Fundamentos de la Filosofía Occidental: Metafísica, Conocimiento y Ética

Aristóteles: La Filosofía Primera y el Motor Inmóvil

Aristóteles llama Filosofía Primera o Metafísica a la ciencia que estudia el ser en cuanto ser, no un tipo concreto como hace la Física. Esta es la más universal porque busca lo que todos los seres tienen en común: el hecho de ser. En el mundo físico, nada es completamente real porque todo tiene materia, es decir, potencial para ser otra cosa. Por eso, Aristóteles se pregunta si existe un ser que sea solo acto, sin potencialidad, totalmente realizado: el Acto Puro. Si ese ser existe, su estudio corresponde a la Filosofía Primera.

Para Aristóteles, el movimiento es pasar de potencia a acto, y para que algo pase al acto, necesita una causa. No puede haber una cadena infinita de causas que muevan unas a otras, así que debe existir una causa primera que no sea movida por nada: Dios, el Motor Inmóvil. Dios mueve como causa final, es decir, atrae como lo hace el deseo o la felicidad. Todos los seres naturales tienden a realizar su forma intentando parecerse, dentro de sus límites, a ese ser perfecto. Dios no crea el universo, que es eterno como Él, solo lo mueve. Su actividad es la contemplación, y como lo más perfecto es Él mismo, Dios se piensa eternamente a sí mismo.

Santo Tomás de Aquino: La Teoría del Conocimiento y la Voluntad

Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles y en contra de Platón, niega que el alma humana pueda existir antes del cuerpo. Tampoco cree, como San Agustín, que nuestras ideas provengan directamente de Dios. Para él, el conocimiento humano tiene dos partes: una ligada al cuerpo (los sentidos) y otra al alma (el entendimiento). Así, conocer empieza en los sentidos, que captan lo concreto y particular. Esa información se transforma en imágenes internas gracias a facultades como la imaginación, la memoria o la cogitativa.

La imaginación recrea y combina lo sensible; la memoria recuerda los actos de percepción; y la cogitativa (en humanos) capta relaciones entre objetos sensibles, a diferencia de la estimativa, propia de los animales.

A partir de esas imágenes sensibles, el entendimiento agente abstrae los aspectos esenciales (universales), generando una especie inteligible impresa. Luego, el entendimiento posible forma el concepto (verbum mentis), que es como conocemos la esencia de las cosas. Así, aunque en la realidad solo hay individuos concretos, el entendimiento agente permite extraer lo común, por ejemplo, lo que hace humano a cualquier persona, dejando de lado los detalles individuales pero no lo esencial (como tener carne y huesos). Gracias a esto, el entendimiento posible forma conceptos universales válidos para todos.

Además, como el ser humano es alma y cuerpo, también tiene voluntad, como Dios. Por eso, conocer no basta: también elegimos, lo que lleva a la reflexión moral sobre nuestras acciones.

San Agustín: El Problema del Mal y la Gracia Divina

San Agustín explica el problema del mal diciendo que el mal no es algo que exista por sí mismo, sino que es la falta de un bien. Como no tiene entidad propia, no puede haber sido creado por Dios, ya que Dios solo crea cosas buenas. Por eso, Dios no es responsable del mal.

Hay dos tipos de mal:

  • El mal físico, como por ejemplo la ceguera, que es simplemente la falta de vista.
  • El mal moral, que viene del mal uso de la libertad humana.

Dios creó al ser humano libre para que pudiera elegir hacer el bien, y así también existiera la justicia, el premio a los buenos y el castigo a los malos. Según Agustín, aunque el ser humano puede elegir el bien, en realidad todos nacemos en pecado por culpa del Pecado Original de Adán, ya que nuestras almas vienen de la suya. Por eso, no podemos alcanzar el bien por nuestras propias fuerzas y necesitamos la gracia de Dios para hacerlo. Esta ayuda divina es lo que permite al hombre acercarse a Dios.

Así, Agustín se enfrenta a la idea de Pelagio, que decía que cada uno nacía sin pecado y podía alcanzar la salvación solo con su esfuerzo. Agustín defiende que es necesaria la gracia y también la venida de Cristo para salvarnos. Todo esto se relaciona con su idea de que existen dos ciudades: la Ciudad de Dios, formada por los que siguen el bien con la ayuda divina, y la Ciudad Terrena (o del mundo), formada por los que se alejan de Dios.

René Descartes: La Existencia de Dios y el Dualismo Cartesiano

Para Descartes, hay una idea innata que es clave para construir todo su sistema filosófico: la idea de Dios. Esta idea es especial porque, según él, su contenido implica la existencia real del ser al que se refiere. En las Meditaciones Metafísicas, Descartes presenta tres argumentos distintos para demostrar que Dios existe, retomando ideas de la filosofía cristiana medieval.

Argumentos para la Existencia de Dios:

  • En la Tercera Meditación, usa un argumento parecido al de San Agustín: si tengo en mi mente la idea de un ser perfecto, y yo soy imperfecto (porque dudo), no puedo ser yo quien ha producido esa idea. Por tanto, debe existir un ser realmente perfecto que haya puesto esa idea en mí, y ese ser es Dios.
  • También en la Tercera Meditación, usa otro argumento basado en la causa: si yo me hubiera creado a mí mismo, me habría dado todas las perfecciones que tiene la idea de Dios, pero como no las tengo, alguien más perfecto ha tenido que crearme y conservarme: Dios.
  • En la Quinta Meditación, Descartes utiliza el Argumento Ontológico, como hizo San Anselmo: si entiendo la idea de Dios como un ser perfecto, la existencia tiene que formar parte de esa perfección. Así como es parte de la definición de un triángulo tener tres ángulos que suman dos rectos, la existencia está incluida en la idea de Dios.

Una vez demostrada la existencia de Dios, Descartes argumenta que, como Dios es perfecto y no puede engañar, entonces las ideas que tenemos del mundo exterior no pueden ser falsas, así que el mundo tiene que existir. De esta manera, Dios garantiza la verdad del conocimiento. Así, igual que Platón o San Agustín, Descartes recurre a una idea innata para fundamentar el saber, y logra transformar la filosofía en un saber riguroso, con un método científico y una nueva visión de la realidad.

La Realidad y el Dualismo Cartesiano:

Descartes aplica el método matemático a la Filosofía y, desde el cogito, demuestra la existencia de Dios y del mundo. Así establece que la realidad está compuesta por tres sustancias:

  • Dios (sustancia infinita)
  • El alma (res cogitans)
  • El cuerpo (res extensa)

Aunque solo Dios cumple la definición estricta de sustancia, Descartes amplía el concepto para incluir al alma y al cuerpo como realidades que solo dependen de Dios.

El ser humano, entonces, es una unión de alma y cuerpo, lo que da lugar al Dualismo Cartesiano. A pesar de que no explica claramente cómo interactúan estas dos sustancias, Descartes afirma que se relacionan a través de la glándula pineal. La separación entre pensamiento y materia le permite defender la libertad del alma frente al determinismo mecánico del mundo físico.

El yo es la esencia del ser humano, y lo conocemos con claridad como pensamiento. La voluntad, definida por la libertad, nos permite conocer, actuar y equivocarnos. Así, Descartes concluye que el estudio del ser humano conduce a la moral.

David Hume: La Crítica al Principio de Causalidad

Según Hume, solo podemos conocer con certeza lo que experimentamos directamente en el presente (impresiones actuales) o lo que recordamos haber experimentado (recuerdos de impresiones). No podemos tener experiencia de hechos futuros, pero aun así actuamos como si supiéramos lo que pasará, basándonos en la idea de que todo sigue una relación de causa y efecto. Esta idea —el Principio de Causalidad— sostiene que si ocurre una cosa (como el fuego), necesariamente ocurrirá otra (como el calor). Sin embargo, Hume señala que nunca percibimos esa conexión necesaria, solo una repetición constante: vemos que cuando hay fuego, suele haber calor, pero no que el fuego produzca el calor de manera necesaria.

Esa creencia en la conexión se debe, dice Hume, a la costumbre: como siempre ha pasado igual, creemos que seguirá ocurriendo así. Pero esto no es conocimiento, sino una creencia útil para vivir, aunque insuficiente para fundamentar con certeza las ciencias empíricas. Aun así, estas ciencias pueden alcanzar un conocimiento probable, porque cuantas más veces se repite algo, más creíble se vuelve. Eso sí, advierte Hume, solo podemos hacer inferencias causales entre impresiones que ya hemos experimentado. No podemos aplicarlas a lo que no conocemos. Por eso su crítica al principio de causalidad también pone en duda la existencia de sustancias tal como la entendía la metafísica racionalista.

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