El Vitalismo de Nietzsche: Afirmación de la Vida y sus Conceptos Fundamentales
La filosofía de Friedrich Nietzsche se articula en dos vertientes principales: una negativa, que critica la cultura occidental por considerarla “decadente” o “nihilista” y opuesta a la vida; y otra positiva, que defiende una interpretación de la realidad y del ser humano que afirma la vida y los valores vitales frente a la razón.
Nietzsche es un pensador vitalista, ya que en sus teorías filosóficas la vida es entendida como el valor supremo, lo más básico. Sostenía que, para valorar cualquier teoría, debíamos tener en cuenta si negaba o afirmaba los valores vitales. Para ello, desarrolla sus teorías vitalistas a través de cuatro conceptos clave:
1. La Voluntad de Poder
Nietzsche entiende la vida como “voluntad de poder”, considerándola el principio básico a partir del cual se desarrollan todos los seres, pues la concibe como aquello que impulsa el cambio constante en todas las cosas. Es el resultado de la continua lucha de fuerzas de todo lo que existe por afirmar su deseo de existir, incluso si ello implica sufrimiento.
En el ser humano, la “voluntad de poder” es la fuerza que se manifiesta a través de nuestros impulsos, sentidos e instintos naturales, el deseo de experimentar tanto lo placentero como lo doloroso que forma parte de la vida. Para Nietzsche, el ser humano se encuentra dominado por estos instintos y fuerzas naturales que se enfrentan, cuya única finalidad es vivir más allá de las convenciones del bien y del mal.
2. La Transvaloración de Todos los Valores
Nietzsche sostiene que cualquier teoría debe valorarse según si niega o afirma los valores vitales, rechazando así toda aquella que niegue la vida. Sin embargo, considera necesaria una “transvaloración de todos los valores”, es decir, la creación de nuevos valores.
La moral occidental, especialmente la cristiana, se basaba en los valores antivitales del platonismo, rechazando la vida terrenal e inventando una vida espiritual donde el ser humano ya no estaría “atado al cuerpo”. Por ello, Nietzsche defiende la moral de los “fuertes”, basada en la “voluntad de poder”, que ama la vida y desea experimentar incluso sus aspectos más dolorosos. Esta moral, a la que denomina “aristocrática”, se inspira en el mundo griego más antiguo, en los valientes héroes homéricos y en los personajes de la tragedia, quienes no temen a la vida en su totalidad.
3. El Superhombre
Para Nietzsche, a los “fuertes” los denomina “superhombres”. Los nazis interpretaron erróneamente este concepto, creyendo que se refería a aquellos que imponen su poder por la fuerza, basándose en una lectura distorsionada de que el superhombre desprecia la debilidad del judeocristianismo y defiende la fuerza de los antiguos héroes homéricos y germánicos. Sin embargo, el concepto de superhombre de Nietzsche posee tres rasgos importantes que se oponen a esta interpretación:
- Los superhombres no constituyen una clase social o racial privilegiada cuyo poder se obtenga por la fuerza o se transmita por herencia social o biológica. Para Nietzsche, son individuos fuertes, nunca grupos sociales. Por lo tanto, no se refiere a la raza aria ni a la aristocracia alemana.
- Los superhombres rechazan la “moral de los débiles” y detestan la “moral del rebaño”, propia de quienes se someten a normas morales establecidas. Son individuos libres que crean sus propios valores morales en consonancia con la vida, y su conducta es radicalmente distinta a la de la masa, a diferencia de los nazis, que “se limitaban a cumplir órdenes”.
- Los superhombres no creen en nada más que en sí mismos y en la vida. No adhieren a ningún dios ni a nada con lo que la sociedad intente sustituirlo y que, por tanto, reste valor a la vida. Esto contrasta con la ideología nazi, que veneraba la raza aria, la nación, el Estado alemán y al propio Hitler, cuyas órdenes obedecían sin cuestionar.
4. El Eterno Retorno
El eterno retorno es la concepción nietzscheana del tiempo, que representa la máxima defensa de esta vida y de los valores terrenales. Consiste en amar esta vida de tal manera que se desee que todo lo que ha ocurrido en el pasado, lo que ocurre en el presente y lo que ocurrirá en el futuro se repita eternamente. No implica que nuestra vida se repita en un futuro “en otra vida distinta a esta”.
Nietzsche concibe el tiempo de manera cíclica, creyendo que cada instante presente es eterno porque se repite sin fin, un número infinito de veces. Así, frente a la concepción lineal platónico-cristiana del tiempo y de la vida —que espera la muerte para huir del dolor de este mundo y alcanzar un “otro mundo”—, Nietzsche defiende que este mundo es el único que existe y que debemos amarlo. Aunque la vida es fugaz y nada dura eternamente, podemos encontrar la eternidad en la repetición de todo.