Formaicon de las ideas Hume

TEORÍA DEL CONOCIMIENTO

Hume considera que todas las ciencias tienen una relación más o menos grande con la naturaleza humana : la «ciencia del hombre» es el único fundamento de las otras ciencias. Por eso hemos de investigar la naturaleza del entendimiento humano, para averiguar sus poderes.
A) EL ORIGEN DE LAS IDEAS

David Hume no estaba de acuerdo con el dogmatismo de Descartes. Su postura fue esencialmente crítica con el Racionalismo, si bien acepto el postulado inmanentista fundamental: el sujeto no consigue nunca traspasar el ámbito de las representaciones mentales, ya que la mente humana no consigue otro objetivo que sus ideas. Tanto para Hume como para Descartes, las ideas no tienen carácter intencional, es decir, no se refieren a la realidad, no nos permiten verla, pues la única cosa que podemos conocer son ideas.

La diferencia entre el pensamiento de Hume y el de Descartes no se encuentra en lo que ambos entienden por idea, sino en el origen de ésta. Según el Racionalismo, la mente humana es un baúl donde se hallan todas las ideas; es decir, existen ideas innatas. Según el Empirismo, la mente es una máquina que fabrica ideas. La idea no está esperando a que yo la intuya, sino que soy yo quien la fabrico. Por esta razón, para los empiristas es muy importante el proceso psicológico de la formación de las ideas. Por tanto, la pregunta esencial del Empirismo será: ¿cómo podemos llegar a tener ideas? El Racionalismo es, pues, para Hume, dogmático, ya que no se plantea esta cuestión fundamental.
Para responder a la pregunta esencial del Empirismo, se ha de empezar negando las ideas innatas. Contra el planteamiento cartesiano, el Empirismo empieza a afirmar, como ya lo había hecho Aristóteles, que todo conocimiento procede de la experiencia. Establecido esto, solo se ha de ver cuál es el proceso que se sigue para la formación de las ideas.
Hume hace derivar todos los contenidos de la mente de la experiencia. Todo el conocimiento se reduce a percepciones, entendiendo por percepción todo lo que el espíritu contiene. Las percepciones se dividen en impresiones e ideas.
Las impresiones son las sensaciones externas, como las imágenes de los objetos externos, y las sensaciones internas, las pasiones y las emociones; las ideas son imágenes difuminadas de las impresiones.
Veamos si esto se entiende más con un ejemplo: si se mira un objeto y luego se cierran los ojos, intentando imaginar ese objeto, tanto cuando se mira como cuando se imagina se está percibiendo (o conociendo), si bien entre ambos existe una notable diferencia, pues la percepción del objeto es más viva cuando lo vemos que cuando lo imaginamos. Lo primero es lo que Hume denomina impresiones (conocimiento por medio de los sentidos), y a lo segundo, ideas (representaciones o copias de las impresiones en el pensamiento). Las ideas son más débiles, menos vivas que las impresiones. El ejemplo que hemos utilizado pone, además, de manifiesto que las ideas proceden de las impresiones, son imágenes o representaciones suyas.
En un primer momento, afirma, pues, que ideas e impresiones aparecen siempre correspondiéndose unas a otras. Pero esto deberá ser matizado. Establece una distinción entre percepciones simples y complejas.
Por tanto, hay impresiones simples y complejas, e ideas simples y complejas. Las percepciones simples, tanto si son impresiones como si son ideas, son las que no admiten distinción ni separación.
Las percepciones compuestas, tanto las impresiones como las ideas, son aquellas que permiten distinguirse en partes.
Por ejemplo, la percepción de una mancha roja es una impresión simple, y el pensamiento (o imagen) de él es una idea simple; Pero si subo al castillo de Bellver y veo desde allí la ciudad de Palma, recibo una impresión compleja de la ciudad (de los tejados, chimeneas…) Y cuando pienso después en Palma y recuerdo esta impresión compleja, tengo una idea compleja.
Pero también existen casos en que una idea compleja no se corresponde con ninguna impresión compleja, como podría ser la idea que puedo tener de una ciudad cuyo pavimento este hecho de oro y cuyas paredes estrechas con rubíes. Por consiguiente, no podemos decir en rigor que a cada idea corresponda a una impresión. Pero hay que notar que una idea compleja como la mencionada puede descomponerse en ideas simples. Entonces podemos preguntarnos si a cada idea simple corresponde una impresión simple, a lo que Hume responde afirmativamente.
Por tanto, una vez dicho esto, podemos afirmar que el origen de las ideas es empírico, todas las ideas simples provienen de impresiones simples.
Pero las ideas no se encuentran desconectadas en la mente. La imaginación no es enteramente libre en la tarea de formar ideas, sino que se rige por las leyes de la asociación, que, como una fuerza suave hacen que las ideas no estén desligadas e inconexas. La imaginación se rige, pues, por tres leyes: a)
la ley de la semejanza, por la cual tiende a unir cosas parecidas, y a separar las cosas distintas: pensar en un retrato nos hace pensar en la persona retratada; b)
la ley de la contigüidad espacial y temporal, por la que tiende a unir cosas que aparecen contiguas en el espacio y en el tiempo: el Coliseo nos lleva a pensar en Roma; c)

La ley de causa y efecto

La observación del humo nos hace pensar en el fuego.
Nos podríamos preguntar entonces, después de todo lo dicho, que qué sucede con las ideas generales. Hume lo tiene muy claro, y su postura al respecto es por lo que podemos decir que es un nominalista. Hume niega las ideas generales diciendo que hablando en propiedad, no existen las ideas generales y abstractas, sino que todas las ideas generales no son, en realidad, sino ideas particulares vinculadas a un término general, que recuerda en determinados momentos otras ideas particulares que se asemejan en ciertos detalles a la idea presente en la mente. En otras palabras, es solo un mero nombre (de ahí la palabra nominalismo) que engloba un conjunto de experiencias, que solo lo son de algo particular.

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