de la realidad, pues el mundo no es racional, sino caos, multiplicidad, diferencia, variación y muerte. La razón no tiene la última palabra, puesto que siempre está al servicio de otras instancias más básicas como los instintos o las emociones.
- La fuerza primordial que determina el curso de todas las cosas es inconsciente, aunque fugazmente se manifiesta de este modo en los seres humanos.
- Las distintas formas que toman las fuerzas de la vida no tienen ningún objetivo o finalidad, no buscan nada; son así, pero nada hay en su interior que les marque un destino. Nietzsche declara con ello el carácter gratuito y contingente de la existencia.
- Esta fuerza es impersonal; se trata de un cúmulo de fuerzas, no de una básica que esté en la base de todas las visibles; un cúmulo de fuerzas que buscan la existencia y el ser más, compitiendo en dicho afán entre sí, enfrentándose y aniquilándose.
Nietzsche no entiende por «voluntad» lo que habitualmente llamamos con este término (la facultad del alma o de la mente). Para Nietzsche, esta voluntad es una manifestación superficial de una fuerza que está más en lo profundo de nuestro ser y una simplificación de un complejo juego de causas y efectos (deseos, instintos, pulsiones, inclinaciones, que se enfrentan unas a otras). La voluntad de poder se identifica con cualquier fuerza (inorgánica, orgánica, psicológica) y tiende a su autoafirmación: no se trata de voluntad de existir, sino de ser más. Es el fondo primordial de la existencia y de la vida.
El Eterno Retorno: Signo de Vitalidad
La tesis del eterno retorno como signo de vitalidad. Esta concepción del tiempo consiste en aceptar que todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones y cosas pasadas, presentes y futuras, se repetirán eternamente, un número infinito de veces. Cabe entender esta tesis como la expresión de la máxima reivindicación de la vida: la vida es fugacidad, nacimiento, duración y muerte; no hay en ella nada permanente. Sin embargo, podemos recuperar la noción de permanencia si hacemos que el propio instante dure eternamente, no porque no se acabe nunca, sino porque se repite sin fin.
La Ética del Superhombre: Transmutación de Valores
Nietzsche no propone el imposible vivir sin valores; propone invertir la tabla de valores: superar la moral occidental de renuncia y resentimiento hacia la vida mediante una nueva tabla en la que estén situados los valores que supongan un sí radical a la vida. Con el cristianismo prospera la moral de los débiles, de los que quieren huir del rigor de la vida inventándose un mundo objetivo y justo. La transmutación de los valores es la superación de esta «moral de esclavos» para recuperar de nuevo la «moral aristócrata», y permite el triunfo del código moral del superhombre.
Rasgos del Superhombre
El superhombre. El hombre al que hay que superar es el que se somete a los valores tradicionales, a la «moral del rebaño», a la moral basada en la creencia de una realidad trascendente que fomenta el desprecio por la vida, la corporeidad y la diferencia entre las personas. El superhombre solo es posible cuando se realice hasta el final la «muerte de Dios». El superhombre no se puede identificar con una clase social con privilegios que le puedan venir por la tradición o que descansen en su poder social, ni con una raza. Algunos rasgos de su conducta moral:
- Rechaza la «moral de esclavos»: la mansedumbre, la prudencia que esconde cobardía, la obediencia a una regla exterior, el servilismo y la mezquindad.
- Rechaza la conducta gregaria: la moral de los que siguen a la mayoría.
- Crea valores: mientras la mayoría de los hombres se encuentran con valores ya creados por otros y estilos vitales vigentes, el superhombre inventa las normas morales a las que él mismo se somete. Los valores que crea son fieles al mundo de la vida y le permiten expresar su peculiaridad y riqueza.
- Vive en la finitud: no cree en ninguna realidad trascendente, ni en Dios ni en un destino privilegiado (una raza, una nación o un grupo). Acepta la vida en su limitación y no oculta las dimensiones terribles de la existencia (el sufrimiento, la enfermedad, la muerte); es dionisíaco.
- Le gusta el riesgo, las nuevas y difíciles experiencias, el enfrentamiento. No está preocupado ni por el placer ni por el dolor (propio o ajeno), pues pone por encima de ellos el desarrollo de su voluntad y de su espíritu.
- Es contrario al igualitarismo: ama la exuberancia de la vida y le gusta desarrollar en él mismo y en los demás lo que les es más propio; no tiene miedo a la diferencia.
- Ama la intensidad de la vida: la alegría, el entusiasmo, la salud, el amor sexual, la belleza corporal y espiritual. Puede ser magnánimo, como una muestra de la riqueza de su voluntad.
El superhombre es la afirmación enérgica de la vida, el creador y dueño de sí mismo y de su vida; es un espíritu libre.