El Conocimiento: El Método Cartesiano
Según Descartes, el método es el instrumento para guiar a la razón. Un método digno de tal nombre ha de consistir en un conjunto de reglas seguras y sencillas. En el Discurso del Método, lo resumió en 4 reglas:
Regla de la Evidencia
La regla primera y principal consiste en admitir como verdadero solo lo que es conocido evidentemente como tal; solo se han de aceptar aquellas ideas que nuestra mente posea con claridad y distinción.
- Una idea se conoce con claridad si está presente y manifiesta ante una mente despierta.
- La distinción de una idea implica que es tan precisa y diferente de todas las demás.
La evidencia hace que nuestras ideas no sean formas inteligibles, resultado de una aprehensión como señalaba la filosofía realista, sino representaciones mentales de cosas que suponemos que existen fuera de nosotros. Tres tipos de ideas (cuadros o imágenes que copian las cosas que representan):
- Adventicias: Proceden de la percepción sensible (ej: la idea de caballo o del frío).
- Facticias: Invenciones de nuestra imaginación (ej: la idea de centauro).
- Innatas: Emanan de la razón misma y no de la experiencia sensible.
Principio del conocimiento verdadero: Descartes sostuvo que las ideas claras y distintas se obtienen mediante la primera operación del espíritu, es decir, la intuición intelectual.
Regla del Análisis
Señala que hay que dividir los problemas en tantas partes como sea necesario, con la finalidad de reducir el conocimiento complejo a sus partes más simples y evidentes; estas han de servir como punto de partida de todo nuestro conocimiento.
Regla de la Síntesis
Prescribe que hemos de conducir nuestros pensamientos (comenzando por los objetos más simples y fáciles de conocer para ascender poco a poco hasta el conocimiento de los más compuestos). Es un complemento de la regla anterior. Se aplica la deducción, segunda operación de la mente, que consiste en cualquier derivación necesaria de una idea a partir de otra que conocemos con certeza.
Regla del Recuento
Implica hacer en todo enumeraciones tan detalladas y revisiones tan generales que tengamos la seguridad de no haber errado en el desarrollo del método. Comprobamos que el análisis ha sido completo y que la síntesis se ha realizado correctamente.
La Duda Metódica
Para afrontar con éxito la búsqueda de la certeza absoluta, era necesario dudar de todo. No se trata de una duda escéptica, sino metódica y provisional. Esta duda es universal, ya que se extiende a todo conocimiento o creencia, y es voluntaria porque supone una actitud consciente y deliberada.
Motivos para dudar:
- Los sentidos proporcionan un conocimiento confuso o engañoso.
- No es posible distinguir con absoluta certeza entre la vigilia y el sueño, pues podría ocurrir que estuviéramos soñando cuando nos creemos despiertos, y despiertos cuando soñamos.
- Podemos formular la hipótesis de que existe un genio maligno que nos induce a creer que estamos en lo cierto siempre que erramos, y viceversa.
Dios y la Primera Certeza
Tras descubrir la existencia del yo pienso como primera verdad indudable, Descartes parte de esta primera certeza para demostrar la existencia de la realidad exterior a la mente.
La Idea de Dios
Reflexionando sobre la primera certeza, Descartes se dio cuenta de que poseía una idea de Dios. El yo pienso afirma su imperfección y finitud, puesto que en ella advierte sus dudas y carencias. Junto a la idea de imperfección encuentra necesariamente en su pensamiento la de la perfección, es decir, la idea de Dios:
- No puede ser una idea adventicia, es decir, provenir de fuera, pues con ese tipo de ideas solo conocemos cosas inferiores.
- Tampoco puede ser una idea facticia, porque nosotros fabricamos estas ideas y es imposible que seamos capaces de imaginar una perfección máxima.
- Por exclusión, solo puede ser una idea innata, puesta en mi mente por una realidad más perfecta que yo y dotada de la máxima perfección, es decir, por Dios mismo.
Esta segunda idea innata aparece con claridad y distinción en su espíritu, porque su conocimiento de lo infinito e imperfecto solo es posible si posee una idea de lo infinito y máximamente perfecto con la que pueda comparar tal imperfección. El ser imperfecto, Dios, no permitiría que ese genio me engañase ni que yo confundiera mis ideas con imaginaciones o sueños. Así, Dios constituye la garantía y el fundamento del ser y del conocimiento.
Demostraciones de la Existencia de Dios
Descartes se propuso probar con demostraciones ciertas y evidentes la existencia de Dios fuera de nuestra mente. Presentó tres fundamentos:
Argumento de la Causa de la Idea de Dios
Del yo, que es finito, no puede surgir la idea de Dios, que es infinito, porque de lo inferior no puede proceder lo superior. Luego existe Dios, que es la causa de la idea de Dios que encontramos en nuestro interior.
Argumento de la Causa de la Existencia Propia
Dios es causa no solo de su idea en mí, sino de mi existencia. Es imposible que la causa de mi existencia sea algo material (yo soy pensamiento o espíritu, y de lo material no puede nacer algo inmaterial). Yo tampoco puedo ser causa de mi existencia, pues si yo me hubiera dado el ser a sí mismo, me hubiera hecho perfecto e inmortal, ya que quien puede dar el ser, también ha de ser capaz de darse a sí mismo todas las imperfecciones. Sin embargo, esto no es así. Luego solo Dios puede ser causa de mi existencia, y por tanto, existe.
El Argumento Ontológico
Parecido al de San Anselmo. El punto de partida es nuestra idea innata del ser sumamente perfecto. Sigue la evidencia de que es más perfecto existir en el pensamiento y en la realidad que solo en el pensamiento. Luego la idea de Dios no puede existir solo en mi espíritu, sino que también tiene que existir necesariamente fuera de él; de no ser así, esa idea ya no sería la del ser máximamente perfecto, ya que cualquier cosa que existiese en la realidad sería más perfecta que una idea existente solo en el entendimiento. Para Descartes, perfección máxima y existencia se identifican.
Descartes no se detuvo a analizar la esencia divina, ya que los atributos esenciales que definen a Dios son muy claros: la perfección y la infinitud.
Los Cuerpos y el Mecanicismo
La Esencia de los Cuerpos
Señaló entonces que la primera idea clara y distinta que aparece en nuestra mente referida a los objetos materiales es la de extensión en el espacio según tres dimensiones: longitud, anchura y profundidad. Con respecto a su existencia, Descartes no parecía desconfiar de su existencia real, pero la duda metódica lo obligaba a buscar el modo de asegurarse. Entendió que la existencia de los cuerpos no se puede deducir necesariamente de la idea de extensión. Dios es la garantía por la que podemos saber con certeza que existen unas sustancias corpóreas, que causan en nosotros ideas sobre ellas.
Física Cartesiana
Como los objetos materiales son solo extensión, los explicó exclusivamente con términos de cantidad, prescindiendo de otros conceptos aristotélicos, como la forma o la naturaleza, ya que su aceptación significaría dotar a las cosas de principios inextensos. Se apartó por completo de la teoría aristotélica sobre el cambio al reconocer solo el movimiento local, que definió como alteración de la posición relativa de un cuerpo respecto a otros. Al tratar de las causas del movimiento, sostuvo la imposibilidad de conocer la causa final, por lo que solo podemos hablar de la causa eficiente.
En síntesis, la física cartesiana fue mecanicista, pues reducía la naturaleza a cantidad y movimiento local, como si fuera una gigantesca máquina en la que una de las piezas mueven a otras por contacto extrínseco.
Las Tres Sustancias
Siguiendo las reglas del método, Descartes llegó a la conclusión de que hay tres ideas claras y distintas que podemos aceptar con certeza: idea de yo, de Dios y de mundo. Tres realidades o sustancias son estos conceptos.
Definición de Sustancia
Al tratar sobre la existencia real de esas tres ideas, Descartes aseguró que son cosas o sustancias: yo soy una sustancia que piensa, Dios es una sustancia infinita y perfecta, y el mundo de los cuerpos es una sustancia extensa. ¿Qué entendió Descartes por cosa o sustancia? En Principios de la Filosofía escribió que entendemos por sustancia la cosa «que existe de tal manera que no necesita de ninguna otra para existir». Esta definición solo se podía aplicar a Dios, el único ser que no necesita de otro ser para existir, ya que todas las demás cosas dependen de él.
Distinción en las Sustancias Creadas
Para explicar las sustancias creadas, distinguió entre:
Atributos
Constituyen la esencia o naturaleza de cada sustancia. El atributo de la cosa pensante es el pensamiento y el de la cosa extensa la extensión. Se distinguen perfectamente ya que el pensamiento se puede concebir sin extensión alguna y la extensión puede existir con total independencia del pensamiento.
Modos
Son las propiedades no esenciales de la sustancia, que pueden variar. Por lo tanto, mientras que no es posible distinguir entre la sustancia y el atributo, los modos no se identifican con la sustancia y necesitan de ella para existir. Serían modos de la sustancia extensa la figura, posición y el movimiento, pues no son esenciales para ella y son variables.
El Ser Humano: Dualismo Antropológico
Descartes aplicó a los seres vivos su doctrina mecanicista sobre la naturaleza. Según él, serían puros cuerpos o pura extensión, ya que no hay motivo para afirmar que tengan pensamiento o espíritu.
La Unión de Alma y Cuerpo
El ser humano requería consideración aparte, ya que, además del cuerpo, experimentamos en nosotros el pensamiento o alma. El cuerpo para Descartes es semejante al de los animales; por eso lo juzgó sometido a las mismas leyes mecanicistas de la materia. Sin embargo, el alma, por ser pensamiento, es algo totalmente distinto. El ser humano, según Descartes, es un alma o mente que se encuentra agregada a un cuerpo del que es plenamente autónoma. Descartes sostuvo un dualismo antropológico muy semejante al de Platón.
Características del Alma Humana
Debido a su carácter de sustancia pensante, el alma humana es:
- Espiritual: El pensamiento es completamente diverso de la extensión, lo cual nos indica que nuestra alma es enteramente independiente del cuerpo al que está unida.
- Inmortal: Podemos concebirnos sin el cuerpo, por lo que nuestra alma puede existir perfectamente sin contar con él.
- Libre: La necesidad y el mecanismo no afectan al espíritu o pensamiento; así, el ser humano está sometido en su cuerpo a causas eficientes necesarias, pero en lo relativo a su alma, interviene otro tipo de causalidad, que es la libertad con la que actúa su voluntad.
Las Pasiones y el Problema de la Comunicación
En su tratado Las pasiones del alma, Descartes refiere que experimentamos la unión de alma y cuerpo en las pasiones, porque en ellas ambas sustancias interactúan entre sí.
En efecto, una acción del cuerpo es una pasión del alma (ejemplo: cuando me doy un golpe, siento dolor). A propósito de las pasiones del alma, Descartes entendió que son ideas oscuras y confusas, difíciles de definir. Las pasiones se identifican con las acciones, aunque se empleen dos nombres diferentes; pasión se refiere al sujeto al que le ocurre algo nuevo, y acción expresa el sujeto que lo determina. De ahí que las pasiones del alma sean acciones del cuerpo y nos den a conocer la unión entre alma y cuerpo.
Descartes afirmó que la voluntad libre puede influir en nuestro obrar controlando las pasiones, haciendo que sintamos un modo y actuemos de otro (un soldado tiene miedo, pero resuelve no abandonar su puesto).
Por medio de las pasiones, Descartes se aseguró de la unión entre alma y cuerpo, pero esto le planteó el dilema de la comunicación de las sustancias: si estamos ante dos sustancias distintas e independientes, ¿cómo se explica que puedan influirse mutuamente?
La solución de Descartes consistió en relacionar el alma con un órgano al que denominó glándula pineal y que situó en el cerebro. Esta solución, poco coherente con los planteamientos metodológicos cartesianos, dejó el problema abierto. Sin duda, Descartes no logró solucionar satisfactoriamente la cuestión y autores racionalistas posteriores trataron de resolverla acudiendo a Dios, a quien hicieron intervenir de un modo u otro.
