Explorando la Filosofía de San Agustín, Santo Tomás y Descartes: Realidad, Dios y el Ser Humano

El Problema de la Realidad y el Problema de Dios en San Agustín de Hipona

San Agustín de Hipona (354-430) es uno de los principales representantes de la filosofía patrística, que buscó armonizar la razón y la fe cristiana. Inspirado por el platonismo, San Agustín adaptó sus conceptos a la doctrina cristiana, superando elementos incompatibles con esta. Aunque inicialmente fue maniqueo, su conversión al cristianismo se dio a través del neoplatonismo. Su obra filosófica más característica es Del libre albedrío.

San Agustín defiende el creacionismo, según el cual el mundo y el tiempo fueron creados por Dios a partir de la nada (ex nihilo). Dios es trascendente, eterno, inmutable, único y el Bien en sí mismo. Es el principio y fuente de todas las cosas, la Verdad esencial sobre la que se fundamenta todo ser. A diferencia de Platón, San Agustín sostiene que Dios creó el mundo fuera del tiempo y por su libre voluntad. Su explicación de la Creación se basa en la teoría del ejemplarismo: Dios crea el mundo siguiendo las Ideas que existen en su mente divina. Estas Ideas son los modelos eternos de todas las cosas creadas. Además, San Agustín introduce el concepto de las razones seminales, potencialidades implantadas por Dios en la materia, que explican la evolución progresiva del universo según el plan divino.

En cuanto a la demostración de la existencia de Dios, San Agustín destaca tres argumentos:

  • Encuentro con Dios en el interior del alma: El alma humana encuentra a Dios en su interior, a través de la introspección psicológica y moral.
  • Orden y contingencia del mundo: El orden del universo y la dependencia de las cosas contingentes apuntan a un ser necesario, que es Dios.
  • Consenso universal: La creencia común en la existencia de Dios entre los seres humanos refuerza su realidad.

Santo Tomás de Aquino: Realidad y Dios

Santo Tomás de Aquino, siglo XII, influido por el aristotelismo, elabora una visión cristiana del mundo. Para él, Dios es el Ser por esencia, que existe por sí mismo, es necesario, inmutable y reúne todas las perfecciones. Es el Acto Puro, lo que lo convierte en suma inteligencia. Los seres creados, por el contrario, son contingentes, pues podrían no existir, y existen solo por participación en el ser divino. La jerarquía del ser ocupa un lugar central en su filosofía. Los seres humanos, como criaturas materiales dotadas de alma inmortal, ocupan un lugar destacado, ya que son capaces de conocer y amar a Dios. Santo Tomás demuestra la existencia de Dios a través de sus cinco vías tomistas, argumentos a posteriori basados en la experiencia del mundo. Además, rechaza las demostraciones a priori, como el argumento ontológico de San Anselmo, considerando que el conocimiento de Dios se deriva de la experiencia sensible y la razón.

San Agustín y Santo Tomás representan dos tradiciones complementarias en la filosofía cristiana. San Agustín destaca la introspección y el carácter trascendente de Dios, mientras que Santo Tomás resalta la racionalidad del orden natural como reflejo del Creador. Ambas visiones enriquecen la comprensión de la relación entre Dios, el ser humano y la realidad, armonizando la fe con la razón de manera singular en sus contextos históricos.


Metafísica y Teología Cartesiana

René Descartes, destacado filósofo de la Edad Moderna (siglo XVII), rompió con la filosofía escolástica en la que había sido formado para desarrollar su propia corriente filosófica: el racionalismo. En esta doctrina, la razón se considera la fuente suprema del conocimiento. Más adelante, pensadores como Spinoza, Leibniz y Malebranche también formarían parte de esta corriente. Las bases del racionalismo cartesiano incluyen: la matemática como modelo del saber, la autosuficiencia de la razón (desconfianza en los sentidos), la existencia de ideas innatas, la noción de sustancia como concepto esencial y la descripción del mundo desde la racionalidad. Entre sus obras más importantes destacan Discurso del método y Meditaciones metafísicas.

En cuanto al problema de la realidad, Descartes define la sustancia como “aquello que existe por sí mismo y no necesita de nada más para existir”. A partir de esta idea, distingue tres tipos de sustancias con atributos propios:

  • Sustancia pensante (res cogitans): La conciencia o alma, cuyo atributo es el pensamiento.
  • Sustancia infinita (res infinita): Dios, un ser perfecto, inmutable, omnisciente y eterno, cuyo atributo es la infinitud.
  • Sustancia extensa (res extensa): La materia, explicada desde el mecanicismo y el determinismo, con la extensión como atributo.

Sin embargo, en sentido estricto, solo Dios cumple completamente la definición de sustancia, mientras que la res cogitans y la res extensa son sustancias creadas y, aunque independientes entre sí, dependen de Dios. Para demostrar la existencia de la res infinita, Descartes retoma ideas de filósofos anteriores como San Agustín de Hipona, Santo Tomás de Aquino y San Anselmo de Canterbury. Utiliza tres argumentos principales:

  • Argumento de la idea innata de infinitud: Un ser finito no puede haber concebido por sí mismo la idea de lo infinito; por lo tanto, debe haber sido puesta en nosotros por un ser realmente infinito (Dios).
  • Argumento de la perfección: Inspirado en la cuarta vía tomista, sostiene que la perfección implica la existencia de un ser supremo.
  • Argumento ontológico: Basado en San Anselmo, afirma que si Dios es el ser supremamente perfecto, debe existir tanto en el pensamiento como en la realidad.

Sin embargo, se distanciaba de Hume, filósofo empirista del siglo XVIII, porque no creía en la existencia de Dios, ya que no pertenecía al ámbito de las relaciones de ideas, las únicas que eran necesarias y demostrables. Él creía que Dios no era demostrable con la experiencia (la única fuente fiable).


Nietzsche: Problema de Dios

Nietzsche, filósofo del siglo XIX, se considera como el filósofo más crítico de la filosofía platónico-cristiana de Occidente. Su pensamiento afirma lo múltiple frente a lo estático y único de las filosofías dogmáticas. Propuso una transvaloración, donde creó una nueva interpretación de la realidad del hombre y la verdad. Su filosofía vitalista se basa en que la vida es un valor esencial y la inversión de los falsos valores que la ahogan. Además, su ideología se caracteriza por ser a la vez inseparablemente crítica-destructiva y positivo-afirmativa.

Nietzsche critica el cristianismo porque considera que toda religión nace del miedo, la angustia y la impotencia del ser humano. Para él, ninguna religión contiene verdad alguna, ya que se fundamentan en ilusiones creadas por la debilidad del hombre. El cristianismo es, en su visión, el máximo exponente de la moral de esclavos, pues impone una única verdad, reprime la vida terrenal y refuerza valores como la obediencia y la resignación. Para que la moral de señores, basada en la afirmación de la vida y la perspectiva individual, pueda imponerse, es necesaria la muerte de Dios. Solo así podrá surgir un nuevo hombre libre de las cadenas morales impuestas por la religión: el superhombre. Desde esta perspectiva, Nietzsche propone la transvaloración de los valores. Superado el nihilismo, es posible abandonar los valores tradicionales y afirmar nuevos principios que celebren la vida terrenal, el cambio constante y la voluntad de poder. Todo lo que represente un “sí” a la vida, a la superación personal y al fortalecimiento del individuo será considerado bueno, mientras que la debilidad, el temor y el resentimiento serán rechazados. Dios, símbolo de la moral represiva, ha sido la mayor objeción contra la vida, por lo que su negación es esencial para la creación de una nueva jerarquía de valores. La transmutación de los valores será llevada a cabo por el superhombre, quien encarna la fuerza, la creatividad y la afirmación del devenir. Este nuevo ser no se rige por principios impuestos, sino por sus propios instintos y su capacidad de transformar la realidad según su voluntad.

Junto con Marx y Freud, Nietzsche es considerado uno de los pensadores que revolucionaron la filosofía, cuestionando la razón como único medio para conocer la realidad. Pese a sus diferencias, los tres comparten un objetivo común: desenmascarar la falsedad de los valores ilustrados, como la racionalidad y la verdad absoluta, que han dominado el pensamiento occidental.


Dualismo Antropológico de Descartes: Ser Humano

René Descartes, destacado filósofo de la Edad Moderna (siglo XVII), se apartó de la filosofía escolástica en la que había sido formado para desarrollar su propia corriente, en la que la razón es la fuente suprema del conocimiento (racionalismo). A esta doctrina posteriormente se unieron pensadores como Spinoza, Leibniz y Malebranche. Las bases de su filosofía incluyen el uso de las matemáticas como modelo del saber, la autosuficiencia de la razón (desconfianza en los sentidos), la existencia de ideas innatas, la noción de sustancia como concepto fundamental y la descripción del mundo desde la racionalidad. Entre sus obras más importantes destacan Discurso del método y Meditaciones metafísicas.

En cuanto al problema del ser humano, Descartes sostiene una visión dualista, explicando que el ser humano es la suma de dos sustancias distintas: la res cogitans (alma) y la res extensa (cuerpo), cuya unión es accidental. El cuerpo, como sustancia material, está sujeto a las leyes del mecanicismo y el determinismo. En contraste, el alma, sustancia inmaterial y pensante, es libre, inmortal y no está sometida a las leyes físicas. Descartes propone que ambas realidades se conectan a través de la glándula pineal, permitiendo que el alma gobierne al cuerpo y garantizando la existencia de una dimensión espiritual separada del mundo físico. Su dualismo antropológico se aleja del hilemorfismo aristotélico, que considera al cuerpo y al alma como una única sustancia compuesta de materia y forma, donde ambas partes son esenciales y se necesitan mutuamente. Asimismo, Descartes rechaza la idea aristotélica de los tres tipos de alma (nutritiva, sensitiva y racional), pues para él el alma humana es única, individual e inmortal.

En conclusión, aunque Descartes coincidió con Aristóteles en que el alma es el principio del pensamiento, su dualismo lo distanció de la concepción sustancialista del ser humano.


Platón – Ser Humano (Antropología)

Platón (427-347 a.C.) fue un filósofo griego clave en la historia del pensamiento occidental. Discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, fundó la Academia en Atenas y desarrolló el idealismo filosófico. Su pensamiento está fuertemente influido por su maestro y se plasma en forma de diálogos. Platón distingue entre dos mundos: el sensible (cambiante e imperfecto) y el inteligible (eterno y perfecto). Esta dualidad es esencial para su teoría del conocimiento.

En la antropología platónica, el ser humano es concebido como un ser compuesto por alma y cuerpo, donde el alma tiene prioridad absoluta. Esta visión dualista considera que el alma es inmortal, preexiste al cuerpo y tiene su verdadero origen en el mundo inteligible. El cuerpo es visto como una prisión que limita y corrompe al alma, por lo cual el ideal filosófico es liberarse de los engaños del cuerpo para reencontrar la verdad del alma. El alma humana se divide en tres partes: la racional (ubicada en la cabeza), que busca el conocimiento y la verdad; la irascible (ubicada en el pecho), que se relaciona con el valor y la acción; y la apetitiva (ubicada en el vientre), orientada a los deseos y placeres corporales. Cada parte del alma tiene una virtud propia: la racional se asocia a la sabiduría, la irascible al coraje, y la apetitiva a la templanza. La justicia en el individuo se logra cuando estas tres partes están en armonía, es decir, cuando la razón gobierna con el apoyo de la parte irascible y controla los impulsos de la parte apetitiva. El fin del ser humano es, entonces, purificar su alma mediante la filosofía y la contemplación del Bien, superando el apego al mundo sensible y logrando así su plenitud en el mundo inteligible.

En contraposición a Descartes, quien separa radicalmente el alma pensante del cuerpo material, Platón propone una antropología donde el alma es el centro de la vida y la filosofía el camino de liberación del cuerpo.


Platón – Sociedad (Política)

Platón (Atenas, 427-347 a.C.), discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, fue un filósofo clave en la etapa ontológica del pensamiento griego. Fundador de la Academia en Atenas, desarrolló su doctrina del Idealismo, abarcando tanto el ámbito metafísico como político y social.

Para Platón, el ser humano es social por naturaleza y el desarrollo de las virtudes éticas depende de vivir en una sociedad justa. En su modelo de sociedad ideal, describe una jerarquía basada en el predominio de las tres partes del alma:

  • Gobernantes: Predomina el alma racional; son los filósofos, cuya virtud es la sabiduría.
  • Guerreros: Predomina el alma irascible; su virtud es la valentía.
  • Pueblo: Predomina el alma concupiscible; su virtud es la templanza.

Platón sostiene que solo los filósofos deben gobernar, pues poseen la episteme (conocimiento verdadero) y pueden garantizar el bien común. Critica otras formas de gobierno, describiendo una progresión hacia la degradación:

  • Aristocracia: El gobierno ideal, regido por los mejores (filósofos).
  • Timocracia: Gobierno de los honorables, enfocado en la guerra.
  • Oligarquía: Gobierno de los ricos, que priorizan intereses privados.
  • Democracia: Gobierno del pueblo, caracterizado por el desorden y la excesiva libertad.
  • Tiranía: La peor forma de gobierno, opuesta a la justicia, donde el poder recae en un individuo que persigue su propio beneficio.

Platón diseñó una utopía política donde el Estado es liderado por los más sabios, asegurando la justicia y el desarrollo de las virtudes. Comparación con Aristóteles: Aristóteles, aunque también sostiene que el ser humano es social por naturaleza, ofrece una visión más pragmática y menos utópica de la política. A diferencia de Platón, no vincula directamente las formas de gobierno con la naturaleza del alma, sino con el número de gobernantes y si estos buscan el bien común o su propio beneficio. Aristóteles clasifica los gobiernos en dos categorías:

  • Formas Correctas (buscan el bien común):
    • Monarquía: Gobierno de uno, justo y orientado al bien colectivo.
    • Aristocracia: Gobierno de pocos, basado en la virtud.
    • Democracia: Gobierno de muchos, respetando la igualdad y los intereses comunes.
  • Formas Degeneradas (buscan el bien personal):
    • Tiranía: Gobierno de uno, tiránico y egoísta.
    • Oligarquía: Gobierno de pocos, basado en la riqueza.
    • Demagogia: Gobierno de muchos, caracterizado por la manipulación y el populismo.

Mientras Platón defiende un modelo ideal liderado por filósofos, Aristóteles apuesta por una visión más práctica y variada, reconociendo la posibilidad de gobiernos justos en diferentes formatos, siempre que busquen el bien común. Aristóteles enfatiza la importancia de la experiencia y la participación ciudadana, frente al énfasis platónico en la episteme y la filosofía como base del poder.


Platón – Conocimiento (Epistemología)

Platón (427-347 a.C.) fue un filósofo griego clave en la historia del pensamiento occidental. Discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, fundó la Academia en Atenas y desarrolló el idealismo filosófico. Su pensamiento está fuertemente influido por su maestro y se plasma en forma de diálogos. Platón distingue entre dos mundos: el sensible (cambiante e imperfecto) y el inteligible (eterno y perfecto). Esta dualidad es esencial para su teoría del conocimiento.

Platón desarrolla una teoría del conocimiento basada en su metafísica dualista. Distingue entre dos mundos: el mundo sensible, que es cambiante, imperfecto y accesible por los sentidos; y el mundo inteligible, eterno y perfecto, accesible solo mediante la razón. Para Platón, el conocimiento verdadero (episteme) no puede basarse en la percepción sensible, ya que esta solo ofrece opiniones (doxa) sobre apariencias inestables. En cambio, la razón permite acceder a las Ideas o Formas, que son modelos eternos y universales de todas las cosas. El alma humana, antes de encarnarse, ya conocía estas Ideas, y el proceso de conocer es un recordar (anamnesis). Esta teoría del conocimiento se basa, por tanto, en la preexistencia del alma y su contacto previo con el mundo inteligible. El conocimiento sensible tiene valor limitado y solo sirve como punto de partida. El saber auténtico se logra mediante el ejercicio filosófico, que permite elevar el alma desde el mundo de la sombra (lo aparente) hacia la luz de la verdad (la Idea del Bien). Esta concepción epistemológica influirá en toda la filosofía posterior y fundamenta el papel del filósofo como guía hacia la verdad.

En contraposición a Aristóteles, que defiende que el conocimiento comienza en la experiencia y progresa hacia lo universal mediante la inducción, Platón prioriza un conocimiento racional y trascendente, desconfiando de los sentidos como fuente fiable de saber.


Aristóteles – Conocimiento (Epistemología)

Aristóteles (384-322 a.C.), filósofo griego de la etapa ontológica, fue discípulo de Platón y fundador del Liceo en Atenas tras la muerte de su maestro. En su obra, compilada en el Corpus Aristotélicum, desarrolló el Realismo, corriente filosófica que se opone al Idealismo platónico. Sus aportes abarcan múltiples disciplinas, desde la metafísica y la ética hasta la biología y la política, destacando especialmente su Ética a Nicómaco. Es reconocido como el primer científico de la historia.

En epistemología, Aristóteles realizó importantes avances en la lógica, estudiando las estructuras del razonamiento mediante los silogismos. Un silogismo consta de tres enunciados: dos premisas y una conclusión que se deriva necesariamente de las premisas si el razonamiento es válido. Para Aristóteles, el conocimiento se origina en los sentidos, que permiten captar datos concretos de la realidad particular. A partir de estos datos, se desarrolla un proceso de abstracción inductiva, que lleva de lo particular a lo universal. Este proceso incluye varios niveles:

  • Sensaciones: percepción directa de datos concretos mediante los sentidos.
  • Imaginación: formación de imágenes mentales basadas en lo percibido.
  • Memoria: almacenamiento y evocación de dichas imágenes.
  • Entendimiento: distingue entre el activo (abstrae la esencia de las cosas, elaborando conceptos) y el pasivo (recibe los datos abstractos y elabora juicios y razonamientos).

Aristóteles describe una progresión desde el conocimiento sensitivo (particular y contingente) hasta el conocimiento intelectual (universal y necesario). Este método inductivo parte de lo concreto para alcanzar lo universal, en contraste con la epistemología platónica, que separa claramente los mundos sensible e inteligible.

Comparación: Epistemología Platónica y Aristotélica

La epistemología de Platón se basa en su dualismo ontológico, diferenciando dos niveles de conocimiento: doxa (opinión engañosa, limitada al mundo sensible) y episteme (saber verdadero, relativo al mundo inteligible). Según Platón, el conocimiento auténtico solo es posible al captar las Ideas, realidades inmateriales y perfectas, a través de la razón. Para él, el conocimiento sensible es ilusorio y no conduce a la verdad, pues se limita a las apariencias cambiantes del mundo material. Por el contrario, Aristóteles defiende un enfoque realista en el que el conocimiento verdadero surge a partir de los sentidos. La experiencia sensorial es el punto de partida para un proceso de abstracción que permite identificar lo universal en lo particular. A diferencia de Platón, no contrapone lo sensible y lo inteligible, sino que los integra en un continuo epistemológico.

Finalmente, mientras Platón sitúa el conocimiento en el acceso a un mundo trascendente de Ideas, Aristóteles lo fundamenta en la realidad concreta de los objetos individuales, defendiendo que lo universal reside en las cosas mismas y es descubierto mediante el análisis inductivo y la lógica.


Aristóteles – Dios (Teología)

Para Aristóteles, Dios no es un ser personal ni creador, sino el Primer Motor Inmóvil, causa final de todo movimiento en el universo. Esta noción surge dentro de su física y metafísica como solución al problema del cambio. Como todo lo que se mueve necesita una causa, debe existir un ser que mueva sin ser movido. Este Motor es acto puro, inmaterial, eterno, y su actividad consiste en pensarse a sí mismo como forma suprema de perfección.

En la teología aristotélica, Dios es concebido no como un ser personal ni creador, sino como el “Primer Motor Inmóvil”, una causa final que explica el movimiento del universo. En su Metafísica, Aristóteles plantea que todo lo que se mueve necesita una causa que lo mueva. Esta cadena de causas no puede continuar indefinidamente, por lo que debe haber un primer motor que no sea movido por nada: Dios. Este ser es eterno, inmaterial, inmutable y acto puro, es decir, no tiene potencialidades por desarrollar, sino que es completamente perfecto. Su actividad consiste en pensar eternamente en sí mismo, en la perfección, y por eso es pura contemplación. Dios no interviene directamente en el mundo ni en los asuntos humanos; su influencia es de tipo final: los seres del universo tienden hacia Él como modelo de perfección. A diferencia del Dios judeocristiano, el de Aristóteles no crea el mundo ni lo gobierna, sino que es la causa final que da sentido y dirección al movimiento cósmico. Esta visión influirá profundamente en la escolástica medieval, especialmente en Santo Tomás, que reinterpretará al Dios aristotélico desde la fe cristiana.

En contraposición a San Agustín, quien concibe a Dios como creador personal, omnipotente y fuente del bien moral, Aristóteles propone una divinidad filosófica que actúa como causa final del cosmos, pero sin providencia ni intervención directa.


Aristóteles – Ser Humano (Antropología)

Aristóteles (384-322 a.C.), filósofo griego y discípulo de Platón, desarrolló una antropología profundamente realista y naturalista. Según Aristóteles, el ser humano es un compuesto de cuerpo y alma, una unidad sustancial en la que el cuerpo representa la materia y el alma, la forma. Para él, el alma no es una entidad separada, como proponía Platón, sino el principio vital que da forma y organiza al cuerpo. El alma humana tiene tres niveles o funciones:

  • Vegetativa: Común a todos los seres vivos, relacionada con la nutrición y el crecimiento.
  • Sensitiva: Propia de los animales, permite percibir y moverse.
  • Racional: Exclusiva del ser humano, le confiere la capacidad de pensar, razonar y aspirar al conocimiento.

La función racional, que es la esencia del alma humana, le permite alcanzar la felicidad (eudaimonía), que consiste en la realización plena de su naturaleza mediante la virtud. Aristóteles concibe al ser humano como un animal político, cuya realización personal y social solo se logra plenamente en comunidad. Aunque Aristóteles fue discípulo de Platón, sus posturas antropológicas presentan diferencias esenciales. Platón defiende un dualismo radical, considerando al alma como una sustancia separada del cuerpo y superior a él. El cuerpo es una «prisión» que limita al alma, cuyo verdadero destino es retornar al mundo de las Ideas, donde reside su auténtica esencia. Aristóteles, en cambio, propone una unidad sustancial entre cuerpo y alma. El alma no puede existir separada del cuerpo, pues es su forma, aquello que le da vida y propósito.

Para Platón, el alma es inmortal y preexistente al cuerpo. Posee un conocimiento innato del mundo inteligible que debe recordar (anamnesis). Aristóteles niega esta preexistencia y plantea que el conocimiento humano se construye a partir de la experiencia sensorial y un proceso de abstracción. Platón concibe al ser humano como un ser cuya finalidad es trascender el mundo sensible y alcanzar la contemplación de las Ideas. Aristóteles considera que la plenitud humana se realiza en el mundo terrenal, mediante la acción ética y política, basada en la virtud y la razón práctica.

La antropología platónica y la aristotélica representan dos enfoques fundamentales en la filosofía occidental. Platón prioriza la trascendencia del alma y la búsqueda de un mundo superior, enfatizando la dualidad entre cuerpo y alma. Aristóteles, por su parte, presenta una visión más integrada y terrenal, donde cuerpo y alma forman una unidad que encuentra su sentido en la realización racional y ética en la vida comunitaria. Ambas perspectivas, aunque divergentes, ofrecen reflexiones complementarias sobre la naturaleza y el propósito del ser humano, enriqueciendo el debate filosófico sobre nuestra esencia y destino.


Aristóteles – Moral (Ética)

La ética aristotélica es eudemonista y teleológica: el fin último del ser humano es la felicidad, entendida como actividad racional de acuerdo con la virtud. Esta se alcanza mediante el ejercicio constante de las virtudes, que son hábitos adquiridos. Distingue entre virtudes éticas (como la valentía o la templanza) y dianoéticas (como la sabiduría). Las primeras regulan las pasiones por la razón práctica, mientras que las segundas perfeccionan el intelecto.

La ética aristotélica es eudemonista y teleológica: el fin último de la vida humana es la felicidad (eudaimonía), y todo ser tiende hacia su realización natural. La felicidad se alcanza cuando el ser humano vive de acuerdo con su naturaleza racional. Esto implica el desarrollo de las virtudes, que son hábitos adquiridos mediante la práctica. Aristóteles distingue entre dos tipos de virtudes: las éticas, que regulan las pasiones mediante la razón práctica (como la templanza o la valentía), y las dianoéticas, que perfeccionan el pensamiento (como la sabiduría o la prudencia). Las virtudes éticas consisten en encontrar el término medio entre dos extremos viciosos: por ejemplo, el valor se sitúa entre la cobardía y la temeridad. Este término medio no es matemático, sino relativo a cada persona y situación. La razón práctica, guiada por la prudencia, permite discernir cuál es el punto justo en cada caso. La ética aristotélica es profundamente formativa: no se trata solo de saber qué es lo bueno, sino de formar el carácter mediante la repetición de actos justos. Así, la vida buena no es solo contemplativa, sino también activa y social.

En contraposición a Hume, quien basa la moral en los sentimientos y la simpatía, Aristóteles fundamenta la moralidad en la razón práctica y el hábito, subrayando el carácter racional y formativo de la virtud.


Aristóteles – Sociedad (Política)

Aristóteles sostiene que el ser humano es un ser social por naturaleza, y que solo en la polis puede realizarse plenamente. La política no es una mera técnica de gobierno, sino la ciencia que busca el bien común. Clasifica las formas de gobierno en justas (monarquía, aristocracia, democracia) e injustas (tiranía, oligarquía, demagogia), según persigan el bien común o el interés propio.

Aristóteles considera que el ser humano es un animal político por naturaleza. Solo dentro de una comunidad puede desarrollar plenamente sus capacidades racionales y éticas. La polis (ciudad-estado) no es una simple organización para la supervivencia, sino el ámbito natural donde el individuo puede alcanzar su fin último: la vida buena. La política, por tanto, no es una técnica de dominación, sino la ciencia que busca el bien común. Aristóteles clasifica las formas de gobierno en justas e injustas, dependiendo de si buscan el bien común o el interés particular. Las formas justas son la monarquía (gobierno de uno solo), la aristocracia (de los mejores) y la politeia o democracia moderada (de los muchos). Sus degeneraciones son, respectivamente, la tiranía, la oligarquía y la demagogia. A diferencia de Platón, que propone una utopía ideal gobernada por filósofos, Aristóteles adopta un enfoque más empírico: estudia las constituciones reales y propone sistemas políticos adaptados a las circunstancias de cada comunidad. La educación y la virtud ciudadana son fundamentales para la estabilidad del régimen. Así, la política es inseparable de la ética, y su éxito depende de la virtud de los ciudadanos.

En contraposición a Rousseau, quien defiende una sociedad ideal fundada en un contrato social y la voluntad general, Aristóteles ofrece una concepción empírica de la política basada en la observación de las constituciones existentes y en la necesidad natural de vivir en comunidad.


San Agustín – Conocimiento (Epistemología)

San Agustín (354–430), padre de la Iglesia y figura clave de la patrística, integró el cristianismo con el platonismo. Su pensamiento gira en torno a Dios, el alma y la búsqueda de la verdad interior. Considera que el conocimiento se alcanza mediante la fe y la introspección iluminada por Dios. Su filosofía marcó el inicio del pensamiento medieval cristiano.

San Agustín concibe el conocimiento como una jerarquía ascendente que culmina en la sabiduría divina. En su sistema epistemológico, influido por el platonismo, distingue tres niveles: el conocimiento sensible (limitado y engañoso), el racional (capaz de verdades universales) y el superior, que es el conocimiento iluminado por Dios. La verdad no reside en los objetos externos, sino en el alma, que la descubre por introspección. Este enfoque se opone a la epistemología empirista o aristotélica, ya que no parte de la experiencia externa, sino de la interioridad espiritual. Para Agustín, el alma humana contiene las huellas de las verdades eternas porque participa de las Ideas divinas, y solo con la iluminación de Dios puede acceder plenamente a ellas. La iluminación divina no es un proceso mental autónomo, sino un acto de gracia: Dios ilumina el intelecto y le permite captar las verdades eternas. Esta teoría se resume en la idea de que “Dios es la verdad”. A través de la reflexión interior, el alma reconoce esa luz y accede al conocimiento verdadero. El conocimiento, por tanto, no es simplemente una construcción intelectual, sino un proceso espiritual de autodescubrimiento y comunión con lo divino.

En contraposición a Santo Tomás, que construye su epistemología sobre la observación sensible y el razonamiento inductivo, San Agustín sostiene que el verdadero conocimiento proviene de la interioridad iluminada por la divinidad.


San Agustín – Ser Humano (Antropología)

San Agustín, máximo exponente de la filosofía patrística, desarrolla una antropología dualista basada en la doctrina cristiana. Según él, el ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios, lo que implica una naturaleza dual: cuerpo (materia) y alma (forma). Estas dos sustancias están unidas de manera accidental, siendo el cuerpo un instrumento del alma, mientras que esta última, de naturaleza espiritual, es superior y permite al ser humano razonar y acercarse a Dios.

En cuanto al origen del alma, San Agustín considera dos teorías:

  • Creacionismo: Dios crea cada alma individualmente en el momento del nacimiento.
  • Traducianismo: El alma se transmite de los padres a los hijos, lo que justifica la transmisión del pecado original.

Aunque no adopta definitivamente ninguna de las dos posturas, San Agustín rechaza el pelagianismo, doctrina que niega la existencia del pecado original y la necesidad de la gracia divina. Según el obispo de Hipona, el alma humana refleja la imagen de la Trinidad divina mediante tres facultades: memoria, inteligencia y voluntad.

Santo Tomás de Aquino, influido por la filosofía aristotélica, desarrolla una antropología hilemórfica, según la cual el ser humano es una única sustancia compuesta de dos principios: materia (el cuerpo) y forma (el alma). A diferencia del dualismo agustiniano, Tomás considera que la unión entre cuerpo y alma es sustancial, es decir, ambos constituyen la esencia del ser humano y no están separados accidentalmente. El alma, en la filosofía tomista, tiene una estructura jerárquica con tres tipos de facultades:

  • Vegetativa: Común a las plantas y responsable de funciones básicas como la nutrición y el crecimiento.
  • Sensitiva: Compartida con los animales, relacionada con los sentidos y las emociones.
  • Racional: Exclusiva del ser humano, permite el pensamiento y la voluntad.

El alma racional tiene una dimensión espiritual e inmortal, lo que conecta al ser humano con Dios. Según Tomás, el propósito último de la vida humana es la felicidad, alcanzable solo mediante la contemplación de Dios en el estado celestial.

Comparando ambas antropologías, encontramos diferencias clave: Mientras San Agustín separa cuerpo y alma como dos sustancias independientes, Santo Tomás los integra en una única sustancia. Origen del alma: San Agustín considera tanto el creacionismo como el traducianismo, mientras que Tomás defiende el creacionismo, afirmando que Dios crea cada alma directamente. Relación cuerpo-alma: Para Agustín, el cuerpo es un instrumento subordinado al alma, mientras que para Tomás, ambos forman una unidad esencial. Fin último: Ambos coinciden en que el ser humano encuentra su plenitud en Dios, pero Tomás desarrolla una visión teleológica en la que el desarrollo del alma conduce a la contemplación divina. San Agustín y Santo Tomás comparten la idea cristiana de que el ser humano tiene una dimensión espiritual que lo conecta con Dios, pero difieren en su interpretación de la relación entre cuerpo y alma.

Mientras Agustín adopta un enfoque dualista con raíces platónicas, Tomás sintetiza la antropología aristotélica con la doctrina cristiana, defendiendo una unidad esencial entre cuerpo y alma. Ambas perspectivas, aunque distintas, convergen en la búsqueda del propósito supremo del ser humano: alcanzar la felicidad y la comunión con Dios, subrayando la centralidad de la dimensión espiritual en la existencia humana.


Kant – Ser Humano (Antropología)

Immanuel Kant (1724–1804), figura central de la Ilustración, revolucionó la filosofía con su pensamiento crítico. Unió racionalismo y empirismo al afirmar que conocemos los fenómenos, no las cosas en sí. En moral, propuso el deber como principio universal de la acción. Su obra marcó el inicio de la filosofía moderna contemporánea.

Kant define al ser humano como un ser racional dotado de libertad, con una doble naturaleza: pertenece al mundo sensible (como fenómeno) y al mundo moral (como ser racional). Esta tensión entre naturaleza e intelecto define su antropología. Como fenómeno, el ser humano está determinado por las leyes de la naturaleza. Pero como ser racional, es libre y autónomo. Esta libertad no es empírica, sino una condición moral. Por tanto, la dignidad humana reside en su capacidad de actuar por deber. La educación y la ilustración deben desarrollar esta capacidad, pues el ser humano no nace moral, sino que debe llegar a serlo. La antropología kantiana está al servicio de la ética.

En contraposición a Marx, que define al ser humano por sus condiciones materiales e históricas, Kant lo concibe como un ser moral autónomo que encuentra su fin en la realización del deber racional.


Rousseau – Ser Humano (Antropología)

Rousseau fue el principal exponente del contractualismo ilustrado del siglo XVIII. Junto con otros filósofos contractualistas, estableció las bases de esta corriente al diferenciar entre el estado natural y el estado social. Sin embargo, se distinguió de otros ilustrados al criticar la confianza absoluta en la razón y rechazar la ciencia y la cultura, pues consideraba que habían corrompido a la humanidad. Otorgó gran importancia a los sentimientos y propuso un nuevo sistema educativo. Sus obras más destacadas incluyen El contrato social y Emilio.

En cuanto al problema del ser humano, Rousseau estableció una diferencia fundamental entre el hombre en estado natural y el hombre en estado social. Según él, antes de la creación de la sociedad, el ser humano era libre, bondadoso y feliz, guiado por sentimientos puros. Desarrolló el mito del buen salvaje, según el cual el hombre primitivo tenía un amor natural por sí mismo que le impulsaba a la supervivencia. Sin embargo, este estado de naturaleza es solo una hipótesis, pues en la realidad, según los contractualistas, el ser humano vive en estado social. Con la aparición de la sociedad, el hombre deja de ser feliz y se vuelve egoísta, dominado por el interés propio. Su amor natural por sí mismo se transforma en un amor propio basado en la comparación y la rivalidad. La propiedad privada surge como fuente de desigualdad y codicia, dividiendo a la humanidad entre poderosos y débiles. Así, el Estado no es un instrumento de justicia, sino un mecanismo creado por los poderosos para someter a los más débiles, condenándolos a la esclavitud. Para Rousseau, la cultura y el progreso no emanciparon al ser humano, sino que lo corrompieron, lo que se refleja en su célebre frase: «El hombre ha nacido libre y por doquier está encadenado».

La visión de Rousseau sobre el estado de naturaleza contrasta con la de Hobbes, quien afirmaba que el ser humano es malo por naturaleza y que «el hombre es un lobo para el hombre». También se aleja de Locke, quien defendía la existencia de derechos naturales como la propiedad privada y el derecho a castigar, aunque sí coincidía con él en que los seres humanos buscan conservar la vida.


San Agustín – Moral (Ética)

San Agustín (354–430), padre de la Iglesia y figura clave de la patrística, integró el cristianismo con el platonismo. Su pensamiento gira en torno a Dios, el alma y la búsqueda de la verdad interior. Considera que el conocimiento se alcanza mediante la fe y la introspección iluminada por Dios. Su filosofía marcó el inicio del pensamiento medieval cristiano.

La moral en San Agustín está estrechamente vinculada al libre albedrío y la relación con Dios. El ser humano, creado a imagen de Dios, es libre para elegir entre el bien y el mal. Sin embargo, tras el pecado original, esta libertad ha quedado herida, y solo mediante la gracia divina puede ser restaurada. San Agustín distingue entre el libre albedrío (capacidad natural de elegir) y la libertad verdadera (capacidad restaurada por Dios para elegir el bien). Para él, el bien es absoluto y objetivo, y todo ser tiende naturalmente hacia él. El mal, en cambio, no tiene existencia propia: es una privación del bien, una desviación de la voluntad respecto al orden divino. La causa del mal moral no es Dios, sino el mal uso del libre albedrío. Por eso, la vida moral consiste en orientar la voluntad hacia Dios mediante la caridad (amor divino), que permite vencer el egoísmo. La virtud suprema es el amor ordenado: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amor a Dios. La ética agustiniana es profundamente interior, volcada hacia la introspección y la conversión del corazón. A diferencia de la ética racionalista, se basa en la gracia, la humildad y la dependencia del Creador.

En contraposición a Santo Tomás, que desarrolla una moral racional y natural fundamentada en la ley natural, San Agustín subraya la necesidad de la gracia y la interioridad del alma para alcanzar la virtud moral.


Descartes – Dios (Teología)

René Descartes, destacado filósofo de la Edad Moderna (siglo XVII), rompió con la filosofía escolástica en la que había sido formado para desarrollar su propia corriente filosófica: el racionalismo. En esta doctrina, la razón se considera la fuente suprema del conocimiento. Más adelante, pensadores como Spinoza, Leibniz y Malebranche también formarían parte de esta corriente. Las bases del racionalismo cartesiano incluyen: la matemática como modelo del saber, la autosuficiencia de la razón (desconfianza en los sentidos), la existencia de ideas innatas, la noción de sustancia como concepto esencial y la descripción del mundo desde la racionalidad. Entre sus obras más importantes destacan Discurso del método y Meditaciones metafísicas.

En cuanto al problema de la realidad, Descartes define la sustancia como “aquello que existe por sí mismo y no necesita de nada más para existir”. A partir de esta idea, distingue tres tipos de sustancias con atributos propios:

  • Sustancia pensante (res cogitans): La conciencia o alma, cuyo atributo es el pensamiento.
  • Sustancia infinita (res infinita): Dios, un ser perfecto, inmutable, omnisciente y eterno, cuyo atributo es la infinitud.
  • Sustancia extensa (res extensa): La materia, explicada desde el mecanicismo y el determinismo, con la extensión como atributo.

Sin embargo, en sentido estricto, solo Dios cumple completamente la definición de sustancia, mientras que la res cogitans y la res extensa son sustancias creadas y, aunque independientes entre sí, dependen de Dios. Para demostrar la existencia de la res infinita, Descartes retoma ideas de filósofos anteriores como San Agustín de Hipona, Santo Tomás de Aquino y San Anselmo de Canterbury. Utiliza tres argumentos principales:

  • Argumento de la idea innata de infinitud: Un ser finito no puede haber concebido por sí mismo la idea de lo infinito; por lo tanto, debe haber sido puesta en nosotros por un ser realmente infinito (Dios).
  • Argumento de la perfección: Inspirado en la cuarta vía tomista, sostiene que la perfección implica la existencia de un ser supremo.
  • Argumento ontológico: Basado en San Anselmo, afirma que si Dios es el ser supremamente perfecto, debe existir tanto en el pensamiento como en la realidad.

Sin embargo, se distanciaba de Hume, filósofo empirista del siglo XVIII, porque no creía en la existencia de Dios, ya que no pertenecía al ámbito de las relaciones de ideas, las únicas que eran necesarias y demostrables. Él creía que Dios no era demostrable con la experiencia (la única fuente fiable).


Descartes – Ser Humano (Antropología)

René Descartes, destacado filósofo de la Edad Moderna (siglo XVII), se apartó de la filosofía escolástica en la que había sido formado para desarrollar su propia corriente, en la que la razón es la fuente suprema del conocimiento (racionalismo). A esta doctrina posteriormente se unieron pensadores como Spinoza, Leibniz y Malebranche. Las bases de su filosofía incluyen el uso de las matemáticas como modelo del saber, la autosuficiencia de la razón (desconfianza en los sentidos), la existencia de ideas innatas, la noción de sustancia como concepto fundamental y la descripción del mundo desde la racionalidad. Entre sus obras más importantes destacan Discurso del método y Meditaciones metafísicas.

En cuanto al problema del ser humano, Descartes sostiene una visión dualista, explicando que el ser humano es la suma de dos sustancias distintas: la res cogitans (alma) y la res extensa (cuerpo), cuya unión es accidental. El cuerpo, como sustancia material, está sujeto a las leyes del mecanicismo y el determinismo. En contraste, el alma, sustancia inmaterial y pensante, es libre, inmortal y no está sometida a las leyes físicas. Descartes propone que ambas realidades se conectan a través de la glándula pineal, permitiendo que el alma gobierne al cuerpo y garantizando la existencia de una dimensión espiritual separada del mundo físico. Su dualismo antropológico se aleja del hilemorfismo aristotélico, que considera al cuerpo y al alma como una única sustancia compuesta de materia y forma, donde ambas partes son esenciales y se necesitan mutuamente. Asimismo, Descartes rechaza la idea aristotélica de los tres tipos de alma (nutritiva, sensitiva y racional), pues para él el alma humana es única, individual e inmortal.

En conclusión, aunque Descartes coincidió con Aristóteles en que el alma es el principio del pensamiento, su dualismo lo distanció de la concepción sustancialista del ser humano.


Descartes – Moral (Ética)

René Descartes, destacado filósofo de la Edad Moderna (siglo XVII), rompió con la filosofía escolástica en la que había sido formado para desarrollar su propia corriente: el racionalismo. En esta doctrina, la razón es la fuente suprema del conocimiento, y más tarde sería seguida por pensadores como Spinoza, Leibniz y Malebranche. Sus principios filosóficos incluyen el uso de las matemáticas como modelo del saber, la autosuficiencia de la razón (desconfianza en los sentidos), la existencia de ideas innatas, la noción de sustancia como base del pensamiento y una descripción racional del mundo. Entre sus obras más destacadas se encuentran Discurso del método y Meditaciones metafísicas.

En cuanto a la moral, Descartes sostiene que la conducta humana debe orientarse hacia una vida plenamente racional. Para él, el uso racional de la libertad permite alcanzar la felicidad y la perfección humana. Separa con mayor radicalidad que Platón las pasiones y los apetitos naturales, considerándolos involuntarios e inmediatos, pero no siempre racionales. Así, la tarea del alma es someter y ordenar las pasiones conforme al dictamen de la razón. El yo como sustancia pensante es el sujeto de las actividades anímicas, que se reducen a dos facultades fundamentales: el entendimiento y la voluntad. La libertad se sitúa en el ámbito de la voluntad, es innata, indudable y nos permite ser dueños de nuestras propias acciones. Para Descartes, la verdadera libertad radica en el sometimiento de la voluntad al entendimiento, que descubre el orden de lo real y opera de manera deductiva, siguiendo un método matemático. Además, propone una moral provisional para orientar las acciones humanas, expuesta en Discurso del método, que se basa en tres reglas: obedecer las normas y costumbres, actuar con determinación y firmeza, y modificar las propias ideas antes que intentar cambiar el orden del mundo.

La ética cartesiana se diferencia de la de David Hume, filósofo empirista del siglo XVIII. Hume rechaza el racionalismo moral de Descartes, argumentando que incurre en la falacia naturalista al intentar deducir lo que debe ser a partir de lo que es. Frente a la moral racionalista cartesiana, Hume propone una ética emotivista, donde los sentimientos—como la simpatía, el egoísmo, la benevolencia y la utilidad—son la verdadera base de la moral. Ambos filósofos coinciden en que la moral es un principio universal.


Descartes – Sociedad (Política)

René Descartes (1596–1650), considerado el padre de la filosofía moderna, desarrolló el racionalismo y el método de la duda. Buscó una verdad indudable y la halló en el “pienso, luego existo”. Defendió la razón como base del conocimiento y el dualismo entre alma y cuerpo. Su obra marcó una ruptura con la escolástica medieval.

Descartes no desarrolla una teoría política detallada ni propone un modelo de gobierno, a diferencia de Platón o Aristóteles. Sin embargo, su pensamiento contiene implicaciones políticas indirectas. En su moral provisional, incluye el principio de obedecer las leyes y costumbres del país en que uno vive, lo que sugiere una postura de respeto hacia el orden establecido, al menos mientras se alcanza un conocimiento más firme. Esta actitud puede entenderse como prudente en el contexto histórico de su época, marcada por tensiones religiosas y políticas. La autonomía de la razón y el sujeto cartesiano, no obstante, abren camino a la modernidad política: si el individuo es la fuente de certeza y valor, entonces la autoridad política deberá respetar su dignidad y libertad racional. Este enfoque influirá en el pensamiento liberal posterior, como en Locke, Rousseau o Kant. La concepción cartesiana del individuo como ser racional y autónomo prepara el terreno para ideas modernas como los derechos humanos, la libertad de conciencia y el contrato social. Así, aunque Descartes no formule una política concreta, su filosofía es profundamente transformadora en sus consecuencias para la vida social y política.

En contraposición a Marx, que impulsa la transformación radical de la sociedad mediante la lucha de clases, Descartes propone una aceptación razonada del orden existente mientras se busca, individualmente, la certeza filosófica y la autodeterminación moral.


Política Rousseauiana (Sociedad)

Jean-Jacques Rousseau fue el filósofo más destacado del contractualismo ilustrado en el siglo XVIII. Junto con otros pensadores contractualistas, abordó la diferencia entre el estado natural y el estado social. Sin embargo, a diferencia de muchos ilustrados, Rousseau fue crítico con la confianza absoluta en la razón y rechazó la ciencia y la cultura, argumentando que habían corrompido a la humanidad. Dio gran importancia a los sentimientos y defendió una educación basada en la espontaneidad y el desarrollo natural. Entre sus obras más influyentes destacan El contrato social y Emilio.

En su análisis sobre la sociedad, Rousseau buscó identificar el origen del mal social y proponer reformas tanto educativas como políticas. Según él, la raíz del problema es la desigualdad, surgida con la propiedad privada, que creó privilegios para unos pocos en detrimento del resto. Para contrarrestarlo, planteó una reforma educativa que permitiera recuperar la bondad natural del ser humano. En Emilio, defendió un sistema pedagógico basado en la educación natural, opuesto a la enseñanza tradicional académica, la cual consideraba rígida y contraria al desarrollo espontáneo del individuo. En el ámbito político, Rousseau propuso un modelo de contrato social diferente al de sus predecesores. Para él, la sociedad debía preservar la libertad original del estado de naturaleza a través de un pacto social fundamentado en la voluntad general, que representa el bien común. En este modelo, aunque el individuo pierde su libertad natural, gana la libertad civil, que implica obedecer leyes que él mismo ha contribuido a crear. Además, la soberanía reside en el pueblo y es inalienable e indivisible. Rousseau apoyó la democracia directa, en la que todos los ciudadanos participaran activamente en la vida pública. Sin embargo, reconoció que este sistema era difícil de aplicar en territorios extensos y poblados, por lo que en estos casos aceptaba otras formas de gobierno, como la monarquía en grandes estados y la aristocracia en estados intermedios.

A diferencia de otros contractualistas, como Hobbes y Locke, Rousseau no veía el contrato social como un medio para someterse a un poder absoluto (Hobbes) ni como un acuerdo entre individuos y el Estado con un gobierno limitado (Locke). En su visión, la soberanía debía mantenerse siempre en manos del pueblo, asegurando que la sociedad respondiera a la voluntad general y no a intereses particulares.


Epistemología Kantiana (Conocimiento)

Immanuel Kant fue el representante más destacado de la Ilustración alemana del siglo XVIII. Logró superar y sintetizar las corrientes del racionalismo y el empirismo a través de su corriente filosófica, el idealismo trascendental, y se propuso analizar los límites de la racionalidad humana. Su filosofía puede resumirse en cuatro cuestiones fundamentales: El uso teórico de la razón: ¿Qué puedo conocer? (epistemología), expuesto en Crítica de la razón pura (1781). El uso práctico de la razón: ¿Qué debo hacer? (ética), desarrollado en Crítica de la razón práctica (1788). El ámbito de la política: ¿Qué me cabe esperar?, abordado en La paz perpetua. La antropología: ¿Qué es el hombre?, tratado en su obra Antropología.

En cuanto al problema del conocimiento, Kant responde a la pregunta ¿Qué puedo conocer?, analizando el uso teórico de la razón. En la introducción de su obra, Kant distingue dos tipos de empírica (particulares de cada ciencia y relacionadas con el elemento material) y condiciones trascendentales: universales y necesarias, previas a la experiencia, que pertenecen a la razón y dan significado a la materia. Este planteamiento representa el giro copernicano de Kant, ya que implica que el sujeto estructura y da forma a lo que conoce, en lugar de que el conocimiento dependa únicamente del objeto. Además, Kant clasifica los juicios en tres tipos: juicios analíticos, juicios sintéticos a posteriori, juicios sintéticos a priori. Para que un ámbito sea considerado una ciencia tiene que crear juicios sintéticos a priori. Para fundamentar su teoría, Kant estudia las facultades del conocimiento en diferentes partes de su obra:

  • Estética trascendental: Analiza la sensibilidad y las matemáticas. La sensibilidad es la capacidad de percibir de manera pasiva. Sus condiciones trascendentales son las intuiciones puras de espacio y tiempo, que pertenecen a la estructura del sujeto. El sujeto aplica estas intuiciones puras, creando el fenómeno, que es la representación de la cosa en sí. Así, el objeto se adapta al sujeto, lo que refuerza el giro copernicano de Kant.
  • Analítica trascendental: Examina el entendimiento y la física. El entendimiento es la capacidad de pensar y organizar lo percibido de manera activa. Los conceptos puros del entendimiento deben aplicarse a los fenómenos de la experiencia para que el conocimiento sea posible. Aquí, Kant distingue entre fenómeno (lo que podemos conocer) y noúmeno (la cosa en sí, inaccesible al conocimiento y solo pensable por la razón).
  • Dialéctica trascendental: Estudia la razón y la posibilidad de la metafísica como ciencia. La razón unifica los juicios del entendimiento y da lugar a la metafísica, que pretende conocer realidades más allá de la experiencia: las ideas trascendentales de Dios, el alma y el mundo como totalidad. Sin embargo, Kant concluye que estas ideas no pueden fundamentarse en juicios sintéticos a priori, lo que conduce a errores como las contradicciones sobre el mundo (antinomias), los errores sobre el alma (paralogismos) y las falacias sobre Dios (sofismas). En consecuencia, determina que la metafísica no es posible como ciencia. Porque no establece juicios sintéticos a priori sobre alma, Dios y el mundo. La cuestión central que plantea en Crítica de la razón pura es si la metafísica es posible como ciencia. Su análisis parte de la aceptación de dos fuentes de conocimiento: la sensibilidad y el entendimiento. El idealismo trascendental de Kant sintetiza ambas corrientes filosóficas, pues defiende que el entendimiento posee conceptos puros que no proceden de la experiencia, pero que solo son aplicables dentro de ella.

    El Problema de la Moral Kantiana

    Immanuel Kant fue el representante más destacado de la Ilustración alemana del siglo XVIII. Logró superar y sintetizar las corrientes del racionalismo y el empirismo a través de su corriente filosófica, el idealismo trascendental, y se propuso analizar los límites de la racionalidad humana. Su filosofía puede resumirse en cuatro cuestiones fundamentales: El uso teórico de la razón: ¿Qué puedo conocer? (epistemología), expuesto en Crítica de la razón pura (1781). El uso práctico de la razón: ¿Qué debo hacer? (ética), desarrollado en Crítica de la razón práctica (1788). El ámbito de la política: ¿Qué me cabe esperar?, abordado en La paz perpetua. La antropología: ¿Qué es el hombre?, tratado en su obra Antropología.

    En cuanto al problema de la moral, Kant distingue entre éticas materiales y éticas formales. Rechaza las primeras, ya que dependen de contenidos empíricos, siguen imperativos hipotéticos y están sujetas a una voluntad heterónoma. En su lugar, defiende la ética formal, que es universal, racional y a priori, basada en el imperativo categórico y la autonomía de la voluntad. La moralidad, según Kant, radica en obrar por deber y no solo conforme al deber. Solo las acciones motivadas por el deber mismo poseen verdadero valor moral. El imperativo categórico, principio central de su ética, establece la forma en que debemos actuar sin depender de circunstancias específicas. Destacan dos formulaciones:

    • “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda siempre valer como principio de una legislación universal”.
    • “Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los demás, siempre como un fin y nunca como un medio”.

    Siguiendo estos principios, Kant plantea el Reino de los Fines, una sociedad ideal donde cada individuo es tratado con dignidad y respeto. Para que la moral sea posible, postula la existencia de tres principios fundamentales:

    • Libertad: Sin ella, no hay responsabilidad moral.
    • Inmortalidad del alma: La perfección moral requiere una existencia más allá de la vida terrenal.
    • Existencia de Dios: Un ser supremo debe garantizar la armonía entre virtud y felicidad.

    La ética kantiana se diferencia de la de Hume, quien defendía una moral basada en los sentimientos y la experiencia (emotivismo moral), y de la de Descartes, quien fundamenta la moral en la razón pero sin la estructura del imperativo categórico. No obstante, comparte con ambos la búsqueda de principios éticos universales.


    Marx: Problema de Ser Humano

    El pensamiento de Marx (1818-1883) representa una crítica al idealismo de Hegel, de modo que sustituyó el idealismo absoluto de este por una concepción materialista de la historia, según la cual las fuerzas económicas constituyen la infraestructura que determina en última instancia los fenómenos “superestructurales” del orden social, político y cultural. Todo ello hace que la sociedad burguesa capitalista, su modo de producción y la alienación obrera tengan como objetivo, desde la interpretación marxista, la desaparición de clases y la instauración del comunismo. Desde esta concepción, Marx aparece como filósofo, político y economista que orienta a la praxis su pensamiento, ya que “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; lo que importa es transformarlo”.

    En cuanto al problema del ser humano, para Marx, el ser humano no es un ente contemplativo, sino un ser activo y práctico que se define a través de su acción productiva en el trabajo. En oposición al idealismo hegeliano y al materialismo de Feuerbach, considera que la esencia del hombre no está en la conciencia ni en una naturaleza dada, sino en su capacidad de transformar la realidad mediante la praxis. El ser humano es, al mismo tiempo, un ser natural y social. Posee necesidades biológicas como cualquier otro ser vivo, pero su humanidad se construye a través de su actividad. El trabajo es el eje central de esta construcción, pues mediante él no solo satisface sus necesidades, sino que también se realiza y humaniza el mundo que lo rodea. Además, el hombre no es simplemente un ser social por naturaleza, sino que se hace humano en la sociedad (como señalaron Platón y Aristóteles con la noción de «zoon politikon»). Sin embargo, en el sistema capitalista, esta socialización se da en condiciones de explotación y alienación, impidiendo su auténtico desarrollo. La alienación es una de las principales problemáticas del capitalismo. En este sistema, el trabajador no es dueño de sí ni de su producción, pues su trabajo se convierte en una mercancía que solo beneficia al capitalista a través de la plusvalía. La alienación económica es la más fundamental, ya que estructura la división de clases entre la burguesía, propietaria de los medios de producción, y el proletariado, que solo posee su fuerza de trabajo. A partir de la alienación económica surgen otras formas de alienación. La social, que se basa en la desigualdad entre clases; la política, donde los principios de libertad e igualdad sirven para encubrir la dominación de la burguesía sobre el proletariado; la religiosa, que proyecta la justicia al más allá para fomentar la resignación ante la injusticia terrenal; y la filosófica, que justifica el orden existente a través de ideologías que distorsionan la realidad.

    En conclusión, Marx se contrapone tanto al idealismo de Hegel como al materialismo mecanicista de Feuerbach, pues considera que la esencia del ser humano no radica ni en la conciencia ni en una naturaleza fija, sino en su praxis transformadora. Solo mediante la superación de la alienación y la lucha de clases podrá el hombre alcanzar su verdadera humanidad.


    Marx: Problema de la Realidad y la Sociedad

    Karl Marx (1818–1883), filósofo, economista y revolucionario alemán, formula una crítica radical del sistema capitalista y una propuesta materialista de la historia. Su pensamiento parte de que la estructura económica determina las relaciones sociales, políticas y culturales de una sociedad.

    En cuanto al problema de la realidad y la sociedad, el materialismo histórico de Marx entiende la realidad social como un proceso dialéctico y dinámico basado en la actividad productiva del ser humano. A diferencia de otras concepciones, la historia no es una simple acumulación de hechos aislados ni una construcción imaginaria de sujetos abstractos, sino la sucesión de modos de producción que determinan la evolución de las sociedades. Dentro de este proceso, las fuerzas productivas incluyen el trabajo humano, las materias primas y los instrumentos de producción. Por otro lado, las relaciones sociales de producción establecen la conexión entre los propietarios de los medios de producción y los trabajadores. Cuando los primeros se apropian del trabajo ajeno, surge la explotación, característica de sociedades como la esclavista, la feudal y la capitalista. La estructura económica o infraestructura, compuesta por fuerzas productivas y relaciones de producción, es la base sobre la que se asienta la sociedad. A partir de ella se construye la superestructura, que incluye el derecho, la política, la moral, la ciencia, la religión, el arte y la filosofía. En este sentido, Marx sostiene que no es la conciencia la que determina la vida, sino que es la vida material la que determina la conciencia.

    El modo de producción abarca tanto la economía como la política y la ideología, configurando una totalidad social. La dominación surge de esta estructura histórica concreta, y cuando las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción alcanzan un punto crítico, se producen revoluciones sociales que transforman la sociedad. Para Marx, hay tres tesis fundamentales en su concepción materialista de la historia: la lucha de clases como motor del cambio, la relación dialéctica entre infraestructura y superestructura, y el fin de la historia con la desaparición de las clases sociales en una sociedad comunista. La superación de la alienación y la emancipación del ser humano requieren la abolición de la propiedad privada y la división del trabajo mediante la dictadura del proletariado. Este proceso llevaría a la desaparición del Estado y de la lucha de clases, dando paso a una sociedad donde los individuos fueran realmente libres e iguales.

    En conclusión, Marx se opuso al empirismo, que veía la historia como una simple acumulación de hechos, y al idealismo, que la concebía como el resultado de la acción de sujetos abstractos. Frente a estas posturas, defendió un enfoque materialista y dialéctico, en el que la historia es determinada por las condiciones materiales de producción y la lucha de clases.


    Nietzsche: Epistemología

    Nietzsche, filósofo del siglo XIX, se considera como el filósofo más crítico de la filosofía platónico-cristiana de Occidente. Su pensamiento afirma lo múltiple frente a lo estático y único de las filosofías dogmáticas. Propuso una transvaloración, donde creó una nueva interpretación de la realidad del hombre y la verdad. Su filosofía vitalista se basa en que la vida es un valor esencial y la inversión de los falsos valores que la ahogan. Además, su ideología se caracteriza por ser a la vez inseparablemente crítica-destructiva y positivo-afirmativa.

    En cuanto al problema del conocimiento, Nietzsche critica la epistemología tradicional por basarse en palabras y conceptos que no pueden captar la verdadera realidad, la cual es devenir y cambio constante. Según él, el lenguaje no nos lleva al origen auténtico de las cosas, sino que construye abstracciones que ahogan la espontaneidad de la vida. La ciencia y la metafísica, derivadas de este culto a la gramática, han creado saberes vacíos que simplifican la complejidad del mundo. Las palabras son metáforas que expresan intuiciones más que realidades, y los conceptos que surgen de ellas son solo residuos de metáforas. El error de la filosofía ha sido olvidar que los conceptos provienen de intuiciones originales y asumir dogmáticamente que reflejan la realidad. Frente a este pensamiento conceptual y rígido, Nietzsche propone el pensamiento intuitivo, más cercano a la verdadera esencia de la vida. Nietzsche también critica las ciencias positivas porque reducen la realidad a números y cantidades, eliminando sus diferencias cualitativas. Su crítica no es a la ciencia en sí, sino a su metodología mecanicista y positivista, que pretende explicar la vida solo con mediciones. Para él, reducir la realidad a fórmulas matemáticas es un error, pues la ciencia no puede captar aspectos esenciales como la pasión, el placer o la fuerza. Las leyes científicas describen propiedades cuantificables, pero no dicen nada sobre la esencia de las cosas ni sobre sus valores cualitativos. Desde la perspectiva de la voluntad de poder, la verdad no es algo absoluto, sino una apariencia consolidada por la costumbre. La voluntad de poder es, en cierto sentido, voluntad de ilusión, ya que la verdad se impone como una perspectiva dominante. En cuanto al lenguaje, Nietzsche considera que los conceptos fijos no sirven para captar el devenir múltiple y cambiante de la realidad. Frente a la rigidez de los conceptos y categorías, que simplifican y obstaculizan el cambio, él reivindica la metáfora como herramienta que exalta la creatividad y permite expresar la pluralidad del ser.

    Junto con Marx y Freud, Nietzsche es considerado un fundador de una nueva forma de filosofar que desconfía de la razón como único instrumento para conocer la realidad. Aunque sus enfoques son distintos, los tres tienen en común el objetivo de desenmascarar la falsedad de los valores ilustrados, como la racionalidad y la verdad, que han sido aceptados sin cuestionamiento.


    Nietzsche: Antropología

    Nietzsche, filósofo del siglo XIX, se considera como el filósofo más crítico de la filosofía platónico-cristiana de Occidente. Su pensamiento afirma lo múltiple frente a lo estático y único de las filosofías dogmáticas. Propuso una transvaloración, donde creó una nueva interpretación de la realidad del hombre y la verdad. Su filosofía vitalista se basa en que la vida es un valor esencial y la inversión de los falsos valores que la ahogan. Además, su ideología se caracteriza por ser a la vez inseparablemente crítica-destructiva y positivo-afirmativa.

    Nietzsche critica la moral platónico-cristiana por ser contranatural y decadente, fruto del resentimiento. Rechaza

    el modelo filosófico que exalta la razón y fomenta una moral antinatural e intelectualista, cuyas bases están en Sócrates y Platón. Sócrates vinculó la virtud al conocimiento, mientras que Platón postuló un “mundo verdadero” de ideas, despreciando el mundo sensible. El judaísmo y el cristianismo consolidaron esta inversión de valores al considerar virtuosos a los débiles, enfermos y pobres, reforzando una moral del rebaño basada en la obediencia y la sumisión, lo que conduce a la degradación de la vida. Mediante su método genealógico, Nietzsche analiza el origen de los valores morales y distingue entre la moral de señores, que afirma la vida con autonomía y voluntad de poder, y la moral de esclavos, propia del débil, basada en la resignación y el sacrificio. Para superar esta moral decadente, Nietzsche introduce la idea del superhombre, un individuo libre de dogmas que crea nuevos valores. En Así habló Zaratustra, Nietzsche describe las tres metamorfosis del espíritu que conducen al superhombre. Primero, el camello, símbolo de la obediencia ciega que carga con la moral tradicional. Luego, el león, que representa la negación y la rebelión contra los valores establecidos. Finalmente, el niño, que simboliza la creatividad y la libertad para forjar nuevos valores sin restricciones. El superhombre rechaza la igualdad, que considera un engaño de los débiles, y defiende la jerarquía natural entre los hombres. Su moral es dionisíaca, basada en la fuerza, la autonomía y la voluntad de poder. Vive sin trabas, concibiendo la existencia como un experimento y afirmando el eterno retorno, aceptando la vida en su totalidad. Su llegada dependerá de que los individuos más audaces se atrevan a transformar los valores cristianos y crear otros nuevos desde su propio poder.

    Nietzsche, junto con Marx y Freud, inaugura una nueva forma de filosofar que desconfía de la razón como único medio para explicar la realidad. Aunque sus enfoques son distintos, los tres comparten el objetivo de desenmascarar los valores ilustrados de racionalidad y verdad, que han dominado el pensamiento occidental


    ORTEGA Y GASSET METAFÍSICA

    Ortega y Gasset, filósofo español del siglo XX, mostró una profunda preocupación por la renovación cultural de España y la integración del pensamiento europeo, con fines regeneracionistas. Influido por la Generación del 98, buscó elevar el nivel del pensamiento filosófico español desde una perspectiva política. Según Ferrater Mora, su obra atraviesa tres etapas: el objetivismo (1902-1914), que valora la ciencia como verdad objetiva; el perspectivismo (1914-1923), centrado en la idea de «circunstancia» y «perspectiva»; y el raciovitalismo(1923-1956), donde desarrolla su concepto de razón vital e histórica.

    Ortega y Gasset formula su pensamiento a partir de la célebre frase: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. El yo y su circunstancia se necesitan mutuamente: el yo da sentido al mundo y el mundo condiciona al yo. Esta relación entre sujeto y objeto no es solo conceptual, sino la base de su filosofía. En Meditaciones del Quijote plantea la idea de perspectiva: cada individuo accede a la verdad desde su punto de vista, y solo integrando perspectivas se puede conocer realmente la realidad. Así, rechaza tanto el escepticismo como el racionalismo absoluto. Su etapa de madurez está marcada por el racionalismo, que es el intento de examinar las dos perspectivas más importantes para el ser humano: la vida y la razón. Con la razón vital, Ortega busca evitar el desprestigio al que los filósofos vitalistas (el irracionalismo Nietzsche) han sometido a la razón, proponiendo así un nuevo concepto de esta, que se distancia también de la razón pura(Descartes). Crítica la postura realista, anterior a Descartes, que otorga primacía a una interpretación “naturalista” o “cosista” del mundo; y la postura idealista, surgida con Descartes, que afirma la primacía del sujeto, la razón, la conciencia: el yo. Frente a ambos, afirma que la única realidad radical es la vida: el yo en relación con las cosas.Así, la vida posee un sentido biográfico y dramático, lo que permite describir unas “categorías de vida” que expresan los ingredientes originales, comunes e inseparables que conforman el “esqueleto esencial” del vivir en su exclusiva peculiaridad. La vida es autoconciencia en una circunstancia, es algo imprevisto, es estar ante un mundo no hermético, lo que la convierte en un problema que exige una decisión personal guiada por un proyecto vital: la vida consiste en una permanente elección .Asimismo, la vida es temporalidad, futurición, es decir, aquello que aún no es: un futuro permanente, pues vivimos para él y hacia él. En El tema de nuestro tiempo, Ortega identifica la crisis de la sociedad europea con el fracaso de la razón pura. Tras sustituir la fe medieval en Dios por la fe renacentista en la razón físico-matemática, Europa necesita ahora un nuevo modelo racional: la razón vital. Como la vida es histórica, la razón vital se manifiesta necesariamente como razón histórica – no como facultad separada, sino como comprensión narrativa de la existencia en su temporalidad. Esta razón dinámica rechaza verdades absolutas, estudiando la realidad mediante conceptos que evolucionan con la vida misma, que así se revela como un proyecto permanente de descubrimiento y recreación de lo real.

    En conclusión, Ortega se contrapone al racionalismo (Descartes) por su confianza excesiva en la razón pura y al irracionalismo vitalista (Nietzsche, Schopenhauer) por despreciar el valor de la razón. Frente a ambos, propone una filosofía de la vida que unifica razón y existencia.


    ORTEGA Y GASSET: POLÍTICA :

    Ortega y Gasset, filósofo español del siglo XX, mostró una profunda preocupación por la renovación cultural de España y la integración del pensamiento europeo, con fines regeneracionistas. Influido por la Generación del 98, buscó elevar el nivel del pensamiento filosófico español desde una perspectiva política. Según Ferrater Mora, su obra atraviesa tres etapas: el objetivismo (1902-1914), que valora la ciencia como verdad objetiva; el perspectivismo (1914-1923), centrado en la idea de «circunstancia» y «perspectiva»; y el raciovitalismo(1923-1956), donde desarrolla su concepto de razón vital e histórica.

    La vida se conforma como el patrimonio de ideas y creencias que elabora el ser humano a lo largo de la historia y con las que cada hombre se encuentra en su momento histórico. Cada ser humano es heredero de la historia recibida, de tal manera que cada vida individual es lo que ha recibido de los que le precediereon y lo que él mismo hace de sí mismo. Ortega propone, en su análisis de la historia, una distribución de la misma por generaciones. La generación es la división mínima de la historia que afecta en sus creencias, las ideas y costumbres a la vida de cada hombre. Los contemporáneso comparten un mismo periodo de la historia, pero sólo los coetáneos pertenecen a la misma generación. En su Teoría de las generaciones, Ortega asume que en toda sociedad conviven distintas generaciones. Estas se cumplen en periodos de quince años, con una cierta forma de vidad vigente, unos proyectos vitales parecidos y un marco de refernicias influido por circunstancias similares. Las generaciones se suceden ininterrumpidamente llevando en sí creencias, ideas y costumbres de la generación precedente. Cuando una generaciones trata de conservar lo conservar lo recibido de sus progenitores dará origen a una época cumulativa, y aquellas que pretenden dar superar y cuestionar las creencias de sus padres dan lugar a épocas eliminatorias o polémicas. Así, el hombre es su propia historia. En La rebelión de las masas, diferencia Ortega entre el hombre-masa y la minoría selecta. Las minorías son grupos de personas especialmente cualificadas mientras que la masa social está en el conjunto de individuos no especialmente cualificados. Así,el hombre-masa es aquel que tiene la aspiración de vivir sin supeditarse a ninguna moral y que crece que tiene todos los derechos y ninguna obligación , frente a la minoría selecta, que responde a quien vive su vida erigiéndose a sí mismo más que a los otros, atendiendo a deberes y al trabajo vital. El problema se produce con la llegada de las masa a poder social, proceso por el que el hombre-masa pretende gobernar la sociedad olvidando su condición y creyéndose con derecho a convertir sus opiniones de café en ley, imponiendo su capricho uniformador y siendo poco respetuoso con la libertad individual, pudiéndose generar así una auténtica crisis y decadencia social.

    La sociedad ideal que diseña Ortega recuerda así a la de Platón: es el proyecto de una aristocracia dominante que considera al pueblo masa gregaria, concepción aristocrática que desconfía de la democracia.


    PROBLEMA DE LA METAFÍSICA PLATÓNICA

    Platón (Atenas, 427-347 a.C.), destacado filósofo griego, discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, marcó la etapa ontológica del pensamiento antiguo. Tras la muerte de Sócrates, plasmó las enseñanzas de su maestro en diálogos filosóficos, pero desarrolló además su propia doctrina: el Idealismo. Fundó la Academia en Atenas, donde se estudiaron disciplinas como Filosofía, Matemáticas y Astronomía.

    En su ontología, Platón propone un dualismo que distingue entre el mundo sensible (cambiante y perecedero) y el mundo inteligible o ideal (compuesto por Ideas universales, perfectas y eternas, captadas por la razón). Según la teoría de la participación, las cosas del mundo sensible son copias imperfectas de las Ideas, que actúan como modelos o arquetipos. La Idea de Bien ocupa el lugar supremo como fundamento ontológico y epistemológico de toda realidad. En el diálogo Timeo, Platón describe el mito del Demiurgo, un «Dios ordenador» que organiza una materia caótica siguiendo el modelo de las Ideas. Este Demiurgo no crea a partir de la nada, como el Dios cristiano, sino que da orden y forma al mundo sensible, reflejando la superioridad del mundo inteligible. Comparación: Metafísica Platónica y Aristotélica Mientras que la metafísica de Platón distingue dos realidades separadas (dualismo), Aristóteles (384-322 a.C.) critica esta separación y propone una concepción unitaria del ser. Para Platón, las Ideas son trascendentes y existen independientemente del mundo sensible. En cambio, Aristóteles sostiene que las esencias o formas están inmanentes en las cosas mismas: no hay un «mundo de las Ideas» aparte, sino que la realidad se compone de sustancia (unión de materia y forma). Además, Platón considera que el conocimiento verdadero solo es posible al acceder al mundo inteligible, mientras que Aristóteles defiende que el conocimiento parte de los sentidos y la experiencia, mediante un proceso inductivo que asciende hacia la comprensión de lo universal.

    Por último, para Platón, la Idea del Bien es el principio supremo, mientras que Aristóteles identifica a Dios como el «Primer Motor Inmóvil,» causa final y principio de todo movimiento en el universo. Así, Platón prioriza el mundo de las Ideas como realidad superior, y Aristóteles integra lo sensible y lo inteligible en una única realidad donde lo particular y lo universal se interrelacionan.


    PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO ARISTOTÉLICO

    Aristóteles (384-322 a.C.), filósofo griego de la etapa ontológica, fue discípulo de Platón y fundador del Liceo en Atenas tras la muerte de su maestro. En su obra, compilada en el Corpus Aristotélicum, desarrolló el Realismo, corriente filosófica que se opone al Idealismo platónico. Sus aportes abarcan múltiples disciplinas, desde la metafísica y la ética hasta la biología y la política, destacando especialmente su Ética a Nicómaco. Es reconocido como el primer científico de la historia.

    En epistemología, Aristóteles realizó importantes avances en la lógica, estudiando las estructuras del razonamiento mediante los silogismos. Un silogismo consta de tres enunciados: dos premisas y una conclusión que se deriva necesariamente de las premisas si el razonamiento es válido. Para Aristóteles, el conocimiento se origina en los sentidos, que permiten captar datos concretos de la realidad particular. A partir de estos datos, se desarrolla un proceso de abstracción inductiva, que lleva de lo particular a lo universal. Este proceso incluye varios niveles: Sensaciones: percepción directa de datos concretos mediante los sentidos Imaginación: formación de imágenes mentales basadas en lo percibido.Memoria: almacenamiento y evocación de dichas imágenes.Entendimiento: distingue entre el activo (abstrae la esencia de las cosas, elaborando conceptos) y el pasivo (recibe los datos abstractos y elabora juicios y razonamientos). Aristóteles describe una progresión desde el conocimiento sensitivo (particular y contingente) hasta el conocimiento intelectual (universal y necesario). Este método inductivo parte de lo concreto para alcanzar lo universal, en contraste con la epistemología platónica, que separa claramente los mundos sensible e inteligible. Comparación: Epistemología Platónica y Aristotélica La epistemología de Platón se basa en su dualismo ontológico, diferenciando dos niveles de conocimiento: doxa (opinión engañosa, limitada al mundo sensible) y episteme (saber verdadero, relativo al mundo inteligible). Según Platón, el conocimiento auténtico sólo es posible al captar las Ideas, realidades inmateriales y perfectas, a través de la razón. Para él, el conocimiento sensible es ilusorio y no conduce a la verdad, pues se limita a las apariencias cambiantes del mundo material. Por el contrario, Aristóteles defiende un enfoque realista en el que el conocimiento verdadero surge a partir de los sentidos. La experiencia sensorial es el punto de partida para un proceso de abstracción que permite identificar lo universal en lo particular. A diferencia de Platón, no contrapone lo sensible y lo inteligible, sino que los integra en un continuo epistemológico.

    Finalmente, mientras Platón sitúa el conocimiento en el acceso a un mundo trascendente de Ideas, Aristóteles lo fundamenta en la realidad concreta de los objetos individuales, defendiendo que lo universal reside en las cosas mismas y es descubierto mediante el análisis inductivo y la lógica.


    EL PROBLEMA DE LA POLÍTICA PLATÓNICA

    Platón (Atenas, 427-347 a.C.), discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, fue un filósofo clave en la etapa ontológica del pensamiento griego. Fundador de la Academia en Atenas, desarrolló su doctrina del Idealismo, abarcando tanto el ámbito metafísico como político y social.

    Para Platón, el ser humano es social por naturaleza y el desarrollo de las virtudes éticas depende de vivir en una sociedad justa. En su modelo de sociedad ideal, describe una jerarquía basada en el predominio de las tres partes del alma:Gobernantes: Predomina el alma racional; son los filósofos, cuya virtud es la sabiduría.Guerreros: Predomina el alma irascible; su virtud es la valentía.Pueblo: Predomina el alma concupiscible; su virtud es la templanza. Platón sostiene que solo los filósofos deben gobernar, pues poseen la episteme (conocimiento verdadero) y pueden garantizar el bien común. Crítica otras formas de gobierno, describiendo una progresión hacia la degradación:Aristocracia: El gobierno ideal, regido por los mejores (filósofos).Timocracia: Gobierno de los honorables, enfocado en la guerra.Oligarquía: Gobierno de los ricos, que priorizan intereses privados.Democracia: Gobierno del pueblo, caracterizado por el desorden y la excesiva libertad.Tiranía: La peor forma de gobierno, opuesta a la justicia, donde el poder recae en un individuo que persigue su propio beneficio Platón diseñó una utopía política donde el Estado es liderado por los más sabios, asegurando la justicia y el desarrollo de las virtudes. Comparación con Aristóteles Aristóteles, aunque también sostiene que el ser humano es social por naturaleza, ofrece una visión más pragmática y menos utópica de la política. A diferencia de Platón, no vincula directamente las formas de gobierno con la naturaleza del alma, sino con el número de gobernantes y si estos buscan el bien común o su propio beneficio. Aristóteles clasifica los gobiernos en dos categorías:Formas Correctas (buscan el bien común):Monarquía: Gobierno de uno, justo y orientado al bien colectivo.Aristocracia: Gobierno de pocos, basado en la virtud.Democracia: Gobierno de muchos, respetando la igualdad y los intereses comunes.Formas Degeneradas (buscan el bien personal):Tiranía: Gobierno de uno, tiránico y egoísta.Oligarquía: Gobierno de pocos, basado en la riqueza.Demagogia: Gobierno de muchos, caracterizado por la manipulación y el populismo.

    Mientras Platón defiende un modelo ideal liderado por filósofos, Aristóteles apuesta por una visión más práctica y variada, reconociendo la posibilidad de gobiernos justos en diferentes formatos, siempre que busquen el bien común. Aristóteles enfatiza la importancia de la experiencia y la participación ciudadana, frente al énfasis platónico en la episteme y la filosofía como base del poder.

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