La Crítica de Hume a la Metafísica Racionalista
Hume, llevando a sus últimas consecuencias el empirismo, se muestra particularmente terminante en el rechazo de la metafísica, considerándola un saber «abstruso, dogmático y que conduce a la superstición». Somete a crítica los dos conceptos fundamentales del racionalismo (y de toda la filosofía anterior): el concepto de causa y el de sustancia.
La Crítica al Concepto de Causalidad
En la filosofía racionalista, como en la escolástica, la relación de causa y efecto era considerada necesaria para la explicación de la realidad. Se entendía que la mejor manera de conocer un objeto era conocer su causa (principio de causalidad: «Todo lo que empieza a existir tiene una causa»), ya que el efecto está, de algún modo, contenido en ella.
Los empiristas, en cambio, critican esta relación y niegan su valor metafísico. Solo la admiten como un resultado de la actividad del pensamiento.
El Criterio Empirista: Impresiones e Ideas
Al clasificar los elementos del conocimiento en impresiones e ideas, Hume sentó las bases del empirismo más radical: si podemos señalar la impresión correspondiente a una idea, estaremos ante una idea verdadera; en caso contrario, es una ficción. Los límites de nuestro conocimiento son, por tanto, las impresiones.
El Problema del Conocimiento de Hechos Futuros
Si aplicamos este criterio al conocimiento de hechos, este queda limitado a nuestras impresiones actuales (lo que ahora vemos, oímos, etc.) y a nuestros recuerdos (ideas) de impresiones pasadas. Sin embargo, no puede haber conocimiento de hechos futuros, ya que no poseemos impresión alguna de lo que sucederá. A pesar de ello, en nuestra vida diaria contamos constantemente con que en el futuro se producirán ciertos hechos. Por ejemplo:
- Vemos caer la lluvia y tomamos precauciones, esperando que moje todo a su paso.
- Colocamos un recipiente con agua sobre el fuego, esperando que se caliente.
En ambos casos, solo tenemos la impresión actual (la lluvia cayendo, el agua sobre el fuego). ¿Cómo podemos estar seguros de lo que ocurrirá después?
Hume observó que nuestra certeza sobre el futuro se basa siempre en una inferencia causal. Estamos seguros de que las cosas se mojarán bajo la lluvia o de que el agua se calentará en el fuego porque asumimos que la lluvia y el fuego son las causas de esos efectos.
La Búsqueda de la «Conexión Necesaria»
La idea de causa es la base de todas nuestras inferencias sobre hechos de los que no tenemos una impresión actual. Pero ¿qué es realmente la relación causa-efecto? Hume señala que esta relación se concibe normalmente como una conexión necesaria (es decir, que no puede no darse) entre la causa y el efecto. Si tal conexión fuera realmente necesaria, podríamos conocer con certeza y a priori que el efecto se producirá inevitablemente.
Sin embargo, al aplicar su criterio, Hume se pregunta: ¿tenemos alguna impresión que corresponda a esta idea de «conexión necesaria»? Su respuesta es un rotundo no. Observamos que un fenómeno (fuego) es seguido por otro (calor), pero nunca observamos la conexión necesaria entre ellos. Por lo tanto, si nuestro conocimiento del futuro depende de esa conexión, no podemos decir que *sabemos* que el agua se calentará. Simplemente, creemos que lo hará.
«La experiencia no nos muestra que una determinada causa produzca un determinado efecto; lo único que la experiencia nos da a conocer es que diversos hechos se dan en conjunción constante».
El Hábito y la Costumbre como Origen de la Causalidad
Que nuestro supuesto conocimiento de los hechos futuros no sea conocimiento en rigor, sino suposición y creencia, no le resta fuerza. Todos tenemos una certeza absoluta de que el agua se calentará. Según Hume, esta certeza no proviene de la razón, sino del hábito o la costumbre de haber observado en el pasado que, tras un fenómeno, siempre ha sucedido el otro.
Conclusión: La Causalidad como Ley del Pensamiento
La crítica a la causalidad es la pieza clave del pensamiento de Hume. Concluye que la relación causa-efecto no es una ley implícita en las cosas, sino una ley de nuestro modo de pensar, una operación psicológica que surge como consecuencia de la experiencia acumulada. Cuando observamos una causa, no *sabemos* cuál será su efecto, sino que *creemos* (*believe*) que se producirán las mismas consecuencias que en el pasado. Por tanto, para Hume, la causalidad se reduce a una asociación de ideas fundamentada en dos elementos:
- El hábito o la costumbre de observar dos fenómenos que se suceden constantemente en el mismo orden.
- La creencia de que esta sucesión volverá a repetirse en el futuro.
